viernes, 12 de julio de 2013

ENTREGA DE NUEVO PRODUCTO

ENTREGA DE NUEVO PRODUCTO
Estimados lectores:
Sucede que vivimos inmersos en una realidad absorbente, que reclama
respuestas cívicas e inmediatas y el tiempo no alcanza para la
creación puramente literaria. Ante lo gigante real que nos oprime y
amenaza con aplastarnos, es necesario compactar la fantasía,
concentrar la ficción, acortar textos y ahorrar palabras. Quizás por
esto, hace algunos años que cultivo el relato miniatura, cuento
hipercorto, minicuento, microcuento, nanocuento o textículos, como le
llaman algunos entendidos. Hoy vengo a anunciarles que, una vez por
semana les brindaré una muestra de este quehacer mío. Como tengo una
reserva de más de 300 de estos cuentos, la entrega está garantizada
para un largo plazo. Claro, siempre y cuando nos limitemos a la cuota
normada. En este primer envío "les toca" dos, pero la cantidad de
unidades puede variar, de acuerdo a la extensión que tenga cada
relato. Aquí tienen la entrega inaugural:

EL HOMBRE Y EL BOSQUE
Una noche muy oscura, el hombre atravesó el bosque. Las ramas le
hirieron sin piedad, dejándole maltrecho. Cuando se recuperó, lleno de
furia, lo taló por completo. Entonces Dios le dijo: "¿Por qué la tomas
con el bosque, si fueron los árboles los que te golpearon?" Iluminado
por la voz divina, el hombre reflexionó: "En definitiva, no fueron
ellos sino sus ramas ". A lo que replicó El Altísimo: "No todas, sólo
las más bajas".

JORGE Y EL DRAGÓN
Jorge estaba preocupadísimo. Se paseaba de un extremo al otro del
salón, las sudorosas manos cruzadas a la espalda, el rostro demudado,
el ánimo sombrío. Se encontraba ante un hecho catastrófico, un
acontecimiento inusitado, que ponía en peligro su Historia y en
entredicho su papel de héroe. En el castillo, sin más explicaciones,
ordenó reforzar la guardia y los criados salían y entraban,
consternados y temerosos ante el estado de desesperación que mostraba
El Príncipe.
Y no era para menos: el dragón, su enemigo inveterado de tan¬tos años,
su adversario secular, ya no amenazaba a nadie, se mos¬traba decaído y
perezoso, no echaba llamas por los morros y negábase a combatir.
¿Contra quién pelear?, ¿de quién defender a sus fieles vasallos?
¿Desaparecería la bandera de unión que le había permitido, hasta
ahora, gobernarlos? Él, Jorge, Príncipe de Capadocia, no podía
permitirlo. Esa misma noche convocaría a los brujos y hechiceros más
eminentes, a los más doctos sabios, y una tajante orden saldría de sus
labios: ¡Hay que curar al Dragón!




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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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