jueves, 2 de mayo de 2013

YO, LA HABANA Memorias de una ciudad (octavo envío)

YO, LA HABANA
Memorias de una ciudad (octavo envío)

1897
Muerto Martí, alma preclara de la Revolución, en el 95; al año
siguiente muerto también Maceo, pensamiento y brazo ejecutor, la fruta
estaba madura. Ambos contendientes se hallaban exhaustos. España ya no
tenía "ni más hombres, ni más pesetas". En el campo insurrecto, volvía
a crecer la mala hierba de la división. Para el ambicioso vecino del
norte es la hora de intervenir. Sólo falta el pretexto
El sanguinario Weyler es relevado y un real decreto establece un
régimen autónomo. ¡Demasiado tarde! Es como ponerle lavativas a un
cadáver. Yo, La Habana, como toda la isla, soy cubana, anhelo mi
independencia y no quiero nada de España. Mucha sangre, de su gobierno
nos separa.

No obstante, lo novedoso no deja de movilizar mi curiosidad. Es corta
la función, apenas unos minutos para contemplar fotos en movimiento,
con un realismo en verdad asombroso. En un pequeño local, entre el
Teatro Tacón y el cuartel de bomberos, se abre mi primer
cinematógrafo. Gracias al invento de Lumiere, los habaneros se
maravillarán ante las imágenes que muestran el arribo de un tren.

1898
Últimos días de enero
Un autonomista y un anexionista conversan cerca de La Punta. Los dos
se parecen extraordinariamente, como si fueran gemelos:
-¡Mire, mire qué clase de buque! ¡Eso sí es un "acorazado"!
-¡Observe Usted qué cañones tan potentes tiene!
No pueden contener la admiración indigna, por lacayuna, que les
produce el barco de guerra cuando enfila la boca del canal, entrando
en la bahía. Para ellos es la propia imagen del poderío y la grandeza.
De la fuerza pujante de la "Gran Democracia del Norte". De la que uno
aspira a ser parte, de la que el otro...
-¡Es el U. S. Maine!... Se lo dije yo a Usted: ¡ahora sí se arregla
esto! Con esos cañones verá Usted lo tranquilos que se quedan los
amotinados voluntarios y los rebeldes guerreristas.
-¡Con los americanos no hay quién pueda!
El sol, bien mambí, pica de lleno el mediodía habanero, queriendo
achicharrar a los dos hombres; y aunque hay un suave brisote del
norte, único indicio de aquel simulacro de invierno, el mismo no
alcanza a disminuir el calor de la hora. El mar muestra su inquietud
en espumas que estallan contra el acantilado del Morro, allí enfrente;
y aquí, en el litoral bajo, viene sumiso a morir en lamentos.
Tres semanas después, en la noche del 15 de febrero, aquel barco
estallaría, dando pretexto más que suficiente para la intervención
yanqui. La guerra fue breve y lejana, pues los principales
acontecimientos bélicos se desarrollaron en Santiago. Yo me limité a
permanecer tensa, con mis fortalezas y guarnición puestas en máxima e
inútil alerta.

