martes, 14 de mayo de 2013

UN MANUAL INÚTIL (I)

UN MANUAL INÚTIL (I)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Creo que puedo proclamar, sin sonrojo, que soy el autor del libro más
inútil que se haya escrito jamás. En efecto, había implosionado la
Unión Soviética y ya nos zambullíamos cada vez más profundo, pero
siempre sin miedo, en el llamado "Período Especial", cuando reuní una
serie de escritos bajo el pomposo nombre de "INSTRUCCIONES PARA
SOBREVIVIR EN CUBA". Si inútil fue por su pretensión de servir de guía
para sobrevivir, más adelante, cuando llegó la hora de los mameyes,
probó su total inutilidad porque para entonces, todos aquí habían
aprendido a sobrevivir y no hacía falta que nadie les dijera cómo
hacerlo. Yo había volcado en una especie manual, una retahíla de
instrucciones innecesarias. Solo mis familiares y amigos más
allegados, tuvieron la oportunidad de asombrarse de mi desfase. El
manojo de páginas fue a juntarse con otras que no conocerían nunca la
imprenta y que levantaban el montículo de mi quehacer cuasi literario,
pero totalmente inédito. Habían pasado los años, terminado un siglo y
comenzado un milenio y aquellos consejos para sobrevivir y otros
impensados habían sido puestos en práctica, de forma espontánea y
creativa, por miles y miles de cubanos. Ellos probaban una vez más el
viejo dicho: "la necesidad hace parir mulatos". Hoy se puede afirmar
que existe toda una generación nacida bajo la urgencia imperiosa de
sobrevivir. Quizás por ello, y antes que viajen al olvido, he decidido
desempolvar aquel inútil manual y ofrecerlo a la lectura de mis pocos
y selectos lectores. Les ruego que tengan presente el momento en que
fue escrito. Algunas de sus páginas tienen el tufo rancio de lo
anacrónico, otras conservan una sorprendente actualidad. De todas
formas, me he negado a "actualizarlo", ahí les va una primera parte,
tal como la escribí:

P R E F A C I O
Cuando los países que se llamaban "Socialistas" dejaron de serlo y la
Unión Soviética se desintegró, no fueron pocos los que pensaron que al
régimen de La Habana le quedaban horas. En Miami estalló un júbilo de
maletas para el regreso; y en Cuba no faltaron desalentados, ni
prestos a exhibir banderas de disidencia hasta entonces ocultas.
También hubo aquí los que mostraron de mil maneras sutiles su
desafección: Desde el mesero o empleado del comercio que maltrataba a
los clientes, hasta el que, desde algún buró, dictaba medidas
arbitrarias que traían implícita la confusión. Pasando, claro está,
por los que exhibían una indisciplina de maltrato y desprecio a la
propiedad social. Todas estas personas pensaban lo mismo: "Esto está
al caerse".
Yo, por mi parte, tozudo y empecinado como siempre, comencé a escribir
este MANUAL. Esperaba así, ayudar a mis compatriotas a sobrevivir en
los duros tiempos que preveía y a contribuir con mis "INSTRUCCIONES"
a la estabilidad del Estado. Para ello, recurrí al arma secreta de los
cubanos: el humor y el sarcasmo. Porque, desde siempre, nos hemos
reído y burlado de todo. En primer lugar, de nuestras desgracias.
Ha pasado más de una década desde aquellos acontecimientos que
cambiaron el mapa político del mundo. Y Cuba no se ha caído. Fidel
Castro continúa mostrando una envidiable capacidad de movilizar masas,
y las imágenes de millones de cubanos, desfilando ante la Oficina de
Intereses de Norteamérica, en enérgicas protestas contra Washington
han recorrido el mundo. No son, ciertamente, las imágenes de un pueblo
oprimido, ansioso de libertad y listo para despojarse de sus cadenas.
