lunes, 17 de junio de 2013

EXTRANJIA CAP 8

VIII
La mayor ciudad de Extranjia, ésta que funge como su Capital, no tiene
para mí un atractivo particular que la diferencie de otras grandes
capitales que he visitado. Todo aquí es moderno y no hay un indicio
que muestre lo que fue con anterioridad. Yo vine a ver lo que quedaba
de su ayer y de eso no hay nada aquí. Así que, a los pocos días decido
tomar un vuelo que me lleve al interior del país. Allí, como atracción
turística, anuncian las arcaicas ciudades, conservadas como enormes
museos. Quizás en ellos exhiban algunas piezas que informen del pasado
cubano que escudriñó el tío Edgar. Elegí, de aquellas proclamadas
"Ciudades Museos", la de mayor antigüedad, pues blasonaba de haber
sido fundada por los colonizadores españoles, los que la bautizaron
con el enredado nombre de "Nuestra Señora de la Santísima Trinidad".
Algunos kilómetros antes de llegar a lo que es, propiamente, el museo,
visité las ruinas de unas primitivas fábricas de azúcar, muy bien
conservadas y caseríos que desaparecieron al despoblarse y que luego
fueron fielmente reconstruidos, para convertirlos en hoteles más
costosos que los modernos. Allí pueden disfrutar de un legítimo
ambiente de época, los que deseen satisfacer sus fantasías, sin
importarles el precio. Estas instalaciones son como vestíbulos que
sirven de paradas previas a la ciudad y en ellos, todo ha sido
estudiado para crear en el visitante una sensación de ansiosa
expectativa ante lo que después encontrará. Ante la extensión del
verdadero museo, no pude menos que impresionarme. A partir de una
plaza o parque, rodeado por la iglesia y algunos edificios
principales, se extienden decenas de manzanas, separadas por calles
empedradas con guijarros redondeados. La arquitectura de todas las
edificaciones es la hispana típica del siglo XVI: ventanas que caen
hasta el piso, guarnecidas con balaustres de madera torneada, techos
de tejas, amplios portones dan acceso, lo mismo a una sala de recibo,
que a zaguanes y cocheras. En cada casa se muestran mobiliarios de la
época, piezas encontradas por la excavaciones arqueológicas y
hologramas ilustrativos. Pero todo, aunque admirable, no es otra cosa
que la reproducción de una antigua villa española. Lo que se ofrece al
espectador es la visión del país en su temprana época colonial. De la
Cuba que surgió luego, como país independiente, para desaparecer más
tarde, ¡ni un indicio!
Después de visitar dos o tres casas, y ante la repetición de lo ya
visto, escapo a tomar un refrigerio. El sol, en su verticalidad, hace
mínimas las sombras, cuando entro en uno de los numerosos restaurantes
que, en pertinaz reiteración, copia el ambiente colonial y ofrece
platos y bebidas típicas de aquellos tiempos. Un locuaz camarero me
informa de la historia y contenido, forma de preparación y otros
detalles de cada oferta gastronómica. Así me sugiere tomar como
aperitivo un mejunje nombrado "Canchánchara," compuesto de jugo de
caña, aguardiente y limón. Era, -me dice- la bebida que tomaban tanto
los esclavos, como sus dueños. El ilustrado sirviente, es hombre muy
preparado que conoce su oficio. Pero, es además oficioso y parlanchín.
Estos defectos, se convierten para mí en una providencial ayuda, me
alivian la decepción inicial y me ponen sobre la pista de lo que
busco. Dice saber de un viejito, descendiente de los últimos cubanos y
me da la dirección donde puedo encontrarlo. Más que agradecido, le
gratifico con generosa propina y parto, ansioso, en busca del anciano.
A unos escasos cien metros de donde terminan las edificaciones, casi
oculta por un arbolado, en una ruinosa choza encuentro a la momia
viviente, de la que espero tanto. Toda su humanidad es testimonio del
paso de los años: un endeble cuerpecito consumido, cubierto por una
piel de pergamino surcada de profundas arrugas. Los ojos empañados de
tantas visiones acumuladas, parecen encenderse con una lucidez
impensada, cuando escucha mi solicitud. La recompensa que prometo, le
anima y convierte en complaciente colaborador. Con orgullo, se declara
"descendiente de uno de aquellos que murieron tratando de sobrevivir y
que soñaron con dejar a sus nietos, una sociedad mejor y más
perfecta."
_Fueron años muy duros los que tuvieron que enfrentar mis abuelos. Yo
recuerdo sus relatos de miserias y calamidades. Todo lo tenían
racionado, porque lo que había no alcanzaba para satisfacer las
necesidades de todos. Así y todo, algunos pícaros se las arreglaron
para obtener una ración mayor y otras ventajas. Eso hizo que la
mayoría se volviera descreída, indisciplinada y egoísta. Fue como en
un naufragio, cuando gritan "sálvese el que pueda". El pueblo se
distanció de los gobernantes y le importó poco lo que hicieran o
dejaran de hacer. No era tarea fácil la que enfrentaban los altos
funcionarios y decayó el poco interés que conservaban por seguir
gobernando. Todo andaba al garete y el país como un barco que se
hunde, desapareció bajo las aguas de un mar encrespado, un mar de
inversionistas extranjeros… Hasta los hijos y familiares de los
gobernantes, que podían disfrutar de las ventajas que da el poder,
prefirieron emigrar para regresar luego como inversionistas. Aquí todo
el que pudo irse, se fue para el extranjero, sin importar para el país
que fuera, cada uno escogió el que tuvo más a mano. Y la isla se fue
despoblando y despoblando cada vez más. Mis antepasados, como vivían
con cierta holgura económica, en el centro del país, lejos de las
costas y de cualquier gran ciudad, permanecieron ajenos a la estampida
general y se quedaron como enraizados a la tierra que los vio nacer.
Ellos no sufrieron, como la inmensa mayoría, las agobiadoras penurias.
Dedicados al cultivo de las tierras que poseían, no carecieron de
alimentos ni de otros recursos. Ya le dije que vivían holgadamente…
El largo discurso del anciano, colmaba mis deseos por desentrañar
aquel proceso extraño, mediante el cual desapareció un país,
convirtiéndose en otro totalmente diferente. Los datos que me
suministraba eran como piezas de un rompecabezas que encajaban
perfectamente unas con otras, completando un panorama que, de otra
forma, hubiera sido imposible imaginar.
Maravillado, sin poder creer en lo que oía, y queriendo comprobar las
palabras de aquella momia parlante, le inquirí por algún diario
editado aquí, contentivo de noticias nacionales, en cuyos archivos yo
pudiera rastrear la historia tan increíble que me había contado. Su
respuesta terminó de apabullarme:
_ ¿Diario, una publicación periódica dice Usted? Aquí usted puede
adquirir toda la prensa del mundo, pero nacional no, no tenemos. ¿Para
qué? ¿Cuál público de lectores tendría? Nuestros hijos, muchos se
casaron con extranjeros y nuestros nietos dejaron de sentirse cubanos.
¿Entonces, quienes quedamos? ¿Mil ancianos que ya no tienen vista
suficiente para leer? El único periódico que teníamos dejó de
publicarse por allá, por el 2059; lo recuerdo, porque su desaparición
coincidió con el centenario de la Revolución iniciada en 1959. Total,
era inútil, pues hacía tiempo que no traía noticia alguna y ahora hace
menos falta pues, como ya le dije, nuestros descendientes tienen otros
intereses y buscan otros medios de información…