Primeros días de diciembre
Aunque España, tras ver destruido su poderío militar, ha aceptado
retirarse de Cuba, nadie habla de vencedores, ni de vencidos. Las
tropas españolas son sustituidas por las del aliado interventor y
oportunista. En todas las poblaciones de la isla la evacuación se ha
efectuado, pero la soberanía brilla por su ausencia. Yo, como Capital,
donde debe llevarse a cabo, de forma oficial, el traspaso de mando, lo
estoy haciendo por barrios y escalonadamente. El primer barrio libre
de soldados españoles es el de Jesús María, donde se echa a vuelo la
campana de su iglesia. A medida que avanza el repliegue, cunde la
algarabía del júbilo patriótico. Unos ríen, otros lloran de emoción,
se abrazan, gritan, cantan, mientras el aire se llena de estentóreos
vivas a "Cuba Libre", cohetes, voladores, disparos, tambores y
cornetas. Entusiastas comparsas recorren las calles y las casas sacan
banderas y engalanan, con cintas tricolor, ventanas y balcones.
El día 11 la evacuación, por capricho burocrático de los acuerdos,
llega hasta la Calle Galiano, alcanzando sólo una acera de la misma.
Así, una misma calle muestra dos espectáculos de dramático contraste.
En la acera de los pares, la alegría y el festejo son totales. En la
otra, aunque abren cafés y establecimientos, todo permanece impasible.
Era inevitable que ocurrieran incidentes entre los contendientes de
las vísperas. Varios oficiales españoles, después de una riña,
persiguen a uno mambí, que se refugia en el Hotel Inglaterra. Penetran
en el mismo los perseguidores y se produce dentro un cambio de
disparos. A los pocos minutos, todo el Batallón de Colón se sitúa
amenazante frente a la Acera del Louvre, en disposición de asaltar el
Hotel. En el mismo se hospedan los generales mambises Sanguily,
Aguirre y Lacret con sus respectivos ayudantes. Los cubanos no esperan
a ser asaltados y disparan contra la tropa hispana. Se producen bajas
por ambos lados, hasta que la mediación tardía del norteamericano
General Green, también huésped del Hotel, logra que los sitiadores se
retiren. Al día siguiente los choques armados se vuelven a producir
en el entierro de los caídos en este combate. El último entre
españoles y cubanos, que se libró aquí, en mi mismo centro.
Un bando del General Castellanos ordena el cierre de todos los
espectáculos públicos y en especial de los cafés y establecimientos
cercanos al Parque Central. La medida no tiene nada que ver con el
General Calixto García, cuyo deceso en Washington me conmueve. También
me estremecerá este artefacto andante, verdadero coche sin caballos,
que José Muñoz ha traído de Francia. El primer automóvil traquetea
sobre mis viejos adoquines, concitando la curiosidad de cuanto
transeúnte encuentra a su paso.

1899
Primer día de año
Son las doce del mediodía. En el Palacio del Segundo Cabo se arría la
bandera española y se iza la norteamericana. El General Jiménez
Castellanos entrega al General Brooke el mando de la Isla. Cesa la
soberanía española sin independencia, pues sigo con un gobierno
extranjero. En algunas casas de El Cerro y El Vedado se descorchan
botellas de champán.

Un día de junio
Ernesto Sarrá, un boticario que se hará millonario con otros negocios
ajenos a la farmacia, trae el segundo automóvil que rueda por mis
calles a la vertiginosa velocidad de veinte kilómetros por hora.
Semejante bólido pone en peligro a los paseantes.

Ultimo día del año
En el café "La Dominica" un grupo discute si esta noche, a las doce,
termina el siglo XIX y empieza el XX. Hay quienes dicen que debe
esperarse al 1901 para comenzar la cuenta...
Mientras, la ciudad y sus piedras, indiferentes a tal disputa, se
sumen en la frustración y en incongruentes expectativas. Nuevos
establecimientos con nombres alegóricos a la ocasión, como la lencería
"Fin de Siglo" y el café "Siglo Veinte", han abierto sus puertas.
Yo no sé si acaba o no el siglo, pero al finalizar este año, sigo
ocupada por tropas extranjeras, hoy norteamericanas, y soy tan
crecidita que ya albergo al 15% de toda la población de la isla.

1900
Para sus fines les estorbaba el Ejército Libertador y se libraron de
él, licenciándolo. A su Jefe lo enfrentaron con una Asamblea de
Representantes que nunca reconocieron. El motivo fue la discordia
sobre si debía ser donativo o empréstito el dinero para pagar el
licenciamiento. La Asamblea destituyó al Generalísimo y luego tuvo que
suicidarse, disolviéndose. Así eliminaron a cualquier interlocutor
peligroso que pudiera hablar por Cuba.

Aquel Máuser se lo había arrebatado de un machetazo a un soldado
español en "Mal Tiempo". Y ahora no iba a entregarlo por los pesos que
estaban pagando, al licenciar a cada miembro del Ejército Libertador.
¡No Señor! Que se quedaran con la paga, él conservaría su arma y como
una reliquia, al morir, la dejaría a sus hijos. Volvería a su
abandonado conuco y se pondría a labrar la tierra, como antes. Esos
eran sus planes, pero llegó al lugar y lo encontró cercado. En la
Alcaldía, un empleado español le informó, despreciativo y altanero,
que aquellos terrenos ahora pertenecían a una Compañía americana. Que
no había reclamación, pues él no poseía la propiedad, ni documento
alguno que lo acreditara. Ahora ha venido y recorre mis calles por
primera vez, para ver si consigue meterse en la nueva Guardia Rural,
que están creando los americanos, o en la Policía, donde algunos de
sus antiguos compañeros ya se han alistado.

