domingo, 5 de mayo de 2013

YO, LA HABANA Memorias de una Ciudad (envío 14 y final)

YO, LA HABANA
Memorias de una Ciudad (envío 14 y final)

1956
El Montmatre es un casino-cabaret con su ubicación peculiar de piso
alto, a media cuadra de la Calle 23. Abajo, un discreto lobby con los
elevadores. En lo alto, disipación y lujo, música, licores y ruleta.
Allí van cada noche, altas figuras del régimen con sus escoltas. Van a
divertirse, a jugar y a cobrar la jugosa coima que les tributa la
Casa.
Fieles a su táctica de "golpear arriba", los muchachos del Directorio
lo han planeado todo. De los encumbrados asistentes, el último en
marcharse será ajusticiado. La fuga ha de ser por la rampa de
servicios, que sale a otra calle secundaria. El Coronel Blanco Rico
caerá esa noche bajo las balas revolucionarias. Era el distinguido
Jefe del Servicio de Inteligencia Militar, más conocido por sus
tenebrosas siglas: El SIM.
La respuesta no se hace esperar. En la Embajada de Haití se encuentra
refugiado un numeroso grupo de jóvenes que esperan por el
salvoconducto para marchar al exilio. La fiera sospecha que entre
ellos se encuentran los ejecutores del atentado. El personal
diplomático hace cómplice mutis por el foro y la Dictadura no anda
creyendo en esas nimiedades del derecho de asilo y de la inmunidad
extraterritorial de las representaciones extranjeras. Sedientos de
venganza, irrumpen en la sede diplomática. Al frente de la turba
frenética y azul, va el adiposo Jefe de la Policía. Riegan plomo y
muerte a granel. La masacre será total. De los asilados no quedará
uno. El último, con un tiro de suerte, logra llevarse por delante al
Jefe de los asesinos. En pocos días el déspota pierde dos de sus
esbirros mayores.

Impresionantes alijos de armas son ocupados por las "fuerzas del
orden", en lujosas residencias de El Biltmore y El Country. Son
verdaderos arsenales, más que suficientes para desatar una gran
guerra. Empuñadas por manos decididas, bastarían para derrocar la
dictadura. Sin embargo, los allanamientos se efectúan sin encontrar
resistencia alguna, pues los acaudalados dueños de estos "yerros"
están ausentes. No hay detenciones, salvo la de un jardinero o criado
encargado de atender la mansión y ajeno, por supuesto, a las
actividades de su Señor. Este se encuentra de vacaciones en Miami.
Quizás desde allá mismo llegó "la delación".

Mientras, las modestas y siempre escasas armas del pueblo, envían otro
mensaje, bien distinto, al Dictador. El día primero de diciembre, mis
periódicos informan de serios disturbios armados ocurridos ayer en
Santiago de Cuba. Hay fotos de insurgentes muertos con un uniforme
verde-olivo y un brazalete rojo y negro con el número 26. El dictador
establece la censura de prensa, pero aún hay tiempo de informar que el
día dos, por la costa sur de Oriente, cerca de un pueblito llamado
Niquero, se ha producido un desembarco rebelde. Los expedicionarios
visten el mismo uniforme verde olivo e igual brazalete rojinegro con
el número 26. Son los del Moncada, los mismos de anteayer en Santiago,
que han venido, desde México, a cumplir su palabra de ser libres o
mártires este año.

1957
Ya me hicieron un túnel bajo el Almendares, que enlaza El Vedado con
Miramar. Pronto terminarán el segundo para que se pueda ir hasta las
ruletas de Tropicana y Sans Souci a jugar, rápido y sin problemas.
Garantizan también el acceso raudo de tanques y tropas desde Columbia.
Por eso, a la prolongación de la calle Línea, que sale al otro lado
del río, ahora le han puesto Avenida General Batista. Pero el más
impresionante túnel es el que cruza bajo mi bahía y abre nuevas
perspectivas para una "Habana del Este", toda llena de hoteles y
casinos. La tiranía ignora que un túnel es algo más que un hueco
subterráneo. Es lo que enlaza y une lo antes separado. Así bajo el
suelo, un movimiento clandestino se va vertebrando, crece y se hace
sentir. Un día, pretendidos fumigadores rocían con gasolina los nuevos
carros comprados para la policía, que esperaban ser pintados en la
"Ámbar Motors". Toda la flotilla de modernas "perseguidoras" es
quemada. Otro, es saboteada una famosa carrera de autos, cuando su
principal atracción, el "driver" argentino Juan Manuel Fangio, campeón
mundial, es secuestrado.

Tengo hijos que, en el fragor del combate, cobran talla de gigantes.
Tal es el caso de este Arístides Viera a quien todos conocen como
"Mingolo". Pensamiento y bala le hacen terrible para la esbirrada. Sus
ideas, como fogonazos, desprenden luz de la que se apartan los seres
oscuros. Y sus disparos también. Con ellos, ilumina de esperanzas la
noche agónica en que vivo.

