martes, 22 de julio de 2014

"EL OFICINISTA" (II)

--
Por Jorge C. Oliva Espinosa

A pesar de conocerlo del barrio, y quizás por eso, no pensamos nunca
en incorporarlo a nuestras actividades subversivas. Era algo mayor que
nosotros, casado, con un empleo y mostraba un evidente nerviosismo,
patente en tics tales como halarse continuamente el bigote o volver
convulsivamente la cabeza, martirizando sus vértebras cervicales. Era
un hombre pacífico y tranquilo, un humilde oficinista que consumía su
vida rutinariamente, del hogar al trabajo, del trabajo al hogar, sin
preocuparse por la situación que agobiaba al país y para colmo
extremadamente nervioso; uno más de los miles de indiferentes.
Por todo lo anterior, nos sorprendió con su ofrecimiento de colaborar.
Alguno de nosotros había cometido una indiscreción y "El Oficinista"
insistía que "conmigo pueden contar para lo que sea". Al principio
tratamos de disuadirlo, "nosotros no estábamos en nada", pero el
hombre volvía una y otra vez a ofrecerse "para lo que fuera". Quizás
esta persistencia suya, rayana en molesta impertinencia, fue el
desencadenante del siguiente suceso:
En un enfrentamiento no previsto con un patrullero, me había lesionado
seriamente un tobillo; era urgente encontrar un lugar donde dejarme,
al menos por algunas horas, hasta que pudiera ser trasladado al único
refugio con que contábamos, donde podría recibir atención médica. Pero
el lugar, por razones logísticas, nos era inaccesible, al menos en las
próximas veinticuatro horas. El tiempo pasaba y mis compañeros no
sabían qué hacer conmigo. La noche avanzaba y era necesario que nos
esfumáramos. Fue entonces que alguien, no puedo precisar quién, pensó
en aquel "Oficinista", ajeno a nuestras actividades, pero que,
insistentemente, se había ofrecido para "lo que fuera". No había otra
opción y hacía su casa me llevaron. Mientras el que fungía de chofer y
yo aguardábamos dentro del auto, otro del grupo, que conocía al
"Oficinista" y sabía de su insistencia en ayudarnos, tocó a su puerta
y le trasmitió nuestra solicitud de ayuda. La respuesta del demandado,
no pudo ser más degradante: ante la sola presencia del emisario, había
entrado en pánico, nos tachó de locos irresponsables que ponían en
peligro su hogar y el ya próximo parto de su mujer; y para añadir
insulto a su cobarde negativa, trató de darle a nuestro amigo un
billete de diez pesos para que nos largáramos bien lejos de allí. Por
supuesto, que recibió la respuesta adecuada: podía usar el dinero para
limpiarse, pues se había cagado...
La lucha continuó arreciando con su acción decantadora; algunos de mis
compañeros iniciales ascendieron al panteón de los mártires, otros se
vieron obligados a exiliarse, mientras que unos pocos persistimos en
lo que parecía un sueño de locos. Del "Oficinista" no volví a tener
noticia alguna, hasta la mañana posterior a mi casamiento en 1971
cuando, eufórico por encontrarme, me quiso dar noticias suyas. El
incidente, como lo he contado, casi frustra en sus primeras
veinticuatro horas este matrimonio mío que, como yo, ha logrado
sobrevivir a muchas, muchas circunstancias adversas...

Desde Regla, ayer, "La Sierra Chiquita";
Ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía. Julio 23 de 2014
*Reitero que, por no avergonzar a su descendencia, no menciono el
nombre y apellido del espontáneo "Oficinista".


________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario