jueves, 22 de noviembre de 2012

LA CULPA ES DE VOLTAIRE

LA CULPA ES DE VOLTAIRE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Acabo de leer un formidable artículo en el número 221, correspondiente
a septiembre de 2012 de la Revista "Palabra Nueva". Se titula
¿Volterianismo? y lo firma nada menos que Monseñor Carlos Manuel de
Céspedes y García Menocal. El autor es un monumento vivo a nuestra
cultura. Pilar robusto de la intelectualidad cubana, heredero ilustre
de históricos apellidos, hombre de probada cubanía, que ha sabido
cultivar en paralelo con el digno ejercicio de su alto cargo
eclesiástico.
Anecdótico comienza su artículo Monseñor, para señalar con justeza,
los limitados conocimientos de que está dotada la mayoría de nuestros
jóvenes. En efecto, no abundan los que conozcan el término
"Volterianismo". A renglón seguido, como indudable maestro y haciendo
gala de su cultura, nos da una síntesis biográfica de Voltaire, nos
informa de su obra, nos la comenta, opina sobre su estilo y hasta nos
traslada la definición que, de "volterianismo," da el último
diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Toda una labor
didáctica plausible, encomiable escrito con que llevar luz a donde hay
ignorancia. Todo muy bien. Pero he aquí que Monseñor destaca, con
notable parcialidad, hechos y conductas reprobables del personaje: Sus
relaciones con mujeres ricas e influyentes, de las que sacó provecho;
su vida licenciosa, su anticlericalismo, su cinismo y proverbiales
ataques a la nobleza y al clero, los dos pilares del poder de
entonces. No escatima el empequeñecerle y afearle, cuando lo hace
blanco de su evidente tirria. Así, cuando otros comparan a Voltaire
con Racine y Corneille, Monseñor califica, de exageración esas
comparaciones. No desprecia el uso de los "aunque" y de los "sin
embargo", cuando no le queda más remedio que reconocer la influencia
de Voltaire en la cultura occidental de los siglos XVIII y XIX y ¿por
qué no del XX?... Omite que Voltaire es un representante de la
Ilustración, de aquel "Siglo de las Luces" que iluminó las siniestras
sombras de un Medioevo dejado atrás y que abriría el camino a la
Revolución francesa. No apunta que la figura objeto de su ojeriza, fue
enemigo de la intolerancia, a la que ridiculizó con su "écrasons
l'infame" (aplastemos al infame), frase con que los fanáticos
perseguían a los que no profesaran su religión. Deja a un lado
Monseñor, el rechazo de Voltaire a todo lo que fuera irracional, aquel
levantar de armas suyo contra la intolerancia, la tiranía y la
superstición. Destaca, en cambio, su moral disoluta, olvidando tal vez
que era la moral imperante de su medio, en aquel tiempo; y soslaya que
la moral volteriana se basaba en el respeto a la libertad de
pensamiento. Como escritor, lo juzga de un "estilo (que) no se aviene
al gusto contemporáneo (y que) –se nos hace pesado-". ¿Olvida acaso,
Monseñor, que la defensa de una literatura comprometida, convirtió a
Voltaire en precursor de muchos escritores modernos?
Perdóneme, ilustre Prelado, que yo sea tan atrevido de polemizar con
Usted esgrimiendo mis humildes criterios. No tengo conocimientos, ni
parecidos siquiera a los suyos, para oponerle en el más elemental de
los culturales lances. A Usted lo respeto y no deseo contrariarle. Yo
mismo me pregunto ¿cómo es que me atrevo? Debe ser que mi desmedido
amor a la Justicia, me convierte osado en extremo. Pero, de Martí
tengo presente que aquel que no se atreve a decir lo que piensa no es
un hombre honrado. Como tal le expongo mi pensamiento: Usted,
venerable Carlos Manuel de Céspedes, juzga a Voltaire con los
criterios de sus enemigos de entonces; lo escruta con los ojos del
clero que fue atacado por ese escritor filoso. Del clero corrompido de
aquellos tiempos, del oscurantista y ciego. Aquel que culpó a Voltaire
de todas las desdichas que sucedieron luego. Despójese, por favor, de
esa parcializada e injusta visión. Visión de un pasado, por suerte, ya
superado. No es la visión suya a que nos tiene acostumbrados. Que lo
mire con sus ojos cubanos de hoy, es el ruego que, respetuosamente, le
hago.
Regla, noviembre 22 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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