lunes, 13 de mayo de 2013

NO PUEDO SER ABACUÁ

NO PUEDO SER ABACUÁ
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los abacuá son como la versión africana de la masonería. Como
aquellos, constituyen una hermandad cuyos miembros están en la
obligación de amarse y socorrerse unos a otros. Tienen como los
masones, sus ritos propios y una liturgia sumida en el secreto. Admiro
a los participantes de este culto. Tienen un código ético que
comparto: un abacuá es ante todo hombre y amigo. No puede ser
mentiroso ni cobarde, mal hijo, ni mal padre y en todo momento debe
estar dispuesto a socorrer a sus hermanos. Para ellos, la peor
deshonra, algo imperdonable, es faltar a estos preceptos. Esas son sus
reglas y coinciden con las que he tratado de practicar toda mi vida.
Pero, no puedo ser abacuá. Ni siquiera puedo ser "Indisime" que
significa aspirante. Mi edad no lo permite. Según ellos, reúno los
requisitos para llegar a ser "Obonekué", que es la categoría de ñáñigo
iniciado, pero ya soy muy viejo para admitirme. De todo eso me enteré,
cuando me reuní, en fraternal tertulia, con un grupo que bebía ron en
la esquina. Yo iba a la bodega, pero me llamó la atención aquella
reunión en plena acera y me integré a ella. Fui recibido como un
ecobio más. Allí estaba Juanito, mi antiguo carnicero, en su silla de
ruedas; estaban sus hermanos y otros vecinos de la cuadra. La
conversación era trivial, pero muy de hombres; a ratos, se
intercalaban diálogos en lengua que yo no entendía. Sin embargo, nadie
me trató como extraño indeseado, y no pasó mucho para que me
tradujeran lo que decían, haciéndome sentir como un miembro de aquel
cónclave. La botella iba de mano en mano, de boca en boca, estrechando
la cofradía de los que bebían. Además de Juanito y sus hermanos,
participaban Fidel, el herrero; Ernesto, el soldador, el camionero
René, otros vecinos que no conocía y uno que otro transeúnte que al
pasar, se nos reunía tras intercambiar con los presentes un ceremonial
saludo. Constituíamos uno de los paisajes, estampas costumbristas, que
sólo se pueden ver en Regla: un grupo que había convertido la calle en
su bar particular. Pero este era un círculo especial. La mayoría de
los participantes estaban hermanados por ser miembros de la sociedad
secreta abacuá. Algunos poseían los grados de "Iyamba" o de "Ekueñón",
que son cargos directivos de relevancia en el plante o juego, término
con que se refieren a su célula base. Todos estos detalles, los pude
conocer compartiendo con ellos. Yo me sentí rodeado de verdaderos
amigos y disfruté a plenitud del ron y de la compañía.
Cuando, al regreso, le cuento a Sempronio de esta experiencia mía y de
mi deseo frustrado de pertenecer a ese grupo tan cubano, me responde,
cáustico como siempre: "Ojalá todos los cubanos fuéramos abacuá."
Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Mayo 13 de 2013

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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