Tránsito histórico
Todo fue cambiando poco a poco. Las inversiones extranjeras y el
gobierno local. También las relaciones entre ambos fueron mudando su
naturaleza, a medida que las condiciones entre partes concertantes de
un convenio se convertían en relaciones de subordinación. Era algo
natural, porque mientras uno crecía cada vez más, de forma
espectacular, su contraparte se hacía más insignificante y débil. Un
poder económico, omnipresente, prevalecía y subordinaba cada vez más a
uno político que apenas tenía a quien dirigir. Los muelles, parques
industriales, territorios de explotación autónoma y zonas francas se
unificaron bajo una entidad que, entre sus atributos, obtuvo
personalidad jurídica. Desde su nacimiento ostentó distintos nombres.
Primero la llamaron "Zona de Libre Contratación" (ZLC); luego,
"Enclave Comercial del Caribe" (ECC), "Territorio Productivo Autónomo"
(TPA), y otras menos difundidas, pero todas mencionadas por sus
siglas, fueron algunas de las denominaciones con que era conocida. Al
frente de las mismas y representándolas a veces, en foros
internacionales, aparecía un "Consejo de Administración," órgano
colegiado sin cara visible. En esa indefinición se mantuvo durante
algún tiempo. Sin embargo, cada vez se le citaba más, las referencias
a su actividad tanto interna como externa, se hicieron noticia diaria,
y el nombre de "EXTRANJIA", país de extranjeros, se popularizó en los
medios de comunicación. A los directivos les era cómodo tal apelativo
y terminaron por aceptarlo y autonombrar así a su engendro. Era un
absurdo y una anomalía, pues el pretendido país no tenía ciudadanos,
ya que sus habitantes poseían otras ciudadanías.

El encuentro con aquel viejo superviviente que tantas historias
almacenaba, podía haberse prolongado por horas y horas. ¡Tanta era la
información que poseía y que la claridad meridiana y asombrosa de su
cerebro podía trasmitir! Pero yo estaba ya completamente satisfecho,
así que, prácticamente le callé, entregándole la gratificación
prometida. Me despedí lo más amable que me fue posible y partí de
nuevo rumbo a la Capital de Extranjia. Me sentía como embotado por la
cantidad de información recibida, necesitaba despejarme y en cuanto
llegué, me puse en contacto con una de las empresas dedicadas a la
prostitución. Todas brindaban las más variadas ofertas, cada una capaz
de satisfacer el gusto más exigente o la más loca fantasía. En un
primer momento, pensé llamar a Eva, pero mi innato rechazo a lo ya
conocido, venció el deseo inicial de volver a verla y disfrutar de su
compañía. El primer día solicité una geisha, me enviaron una auténtica
hija del sol naciente, nacida en Fukushima e instruida desde pequeña
en las artes de su oficio. Era muy gentil y en extremo aseada; sin
embargo, ya al segundo día, me hastié de su sumisión perruna y de su
risita aquiescente. Opté entonces por una muchacha hindú, avezada en
las artes amatorias indostanas y profunda conocedora de las técnicas
descritas en el Kama Sutra. Pero sus complicadas trabazones
corporales, por poco me llevan a un ortopédico. A la semana siguiente,
ya recuperado físicamente, prevaleció en mí una ansiedad no conocida
con anterioridad, que me pedía reeditar recuerdos; un añorar de
regresos que ya tenían un nombre primigenio, evocador del paraíso
terrenal y de la primera tentación a que fuera sometido el hombre. Me
era imposible resistir aquel reclamo que me privaba de voluntad, así
que llamé a Eva y contraté, por tiempo indefinido, sus vivificadores e
inolvidables servicios. Esta vez, como verdadera sacerdotisa del
placer, superó su actuación anterior. Se mostró familiar y conocedora
de mis preferencias en cuanto a posiciones, ritmo y maneras de
proceder. Me hizo sentir que no éramos dos desconocidos, sino partes
unidas por una vieja relación. Como una absoluta demostración de
nudismo, prescindimos de nuestros dispositivos de traducción
automática. En un accionar de consuno, habíamos encontrado un lenguaje
común para comunicarnos. Luego, en las pausas de satisfacción que
imponía la fatiga, Eva se desdoblaba en confidente amiga y asesora
sabia. Fue ella la que, en uno de esos recesos del reencuentro, me
recomendó distraerme, diversificar mis paseos, alternar los tranquilos
espacios abiertos de un zoológico y los bulliciosos y colmados de un
casino.
Como venía casi asustado de la verde, despoblada campiña, adapté su
recomendación a mis preferencias y, esa misma noche, acudí a uno de
los muchos casinos, todos lujosos, que se ubicaban en un área de la
capital dedicada a ese esparcimiento turístico. No iba a arrepentirme
de mi decisión. Extranjia puede competir con Monte Carlo y con Las
Vegas por el despliegue ostentoso de esta actividad narcotizante. Sus
casinos son tan soberbios como aquellos. La luz y la fastuosidad son
iguales o quizás superiores. Aquí se juegan multimillonarias fortunas,
al rodar cadencioso de la ruleta o al caer repetitivo de naipes y
dados sobre el verde tapete. El lujo y la ostentación se ponen de
manifiesto, exagerados, en cada detalle…

Despacho de prensa
Naciones Unidas. Pool Internacional de Prensa.
La sesión extraordinaria de la Asamblea General fue agitada, llena de
exposiciones encontradas que asumieron una agresividad pocas veces
vista en estos foros. La moción 3425/2084, que recomienda el
reconocimiento de Extranjia como miembro observador, fue presentada
por un grupo de países, como reacción al acuerdo tomado por el Consejo
de Seguridad, referido a colocar a Extranjia bajo el doble fideicomiso
del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial de Comercio.
Algunos oradores pidieron que la Asamblea emita un voto de
desconfianza y desautorice al Consejo de Seguridad. Todas las
intervenciones fueron muy acaloradas. Una delegada, que pidió
conservar el anonimato, dijo temer que estos debates provoquen
disturbios en Extranjia.



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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