Como para hacer bien evidente que verdaderas bestias se han apoderado
del poder, para mostrar su desprecio por todos los valores culturales
e históricos que ignora, el salvaje que usurpa el Gobierno derriba el
viejo edificio que albergó el convento de los dominicos, aquel que se
convirtiera en mi primera universidad. Quiere construir en el lugar
una terminal de helicópteros. Igual hizo en mi Plaza Vieja, la que
desempedró para soterrar en ella un parqueo de automóviles. Total, si
el grandioso Convento de San Francisco era la sede de las Oficinas
centrales de Correos y el Palacio de los Capitanes Generales, después
de ser Alcaldía, es ahora casa de vecindad.

Por vengar tanta afrenta y tanto crimen, escaleras arriba, en las
manos un automático, se precipitan. Hay que encontrar al tirano y en
nombre del Directorio ejecutarle. Para eso han asaltado su madriguera
de Palacio. Son las tres y veinte de la tarde. Todos los relojes
marcan las tres y veinte de furia justiciera, las tres con veinte en
plomo y coraje. Y es como si el minutero se detuviera, asombrado ante
la heroica tarde. Estruendo de combate y olor a pólvora llenan el
aire. El decoro irrumpe en lujosos salones, sin permiso ni invitación
de nadie. Fragmentados por la metralla, saltan vidrios y espejos,
enrojecen mármoles.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac... Ante la hombrada de aquel joven, el
micrófono enmudece. Quizás la complicidad o la cobardía hayan logrado
que la alocución no se radiara completa. Pero de todas formas, la
misión ha sido cumplida. Toda La Habana escuchó que el tirano ha sido
muerto, que el Directorio entró en Palacio. Radio Reloj no da la hora
exacta, no puede darla, pero dentro de unos minutos, al pie de la
colina estudiantil, caerá combatiendo José Antonio.

El temor hace escasos los refugios y la delación los convierte en
inseguros. La alevosa muerte acecha impía. Yo, La Habana un clima de
espanto respiro y chacales sedientos de sangre organizan implacable
cacería. Por eso anoche durmió en una funeraria, la anterior en La
Víbora, otra en casa de una tía. No hay donde meterse, por eso, nada
más que por eso, se encuentran en este, nada adecuado, apartamento de
Humboldt siete. Allá irá a asesinarlos, guiada por la traición,
siniestra jauría.

Uniformados monstruos del espanto ofician la tortura y convierten en
templos del horror Estaciones de Policía y Cuarteles de la Guardia
Rural. ¡Crímenes, atroces crímenes! Se recrudece, como nunca antes, la
represión más brutal. La jauría de asesinos intensifica su cacería de
revolucionarios. Respiro un aire de pesadilla, soy una vieja loca y
desgreñada que recorre sus calles, espantada, recogiendo cadáveres
destrozados. Todavía me quedan hijos con talla de titanes.

El Parque Central es acordonado por carros de bomberos y coches
perseguidores de la policía. Cunde la alarma. Una misteriosa maleta ha
sido abandonada a los pies del monumento a Martí. Se sospecha que sea
una bomba. La rocían con potentes chorros de agua, le aplican la
técnica contra explosivos, y ¡nada!... Cuando, al fin, con mil
precauciones la abren, encuentran que en su interior sólo hay pelos,
cabellos humanos. Y un mensaje amenazador y sarcástico: "Nos afeitamos
y ya estamos en La Habana". La broma de alguno de mis hijos es tomada
muy en serio por la Dictadura, que cree a los barbudos, combatientes
de la Sierra, muy capaces de ello.
1958
Pronto tendré en mi bahía un gran Cristo, como Río de Janeiro. No tan
grande, ni tan alto como "El Cristo del Corcovado". En las faldas de
La Cabaña elevará su figura de mármol, desde allí contemplará tanta
iniquidad y tanto crimen que bien pudiera llamarse "El Cristo
Horrorizado"

Han obtenido los planos de las redes eléctricas soterradas.
Procedieron a alquilar un piso bajo en la calle Suárez, desde allí
cavarán un túnel hacia los registros. La carga de dinamita es
suficiente y Yo, La Habana, quedaré con grandes zonas a oscuras...