Tenemos que concluir que somos muchos los que nos hemos equivocado. Se
equivocaron los "cubanólogos", los "tanques pensantes" del Pentágono y
de la CIA, se equivocaron los explícitos de Miami y los implícitos del
patio. Yo también me equivoqué. Cuando escribí "INSTRUCCIONES PARA
SOBREVIVIR EN CUBA", pensé que, dada su utilidad, iba a tener
tremenda demanda interna. Que denunciando males a erradicar y
mofándome de ellos, iba a ayudar a mis hermanos a sobrevivir. Me vi
autor de un "best-seller". De un libro que se atesoraría como texto
sagrado en cada hogar cubano. Sería "El Escritor Nacional" y hasta
recibiría alguna condecoración gubernamental. Nada más errado. Aquí,
ya todo el mundo había aprendido a sobrevivir y ninguna instrucción
para lograrlo podía ser ya de interés. Mi libro hubiera resultado más
inútil que "LA INUTIL VIDA DE PITO PEREZ", sin más utilidad que la de
un paraguas en un naufragio. Ello demuestra, aparte de mi garrafal
equivocación, que no conozco nada de "marketing". Ahora pienso, que
donde puede tener éxito es afuera, ayudando a satisfacer la curiosidad
turística de los que nos visitan cada año, que suman ya millones:
Ilustrándolos acerca de nuestra Historia, de nuestro pasado reciente,
haciéndoles conocer nuestra identidad, descubriéndoles incluso,
francamente, nuestras deficiencias y pequeñeces. El presente MANUAL
podría contribuir a que nos comprendan mejor los amigos que vienen a
ver nuestra realidad, y a que no se confundan los enemigos que, a
ratos, llegan acá disfrazados de inofensivos turistas.
Porque nuestra actualidad y circunstancia (¡Valga Ortega y Gasset!)
son complejas y nada fáciles de entender. Es preciso tomar muy en
cuenta nuestros antecedentes históricos y ascendientes genéticos. No
despreciarnos por pobres y pequeños. Porque, si es cierto que no
tenemos mucho dinero, ni una gran extensión territorial, no somos ni
pobres, ni pequeños. Es el peor error que ha cometido la gente del
Potomac, desde "Ike" a Clinton. Y en el que, de seguro, caerá el
no-elegido sino designado nuevo inquilino de La Casa Blanca: No
conocernos y subvalorar nuestra dignidad y coraje.
Es necesario saber que esta es una tierra de "lo real maravilloso
americano", como lo definió nuestro Alejo Carpentier, donde se
insertan episodios del "realismo mágico" del que es máximo exponente
García Márquez. Y donde, estas dos Escuelas o modos de percibir y
retratar la realidad, en lugar de contradicción, son armoniosa
simbiosis. Ambos modelos, por si solos, no alcanzan para representar
la maravillosa realidad que nos envuelve. "¡Es Santiago de Cuba! / No
os asombréis de nada!"... Escribió Manuel Navarro Luna, uno de los
mejores poetas de esta tierra de poetas y poesía. Yo recomendaría
extender el consejo a toda Cuba. Porque aquí vais a encontrar cosas,
hechos y hombres en verdad sorprendentes, ¡asombrosos! De lo
contrario, podéis llegar a pensar que éste es un país kafkiano y que
sus habitantes todos son locos. Aquí muchas cosas van contra la
lógica. Y lo absurdo se hace cotidiano. Entre ellas, que aún estemos
vivos y sigamos resistiéndonos a la "transición pacífica" que nos
aconsejan nuestros vecinos.
Para que no cagáis, caguéis, o caigáis (1) en esos yerros, os he
escrito las páginas que siguen. En ellas he intercalado viñetas,
estampas costumbristas, algo de poesía, y algunos cuentos cortos para
distraer vuestro malestar cuando tengáis que esperar con paciencia por
algún servicio, o que os traigan el cambio. Eso sí, no olvidéis, por
un solo instante, que el cubano perdona cualquier cosa, menos caer
"pesao". Así que hacéis los simpáticos cuando vengáis.
Por último, quiero dejar constancia de mi admiración y gratitud por
aquellos personajes, reales o ficticios, que considero predecesores
de esta obra. Son ellos: Cristóbal Colón, Nicolás Maquiavelo, El
Lazarillo de Tormes, Eladio Secades, Enrique Jardiel Poncela, El
Fotuto de Miguel de Marcos, El Chipojo inconcluso de Raúl Aparicio,
Pito Pérez, el chino cubano Mario Kuchilán, el mexicano Jorge
Ibargüengoitia y el multinacional Héctor Zumbado.

