lunes, 12 de noviembre de 2012

NUESTRO COMERCIO (2)

Fernando Ravsberg, corresponsal de la BBC en Cuba, es un verdadero
profesional. No se pinta como revolucionario, pero dice cosas que
parecen propias de un periodismo revolucionario. Critica lo criticable
y no tiene reparo en encomiar lo que encuentra encomiable. Hace rato
que vive entre nosotros, conoce nuestra realidad y no inventa una
irrealidad, ni exagera nuestros males para complacer a los que nos
hacen una guerra mediática. Hasta ahora, ha ejercido su profesión de
forma honorable y se ajusta a una objetividad digna de admiración. Por
esas razones, y porque aborda en el siguiente artículo aristas que
complementan el tema sobre "Nuestro Comercio," tema que abordé ayer,
decidí ponerlo (o como se dice en el argot bloguero, "colgarlo") en mi
blog. Es un reconocimiento que se merece este uruguayo, representante
de un periodismo como el que aspiramos a tener, el que nos pueden dar
mañana nuestros periodistas, hoy maniatados.
Jorge C. Oliva Espinosa,
Regla, noviembre 10 de 2012

Los indignados de Cuba

Fernando Ravsberg BBC 2012-11-08,

Lourdes Machado es una cubana de Santa Clara que se gastó US$20 -el
equivalente a un salario mensual- en un par de zapatos que le duraron
30 días. Reclamó en la tienda pero la garantía es de solo una semana,
evidentemente ellos saben la calidad de los productos que venden.
Indignada y sin tener a quien recurrir, le escribe a Pepe Alejandro
-una especie de Padre Bartolomé de las Casas de los consumidores
cubanos de a pie- y éste publica la denuncia en el periódico Juventud
Rebelde a la espera de que alguien le conteste. Lourdes no es la
excepción sino la regla, en Cuba hay millones de "indignados" que no
hacen bulto, porque andan dispersos por las paradas de autobús,
haciendo trámites en oficinas del Estado, en las carnicerías, en las
bodegas y en las tiendas de moneda dura. Ellos no tienen dónde acudir
con sus zapatos destrozados, no hay nadie que les restituya el dinero
gastado, que sancione a las tiendas por vender productos de mala
calidad y a los importadores que se gastan millones comprando basura
en el extranjero.
Un conocido que se dedicaba a la importación de calzado y de sus
partes para montarlos en Cuba, me contaba que se trata de un gran
remate y que, cuando preguntan "quien da más", se refieren al dinero
para el bolsillo del comprador de turno. Las comisiones ilegales que
reciben los importadores cubanos de parte
del fabricante de zapatos son de decenas de miles de dólares. Esas
"mordidas" definen en última instancia las compras y cuanto mayor es
la comisión pagada menor es la calidad del producto.
A los importadores no les afecta, con el dinero extra que reciben
compran "la pacotilla" para los suyos en la propia China a o en el
viaje de regreso por Canadá. Nunca vi a esta persona ni a su familia
usar los zapatos que el mismo importaba.
Y ocurre en todas partes, en el supermercado más caro de La Habana
venden las marcas más baratas de España a precios que harían sonrojar
a los más ávidos especuladores y aplican de un día para otro subidas
del 30% en el arroz común para ofrecer el kilo a más de US$3. Cobran
tres, cuatro y hasta cinco veces más de lo que valen los productos en
los supermercados de Europa pero, a pesar de sus fabulosas ganancias,
no brindan una buena atención al cliente, cierran antes de tiempo y
multan los precios de los artículos. Los jefes siempre están reunidos
o descansando porque "no pueden estar todo el día aquí", nos explican.
Cuando nos quejamos de una "multa" nos ofrecen regalarnos otro
producto para que nos callemos pero no nos dan la posibilidad de dejar
sentada una queja.
Los indignados cubanos tienen "voz" pero de nada servirán sus
protestas aisladas mientras no haya un "oído" institucional que las
recepcione. La indignación del ciudadano debería convertirse en el
motor de arranque que ponga en movimiento las soluciones. El país pide
a gritos una Defensoría del Consumidor como a nivel macro necesitó de
una Contraloría. Es más, la acción de ambas instituciones combinada
podría servir para exigir a los tenderos y a los importadores unos
parámetros de calidad acorde a los precios.
Estoy seguro de que muchos de los casos que se inician en una simple
protesta por la suela partida de un par de zapatos podrían terminar en
manos de la Contraloría General de la Republica convertidos en un gran
proceso por corrupción. Establecer la Defensoría es importante en
todas partes del mundo pero en Cuba mucho más porque el Estado
monopoliza el comercio interno. Para los corruptos es muy fácil
acallar cualquier protesta politizándola aunque sea por mala calidad,
sobreprecio e incluso por "multa".
La Defensoría del Consumidor cambiaría radicalmente esa percepción
porque es un instrumento del propio Estado para proteger al ciudadano
de los abusos de los tenderos. El gobierno dejaría de aparecer como
culpable y se proyectaría como aliado de la gente. Cuando comenzó la
Revolución Cubana proclamó ser de los humildes, para los humildes y
por los humildes, pues los grandes beneficiados de una Defensoría
serán justamente los humildes, los que deben gastar lo más
eficientemente posible sus escasos ingresos


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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