Abril:
En la vieja calle Mercaderes, en mi parte más antigua, está la bien
surtida armería. Allí van a comprar los que se dedican al hobby del
tiro y la cacería. Los muchachos la asaltan para ir a una caza mayor:
la bestia que usurpó el poder. Pero, en esa zona, mis calles son
angostas y el intrépido grupo es cercado. Sin posibilidad de
escapatoria, caen combatiendo, uno a uno, en esta cuadra.
Mis comercios cierran sus puertas, mis fábricas quedan desiertas.
Pero, sin armas para apoyarla, la huelga fracasa, segando primaveras.
Viriles primaveras de coraje y esperanza que apuraban el porvenir. La
infame manada organiza una persecución implacable: Gerardo, Marcelo,
Roberto, Manolito, Oscar... No importa el nombre, son varoniles
claveles tronchados que caen en mis calles. Relámpagos sombríos hacen
tenebroso mi cielo, aplazan amaneceres. El plomo asesino abre nuevas
sementeras que florecerán en auroras de libertad. Entonces tendrá cada
mártir, cada héroe, el eterno y agradecido tributo que todos merecen,
la tarja mayor que los inmortalice: UN NUEVO PAÍS, UNA HABANA NUEVA.

Septiembre:
En el reparto "El Juanelo", cerca de la Virgen del Camino, está la
Calle Rita. El edificio marcado con el número 271 de esa calle es un
edificio multifamiliar. Situados en el primer piso de lo que es una
cuartería interior, se alinean los llamados eufemísticamente
apartamentos. Son realmente habitaciones con baño y un closet como
cocina. Es muy reducido el espacio, pero en él se hacinan seis
fogueados combatientes. Cuatro hombres y dos mujeres. El lugar no
brinda las mínimas condiciones de seguridad, ni la menor posibilidad
de escape, pues tiene una sola puerta. Además, ya es muy conocido por
demasiadas personas. Las dos mujeres son las mensajeras Lidia y
Clodomira, que en continuos viajes garantizan las comunicaciones de
las montañas con el llano. Ellas están de paso en La Habana. Entre los
muchachos, todos de Regla, se encuentran los que ajusticiaron a
"Manolo el Relojero", un connotado chivato de esa localidad. En la
madrugada, la jauría asesina asalta el lugar. Los cuatro jóvenes son
ametrallados sin piedad y de las dos mujeres no se encontrarán ni sus
cuerpos.

Noviembre:
La gavilla de asesinos rodea el edificio de O´Farrill y Goicuría, en
la barriada de Santos Suárez. Machaco, Norma y dos compañeros más
presentan empecinada resistencia. A pesar de la desventaja numérica,
los revolucionarios son un hueso duro de roer. Aquello deja de ser una
acción policíaca, para convertirse en un episodio de verdadera guerra.
Es un reñido combate, donde no se pide ni se da cuartel. El aguerrido
jefe del movimiento en la Habana y dos de sus acompañantes serán
asesinados cuando se les agote el parque. Norma, herida y en estado de
gestación, salva milagrosamente su vida y la vida que lleva en el
vientre.

Cien bombas estremecen una noche todos mis barrios. A la hora
habitual, se multiplica por cien el cañonazo de La Cabaña. El disparo
inofensivo y escandaloso, que pregona que son las nueve, tiene esta
vez cien ecos repetidos. Advierten que ha sonado una nueva hora: La
del combate a muerte. Esas cien explosiones anuncian que soy rebelde,
que lucho subversiva, que la tiranía no me doblega y que estoy
dispuesta a derrocarla. El diezmado contingente subversivo,
descabezado de sus jefes principales, decide morir combatiendo. Otros,
como El Curita y Fontán, no tienen esa suerte. Perseguidos con saña,
les capturan y luego de torturarles salvajemente, son asesinados.

Frente al Coney Island, Mingolo ofrece recia batalla. Acorralado en la
rotonda, atraviesa en la senda su viejo auto y se echa bajo el mismo.
Varias veces se finge muerto. El silencio envalentona a los chacales
que se acercan y entonces él los barre con ráfagas certeras. Es un
león rodeado de hienas cobardes. Pero se le acaba el parque y
entonces, únicamente entonces, cae el titán. Presintiendo un amanecer
de radiantes auroras, llora, en su ocaso, la tarde.


1959
Soy tomada por brazaletes rojinegros. Son los perseguidos de anoche,
hoy convertidos en justicieros perseguidores. Ellos abren las
cárceles; en estampida, los esbirros huyen; cobardes, se esconden
cómplices y delatores. Esta vez la Revolución no se irá a bolina. Mis
calles pronto se llenarán de barbas guerreras que traen la paz. Se
realizará mi sueño de justicia y redención. Al fin, me abro a la
esperanza de una nueva vida. Amanece para mí, por primera vez, esta
madrugada de año nuevo. Ya no volveré a ser nunca igual que antes. Se
cumple que, cuando se lucha por alcanzarlos, más allá de los sueños
está la realidad, más grandiosa que los sueños mismos…


Tal como lo hizo Arrate, mi primer historiador, cerremos estas páginas
con versos:

Mis calles, mis piedras,
están hablando...
Ellas cuentan
historias vividas
que me han ido
transformando.
Mis mejores hijos
han contribuido
a darme vida.
Mi vida de ahora,
tan distinta
a mi existencia de antaño.
¡Soy La Habana,
de eso, conmovida,
yo hablo!





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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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