________________________________________
(1)Los cubanos conjugamos los verbos de la segunda persona del plural
como si fuera la tercera del ídem. El autor está haciendo un esfuerzo
descomunal por usar, correctamente, los verbos tal y como dice que
deben serlos "La Real Academia Española".

ORIGENES
Muchos, por simplificar, dicen que nuestras raíces son dos: la
española y la africana. Pero la cosa es más compleja. Por su posición,
en medio del Mediterráneo Americano, Cuba fue la olla donde se
cocinaron, mezclándose, gente de todas partes para dar ese resultado
sui géneris que somos los cubanos. Un verdadero ajiaco étnico según
Fernando Ortiz. A todos los que llegaron a estas costas, les fascinó
por igual las hembras nativas o nacidas de los primeros cruces. Y
dejaron aquí sus simientes tan disímiles. Por eso los cubanos no
tenemos un fenotipo. Y Usted puede encontrar aquí las características
distintivas de todas las etnias o grupos humanos. Y todos son cubanos:
cubanos negros o que lo parecen, cubanos chinos, cubanos célticos,
cubanos que parecen blancos, cubanos rubios, pelirrojos, castaños, con
ojos negros y con ojos claros. ¡Ah, y mulatos! Mestizos de todos los
mestizajes. En fin una variedad infinita de cubanos. Sin embargo, a
pesar de ser tan variados, los cubanos tenemos una forma de ser, hacer
y decir muy propias, que nos permiten definirnos como unidad. Son un
grupo de factores heredados, que fueron reforzados en las mezclas.
¡Cosas de la Genética!
Porque una característica tenían en común los emigrantes: Eran los
vapuleados de todos los lugares. Los echados, los perseguidos, los
marginados, los oprimidos. De España, los del Sur, los convictos,
prófugos, judíos conversos y falsos cristianos. De África los
capturados, vendidos y esclavizados; de Haití los franceses
aterrorizados, de Asia los que allá habían perdido toda esperanza y
del resto de Europa los que huían de "San Batolomeses" étnicas,
religiosas, políticas o de alguna vendetta personal. De la América
continental, -¡Cómo no! -también vinieron los exiliados por
Revoluciones y por Contrarrevoluciones. Y aquí echaron raíces y se
quedaron. Luego vino la Historia vivida en común sobre una tierra
generosa que los acogió a todos. El resultado se puede ver: Los
cubanos, nacidos de todos aquellos que encontraron aquí amor y
refugio, odiamos las cadenas, amamos la Libertad y somos terriblemente
alegres y optimistas. Vivimos orgullosos de nuestro pasado y rendimos
culto a la Patria y a la Amistad.


BREVISIMA HISTORIA DE CUBA
Siempre soñé con escribir una historia de nuestra Patria. De la
"Siempre fidelísima isla de Cuba". (Contra lo que pudiera pensarse, lo
de "fidelísima" se lo pusieron los españoles, ya verán por qué.
Historia por demás controvertida y llena tanto de heroísmos sublimes
como de mezquindades. No fui historiador, escribí de otras cosas más
serias y ahora, pasados los años, quiero saldar mi deuda con este
viejo proyecto mío, aunque sea en forma súper sintética y resumida.
¿Que resultaría incompleta y parcializada? ¿Que omitiría cifras y
otros datos explicativos? ¡Seguro! Ya dije que no soy historiador. Por
otra parte, no hay que olvidar que la Historia no es más que la
repetición de hechos en distintas épocas. Y que, ante tal monotonía,
cada historiador le incorpora su parte subjetiva. Yo no me salvaría de
esta tentación. Pero de todas formas, mi versión resultaría más
respetuosa que la brindada por el Pequeño Larousse. Veamos, la
escribiría así:
-Cuando el Almirante de la Mar Océana preguntó por tierras mayores, y
quizás por quitárselo de encima, los indígenas de las Lucayas le
dijeron: "Cuba, Cuba", señalándole al Sur. Y hacia acá se dirigió el
gran genovés con sus castellanos (la mayoría eran andaluces),
obsesionado por el oro que decíase empedraba las calles del mítico
Cipango. Que en definitiva, el objetivo real de su viaje sin
precedentes, era ése: El oro. Lo de las especies era todo un cuento,
que ni sus mismas majestades católicas, tan creyentes, se lo creían.
Puro diversionismo como se dice ahora.
De seguro, que la fonética Kuba en boca de aquellas gentes rojizas,
que andaban en cueros, sonó como música celestial en sus oídos de
marinero, acostumbrados en los últimos tiempos, a escuchar sólo
refunfuños, recordatorios soeces a su madre y amenazas de motín. ¡Al
diablo! "Kuba, Cuba, Ciba, Cipango", otra vez "Cuba", tenían una
curiosa semejanza fonética con el buscado reino del Kublai Kan. Así
que, más que disparado por el indicio, puso proa al Sur y topó con lo
que sería, andando el tiempo, nuestro país. Antes, y pese a la breve
estancia, sus acompañantes depositaron, delicadamente, como devota
ofrenda, algunos miles de espiroquetas pálidas en las receptivas
indígenas bahameses.
Al llegar frente a nuestras costas, y antes de desembarcar dijo
aquello de "la tierra más fermosa..." Por ello, muchos creen que nos
echó jettatura, lo que llamamos "mal de ojo", y que ésta fue la causa
de todas nuestras desgracias. Si tienen razón, mirando todo lo que nos
vino después, hay que convenir que el Gran Almirante tenía tremendo
poder.
En aquel entonces, la isla estaba totalmente cubierta de bosques y no
se habían emprendido los planes de repoblación forestal. Vivían en
ella, unas gentes inocentes, organizadas en lo que después denominamos
"Comunismo primitivo". De ahí que trabajaran poco y fueran tan pobres.
Es decir, nuestros primeros habitantes, vivían alegre y
despreocupadamente, dedicados al ocio y otros vicios propios del
sistema. Aquellos cubanos cultivaban, con poco empeño y atrasada
técnica, la yuca o mandioca, con cuyo jugo fermentado se pasaban la
vida embriagados; también el cohiba o tabaco, que los hacía meditar
rodeados de azules nubes de humo y que, consumido en distintas formas,
les consumía el tiempo y los pulmones. En resumen, vivían la vida
paradisíacamente ebrios, de areíto en areíto y bañándose de continuo
en ríos y arroyos, con promiscuidad edénica de hembras y varones. Es
natural, que los excesos de alcohol, nicotina y juergas, así como los
prolongados baños colectivos, hicieran estragos entre aquellas felices
gentes tan poco dispuestas a cualquier otro esfuerzo físico. Cuando un
indígena llegaba a los 35 años, ya estaba frito. Eso, si llegaba. Los
españoles los tomaron a su cuidado con el aquello de adoctrinarlos en
la Santa Fe, los hicieron trabajar de sol a sol, (sólo a los varones,
a las hembras les dieron otro uso) y si no prolongaron sus vidas, por
lo menos se las hicieron sentir más largas. Aplicando el Materialismo
Histórico, podríamos decir que, siguiendo las leyes del desarrollo,
les cambiaron el régimen económico por otro más productivo: El
esclavismo. ¿Resultado? Al poco tiempo se acabaron los aborígenes y
tuvieron que importar negros del Africa; gentes mucho más resistentes
y trabajadoras, pero igual de mansas. (Fíjense si no, que un mayoral
con revólver imponía orden a una cuadrilla de negros que, pese a tener
cada uno un machete en la mano, no se animaban a rebelarse.
Gracias a su intuitivo olfato, los dueños de esclavos descubrieron que
las negras, además de trabajar, podían emplearse en otros menesteres
más domésticos y privados. Se aficionaron a ellas, y de su dedicación
a aquella afición, resultó una multitud de bastardos que, mestizados
con más españoles, canarios, chinos, árabes, franceses fugitivos de
Haití y otros europeos, dieron como resultado un ajiaco étnico: el
criollo. Por mestizaje, había surgido una nueva raza. Estos ya se
diferenciaban de sus primeros padres, no sólo por el color de la piel.
