lunes, 5 de noviembre de 2012

CUESTAN CAROS

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los errores siempre pasan su cuenta. Y se han cometido errores muy
costosos. No voy a enumerarlos, porque sería prolija la lista. Me
detendré solo en uno. No figura entre los de más alto costo. Sin
embargo, clasifica entre los más difundidos: Me refiero a la
perniciosa regla, mediante la cual se elije al "confiable" en
detrimento del apto y capacitado. Este obrar tiene muchas
consecuencias, todas fatales. Obviando las pifias que comete el
seleccionado, se establece entre éste, que se sabe incompetente, y el
poderoso que lo situó en el cargo, una relación de servidumbre
incondicional, un nexo parecido al del Señor feudal con su siervo. Si
algo hace bien el elegido, es servir al que considera su protector.
Ha crecido a su sombra y considera que su primer y único deber, es
servirle y mostrarse siempre agradecido. Ser su incondicional, es la
única manera que tiene de conservar el puesto. La mayor recompensa a
que aspira, es que "allá arriba" digan: "El pobre, comete errores,
pero es de una fidelidad a toda prueba."
Este oneroso método de selección se ha aplicado en todos los niveles.
En la elección de un alto funcionario y en la designación al más
insignificante cargo. No exagero: para una humilde plaza de cartero,
de ascensorista o de auxiliar de limpieza, un militante tiene
preferencia sobre el que no lo es. En todos los casos en que se
aplica, hace daño. En mi paso de más de tres décadas por la docencia
superior, vi y sufrí algunas de estas designaciones. En un momento
fueron tan abundantes, que bautizamos aquel tiempo como "El Reinado de
los Incas", inca-paces, por supuesto. En mi inmediatez, tuve un jefe
representante de dicha casta. Se des-empeñaba (¿o se despeñaba?) como
Jefe del Departamento docente al cual yo estaba adscrito, como simple
profesor. Daba pena oírle al presidir nuestras reuniones
departamentales. Pertenecía el personaje, a la temible categoría de
los que ignoran sus propias limitaciones. Cuando abría la boca para
opinar, era pródigo en absurdos y disparates. Pero se hacía peligroso
cuando pensaba… Su ignorancia e incapacidad nos hicieron pasar por
irritantes situaciones. Voy a relatar la más enojosa y que me afectó
de forma personal:
Acababan de aparecer novedosas técnicas, aplicables como herramientas
en nuestro campo: El libro revuelto de la enseñanza programada, la
tormenta de ideas del trabajo en grupo, entre otras, nos invitaban a
introducirlas en el aula, a renovar con ellas la docencia,
impregnándola de nuevos aires. Convencido que redundarían en
beneficio del proceso de enseñanza-aprendizaje, me dispuse, con
entusiasmo, a emplearlas para hacer más amenas y provechosas mis
clases. El revuelo que toda innovación produce, se propagó con
rapidez entre el alumnado. Con su desenfadado léxico los estudiantes
comentaban: "Las clases del Profe son un bacilón. El profe Oliva es un
volao, está loco…" Y estos comentarios, reflejo de admiración
estudiantil, sobre todo el último calificativo, al llegar a los oídos
de mi jefe Inca, lo llenaron de estupor y alarma. ¿Y qué hizo? Pues
primero, interpretó literalmente lo que oyó comentar por los pasillos.
Así entendió la expresión admirativa, como diagnóstico facultativo
sobre mi salud mental. Una persona medianamente racional, hubiera
llamado al cuestionado y le habría preguntado lo que estaba haciendo
en su aula. Pero el Inca, no era capaz de este actuar lógico. Después
de su agudo análisis, tuvo la brillante ocurrencia de citar a un
cónclave secreto donde, a los militantes de la UJC y al delegado de la
FEU, que recibían mis clases, les pidió que dictaminaran sobre mi
divulgada demencia. Como ven, este espécimen Inca empleaba, para
seleccionar a sus encuestados, el mismo método del que era producto su
jefatura. Había llegado al cargo sin el más elemental conocimiento de
las asignaturas que impartíamos los profesores de aquel departamento.
Se había graduado de otra especialidad en el extranjero. Pero ser
militante del Partido era el único aval que le permitió ser preferido,
en detrimento de otros con dominio y valía suficientes para tal
desempeño. Así que, eligió a los que entendía "confiables" y no tomó
una muestra más amplia, interrogando al aula entera. Fue una lástima
que no lo hiciera. Habría hecho el ridículo ante un grupo más
numeroso. De todas formas, no se percató que, con su proceder, elevaba
a la categoría de doctos siquiatras a aquellos muchachos estudiantes
de ingeniería; a la vez, que ponía en entredicho el prestigio de un
profesor de ya larga trayectoria. ¡Era demasiado Inca para eso!
Para su desgracia, dentro de aquel grupo había jóvenes con un sentido
del honor muy distinto al incaico. En la misma reunión le hicieron
saber su desacuerdo con aquel procedimiento investigativo. Las voces
discrepantes pusieron en peligro el orden del acto semiclandestino.
Incluso hubo quien afirmó que locos como yo debían abundar más en el
claustro. Y un alumno que apreciaba mis esfuerzos educativos,
encarnando la hidalguía que caracteriza a la juventud, anunció que
pondría en mi conocimiento el vejamen que trataba de cometerse contra
mi persona. El pánico hizo presa del tortuoso pesquisante y trató de
recoger pita. Inútilmente, ya su desafuero estaba consumado.
Informado por aquellos dignos alumnos, elevé mi protesta más enérgica
"por los canales correspondientes". Denuncié el vandálico acto como lo
que era: un atentado a mi prestigio como profesor universitario.
Prestigio ganado con décadas de entrega a la docencia. Exigí la
reparación pública del daño intentado y la sanción educativa para el
autor de la fechoría. Y el "cuadro," a pesar de negarse a reconocer
su error, fue destituido. Pero… el método de selección continuó
empleándose y aquel representante de la nobleza Inca, fue destinado a
un cargo de mayor jerarquía. Había demostrado en su desempeño que era
confiable.

Regla, noviembre 4 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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