jueves, 30 de mayo de 2013

UN MANUAL INUTIL (8)

Después de mi pedido de ayuda, del cual recibí unas cuantas y valiosas
respuestas, incluido un mensaje de Sempronio, reanudo hoy la
interrumpida divulgación de los fragmentos de "INSTRUCCIONES PARA
SOBREVIVIR EN CUBA", aquel manual inútil que escribí hace años.


UN MANUAL INÚTIL (8)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

LO ETICO Y LO MORAL
Durante mucho tiempo creí, como casi todos los cubanos, que lo moral
era sólo lo relacionado con las costumbres sexuales. Así se decía, que
ciertas señoras que vivían en el barrio de Colón, eran inmorales. Y
que era inconcebible que Fulanita saliera embarazada siendo soltera,
pues se había educado en una familia muy moral. Sin embargo, si un
Ministro robaba era un ladrón, pero a nadie se le ocurría decir que
era un inmoral como aquel otro, a quien le gustaban los hombres y al
que, además de inmoral, le decíamos una palabra bien fea. Tampoco
calificábamos de inmoralidad, que el campesino se muriera de hambre,
mientras que los latifundistas y los gobernantes amasaran millones. En
este caso invocábamos la justicia y no la moral. Después, ya
grandecito, aprendí que moral era toda regla de conducta en función de
ambiente. Que LA MORAL era parte de algo más abarcador llamado ÉTICA,
que en su función social, no siempre tenía que ser moral. En esto la
Ética se emparentaba de algún modo con LA POLITICA. No así la moral,
que es cosa de uso personal. De consumo interno, la moral es hacia
adentro. Y con la ética nos proyectamos hacia los demás.
Pero sucede que la moral va cambiando en cada época, para escándalo de
las generaciones anteriores. Y así ha sucedido desde el Cromañón para
acá. Para ese antepasado nuestro, era moral matar de un garrotazo a su
vecino, si éste se interponía al más elemental de sus primitivos
deseos. Sin embargo, la bikini fue considerada en su momento inmoral y
estoy seguro, que Hitler estimó muy moral y saludable exterminar a
millones de judíos. Si no, no lo hubiera hecho, porque era un tío muy
apegado a las costumbres. Después me hablaron de moral burguesa y
moral revolucionaria. Y entendí por esta última, aferrarnos a la
verdad y que los del gobierno no robaran. En ese tiempo, la gente
empezó a alardear de su moral. Había quien decía tener mucha, otros
que la tenían muy grande y los que pregonaban tenerla muy alta y
enhiesta. ¡Tan alta como el pico Turquino! Y usted no sabía si en ello
había alusiones genitales de un machismo a ultranza. Por último, se
invocó LA MORAL COMUNISTA, que nadie se tomó el trabajo de explicarme
y que yo intuí que consistía en ser desprendido y honesto, luchar
contra la ignorancia y el egoísmo, y darlo todo por un mañana mejor.
Otros la entendieron a su modo y llegaron a tenerla doble. O sea una,
pero con dos caras. Mi hija apeló a la moral comunista para hacer
dormir a su novio en nuestra casa. Y fue necesario invocar esa moral
para hacer que los nuevos campesinos trabajaran.
Con la pobre Ética pasaba peor. Como abarcaba un campo más amplio de
la conducta humana, nadie se tomó el trabajo de tomarla en cuenta y
mucho menos de reglamentarla. Creo que los médicos fueron de los pocos
que la conservaron en el fuero particular de su sagrada profesión. A
no ser ellos, nadie pregonaba tener una ética propia. Hasta ahora, que
se ha popularizado y se instituyó el CODIGO DE ETICA para los cuadros
del Estado. Este es un documento, que el Gobierno ha estimado
necesario hacerle firmar a cada funcionario y que ciñe su ejecutoria a
lo establecido en su articulado. Algo así como las tablas de los DIEZ
MANDAMIENTOS que Yahvé dio a Moisés en el monte Sinaí. La diferencia
reside en que Dios, al entregárselas, no le exigió que las firmara,
sino que las cumpliera.
(CONTINUARÁ)


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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