domingo, 21 de abril de 2013

YO LA HABANA

Queridos amigos:
Ya les dije que estoy enamorado de este rincón tan cubano, que es y no
es La Habana, llamado Regla, donde actualmente vivo. Sin embargo, soy
habanero, de nacimiento y no reglano. Toda mi niñez transcurrió en
casas situadas del otro lado de la bahía, primero en el paseo del
Prado, luego en la calle Consulado, en pleno barrio de La Punta, donde
llegué a la adolescencia y más tarde en La Habana Vieja. Nací
impregnado de las esencias de esta ciudad y ella me alimentó con sus
jugos maternos. Sus calles me vieron transformarme de ente biológico
en ente político, porque en ellas, al calor de las luchas
estudiantiles, adquirí conciencia social. Esas calles vieron despuntar
mis primeros amores. Y entre ellos, el que siempre he sentido por esa
parte de la Patria que nos es más inmediata y en la que ha
transcurrido la mayor parte de nuestra vida. Bajo el influjo de ese
amor, en el año 2009 escribí una serie de viñetas que pretendían
recrear mi ciudad en su devenir de transformaciones. No era, desde
luego, una historia de La Habana. Si acaso, de lograr mi propósito,
sería un poético rememorar de su andar y transformaciones en el
tiempo. Pretendí pintar un cuadro impresionista de Ella: nuestra amada
ciudad... Una sucesión de imágenes instantáneas que, superpuestas, nos
dieran su visión intemporal pero trascendente, resultante de todos sus
tiempos. La titulé "YO, LA HABANA (Memorias de una ciudad)" y en esas
memorias, la voz narrativa era nuestra ciudad Capital. Ella contaba
cada "actualidad" que la transformaba. Con el entusiasmo de todo
creador por su obra, hice varias gestiones por verla publicada, pero
todas fueron infructuosas. Hoy acumulan polvo en una gaveta de mi
buró. Y antes que "la crítica implacable de los ratones", como dijera
Marx, las haga desaparecer, he pensado en irlas brindando a mis
escasos lectores, dosificadas en pequeños envíos diarios. Así, cuando
no haya motivos para algún que otro artículo de opinión, o para
trabarme en alguna polémica, las iré intercalando en esta irrupción
mía por el ciberespacio…
Además de memoria, estos apuntes fueron testimonio y pretexto para
decir... "mi amor a La Habana... mi amor a La Habana", ese amor que
cantó Silvio Rodríguez cuando citó al "Prado de los soñadores, a la
catedral sumergida en su baño de tejas". Que hoy ame con pasión a
Regla, no puede considerarse una infidelidad de mi parte. No he
mudado de amada, ahora me prendo de una parte de ella y la atención
que hoy le brindo, por ejemplo a sus ojos, no me hacen olvidar los
otros atributos de ese todo suyo que me enamora. Aquí tienen la parte
inicial. Es el primer envío, ojalá les agrade. De no ser así, ruego
disculpen mi impertinencia.

Desde Regla, ayer "La Sierra Chiquita", ayer, hoy y siempre bastión de
rebelde cubanía. Abril 21 de 2013


YO, LA HABANA
MEMORIAS DE UNA CIUDAD
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los ciudadanos hacen la ciudad. Y no sólo en sentido físico, sino en
el socio cultural. Al final, como dice J. Habermas, la ciudad es sus
ciudadanos.

Las generaciones que he albergado me fueron dotando de vida propia, de
una forma de ser, de una identidad. ¡Pobre del que crea que sólo soy
escenario! Que nadie me confunda con un conjunto de barrios, con sus
parques y plazas separados por un entramado de calles. Yo vivo,
crezco, me transformo en el tiempo, doy inspiración a músicos y
poetas, brindo a las paletas de mis pintores toda la luz y el color
que poseo. Supe ser humilde aborigen, española fiel, criolla
laborante, cubana conspiradora y combatiente subversiva. Sufrí
opresores y aprendí a derrocarlos. Enterré con dolor mis muertos
gloriosos y canté el júbilo de victorias obtenidas con sangre. Fui
cuna y losa de varones ilustres, de héroes y mártires. Me enternece el
amanecer renovado de mis parques y vibro ante cada crepúsculo
agonizante. Guardo orgullosa tradiciones y leyendas. Sin envanecerme,
tengo miles de historias que contar. Por lo demás, soy alegre y
bulliciosa, mestiza y efusiva, fraterna y parlera. Así soy yo: YO, LA
HABANA.


