lunes, 17 de junio de 2013

EXTRANJIA CAP 5

V
El país cualquiera, finales de 1981
Como panameño, con pasaporte falso, entró en la República Dominicana.
Allí la corrupción era tan generalizada, que le fue fácil, mediante
soborno, hacerse ciudadano legal, en posesión de la documentación
requerida, esta vez incuestionablemente auténtica. El país tenía mucha
similitud con Cuba, demasiada para ser de su agrado. Así que, desde el
primer momento, decidió que no se quedaría. Él quiere dejar bien atrás
y para siempre todo lo abandonado atrás. Y aquellas gentes, sus
costumbres, aquel hablar, las comidas, en fin todo, le hace sentir que
está de nuevo en la Cuba que dejó para siempre. Por eso, en cuanto
obtiene los documentos que le hacen dominicano, no tarda en
reemprender su largo camino. De esta forma, ahora como emigrante
legal, arriba al cuarto país que recorre, desde que abandonó la isla,
pero aquí llega con las manos vacías. Todo su capital inicial quedó
en el camino; esparcido a lo largo de un azaroso itinerario, ha dejado
el dinero que se llevó de Cuba. Primero en gastos necesarios, durante
una fuga calculada pero frenética, con la que logró atravesar medio
Estados Unidos, buscando la salida, desde el mismo instante en que
puso el primer pie en tierra, como un ahogado que necesita
desesperado, el aire. Luego el México que tomó, ilusionado, como su
destino final y donde aquel Genaro ladino y traicionero le hizo una de
las buenas… Y por último, esta republiquita dominicana que, como un
mal sueño, le recuerda lo que no quiere recordar. Porque de recordar
no se vive. En los recuerdos se refugian los fracasados. Él vive para
planear y poner en práctica sus ambiciosos proyectos y nunca se dará
por vencido. Volverá a comenzar desde cero. Ahora en un país bien
desarrollado, país del llamado "Primer Mundo", a donde llega de forma
perfecta y absolutamente legal.
Para mí, éste es "un país cualquiera", pero lleno de oportunidades que
sabré aprovechar al máximo. Si todo me va bien, sería un lugar
magnífico para quedarme. Los salarios son altos y la gente vive bien.
Tan bien, que arrojan a la basura, equipos y objetos casi nuevos. Lo
mismo te encuentras tirado un refrigerador en perfecto estado, que un
televisor que funciona todavía. El colmo fue un Renault que exhibía un
letrero, donde el dueño anunciaba regalarlo, con propiedad y todo, a
cualquiera que se lo llevara y le quitara aquel estorbo de su garaje.
Ahí mismo fue donde me hice de un auto. Y no había pasado todavía un
mes de mi llegada. ¿Y qué hice con él?... Pues en vez de cogerlo para
pasear, me dediqué a recorrer las calles, recuperando todo lo útil que
estos derrochadores desechan, como si fueran inservibles. Están como
poseídos de una fiebre de consumo. No bien han comprado algo, cuando
ya están sustituyéndolo por el modelo nuevo, no siempre mejor, que ha
salido al mercado. Entonces, el camino más fácil es tirar a la basura
lo que consideran ya atrasado, aunque esté nuevo. Y ahí llego yo, lo
rescato, le doy una pasadita y lo llevo al negocio de un judío en el
centro de la ciudad. Aquí, a los establecimientos de ese tipo, les
llaman "Casas Comisionistas". En ellos, lo mismo te toman lo que
lleves, como garantía para prestarte dinero, con un porciento de
interés, claro; como también te cobran por ponerte a la venta lo que
quieras vender y esto es una prueba que también aquí hay algunos que
viven mal. Son los que no se saben planificar y gastan más de lo que
ganan… No todos son emigrantes como yo, pero están igual de
desubicados. Viven el hoy por el hoy, sin pensar en el futuro. Quieren
figurar como los demás, en su afán derrochador, porque aquí se vive de
las apariencias, compitiendo para no quedarse atrás y no les pasa por
la cabeza hacer una buena inversión para vivir mejor mañana. Claro,
que para invertir hay que tener una visión perspectiva de los
negocios, para así evaluarlos y escoger entre los más beneficiosos, el
que tenga mayor posibilidad de éxito. Cuando recogí el Renault tuve
que decidir. Tenía tan poco dinero que sólo me alcanzaba para comer
algo o para comprar gasolina. Con mi visión de futuro, me quedé sin
comer para así poder moverme en mi primera recogida provechosa. Decidí
sacrificarme hoy para garantizarme el después. El que no posea dicha
visión, está condenado a vivir encadenado a un sueldo, por muy alto
que pueda ser. ¡Qué va! Eso de ser empleado de otro, no va conmigo.
Como empleado, empecé a trabajar con una brigada que contrataba la
pintura de los edificios recién terminados. Pero fue por poco tiempo y
porque no me quedó más remedio al llegar. Aquí se acostumbra a
contratar cada etapa de fabricación; así que, cuando me enteré que,
después que terminábamos de pintar, contrataban a otros para limpiar
los apartamentos; ahí mismo, con los que no les gustaba pintar, formé
mi brigada de limpieza y me encargué de dejar los apartamentos listos
para recibir a sus inquilinos. Ya yo no pintaba ni limpiaba para que
alguien se quedara con las ganancias. Era el dueño de mi propia
brigada y los que trabajaban eran empleados míos. Como me tiré por
abajo en los precios, obtuve muchas contratas. Iba detrás de los
pintores, cuando estaban terminando, y ahí mismo agarraba. Mientras
tanto, seguía haciendo mis "paseos" recogiendo las cosas todavía
útiles que la gente botaba, para llevárselas al judío. Al principio,
me las ponía, el muy bandido, en comisión. Así no me pagaba nada
mientras no las vendiera, pero después aceptó comprármelas, claro que
muy baratas.
Al viejo Isaac le ha caído simpático aquel latino luchador que no se
cansa de traerle los más variados objetos. No es un vago, como los
demás emigrantes que ha conocido hasta ahora. Este no le trae prendas
personales de las que otros se desprenden, necesitados del dinero que
no saben ganarse. Él trae cosas que se ve no le pertenecieron nunca,
sacadas de vaya usted a saber dónde. Algunas han sido vendibles por un
buen precio. Y robadas no son, pues ni al más tonto se le ocurriría
poner en exhibición, y a su nombre, el producto de un saqueo. El joven
no es judío, pero se comporta como un judío verdadero. Tiene fijada su
meta, busca su Tierra Prometida y ha venido de muy lejos. Estos
atributos hacen que el prestamista se sienta identificado con él y se
incline a ayudarle. Más, cuando con esa ayuda puede ayudarse a sí
mismo. El comercio de Isaac es absolutamente legal, por eso ha podido
prosperar: manteniéndose siempre dentro de la ley. La ley que le
permite despojar a los demás por medio de la usura más despiadada.
Pero el negocio requiere de sangre joven que no lo deje decaer y él
ya está viejo y no tiene hijos. Desconfiado, como todo judío, Isaac ha
estudiado a este proveedor suyo, que le visita a diario. Lo ve no
cejar en su empeño de abrirse paso y termina tomándole aprecio. Admira
su diligencia y sopesa la utilidad que puede brindarle. Así, al poco
tiempo, comienza a comprar la mayor parte de lo que le trae aquel
joven, el resto se lo deja en comisión. Después de algunos meses, en
que tiene la oportunidad de conocerlo mejor, le propone interesarlo en
su negocio…

