jueves, 18 de abril de 2013

UNA DUCHA EN MOSCU

UNA DUCHA EN MOSCÚ
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Termino mi intervención en el tema sobre racismo y discriminación, al
que he dedicado mis últimos artículos. El asunto requiere
conocimientos que no poseo y estudios que no he realizado. Por lo
tanto, no pienso tocarlo más y como sé que seguirá debatiéndose, les
dejo la palabra a especialistas experimentados, verdaderas autoridades
en la materia, como mi querido profesor y amigo Esteban Morales, que
me ha enseñado tanto. Cierro este intrusismo mío, con una anécdota de
la que fui protagonista y en la que queda de manifiesto una forma de
discriminación. El relato puede titularse así:

UNA DUCHA EN MOSCÚ
Está comenzando el año 1963 y resido en Moscú. Afuera hace un frío
polar, al que no estamos acostumbrados los cubanos. Pero aun así, no
abandonamos la costumbre del baño diario. Asunto problemático en este
gran país, multinacional y multiétnico que todavía se llama Unión
Soviética. Aquí son habituales los baños públicos, donde muchos
habitantes van a disfrutar de una ducha caliente, del vapor de una
sauna, de una zurra con ramajes, de una inmersión en agua hirviente o
casi congelada, etc., en grandes establecimientos cuyo fin es brindar
esos servicios. Pero la temperatura que reina en la calle no invita a
salir en busca de uno de ellos, y como el edificio en que vivo, posee
en los bajos seis duchas, decido recurrir a una de ellas. Problema
engorroso, pues las utilizan todos los que residen en este albergue
estudiantil, tanto soviéticos como provenientes de otros países,
muchos de ellos africanos. Entre tantos extranjeros, el único cubano
soy yo. Así que tengo que enfrentarme, disciplinadamente, a la cola y
aguardar con paciencia mi turno para bañarme. La espera se realiza en
un largo banco de madera, situado en el pasillo, frente a los seis
compartimientos de ducha. Cada vez que una se desocupa, nos vamos
desplazando a lo largo del asiento colectivo. Como es sábado, la
mayoría de los que aguardan son soviéticos, pues ellos reservan este
día para el aseo. Ya estoy al principio del banco y cuando salga el
próximo, me tocará a mí. Se produce el momento ansiado por casi dos
horas, cuando llega un africano que no estaba en la cola, seguido por
otro que aparenta ser su criado, pues le carga la jabonera, la toalla
y la bata felpada, y trata de birlar mi derecho legítimo. Me dirijo a
él en ruso para aclararle que el turno es mío, me responde en inglés
que no entiende, e ignorándome se dispone a consumar la usurpación.
Entonces, más enfadado con la tolerancia soviética que permite aquel
atropello, que con la pretendida arrogancia del sujeto, le espeto en
mi inglés del libro de Jorrín, el siguiente "speech" cuya traducción
aproximada traduzco: Escucha, yo no soy soviético como esos que te
soportan. YO SOY CUBANO, y en mi patria le rompemos la cabeza a
cualquier insolente, lo mismo da que sea negro que blanco. Si tú
quieres ver esa igualdad, entra en la ducha, que te la voy a enseñar.
El individuo, que al principio se mostró arrogante, palideció y en un
caballeresco inglés de Oxford me pidió disculparle, pero se preparó
para despojar de su turno al próximo ruso que aguardaba en la cola.
Yo, con veintiséis años que no habían consumido todas mis ganas de
pelear, en lugar de entrar al cubículo para bañarme, dirigí una larga
filípica, esta vez en lengua rusa, a los consentidores de tal
discriminación racial. Les trasmití con vehemencia, lo que entendemos
en Cuba por igualdad, la que practicábamos sin diferenciaciones
racistas. Ellos, con tal de no ser acusados por discriminar a un
negro, eran capaces de permitirle desmanes y otorgarles privilegios.
Así, en vez de luchar contra el racismo y por la igualdad, practicaban
una discriminación racial, favoreciendo al negro por encima de los
demás. Una vez descargado mi furor, fui a refrescarlo bajo el agua de
una ducha que me correspondía por haberla esperado y que, en nombre de
la igualdad, había defendido. Una ducha en Moscú.
-oOo-

Sempronio, al leer el relato de este ya lejano episodio de mi
juventud, no deja de intervenir y, haciendo una de las suyas, me dice:
¿Qué tú crees que hubieran dicho Zurbano y Fowler, de estar presentes
en tu citada escena moscovita?... Con sus ideas presentes, quizás le
hubieran dado la razón al africano, argumentando: "el pobrecito,
déjenlo pasar; por tener la piel negra, y por no poseer los suyos la
cantidad proporcional de duchas que les hubiera correspondido.
Atendiendo a la participación africana en este colectivo estudiantil,
y como reparación justiciera, él no debe hacer cola. Ese Oliva ha
manifestado su racismo inconsciente"

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Abril 19 de 2013



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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