Bajo el sol tropical, habían adquirido otros gustos y costumbres, y
adoptado otras modas y hábitos más acordes con el clima, como la
guayabera y el baño diario. De igual forma, esos criollos cambiaron el
idioma heredado, modificando los sonidos de la c y la z, y le
incorporaron giros, voces, refranes, tradiciones y valores culturales
de sus otras raíces, desconocidas inicialmente por los hispanos. ¡Ya
hasta pensaban y hablaban distinto! Por sincretismo, había surgido una
nueva cultura.
Para hacer completo el proceso de diferenciación, hasta sus
ocupaciones habituales fueron distintas. (Pura división del trabajo,
como dirían los marxistas.) Mientras los peninsulares se dedicaban al
comercio especulador e improductivo, los criollos trabajaban como
bestias en actividades agropecuarias. Es decir, unos contribuían a
aumentar el PIB, mientras que los otros vivían de la tasa de
circulación. Esto trajo, como es natural, las primeras desavenencias.
Hasta entonces, tanto peninsulares como insulares se sentían
españoles. Tan así, que por ese sentimiento hoy no pertenecemos a la
Mancomunidad Británica. (Lea la resistencia heroica del criollo Pepe
Antonio a la toma de la Habana por los ingleses).
Consecuentemente, el choque de intereses entre criollos-productores y
peninsulares-comercializadores, fue haciendo que aquellos le tomaran
cada vez más tirria a estos últimos, que se quedaban con la mayor
tajada. De España seguían llegando más funcionarios y comerciantes,
con tremendo entusiasmo parasitario por las riquezas que creaban los
criollos. Entonces, asfixiados de exacciones, monopolios e impuestos,
los más decididos y acaudalados de estos, se alzaron contra el poder
de la metrópoli colonial. Así, en octubre de 1868, se inició nuestra
primera guerra por la independencia. De un lado los criollos pudientes
seguidos de sus esclavos. Del otro los españoles. Pero, como los ricos
son siempre una minoría y todos ellos están acostumbrados a mandar y
no ser mandados, florecieron entre ellos, los males que habrían de
minar la guerra que conducían: el caudillismo, reacio a aceptar otra
jefatura que no sea la propia y la ausencia de base popular, como
diríamos ahora. Así fue, que tras diez años de cruenta lucha llena de
heroísmos, nuestra primera gesta libertaria se extinguió, víctima de
los gérmenes de su destrucción, que llevaba consigo desde su
nacimiento. (Para mayor comprensión, estúdiese la Ley de la negación
de la negación, y el papel de las contradicciones internas en el
desarrollo histórico. K. Marx y F. Engels, Obras escogidas.)
De eso se percató (sin estudiar filosofía marxista) un genio llamado
José Martí, que consagró su vida a preparar una guerra distinta. Una
guerra que envolviera en sus llamas a todas las clases sociales, sin
distingo de nacionalidad. Así fue, que en 1895 estalló una verdadera
guerra civil por la independencia. La cosa esta vez era de
separatistas contra integristas. (También ya por entonces, existían
algunos anexionistas, que soñaban con una patria yanqui. Pero esos,
salvo excepciones, no se metieron en la candela.) Españoles y criollos
(que ya se llamaban con orgullo cubanos) se alinearon, mezclados, en
ambos bandos. Más de un peninsular alcanzó el grado de general,
peleando al lado de los mambises, mientras que no faltaron los cubanos
que no oyeron la voz de su tierra y lucharon a favor de mantener sus
cadenas. La guerra fue terrible y en ella tomaron parte los sectores
más humildes, que ya participaban en su dirección. Lamentablemente,
Martí cayó en el primer combate en que intervenía; y Maceo, después de
llevar la guerra de un extremo al otro de la isla, hazaña sin
precedentes, que aún constituye una proeza militar sin igualar,
sucumbió en una escaramuza sin importancia, cuando se disponía a
atajar intrigas y localismos, que volvían a resurgir como males de la
contienda anterior. ¡Está probado desde entonces, que no
escarmentamos! Privada así, la dirección de la guerra, de sus
conductores más preclaros y radicales, todo quedó en manos de un santo
patriarca dominicano que había luchado por más de treinta años por
nuestra independencia: Máximo Gómez. Él sufrió como nadie, por
nosotros, las proverbiales calenturas ajenas. Peleó por Cuba más que
ningún cubano. Y eso, sin despojarse nunca del complejo de extranjero,
que limitaba su accionar. Solo recogería, como le vaticinó Martí,
ingratitudes.
