martes, 29 de julio de 2014

EL RÁFAGA

-- EL RÁFAGA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los pómulos hundidos por el hambre, los ojos queriéndoseles salir de
las órbitas, la figura desaliñada, el hablar escandaloso y los
ademanes disparatados, integraban la imagen del orate que brindaba
Rafael Hernández Hernández, más conocido por "El Ráfaga". No estaba
loco, pero las acciones que realizaba, por su temeridad extrema,
merecían el calificativo de verdaderas locuras. El apodo se le quedó
por una simpática ocurrencia, un increíble chispazo de genialidad, de
los que afloran en los momentos más críticos y que se dan silvestres
en esta tierra de encanto, en esta Cuba donde el absurdo y la
heroicidad andan hermanados, como elementos de lo real maravilloso que
deslumbró a Carpentier.
Resulta que el Ráfaga protagonizó un inverosímil suceso: al ser
detenido, portaba una ametralladora nuevecita, en su embalaje original
y con el preservo de fábrica. Los sicarios se ensañaron con él, le
propinaron una descomunal paliza y ya casi inconsciente, comenzaron a
torturarle. Necesitaban saber de dónde había sacado aquella arma sin
estrenar; era fácil deducir que formara parte de un gran lote, de los
ya conocidos arsenales de la organización llamada "Triple A" y estaban
empeñados en ocupar ese alijo, tal como habían hecho con otros
anteriores. La infernal sesión se prolongó más allá de lo usual.
Hacían pausas y lo revivían para luego continuar. La pregunta, con
tono siniestro, era siempre la misma: "¿Quién te dio ese juguete?..."
Varias veces, nuestro protagonista dudó si revelar su fuente de
aprovisionamiento y así terminar aquella agonía; tenía claro, en medio
del dolor y de la sangre, que en cuanto hablase, todo acabaría y lo
matarían. Pero, en lugar de resignarse a morir, fue más valiente y
decidió vivir. Cada vez que le preguntaban ¿Quién te dio ese juguete?,
se burlaba de sus verdugos y repetía: "Me lo trajeron los reyes"... Su
respuesta, siempre la misma, enfurecía cada vez más a los torturadores
que, reaccionando como las bestias que eran, dejaban de torturarle
para castigar su osadía con patadas y puñetazos. De nada valía lo que
le hicieran, él repetía la misma respuesta y así, aferrado a su
infantil y fantástica versión, milagrosamente, logró sobrevivir toda
una semana; luego, otros objetivos, considerados más importantes,
desviaron la atención de sus captores que parecieron olvidarlo.
Formando parte de un gran lote de presos políticos, fue puesto a
disposición del Tribunal de Urgencias que, por falta de pruebas,
absolvió a la mayoría; entre ellos al Ráfaga. (Eso para que vean que
el burocratismo y su ineficiencia no son cosas exclusivas de estos
tiempos...)*
De esta forma, asombrosa, salvó la poca vida que le dejaron y con ella
maltrecha volvió a sus andadas, reincorporándose a nuestro grupo de El
Cotorro. Tuvo así, la oportunidad de continuar sus "locuras" en la
lucha y sobrevivió, milagrosamente, a ella. A los pocos años del
triunfo, a consecuencia de los numerosos traumatismos recibidos en el
cerebro, murió después de una larga agonía, en que fue perdiendo
facultades como la visión, la movilidad y el habla. No llegó a cumplir
los treinta años.

Desde Regla, como siempre, agosto 1º de 2014
*Celosos de ganar méritos ante el tirano, los distintos cuerpos
represivos no compartían sus informaciones. Era frecuente que un
revolucionario, fichado en uno de ellos, apareciera "limpio" en otros.

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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