martes, 1 de julio de 2014

LOS ROMPEOLAS

-- LOS ROMPEOLAS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

DEFINICIÓN: Rompeolas, obstáculo casi siempre artificial, colocado y
bien afirmado en lugar conveniente, que impide a la ola llegar al
litoral; supuestamente, lo protege.

Sin orden cronológico, intercalo los episodios más remotos con otros
cercanos. Ayer fui bien atrás, en busca del recuerdo más lejano: mi
barrio natal; hoy evoco uno bien reciente. Hace muy poco, fuimos
incrédulos testigos de un hecho insólito: los que manejan la
información en nuestro país, no informaron a Fidel de la muerte de
Eugenio George. Esa fue la explicación que dio el máximo e histórico
líder por la ausencia de su ofrenda floral en los funerales del
destacado entrenador. Se evidenciaba entonces, que los que deciden qué
informar y qué no informar, incluían bajo su poder a la figura a quien
debían su existencia y poder. Motivado por el revelador incidente,
escribí mi artículo "El Acusador Persistente" (06 06 2014). Un amigo a
quien admiro mucho, pensó que yo culpaba a nuestra prensa y para
sacarlo del error, le conté una experiencia que tuve hace años; tenía
cierta relación con los hechos que comentábamos y ahora, como parte de
mis memorias, entresaco de mi mensaje personal aquel relato:
En 1982, Núñez Jiménez preparaba su expedición al Polo Sur y Granma
publicó que Fidel le había firmado la bandera cubana que clavaría en
ese punto del globo terráqueo. En el periódico se mostraba la foto con
la bandera exhibiendo la firma del Comandante en Jefe. Este acto me
pareció reprobable. Me recordaba un trágico antecedente: Prío había
firmado la bandera que trajeron los expedicionarios del Corinthya y lo
consideré un ultraje y una burla del ladrón corrompido hacia aquellos
que iban a inmolarse. Pensaba yo, (y sigo pensando hoy) que firmar la
bandera era profanar el símbolo más sagrado que tenemos de la Patria,
que tal acto equivalía a un sacrilegio y una profanación de las
mayores. Ninguno de nuestros próceres, ni siquiera Martí, se atrevió a
cometer semejante irreverencia. La bandera es de todos y nadie tiene
derecho a estampar en ella su firma, como se hace con un trofeo
deportivo. Llevado por estas convicciones, escribí una carta para enviarla a
Fidel, advirtiéndole de la pifia que, a mi modo de ver, había cometido
él, quizás llevado por el entusiasmo y el halago de algún sospechoso
adulador. Redacté el documento con el respeto mayor que merecía el
destinatario. Pero, dudando si debía darle otra redacción, consulté el
caso con "Papito" (1). Su respuesta, primero me desconcertó, pero luego me
iluminó "oscuras estancias cortesanas" llenas de largos pasillos y
laberintos, para mí desconocidos. Recuerdo, como si fuera hoy, sus
palabras: _"Jorge C, tu carta jamás va a llegar a su oficina; y si eso
ocurriera, no le va a gustar a su Jefe de Despacho, que le dará otro
curso..."
Ahora, en este incidente de la demora en conocer el deceso de George,
me parece ver la repetición de lo que el inefable "Papito" me alertó
aquel día. Los poderosos servidores de la corte son muchos,
demasiados, para que a todos llegue una porción necesaria de modestia
y honestidad.

Desde Regla, como siempre, julio 2 de 2014
(1) "Papito" Serguera, el Comandante del ER Jorge Serguera Riverí.

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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