Cuando ambos bandos estaban agotados, pero se avizoraba, a la larga,
el triunfo de la causa separatista, los yanquis intervinieron. Como no
había una justificación, crearon el incidente de la voladura del
acorazado Maine. Eso para que vean que lo del golfo de Tonkín, lo del
aeropuerto de Granada, o las armas de Sadam Hussein no son nada
nuevo. Puro oportunismo de derecha, como diríamos ahora, solicitaron
la cooperación de un caudillo de las huestes separatistas. De las
mismas que, pérfidamente, se habían negado a reconocer como ejército
beligerante. Ignoraron a Máximo Gómez, jefe supremo de aquellas
fuerzas. Y después de servirse de las tropas cubanas, les negaron el
derecho a entrar en las ciudades tomadas con su auxilio. A resultas de
tan ético proceder, instauraron en la isla un gobierno interventor,
que preparó a los cubanos para "su independencia". Corrompió a María
Santísima, se hizo de las mejores tierras y yacimientos, se adueñó de
sus servicios públicos y transportes e instauró un gobierno "nacional"
títere, al que le impuso un apéndice en la flamante constitución.
Curioso instrumento jurídico, que no tiene nada que envidiar a otras
que vinieron después. Surgimos así como nación, más colonia que país
independiente, garito, burdel y factoría, inmenso cañaveral ajeno,
donde sólo el sudor era nuestro.
Uno tras otro, gobiernos tarados y castrados se sucedieron. Todos,
mirando las señas que le hacían del Norte. Hasta un presidente tuvimos
que hizo su discurso de toma de posesión en inglés. Todo estaba muy
bien organizadito para que, cada cuatro años, asumiera la presidencia
un nuevo "Hombre mirando al Norte", garante de que las riquezas del
país siguieran fluyendo hacia ese punto cardinal. Pero en eso, a un
sujeto llamado Batista se le fue la mano. Con decirles, que se auto
tituló "El Hombre". (Our man in Havana, es una película
norteamericana, que no tiene nada que ver con ese señor.) Amparado por
sus padrinos, se dedicó a robar y asesinar sin miramientos, violó
cuanta Ley quiso, hasta las que él mismo promulgó, y se preparó para
pasar en el sillón presidencial un tiempo indefinido.
Cuando las gentes del Potomac, tomaron conciencia que este nuevo
gobernante no les convenía, ya la insurrección popular se había
generalizado. En las montañas se mantenía un ejército guerrillero,
comandado por un abogado carismático. A este letrado devenido
guerrero, en los primeros momentos todo le salía mal. Cada vez que
organizaba una acción, la misma terminaba en sangrienta catástrofe.
Intentó asaltar una fortaleza y el grupo que conducía fue masacrado.
Emigrado más tarde, trajo una expedición, que en lugar de desembarco
terminó en naufragio con la mayor parte de los expedicionarios
dispersados, capturados y más tarde asesinados. No obstante, ante cada
revés su poder de movilización, de conductor de grandes masas, se hizo
mayor. Y la Historia, que lo absolvió, le reservaba, como premio a su
empecinamiento, la victoria final. Mientras, en las ciudades, un
poderoso movimiento clandestino mantenía al tirano en jaque. La lucha
popular coronó en triunfo y "El Hombre" se tuvo que dar a la
precipitada. De las montañas bajó un ejército guerrillero con el
abogado de los fracasos al frente. Los otros líderes insurreccionales,
de igual o parecida talla, habían perecido en la lucha. Y él empezó a
dirigir el país como había dirigido la guerrilla. Ni el uniforme se
quitó. Al principio, lleno de un sublime idealismo, comenzó a
satisfacer los anhelos del pueblo. Redujo los alquileres, las tarifas
de electricidad, telefónicas y de transporte, comenzó a repartir
tierras y miles de gratuidades y elevó los salarios. El poder
adquisitivo de las masas, incrementado de tal forma, comenzó a
presionar como brutal demanda contra una oferta interna muy débil y
contra otra importadora, apática y desconfiada, que prefería antes de
seguir importando, mirar qué rumbos tomaba la cosa.