De arrancada le dije, que no me interesa trabajarle a nadie por un
sueldo. Pero enseguida, me aclaró que su proposición consistía en que
vendiera yo mismo mi mercancía y que de paso le atendiera el mostrador
por las mañanas. Al principio, claro está, no me dejaría solo y se
encargaría de enseñarme a tasar lo que trajera la gente. Las tardes yo
las tendría libres y podría continuar recogiendo cachivaches, antes
que el camión recolector se las llevara. Esta proposición me vino de
maravillas, el judío me pareció buena gente y no me fue difícil
aprender el asunto de las tasaciones. A los pocos meses, yo era una
fiera poniendo precio a lo que trajeran, lo mismo para dejarlo a la
venta, que para empeñarlo. Isaac estaba contento y yo también. Pero
siempre con la mira de hacerme de mi negocio propio. Mientras tanto,
aprendía, aprendía y mucho, porque al lado de este viejo se aprende.
Eso a pesar de que el muy ladino, va soltando pita poco a poco, y me
enseña lo que le conviene. A mí no me importa que a veces me esconda
la bola. Entonces se la adivino y aprendo más de este giro, donde todo
es ganancia. Como judío al fin, tiene su filosofía de vida. La aplica
y ejercita a diario, igual que sus ritos religiosos. Basta con oírlo y
verlo actuar. Entonces, aferrado a sus reglas, me enseña mucho más de
lo que él quisiera. Por ejemplo, su idea de cómo debe manejarse el
dinero. Él dice: "nunca prestes, ni pidas dinero. El que pide ayuda es
que no supo administrar sus recursos. Mejor que dar comida al
hambriento, es enseñarle a sembrar, a cazar y a pescar".


Los dejados atrás
Ya nadie recuerda la tragedia de aquellos viejos, cuyo hijo murió
víctima del cáncer. Era el único que les quedaba, pues él otro, el que
mantenía la casa, se fue por El Mariel. Los pobrecitos, tuvieron que
soportar que les dieran un mitin de repudio, donde le apedrearon la
casa y se la llenaron de letreros ofensivos. Poco después, se
descubrió que aquel hijo había desfalcado una buena cantidad de dinero
de la Empresa, en que trabajaba como Contador. La policía vino como al
mes y les viró al revés la casa a los infelices ancianos, sin
encontrar nada que los comprometiera. Sólo miseria, postración y
locura. Esto los afectó mucho, la vieja acabó de enloquecer y el
viejito estaba siempre borracho. Como al año, al hijo enfermo lo
ingresaron en el hospital, donde falleció. Algunos vecinos,
compadecidos, los estuvieron socorriendo con lo que podían. El hijo
que se fue, jamás se ha acordado de ellos… Sí, Carmen, la que vivía
en la esquina, los atendió hasta que murieron. Dicen las malas
lenguas, que para quedarse con la casa. Pero la verdad es que se la
ganó, pues hasta el último momento los cuidó como si fueran sus
padres.

Estoy sorprendido. Isaac me ha convidado a comer con ellos, es –me
dice- una celebración de los judíos… ¿Y entonces, qué hago yo allí?...
No creo que esté pensando en convertirme en uno de los suyos. Ellos
son muy cerrados y no hacen proselitismo. Pero no es el momento de
vacilaciones y este acercamiento con el viejo usurero me puede
convenir…
Me he puesto mis mejores ropas y llegado cuando calculé que la fiesta
ya hubiera empezado. Me recibieron muy acogedores. Allí estaban Isaac
y su mujer, Ester, tan vieja como él, pero apergaminada, y cinco o
seis personas, todos miembros de su cofradía. El dueño de la casa me
presentó como alguien que, sin ser judío, ha vivido éxodos similares y
pertenece a otra diáspora diferente, pero que recuerda a la de su
pueblo. Y todos sonrieron, muy comprensivos, al recibirme. Pronto me
hicieron sentir como uno de ellos y dejé de sentirme extraño.
Celebraban algo que llaman "Hanuka", fiesta de las luminarias, donde
encienden las velas de un candelabro y hacen veinte ritos alrededor
del mismo. Yo hice todo lo que veía hacer a los demás y no quedé mal.
Mi comportamiento, callado y respetuoso, valió para que me invitaran a
muchas fiestas más. Así, en pleno septiembre, asistí al nuevo año
judío llamado Rosh Hashaná, donde tocan un cuerno llamado Shofár y
hacen tremenda cena. Con enorme satisfacción vi que Isaac me trataba
familiarmente y decidí que aquella coyuntura me era beneficiosa. Desde
el primer momento, tuve presente el viejo refrán: "al que a buen árbol
se arrima, buena sombra lo cobija"…

La ha visto siempre saliendo de su casa, con su uniforme de enfermera
y desde la primera vez le llamó la atención aquella muchacha. Él iba
rumbo al comercio de Isaac y se cruzaban en el camino. Al principio se
limitó a saludarla con afectada cortesía, saludos que la muchacha no
contestaba. Pero, latino al fin, fue avanzando con osadía hasta que
logró arrancarle una sonrisa. Entonces fue el flechazo, la atracción
irresistible que no había experimentado por mujer alguna y la
imperiosa, urgente necesidad de poseerla. Fueron cortos el asedio y la
incertidumbre entre aceptación o rechazo. La expectativa de una
primera cita y la explosión apoteósica del triunfo, se sucedieron para
dar paso a la pasión compartida. No ha transcurrido un mes de aquella
sonrisa aquiescente, cuando ya en su llavero hay una nueva llave, la
del apartamento de ella. El amor es el mayor de los misterios y ante
él los demás son simples enigmas, fáciles de descifrar. Por eso en el
amor no hay secretos. Y porque es amor lo que los une, cuando ella
inquiere temerosa:
_Pero… por fin ¿qué tú eres? ¿Panameño, dominicano, portorriqueño?...
Él le revela con sinceridad que es cubano. Y ante su nueva inquietud:
_Entonces, ¿por qué niegas tu origen? ¿Qué atrocidad cometiste que
precisas ocultar?...
Rendido de amor, le asegura que no es un asesino, que no ha matado a
nadie. Y es sincero y lo que jura es una verdad relativa. Porque si
bien es cierto que, por la violencia, no ha segado vida alguna, será
responsable de la muerte de los que fueron sus seres más allegados:
aquellos dos viejitos y aquel hermano, a los que condenó a morir con
su desamparo. Peor que destruir un cuerpo, es acabar con la vida
dejando el cuerpo intacto. Mayor crimen que estrangular, dar puñaladas
o disparar un arma sobre una persona, es convertir su existencia en un
calvario, privándola del necesario sostén, negándole el amparo y el
único apoyo del que depende. Algunas veces, raras veces, se ha sentido
culpable del abandono, como si al dejarles en total indefensión,
hubiera cometido un crimen. Cuando lo acosan estos remordimientos,
sentencia concluyente: "salí del infierno y no quiero recordar que
estuve allí". Es entonces cuando se sumerge en los negocios e
interpreta los triunfos que obtiene, como justificación de lo que
hizo. Así se lava de culpas. Él, -se dice- no tenía otra opción…
Mercurio y Venus le favorecen a la par, le hacen sentir un triunfador
y le impelen a nuevas empresas. Le urge brindar seguridad y futuro a
la mujer imprescindible que ha encontrado, porque es su complemento y
acicate. Ella, enamorada, consiente deshacerse de viejas joyas de
familia, para convertirlas en el pago inicial de un camión. Él, como
siempre, tiene ambiciosos proyectos: Este vehículo será el primero de
toda una flota de camiones que alquilarán a choferes que estén
dispuestos a explotarlos. Para colmo de aquel frenesí que le impulsa,
se anuncia la llegada de un nuevo ser, su primer hijo. Ha llegado la
hora de un casamiento, recomendable antes que prospere más el
embarazo, y conveniente para él y la nueva familia que ha creado. Por
este matrimonio obtiene una nueva ciudadanía, esta vez de un país
desarrollado y rico.

Tránsito histórico
Tras un corto período de bonanza propiciada por su inclusión en el
bloque de países comunistas, Cuba se precipitó en una grave crisis,
cuando aquellos empezaron a tambalearse. El primero fue Polonia, pero
antes ya Hungría había aceptado una economía de mercado y la alianza
militar se había resquebrajado, al salir del llamado "Pacto de
Varsovia" algunos de sus integrantes. La caída del muro de Berlín y la
unificación de los dos estados alemanes fueron las clarinadas fatales
que anunciaban una especie de Juicio Final. Al inicio de la década de
los noventa, la gran Unión Soviética se desintegró con la
independencia de sus componentes. A este derrumbe, le siguieron, como
efecto dominó, el abandono del socialismo por los demás países del
bloque y el regreso de sus economías al capitalismo, en algunos casos
de tipo salvaje.
La gran sorpresa la dio la pequeña Cuba, la última en integrarse al
CAME, al continuar aferrada al modelo soviético que había mostrado su
ineficiencia e inviabilidad. Los cubanos tuvieron que enfrentar una
situación sumamente difícil, al verse privados de suministradores y
mercados. Sus hermanos de la víspera se erigieron en desconsiderados
acreedores, que exigían el pago inmediato en moneda dura de deudas
contraídas como supuestas ayudas. Todo parecía augurar que era
imposible su sobrevivencia. Sin embargo, empecinadamente, la isla se
negó a desaparecer y tambaleante mantuvo el rumbo. Al final,
reestructuró su comercio exterior e hizo modestas aperturas al turismo
internacional y a la inversión extranjera. En lo interno, los precios
se elevaron, el costo de la vida se disparó y la población se vio ante
la disyuntiva de resolvérselas por sí misma. Para compensar el cese de
un paternalismo gubernamental que le subsidiaba, el cubano común tuvo
que modelar su vida más allá de la legalidad. Como resultado, la moral
pública se deterioró y el gobierno se vio privado del apoyo casi
unánime que concitaba con anterioridad. El flujo migratorio cobró
nuevos bríos y continuó drenando de residentes, la isla.


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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