ALGUNAS LUNAS ANTES…
Llegaron, cruz y espada, sotana y coselete, es lo mismo: terror,
dominación y despojo. Venían de donde muchos eran perseguidos, a
conquistar en nombre de la Fe que los persiguió. Los más son
miserables servidores que ven la oportunidad de convertirse en
Señores, tahúres que escapan de una deuda impagable, condenados que
eligen la alternativa que les salve de la prisión y de la galera,
prófugos de sentencias por dictar, gente de taberna y alma aventurera.
Otros, los menos, hijosdalgos arruinados en busca de nueva fortuna.
Vinieron con la cruz y con la espada. Un solo instrumento, el mismo
símbolo...
Al final el Paraíso encontrado hará sobre ellos el milagro. Les
crecerán hijos, hijos de la tierra, alegres, levantiscos, enamorados
del eterno sueño de redención, rebeldes dispuestos a pagar con su
sangre la libertad. Ellos sucederán a los fundadores de ciudades y
crearán una Nación.

DE OTRA FORMA, COMIENZO A CONTAR MI TIEMPO


1519
En un principio estuve en la boca del río "Casiguaguas", donde su
Majestad había hecho merced a Velázquez de una estancia de puercos y
conucos. Al río, los recién llegados, abrogándose la facultad de Adán,
llamaron "de la Chorrera". No los culpo, ante sus ojos asombrados se
alzaba una tierra de portentos. Todo lo que en su viejo mundo
pertenecía a la región de la fantasía y de los sueños, aquí era
palpable realidad. Creían haber arribado al Paraíso y ser Padres
primigenios con derecho a fundar y bautizar cada maravilla encontrada.
De esta forma, impusieron nombres sin averiguar el que ya poseía cada
lugar, de antaño y por mejor derecho. El río se abría al mar un poco
al poniente de la bahía o "Puerto de Carenas", nombrado así por
Sebastián de Ocampo, uno de ellos. Luego, buscando mejor resguardo, me
mudaron dentro del puerto mismo. Al asentamiento abandonado llamaron
"Pueblo Viejo" y al nuevo "Villa de San Cristóbal de la Habana",
rimbombante patronímico que yo traía del punto de la costa sur donde
me "fundaron", dicen que cuatro años atrás, un día de San Cristóbal,
25 de julio de 1515. Sin embargo, mi apelativo aborigen se impondría
al dado por los advenedizos y todos me conocerían por La Habana:
señorío del cacique Habaguanex. Es el nombre que conservo con orgullo.
Para enredar más la pita, me cambiaron la fecha de nacimiento y empecé
a contar mis años a partir del 16 de noviembre y no del 25 de julio
que dijeron al principio. Poca seriedad histórica mostraron mis padres
fundadores, que no dudaron en cambiar la celebración del Santo Patrono
bajo cuya protección me pusieron. No me creas reticente. Pero en
cuanto a "mi fundación", debes saber que ese cuento de la misa bajo la
ceiba es quizás mi primer mito. Claro que por aquí eran abundantes
esos árboles, pero el famoso que dicen, sólo servía para azotar a los
esclavos. Y mira, muy apurado estaba Velázquez por castigar la
deslealtad de Cortés, para perder el tiempo en formalidades de
fundación. No dudes que a la sombra de una de esas corpulentas señoras
del bosque, se haya dicho misa alguna vez. Sobre todo en ocasión del
envío de expediciones punitivas contra el traidor. ¡Pero de eso, a lo
que luego escribieron como historia, jumh!...
(CONTINUARÁ)


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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