domingo, 6 de julio de 2014

AQUELLA VIEJA RUTA

--AQUELLA VIEJA RUTA (III)
Por Jorge C. Oliva Espinosa
1952-953
La ruta 28 sube por todo San Lázaro hasta la Universidad. Sus ómnibus
son más pequeños y viejos, por eso cobran seis centavos, no los ocho
del servicio llamado "especial" de otras rutas. Pero nosotros no
tenemos ni los seis centavos para el pasaje y por lo tanto hacemos el
camino a pie. De nuestro barrio, el de "La Punta" hasta allá, puede
movernos "la vieja guagüita de San Fernando, en la que se va un rato a
pie y otro rato caminando"; la energía para el viaje nos la da nuestra
juventud y nuestra fe en que podemos cambiar el rumbo de estos tiempos
tan defraudantes. Para eso vamos allá, a la Universidad, para cambiar
nuestro futuro y, como creemos poder hacerlo, nos empeñamos en ello.
Recorremos así, toda la calle San Lázaro que nace a la entrada de la
bahía y muere al pie de la escalinata. Vamos a entrenarnos como
combatientes para subvertir el orden establecido mediante la fuerza;
orden injusto y tan endeble que un sargento ambicioso pudo quebrantar.
Nosotros, muchachos del barrio, vamos a la Universidad para aprender
el manejo de las armas con las cuales derrocaremos a Batista. Así
aprendemos los mecanismos de una Thompson, el arme y desarme de una
colt 45 y el fácil manejo de una carabina M-1.
Cada día, al caer la tarde, enfilamos nuestros pasos hacia la heroica
colina en busca de esos conocimientos. San Lázaro arriba, vamos hacia
la Universidad a estudiar, pero no estamos matriculados en ninguna de
las carreras que allí se ofertan; en ninguna de ellas aparecen las
asignaturas que tendremos que examinar y aprobar en esta lucha que
comenzamos... Entramos por el gran portón de hierro forjado que se
abre hacia la derecha de la escalinata; dentro del edificio más
cercano, subimos una escalera que nos deja frente al local de la FEU.
Allá, detrás del Salón de los Mártires, está una pequeña habitación
que es la oficina del Presidente de la Federación. En ese local damos
las primeras clases. El espacio es poco y poca la ventilación; es un
apretado círculo de jóvenes sin camisa lo que rodea al que funge de
profesor, todos atentos a su explicación. Todavía no sabemos a cuál
organización pertenecemos, pero estamos prestos a cumplir las
instrucciones que recibamos, no sabemos de quién. Sabemos sí, que
estamos en la Universidad y que ella es la caldera donde se incuba la
insurrección. Manolito Carbonell, "El Bomba", nos conecta con su
organización, llamada "La Triple A". Después de dos o tres citaciones
en una esquina determinada, en espera de un camión de armas que nunca
llega, nos percatamos que somos utilizados con fines ajenos a nuestros
ideales, porque el anunciado camión con el armamento no aparece y a
las armas las vemos en los periódicos, al reportar estos su
incautación, siempre en una fastuosa residencia del Country o del
Biltmore. Con decepción, nos apartamos de aquellos falsos patriotas.
Decían pertenecer a la "Triple A", nombre que asociábamos a una serie
beisbolera y tiempo después nos enteramos que sus 3 A significaban
"Asociación de Amigos de Aureliano". ¡Qué chasco!...
Corren los primeros meses del año 53, ya Mario Fortuny, Jorge Agostini
y Rubén Batista encabezan la lista de mártires de esta sangrienta
dictadura, cuando aparece un profesor con historial anti-machadista,
ofreciendo un programa convincente de nacionalismo y redención, y nos
alistamos bajo su mando. Es idealista y puro, poeta de versos que
reviven la gesta estudiantil de los años treinta, la que era necesario
continuar. Pero, resultó que el profesor pecaba de idealismo extremo,
quiso apoderarse del campamento de Columbia, contando con la
complicidad de aforados y todos caímos presos. Por repetición, aquel
sábado de semana santa, se nos hizo evidente que no podíamos seguir
tomando a los hombres del 30 como mentores o guías; estaban más que
maduros, desgastados. En eso llegó el mes de julio y el día 26, unos
jóvenes de nuestra generación, algunos de los cuales habían compartido
con nosotros los primeros entrenamientos, asaltaron dos cuarteles con
armas insuficientes, pero pertrechados de un ideal capaz de trastocar
universos. Ellos nos dieron la clarinada, nos señalaron el camino, nos
indicaron lo que era necesario hacer.
Desde Regla, como siempre, julio 7 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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