jueves, 17 de julio de 2014

DE EQUIVOCACIÓN EN EQUIVOCACIÓN

--DE EQUIVOCACIÓN EN EQUIVOCACIÓN
Por Sempronio, el de Regla

Las equivocaciones son como las piedras, cuanto de más arriba caen,
tanto más peligrosas son; en ocasiones, es tal su frecuencia que
semejan un aguacero, más bien una avalancha, un bombardeo de piedras
del que es imposible guarecerse; vienen una tras otra, golpeándonos
sin piedad. Es natural entonces, que aplastados por errores ajenos no
nos percatemos de nuestras propias equivocaciones. ¡Y hay que ser
justos, señores! Antes de criticar yerros de otros, debemos comenzar
por admitir: "Yo me equivoqué". Respetar el orden de las
conjugaciones, comenzar por la primera persona del singular, para
llegar finalmente al "Ellos se equivocaron". Solamente así nos
libraremos de que nos tachen de injustos, de "ver la paja en el ojo
ajeno..."
Siguiendo las normas anteriores, hoy quiero declararme culpable de dos
errores, uno tras otro y relacionados entre sí. En ambos casos fui
injusto y quiero rectificarlos. El primero lo cometí cuando acusé a
nuestra Asamblea Nacional de no promover iniciativa de Ley alguna.
Tuve que leerme el artículo de Roberto G. Peralo "La Omisión de la
Asamblea", para darme cuenta de lo injusto que fui. No es que nuestros
diputados carezcan de iniciativas, es que el procedimiento a que están
sujetos se lo impide. Veamos: uno de nuestros legisladores hace una
proposición, inmediatamente se le pregunta al Jefe del organismo que
corresponda (que, aparte de pertenecer al Ejecutivo, también está allí
como diputado) si es admisible o no; si recibe el visto bueno de éste,
se pasa a votación y solamente se promoverá la iniciativa si ésta es
aprobada por el voto mayoritario del órgano legislativo. En su
artículo, Peralo denuncia la aplicación selectiva de este
procedimiento y la forma en que una proposición ni siquiera fue tomada
en cuenta. ¡Muy bien por el compañero de Matanzas! Le agradezco
sacarme de mi equivocación. Pero, una vez convencido de mi injusta
apreciación, voy a escarbar un poquito en cuanto a teoría del Estado
se refiere. Pienso en Montesquieu y la separación de los tres poderes,
en lo pertinente que sería aplicar aquí sus ideas. Hacer que los
legisladores sean solo eso: legisladores; los ejecutivos, ejecutivos y
los jueces, jueces; que todos trabajaran con plena independencia. ¡Y
ahí es donde caigo en la segunda equivocación! La aplicación de la
teoría separadora de poderes, en Cuba es inaplicable y conduciría a
nuevos errores, más graves y numerosos que los actuales. En lugar del
equilibrio entre el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, lo que traería
aparejado sería una proliferación de funcionarios, todos sujetos a lo
dispuesto en el Artículo 5 de nuestra Constitución y por tanto
coincidentes e incapaces de equilibrarse unos a otros; una verdadera
plaga cuyo mantenimiento sería imposible de sufragar por el
empobrecido Estado cubano. Un aparato ya costoso, cuyas arcas están
tan exhaustas que requieren de todos los esfuerzos de la Aduana y de
las TRD para dotarlas de algún menudillo...

Desde Regla,
Tierra bendita de Yemayá, cuna bravía de los abacuá.
Julio 18 de 2014

________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario