miércoles, 30 de julio de 2014

-LAS MEDALLAS

--LAS MEDALLAS*
Por Jorge C. Oliva Espinosa

1984. Otro choque entre "La Sierra y El llano".
Siempre que ha sido posible, he tratado de complacer a mi mujer,
dándole la razón y comportándome como ella espera. Sin embargo, en
este asunto de tramitar mi Medalla de la Clandestinidad, muy a mi
pesar, no pudo ser así. Forzándome, había reunido toda la
documentación exigida y acudido a la Casa del Combatiente de mi
Municipio. Viejos recuerdos y nuevos prejuicios se habían acumulado en
mi mente contra estas distinciones, con las que la Revolución
distinguía a los que por ella pelearon. Los recuerdos se remontaban a
mi infancia, cuando abuela me llevaba al Centro de Veteranos a cobrar
su pensión y una fila de viejitos, meciéndose en sillones idénticos,
se embutían unos a otros, magnificando sus hazañas libertadoras; los
prejuicios nacían de la extraña cantidad de combatientes clandestinos
que, por municipios, según el Periódico Granma, habían obtenido la
condecoración. Que si en la Habana Vieja, quinientos; que si en Playa
trescientos; que si fueron cuatrocientos los que, en el Cerro la
recibieron. Y señores, uno se preguntaba, ¿de dónde salieron tantos
combatientes? ¿Cómo fue posible que Batista durara siete años con
tanta gente peleando en su contra? La oreja peluda del oportunismo,
como una respuesta a tanto reclamante, se me hizo evidente cuando, en
secreto a voces, se decía que los honrados con la presea recibirían, a
la hora del retiro cercano, un sustancioso aumento en sus pensiones de
jubilados. Y aquí estoy, por complacer a Ana María, en espera de la
entrevista que, tras larga cola, me hará un oficial de nuestro
ejército, nombrado como Jefe Municipal de la Casa del Combatiente,
entidad responsabilizada con dichos trámites.
Primero ha sido, en la antesala, torturarme los oídos con tanta
historia de increíbles hazañas contadas por sus protagonistas. Aquí
todos fueron aguerridos luchadores, ajusticiaron esbirros y pusieron
bombas. Bombas... ni contando con las cien de la noche famosa,
organizada por el inolvidable Sergio, me cuadra la cifra aquí
reclamada como obra propia. La Habana hubiera sabido de un tiroteo
continuo de siete años de duración, de ser ciertos los tiros que,
todos estos dicen haber tirado. Con gran esfuerzo, me he mantenido
callado ante tanto palique de alarde en la espera. Así que, cuando
llega mi turno y me hacen pasar a una oficina pequeña y sin ventanas,
voy súper tenso y bien molesto.
Un mayor en traje de campaña me da cordial bienvenida y me convida a
tomar asiento frente al buró que ocupa. Es un hombre más o menos de mi
edad, fornido, más ancho que alto, con ese tinte en la piel y esas
facciones típicas del serrano oriental: medio indio, medio mulato, de
ojos achinados y pelo negrísimo. Recibe mi documentación, le echa un
vistazo y a modo de preámbulo, comienza:
Así que, Oliva Espinosa, Jorge... ¡mmmmmm! Y dice haber peleado... a
ver... desde el mismo 1952 hasta el 59, que se licenció.... Mire,
compañero Jorge, ¿está bien? Usted no ignora que, para recibir la
correspondiente medalla de COMBATIENTE, (ha remarcado
significativamente la palabra) es necesario haber combatido de verdad.
Porque hay que establecer la diferencia entre el verdadero combatiente
y el colaborador; muy meritorio por cierto, pero que en definitiva,
hizo sólo eso: colaborar de alguna forma. Para ellos existe otra
medalla. Porque combatir es haber participado en combates, como en el
monte. Aunque yo sé que en las ciudades, y eso es histórico, también
los hubo, pero muy contados... por ejemplo, el Moncada, lo de
Cienfuegos...
(No lo dejo terminar, ya sé por dónde viene éste y lo atajo con toda
la energía acumulada durante la espera):
¡Mire, no se moleste en explicarme! Ni comience ningún trámite. Yo,
lamentablemente, ni combatí en el Moncada, ni en Cienfuegos. Pero una
cosa sí quiero aclararle...
(Trata de interrumpirme, como excusándose, aunque muy torpemente):
Usted es el que no debe molestarse Jorge, yo solamente quería...
(Pero ya yo no lo dejo seguir. Este empachao pretende ignorarnos a los
que nos batimos en las aceras y el asfalto, sin tener una lomita
protectora. Ahora resulta, que los únicos que combatieron fueron ellos
y la pila de descarados que están allá afuera contándose mentiras. Con
ellos no me va a confundir, ¡no señor! Así que, le replico violento):
¡Déjeme aclararle! ¡Y que le quede bien claro, Compañero Mayor! Yo
sí que enfrenté hijos de puta, sí me batí con uniformados vistiendo yo
de civil. Y lo hice al pegao, como estamos usted y yo ahora, y no
desde una montaña a doscientos metros y con mirilla telescópica.
Ahora, si a usted le parece que eso son cosas de colaborador, ¡allá
usted!
¡Usted no puede hablarme así!...
El insulto contenido en mis palabras le ha llegado hondo. Tan hondo
como a mí sus intolerables suspicacias. Se levanta brusco de su
asiento. Pero, yo también me he levantado, por delgado, mucho más
ágil:
¡USTED ES EL QUE NO PUEDE EQUIVOCARSE ASÍ CONMIGO!
Rápido, recojo mis papeles que estaban sobre la mesa, y con ellos
hechos un amasijo en la mano, que se me crispa colérica, lo miro
rabioso, desafiante le doy la espalda y abandono el local. Bufando,
atravieso el portal lleno de "combatientes" aspirantes a la medalla,
me parecen la réplica falsificada de aquellos ancianos que vi, cuando
niño, en el Centro de Veteranos...
Mientras me alejo del, en otro tiempo exclusivo, Reparto Mulgoba, me
voy convencido que, por esta vez y en el asunto de las medallas, no
puedo complacer a Ana María. Estoy seguro que ella comprenderá.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy siempre, bastión de rebelde cubanía.
Julio 31 de 2014
*Para redactar este episodio, tomé un fragmento, fielmente
autobiográfico, de mi novela "EL TIEMPO QUE NOS TOCÓ VIVIR", Editorial
Plaza & Janés, Barcelona, 1998. En esa obra el protagonismo lo asume
Joaquín Ortega, el personaje que creé para contar mi vida y cuyas
iniciales hice coincidir con las mías. Ana María aparece como Sofía.





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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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