Mientras, en París un joven espadachín cubano, de apenas 17 años, se
convierte en el primer latinoamericano que obtiene una medalla en los
Juegos Olímpicos. Es zurdo, muy alto y de largos brazos. Se llama
Ramón Fonst y en florete, espada y sable no tendrá rivales.

1901
Es evidente que están decididos a apoderarse de este país y robarle su
independencia. El 24 de enero comienza sus sesiones una Asamblea
Constituyente. Debe redactar la Constitución que regirá la nueva
República. Pero no todos sus miembros son sinceros patriotas, algunos
ocultan su vocación de cipayos, sus resabios de autonomismo y
escondidos afanes anexionistas. Por mis calles los he visto ir,
después de las sesiones, a informar al amo sobre todo que allí se ha
dicho. De esta forma las deliberaciones del Órgano Constituyente son
seguidas con preocupación por el ocupante, presto a imponer su
voluntad e impedir cualquier desvío de sus designios. Porque hay
también en el seno de aquella Asamblea, un grupo que no claudica y que
es capaz de volver a enarbolar el machete redentor. Esa es una amenaza
a la que deben estar atentos los interventores.
Todavía les queda otro peligro: la fiebre amarilla, ese mal que diezma
las fuerzas ocupantes. Y también piensan birlarle el mérito al médico
cubano que determinó su contagio, propagación y agente transmisor.
Carlos J. Finlay será postergado ante el norteño Walter Reed a quien
se le adjudicará el logro científico. El gobierno interventor
comienza, desde el primer momento, a ejecutar obras de higiene y
mejoramiento de mi entorno citadino. Así la emprende con el
alcantarillado y la pavimentación de mis calles. También construye el
muro de mi Malecón. No lo hace por filantropía. Esta claro que piensan
quedarse.

El 22 de marzo, gracias a una concesión de las autoridades
interventoras norteamericanas a la empresa "Havana Electric Railway
Company", de igual nacionalidad, el primer tranvía eléctrico se mueve
por la zona del Vedado.
Mientras, en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, el General
Leonard Wood, Interventor yanqui echaba chispas. Los Asambleístas
están renuentes a aceptar el anexo impuesto a la Constitución que han
redactado. "¿Qué se creían aquellos nativos revoltosos? ¡Tan mal
agradecidos! ¡¿Acaso habían olvidado a quién le debían la
independencia?! A él no le importaba que enviaran a Washington a uno
de sus cabecillas. Bien claras eran las instrucciones que había
recibido del Secretario de la Guerra: ¡O firmaban y aceptaban la
dichosa enmienda, o la intervención se prolongaría indefinidamente!"
Por eso, con furia, rabioso, garrapateó una hoja en su mal español.
Llamó a uno de los edecanes y envió su mensaje a la Asamblea
Constituyente. El ultimátum lo lleva, raudo, uno de los once
escandalosos automóviles que ya ruedan por mis calles, para terror de
carretas y carretones, coches y peatones.

1902
Es 20 de mayo y hay fiesta, hoy los cubanos izan su bandera y se
inaugura un Estado al que una enmienda tutelar, impuesta, cercena la
libertad e independencia. También estrenan una estatua de La Libertad,
de calamina, en el Parque Central y un primer Presidente, ciudadano
norteamericano por naturalización. Claro que para serlo había
renunciado a su ciudadanía cubana, pero primero disolvió el Partido
fundado por Martí. Así que ahora, no le es difícil renunciar a su
ciudadanía adquirida y volver a ser "cubano". En su gabinete
ministerial, figuran prominentes figuras del autonomismo. Al General
Quintín Banderas, mambí veterano de las tres guerras, le ofrece un
puesto de cartero.
Poco durará este primer simulacro de república. La estatua, zurda e
incendiaria, tendría vida más efímera, pues un ciclón la hizo trizas,
derribándola de su pedestal, por curiosa coincidencia, el 10 de
octubre de este mismo año. No hay dudas de que era un ciclón muy
patriótico.



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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