Al oír hablar de reforma agraria y medidas populares, los americanos
vieron el fantasma comunista y comenzaron a intervenir como si aquí
nada hubiera cambiado. Cuando a su insolencia respondió la dignidad en
lugar de la sumisión, declararon una guerra económica al nuevo
gobierno cubano y prepararon un ejército mercenario para invadir la
isla y restaurar en ella el pasado. Creían poder hacerlo, contaban
con su poderío y con la subordinación tradicional de nuestra vida a
sus intereses. ¡Tremenda equivocación! 24 horas antes de llegar a
nuestras costas "los libertadores enviados por USA," el
abogado-guerrillero-gobernante, declaró su régimen socialista y en
4320 minutos aplastó, con el concurso de todo el pueblo, la invasión.
La hostilidad continuada de Washington, sirvió de maravillas para
exaltar el patriotismo de los cubanos, que se sometieron, en nombre
de la Patria agredida, a todos los sacrificios. En lo político, quedó
establecido un sistema monopartidista, con un solo propietario en lo
económico: El Estado. ¡Hasta las barberías y los puestos de frita se
hicieron estatales! Un poco más tarde, las tarifas de servicios se
elevaron, desaparecieron las gratuidades, todo subió de precio y el
poder adquisitivo del pueblo se hizo insignificante. Desde los
primeros momentos, la URSS se hizo cargo de suplir los suministros que
se recibían de yanquilandia y absorbió de igual manera las
exportaciones cubanas. Al poco tiempo, nuestro comercio exterior que
estaba monopolizado por USA en un 80% se comprometió con el nuevo
socio en más del 85%. ¡Curiosa forma de acabar con la dependencia
económica! Tan así, que cuando se desmembró la URSS y desapareció el
Campo Socialista, nuestro pobre país se quedó colgado de la brocha.
Volvió a sobrar el dinero, porque el desabastecimiento fue total y no
había nada que comprar. Entonces, volvimos nuestros ojos a la otrora
Metrópoli colonial en busca de capitalistas que, invirtiendo en
sociedad con el Estado, nos ayudaran a salvar el Socialismo. También
recurrimos a los de otros países, pero de España fluyeron la mayor
cantidad y los más audaces de ellos. Y el resto de la historia es tan
reciente, que no merece ser contada.
¡Ah, antes de terminar, déjenme explicarles el porqué del mote de "la
siempre fidelísima..." Resulta que siempre hemos sido, o los primeros
o los últimos en todo (*). Cuando ya todas las colonias de América
eran países independientes, el nuestro se mantenía fiel a la corona
española, porque los criollos, como les conté, continuaban sintiéndose
españoles. Fuimos los primeros en ser descubiertos y los últimos en
emanciparnos. De ahí que nuestros colonizadores se refirieran a
nosotros como siempre fieles. Y en superlativo. ¡Hiperbólicos que
somos! Ahora, gracias a la inversión de capitales iberos, vuelven a
aparecer por acá los comerciantes españoles, mientras los criollos,
asistimos a un curioso proceso que reafirma nuestra condición de
"siempre fieles".
(CONTINUARÁ)


(*) Con posterioridad hemos reafirmado muchas veces nuestro
empecinamiento de ocupar o el primero o el último lugar. Así fuimos
los primeros en América en proclamarnos socialistas y cuando otros
hermanos transitan por un socialismo del siglo XXI, nosotros seguimos
anclados en el inicial esquema bolchevique, cuyo modelo económico nos
empeñamos en actualizar. (Nota para esta edición)

--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario