martes, 4 de junio de 2013

UN MANUAL INUTIL (9)

UN MANUAL INÚTIL (9)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

EL CONTROL DE LA MIGRACION INTERNA
La cosa comenzó con el triunfo popular contra la dictadura. En aquel
enero memorable, llegaron a la Habana las huestes gloriosas del
Ejército Rebelde. La inmensa mayoría de los combatientes eran serranos
orientales y muchos de ellos, venían a la Habana por primera vez.
Nuestras calles se llenaron de cohibidos y atolondrados barbudos, que
miraban con candor hacia arriba, pasmados ante la altura de algunos
edificios capitalinos. Agradecidos, todos los acogimos como lo que
eran: los héroes. Y les abrimos nuestra ciudad pensando, justamente,
que se habían ganado con creces ese derecho. Lo malo no fue que se
quedaran, sino lo que cada uno de ellos trajo tras sí. Mientras
permanecieron solos, se alojaron en el Hilton que comenzó a llamarse
Habana Libre. Luego, como por razones del servicio habían traído sus
familias, increíblemente numerosas, muchos se mudaron a las grandes
residencias abandonadas. Pero la invasión oriental seguía llegando, y
empezaron a ocupar garajes y antiguos locales comerciales, todos
convertidos, improvisadamente, en viviendas. Ni las construcciones a
medio terminar, o las declaradas inhabitables, se salvaron. En todos
los lugares inimaginables se instalaron. El flujo indetenible
prosiguió, como la ruta del sol, de oriente a occidente, y entonces,
proliferaron las barbacoas y el hacinamiento se hizo desbordante.
Volvieron a surgir barrios insalubres en la periferia. Fue cuando Juan
Formel compuso aquello de: "La Habana no aguanta más".
Más tarde, el contingente invasor aumentó con becarios, que venían a
cursar a la Capital los más diversos estudios y carreras. Hasta las
muchachas campesinas vinieron a estudiar corte y costura. Todo eso
estaba muy bien. Oportunidades no habían tenido hasta entonces y las
principales escuelas, Institutos y Universidades estaban en la Habana.
Pero, cuando finalizaban los estudios, aquí se quedaban.
A pesar del éxodo de los descontentos, y de la pobre multiplicación de
los que se quedaron, -nunca las habaneras parieron menos- la población
capitalina siguió creciendo y se acercó a los dos millones. ¡Tremenda
explosión demográfica! Para colmo, escaseaba la mano de obra, sobre
todo en las construcciones y... ¡Ustedes lo adivinaron! Llegaron los
Contingentes constructores, de allá de Oriente. La Habana se llenó de
cascos blancos. Y debajo de cada casco había un oriental. El fenómeno
se repitió en todo. Así, cuando la tormenta del siglo azotó nuestra
ciudad, derribando postes y tendidos, cientos de linieros y
trabajadores eléctricos del interior del país, acudieron con presteza.
La mayoría eran holguineros y cuando concluyeron sus tareas
restauradoras, pocos regresaron a su lugar de origen. Por último, los
habaneros se negaron de plano a ser policías. Y hubo que
importarlos... de Oriente, desde luego.
Hoy, las investigaciones demográficas nos reportan cifras
espeluznantes: ¡De cada dos habitantes de la Capital, uno es de las
provincias orientales! De referencias humorísticas en sus primeras
alusiones públicas, el Líder máximo pasó a referirse a ellos, cada vez
con más seriedad y preocupación. Ya en los últimos discursos incluyó
cifras, destacó la sobrecarga a los abastecimientos y servicios,
originada por la inmigración incontrolada, mencionó casos y calificó
de indisciplina impermisible, al afán migratorio de los provincianos.
Al oír sus palabras, siempre reveladoras, como las de los profetas,
una gran verdad iluminó el cerebro de todos los habaneros: la culpa de
las escaseces, de los apagones, de la falta de agua y transportes en
nuestra amada Capital, de la proliferación de barrios insalubres, del
deterioro de las viviendas y la destrucción de nuestras calles, la
tenían los orientales. ¡Sí! No cabía duda alguna: los responsables de
que nuestra otrora bella urbe, pareciera una ciudad bombardeada, eran
esos que, en la jerga popular, comenzaron a llamarse palestinos. Su
última intervención, la concluyó nuestro genial conductor, anunciando
la toma inminente de medidas que detendrían la avalancha humana.
Y como nuestro gobernante no es hombre que habla por gusto y que
cumple siempre sus promesas, se acaba de promulgar el Decreto No. 217,
"REGULACIONES MIGRATORIAS INTERNAS PARA LA CIUDAD DE LA HABANA Y SUS
CONTRAVENCIONES", que define, organiza, promulga las normas, y
establece los requisitos a cumplir en los movimientos migratorios
internos, así como las sanciones a quienes violen sus preceptos. Nada
menos que la implantación de una especie de visado interno. Lo estoy
leyendo en la edición de hoy del periódico Granma y su primer POR
CUANTO corrobora lo que ya sabemos todos los habaneros, gracias a la
palabra esclarecedora de nuestro Guía. Reafirma nuestro criterio
unánime, al identificar al causante único de todos nuestros males. Se
lo transcribo textualmente:
"POR CUANTO: En los últimos años se viene produciendo un movimiento de
personas que, provenientes de otros territorios del país se trasladan
para Ciudad de la Habana con el propósito de domiciliarse, residir o
convivir, lo que incrementa en dicha Ciudad el ya grave problema
habitacional, las dificultades para asegurar empleo estable, adecuado
transporte urbano y el abastecimiento de agua, electricidad y
combustible doméstico, e incide en la calidad de los servicios de
salud, de educación y reduce las posibilidades de garantizar otros
servicios también necesarios, a pesar de los ingentes esfuerzos
realizados por la Nación para asegurar el desarrollo armónico."
......................
Satisfecho, con la verdad corroborada en mis manos, termino de leer el
Decreto salvador, que nos librará de la plaga infernal, culpable de
tanta desdicha. Observo con preocupación que, en once artículos, que
conforman el instrumento legal, doce veces se repite la fórmula,
aparentemente reiterativa "que pretendan domiciliarse, residir o
convivir con carácter permanente" y me asalta una jauría de dudas.
-Primera duda: ¿Qué diferencias, además de las semánticas, existen
entre domiciliarse, residir o convivir con carácter permanente?
-¿Se mudará el gobierno central para Santiago, para Bayamo o para Guantánamo?
-¿Se convertirá una de estas ciudades en nuestra nueva Capital?
-¿Se quedará el gobierno de la Capital acéfalo?
-¿Nos quedaremos los habaneros sin policías?
-¿Y si nos quedamos sin policías, quién hará que los deportados
regresen a sus provincias?
-¿Cuando en vacaciones venga a visitarnos mi cuñada, tendré que
pedir permiso para alojarla en nuestra casa?
-¿Qué hubo con aquel artículo de la Constitución que consagraba el
derecho de cada cubano a vivir en la parte del territorio que le
viniera en ganas, a fijar su residencia en el lugar de su elección?
¿Es que un decreto puede contravenir lo preceptuado en la Carta
Magna?
Un amigo llega, y me saca de mis atormentantes dudas. Ha estado en
Holanda y allá, me dice, hay tremendas restricciones para vivir en La
Haya o en Ámsterdam (porque esas gentes tienen dos capitales). Pero es
que los holandeses, gozan de iguales niveles de vida y oportunidades
de consumo en todo su territorio. Y nosotros, aunque usemos la
bicicleta más que ellos, no somos holandeses.
(CONTINUARÁ)

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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