martes, 29 de julio de 2014

MI NOMBRE DEFINITIVO

-- MI NOMBRE DEFINITIVO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Hasta que cumplí ocho años, no consté como nacido en esta tierra
bendita; no aparecía en el Registro Civil, ni tuve un nombre, un
nombre que pudiera reclamar como propio, que me identificara para
siempre. Sencillamente, no tenía nombre porque, de acuerdo a la ley,
yo no existía. Crecí oyendo cómo mi abuela, mi madre y mis tías me
llamaban por un cariñoso apelativo: "El Titi".
Mi madre había tenido la osadía de parirme siendo soltera en la Habana
de 1936, enfrentando todos los prejuicios de una sociedad hipócrita,
discriminadora de la mujer y asumió la tarea de criarme sin tener a su
lado "un hombre que la representara". Cuando le pregunté cómo debía
firmar, me respondió: Jorge Espinosa, Espinosa como yo, como tu
abuelo, el que nos dejó este apellido mambí. Fue así que en la escuela
de primeros grados, me llamaran "Espinosita", y a mis espaldas me
endilgaran un mote más agresivo que las espinas de mi apellido: "el de
las peleas, el que se faja todos los días". Entre tanto, mis tías
solteras habían hecho la promesa de bautizarme como Antonio, el santo
casamentero, y se empeñaban en decirme "Jorge Antonio". No fue hasta
1944, ya cumplidos mis ocho años, cuando el hombre que me engendró
decidió "reconocerme" como hijo suyo, desde entonces conté con una
inscripción de nacimiento, expedida por el secretario de un juzgado,
en que se hacía constar que yo había nacido en La Habana, el 2 de
noviembre de 1936 y que consignaba las generales de mis padres, uno de
estado civil casado, la otra soltera. Era la forma humillante que el
Estado cubano usaba para marcar a los nacidos fuera del matrimonio.
Aquel documento decía que yo me llamaba Jorge Carlos Oliva Espinosa
(el Carlos me lo añadieron por un tío de posición holgada que, a pesar
del homenaje, nunca nos ayudó). Sin embargo, atravesado como siempre,
mis exámenes de ingreso al Instituto de La Habana, comencé a firmarlos
como Rafael Oliva; Rafael, como mi abuelo, el que peleó por liberarnos
y de cuyo nombre, yo que ansiaba la libertad, me apropié; con ese
nombre participé y obtuve premio en un concurso literario convocado en
ocasión del Centenario de Martí. Como Rafael me conocieron en la
Universidad y en mis primeras actividades subversivas, al término de
la segunda enseñanza; aún conservo dos carnés del Instituto de la
Habana, del mismo curso y con igual fotografía: uno expedido a Jorge
C. Oliva, el otro a Rafael Oliva. Por otros nombres y apodos me
llamarían, cuando me vi precisado a recorrer la geografía cubana: en
varios lugares del interior me llamaron "El habanero" y en la Capital,
mis compañeros se referían a mí como "El Flaco". La madre de mi
primer hijo, nacido a fines de 1958, cuando me nombra, todavía dice
"Rafael" y los viejos comunistas, recién apoderados de las ORI, me
llamaron con displicencia "Olivita", perdonándome con el diminutivo
mis ignorancias y deficiencias ideológicas. En mi desempeño como
Profesor universitario, los "factores" con quienes choqué, se referían
a mí como "El Conflictivo". Sobre los años 80, el inolvidable "Papito"
Serguera me bautizó como Jorgecé (Jorge C.), los argumentos para
hacerlo son tema de otro artículo; cuando escribí la novela
autobiográfica "EL TIEMPO QUE NOS TOCÓ VIVIR", me adjudique el nombre
de Joaquín Ortega; por último, solamente dos personas me llaman
Oliverio: mi amigo, el Profesor de Hidráulica, José Bienvenido
Martínez y mi yerno, a quien considero un hijo más. Sin embargo, la
única vez que ingresé al vivac de "El Príncipe", lo hice con mi nombre
verdadero, el asentado en los registros legales: Jorge Oliva; así lo
consigna en su libro "CLANDESTINOS EN PRISIÓN"*, Manuel (Manolito)
Graña Eiriz, en las páginas 482 y 550; aunque, a menos que se trate de
otro Jorge Oliva, trastoca de mes la fecha de mi reclusión.

Desde Regla, ayer, "La Sierra Chiquita";
Ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía. Julio 30 de 2014
*Admirable obra de recopilación histórica, publicada por la Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2008
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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