martes, 6 de noviembre de 2012

EVOCACION DE UN HERMANO

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nuestro viejo barrio de "La Punta" nos vio crecer. Allí compartimos
escuela, juegos callejeros y travesuras. También uno que otro chapuzón
de escapada en los arrecifes del Malecón. Yo era hijo de una madre
soltera, con quien vivía, al amparo de mi abuela mambisa. Roble hecho
mujer, que me crió porque la "seducida y abandonada" trabajaba para
mantenernos. Él tenía un hogar con padre, madre y hermanos. Sin
embargo, los dos nos sentíamos igual de solitarios. En su casa nunca
le celebraban el cumpleaños. En la mía, no se podía pensar en fiestas,
cuando los ingresos no eran suficientes para alimentarnos. Quizás eso
nos hermanó desde el principio. Creo que fuimos amigos antes de
comenzar a almacenar otros recuerdos. Ya desde entonces, se había
establecido entre nosotros un particular medio de comunicación que,
para asombro de muchos, nos permitía saber lo que el otro pensaba, sin
necesidad de palabras. Nos bastaba mirarnos. Y por compartir ideas, a
la puerta de la adolescencia, nos iniciamos juntos en la lucha
clandestina. Es más, fue él quien me llevó a contactar con las
primeras organizaciones que proclamaban la vía armada, como la única
posibilidad para librarnos de la tiranía inaugurada el 10 de marzo de
1952. Aquellas organizaciones, que resultaron meros fantoches, como
politiqueros al fin, hacían alardes de un armamento que luego caía,
indefectiblemente, en manos de la policía. Como resultado de nuestras
actividades iniciales, Juan se convirtió en el primer menor de edad
que salió hacia México como exiliado político. Allá llegó antes que
Fidel y los futuros expedicionarios del Granma. Pudo haber sido uno de
ellos, pero ya su destino, marcado por las penurias del refugiado,
había entroncado otros caminos. Recorrió medio mundo para hacerse
médico, tuvo etapas de hambre y llegó a reunir cierta fortuna. Pero
nunca olvidó su tierra natal y sin importar donde estuviera, se
mantuvo siempre atento al acontecer cubano y a las necesidades de sus
compatriotas. Guardaba con orgullo las cartas de reconocimiento que,
por sus donaciones, había recibido de nuestras embajadas en distintos
países. Pero daba tan poca importancia a estos avales de su
trayectoria, que los perdía con frecuencia y tenía que recurrir a las
copias que yo guardaba. Porque, durante toda la vida, juntos o
distantes, fuimos más que amigos, hermanos y confidentes. Aún por
correo, mantuvimos nuestra forma de hablarnos sin palabras y nunca
interrumpimos esa comunicación.
Cuando en 1975, después de tantos años, volvió con familia fundada en
Suiza, algunos lo trataron como extranjero indeseable y otros, como
despreciable desertor. Para sorpresa de ambos, entre estos últimos se
hallaban los que habían sido renuentes a meter su hombro en la brega
insurreccional. Su vida azarosa me dio temas para dos novelas. Un día
como hoy, 6 de noviembre, pero del año 2008, fecha en que cumplía 74
años, vino a Cuba por penúltima vez. En el 2010 regresó
definitivamente a descansar en su amada Patria, lo hizo en forma de
cenizas.
Estoy firmemente convencido que el amor fraternal se hereda. Me lo
dice la satisfacción que me embarga al ver a su hija y a la mía,
hermanadas hoy, tal como lo estuvimos nosotros. A principios de este
año nació su nieto; él no pudo conocerlo, pero al nacer ese niño me
repitió la alegría de ser abuelo. Hace poco, escribí sobre el costo,
en pérdidas, humanas que tiene todo proceso. Mi hermano, Juan Leonardo
López Álvarez, es una de esas pérdidas. Lo perdimos primero, como
veterano iniciador de nuestra última gesta y como posible
expedicionario del Granma. Fueron cosas del destino. Más tarde,
pudimos haberlo recuperado como eminente médico y por torpezas e
incomprensiones lo volvimos a perder. Hoy, cumpliría mi hermano 78
años y lo siento a mi lado, como cuando celebramos su onomástico, la
única fiesta de cumpleaños que disfrutó en su Cuba, hace tan solo
cuatro años.
Regla, noviembre 6 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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