viernes, 19 de abril de 2013

TRIBUTO

TRIBUTO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nuestras miradas se cruzaron una vez en la esquina de Obispo y
Mercaderes. Él iba, como siempre, con su saco sobre los hombros, a
guisa de capa, como cuadra al caballero andante que recorre llanuras,
"desfaciendo entuertos", sin importarle aspas de molinos que
pretendieran triturarle, ni gigantes que enfrentar. Yo quise rendirle
el testimonio de mi reconocimiento y admiración, e hice una respetuosa
reverencia como saludo. Al percatarse, sonrió cómplice de
entendimiento y como aceptación obligada para no desairar el sincero
homenaje de un simple cubano. Pero más que su boca, siempre sonriente,
me sonrieron, a través de los cristales, sus ojos sabedores. Hoy,
aquella figura física, ya sin vida, ha dejado de ser voz
aleccionadora, índice cuestionador, señal premonitoria, savia de
sabiduría a la que era obligado prestar toda la atención. Alfredo
Guevara ha muerto. Rectifico: el cuerpo que lo albergó dejó de alentar
al exhalar su último aliento. Convertido en cenizas, será esparcido
al pie de la escalinata universitaria que fue su escenario inicial y
predilecto. Nos quedan sus obras: el ICAIC, un cine verdaderamente
cubano, un nuevo cine latinoamericano, sus discursos memorables,
aquella lección inigualable que dirigió a todos los revolucionarios
ante incomprensiones y contrariedades, cuando dijo "opto por el
silencio" y algunos libros que dan cuenta de su calibre intelectual.
En todo ese legado, este otro Guevara vivirá por siempre.

Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre bastión de rebelde cubanía
Abril 19 de 2013

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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