domingo, 7 de julio de 2013

CATILINA, NO CATALINA

CATILINA, NO CATALINA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Siempre listo a meter la cuchareta, Sempronio creyó encontrar una
errata al final de mi reciente artículo titulado "Legislar". Doctoral,
me señala que escribí "Catilina" por Catalina. Para aclararle que no
me refería a la señora del famoso guayo, sino a un tribuno romano
llamado Ca-ti-li-na, tendré que pasar por pedante en la presente
crónica. Sólo para ilustrar a Sempronio corro ese riesgo y escribo
esta brevísima reseña histórica:
Lucio Sergio Catilina fue un político romano que alcanzó notoriedad en
la Roma anterior a nuestra era. En el año 63 a.n.e., se volvió a
postular para el cargo de cónsul, después de haber perdido la primera
vez, e intentó asegurarse la victoria mediante la compra de votos.
Como respuesta, el entonces gobernante, Cicerón, promulgó una ley
prohibiendo maquinaciones de este tipo. Catilina, a su vez, conspiró
con sus partidarios para matarlo junto a los principales miembros del
Senado, el día fijado para las elecciones. Descubierto el complot, se
pospuso la fecha de los comicios, para dar tiempo a discutir sobre el
intento de golpe en el Senado.
Un día después de la fecha original de las elecciones, Cicerón habló
al Senado sobre ese tema y la réplica de Catilina fue inmediata y
violenta. En respuesta, el Senado emitió un senatus consultum ultimum
(medida similar al estado de sitio moderno) por el cual quedó
suspendida la ley regular y Cicerón, como cónsul, fue investido con
poder absoluto. Cuando finalmente se realizaron las elecciones,
Catilina volvió a perder. Anticipando la derrota, los conspiradores ya
habían juntado un ejército. El plan era iniciar una insurrección en
toda Italia, incendiar Roma y matar a tantos miembros del Senado como
fuera posible.
Pero nuevamente Cicerón estaba al tanto. El 8 de noviembre, convocó al
Senado en el Templo de Júpiter Capitolino, Catilina asistió a la
reunión, y fue entonces que Cicerón aprovechó para increparlo con su
primer discurso, de los cuatro que fueron conocidos como "Las
Catilinarias". El primero comenzaba con la célebre frase: "¿Hasta
cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?" (Quousque tandem,
Catilina, abutere patientia nostra?).
Después del segundo discurso, en el cual Cicerón presentó pruebas
fehacientes de la conspiración, Catilina y los otros conspiradores
fueron declarados enemigos públicos, juzgados en rebeldía y condenados
a muerte. Esta condena, fue dictada por el Senado, contra los
implicados ya prófugos. Catilina se unió a un ejército de sus
seguidores, pero fue derrotado. Finalmente, murió en una batalla cerca
de Pistoia, en el centro de Italia.
Esa, en apretada síntesis, es la historia de Catilina, el personaje
que Sempronio tomó por Catalina, la del Guayo. Cualquier semejanza con
personajes y hechos muy posteriores o incluso actuales, debe
acreditarse a esos guiños que a cada rato, como sarcasmo, nos hace la
historia. La muy pícara parece querer recordarnos aquella máxima
latina "Níhil novis sub soleil" (Nada hay nuevo bajo el sol)...

Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Julio 8 de 2013



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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