miércoles, 24 de abril de 2013

YO LA HABANA 3ra parte

YO, LA HABANA (Fragmentos)
Tercer envío

1577
El Gobernador se niega a residir en un bohío, como vivieron los que le
antecedieron. Mira con codicia la casa de Aduanas de dos plantas. La
baja con almacenes y oficinas, la alta para sede del Cabildo. Por
ella, recién construida, hubo trifulcas con el Gobernador de entonces.
El de ahora, militar al fin, termina haciendo un nuevo piso encima de
La Fuerza. Dice que para dormitorio de la guarnición y mejor guarda de
la pólvora, que se preservará allí de la humedad. En realidad la
quiere para residencia suya.
Mientras, Fernando Álvarez solicita merced de un sitio en las canteras
para hacer una tenería donde curar cueros y fabricar suelas y piel
para calzado y guarniciones. También se nombra a Alonso Gallego como
carnicero, único autorizado a tajar, pesar y vender cuanto animal se
sacrifique en el matadero. Y como en eso de pesos y medidas no se está
con equidad e igualdad en todos los establecimientos, se le compran a
Antón Recio los patrones de medidas de Ávila, que traen el sello real
y que son iguales a los usados en España. Tenería y matadero comienzan
a usar de vertedero las aguas que me rodean.

1578
Enderezo mis calles, torcidas por la avaricia de los vecinos que
cercan sus solares siempre en demasía. El Cabildo nombra a Jerónimo de
Avellaneda y a Juan Bautista de Rojas para que hagan cumplir el
mandato y restablezcan la derechura de su trazado. En este año, como
en el anterior, se intenta poner un poco de orden en el caos
imperante. También llega de España, un religioso dominico con Cédula
Real que le autoriza a fundar un convento para dicha orden. Tendré
entonces dos conventos, pero vienen en las flotas tantos frailes que
se quedan, que no caben en ellos. Los más andan por tabernas,
aposentándose en fondas y casas de amancebadas, bebiendo vino y
jugando gallos.

1582
Tengo 120 vecinos cabezas de familia. Indios me quedan pocos. Me
pueblan también mestizos y negros esclavos. Necesito más, porque si
no, ¿quién trabajará?... Las guardias y postas ordenadas a los
vecinos, pronto se descubre que las hace siempre un viejo nombrado
Álvaro Gómez, quien les cobra por ese servicio, mientras los que
debían realizarlas duermen a piernas sueltas.
.
1591
Ya la Zanja Real me trae el agua hasta la Plaza de San Francisco, a
las puertas del convento del mismo nombre. Veinticinco años han
tardado para llevarla allí. Ha sido trabajosa esta zanja que, buscando
los declives propicios del terreno, conduce el vital líquido por la
natural fuerza de la gravedad. Pasarán siglos y, en un lugar de su
recorrido, sus márgenes verdearán de hortalizas, cultivadas por unos
asiáticos laboriosos que serán traídos como nuevos esclavos. Ellos
levantarán allí sus humildes casuchas y, con el tiempo, darán origen a
una populosa calle: la calle de la Zanja.

1592
¡Ay el falso boato de títulos y dignidades! Ya no soy "Villa", por
Real decreto dejo de serlo y se me otorga el rango de "Ciudad".
Pronto tendré mis tres emblemáticos castillos: El de "La Real Fuerza"
-vuelto a construir donde estaba la casa de Juan de Rojas-, el de "San
Salvador de la Punta" y el de "Los tres Reyes del Morro". Es verdad
que soy importante por mi posición geográfica y porque ya reside aquí
el Capitán General de la Isla. Pero yo sigo siendo la misma: mestiza y
arrabalera, sucia, maloliente a cueros y tasajos, escandalosa e
insegura para quien se atreva a salir de noche por mis pocas y oscuras
calles. Más importante que el título, es que ya tengo agua dentro de
mi recinto. El año pasado hasta la Plaza de San Francisco y ahora
hasta el Callejón del Chorro. Es suficiente para proveer al vecindario
de la necesaria para un lavadero público y un pilón. También para dar
fuerza motriz a lo largo de la zanja y surtir a las flotas, que pueden
tomarla en tres lugares distintos de mi bahía.

1595
Vicente Santamaría es el propietario del primer ingenio de fabricar
azúcar. Lo ha levantado en su hacienda "Los Cangrejos", allá por
vuelta de "El Horcón". Con diez negros esclavos, elabora melado y
panes de raspadura. Eso basta para hacerle rico. En la casa de su
mayoral, Don Secundino Campos, se entabla este íntimo diálogo entre
marido y mujer:
-Pues mire Usted, Doña Remigia, que no me están gustando nada sus
quehaceres devotos con ese fraile, que es el mismísimo demonio.
-Por Dios, Don Secundino, no habléis así del buen Padre Anselmo...
-Es un degenerado que sólo sabe mirarle a Usted las tetas.
-¡Jesús, qué blasfemia!
- Prefiero que vaya Usted con el Padre Modesto...
- Mire mi Señor, que ése tiene una moza sobrina que "le barre" la sacristía.
- Precisamente por eso. Porque tiene sus necesidades cubiertas y no
precisa de ninguna beata para sus menesteres. ¡Y no se diga más,
rediez!
Hecho una furia, el hombre sale al portal, monta la cabalgadura que
le esperaba amarrada a uno de los horcones, y marcha a los cañaverales
en pos de sus tareas. Esa tarde se revolcará con la negra Dominga,
presa de desesperado frenesí. Dentro de nueve meses la negra parirá un
mestizo, un habanero más.

1598
Aquí todo el mundo es músico y cuando suenan las tejoletas, el tambor
o la vihuela nadie se puede contener. Pero músicos, lo que se dice
músicos de profesión, tengo sólo cuatro: Pedro Almanza, natural de
Málaga, que toca el violín; Jácome Viceira, de Lisboa, el clarinete;
Pascual de Ochoa, de Sevilla, el violón y la negra horra Micaela
Ginez, de Santiago de los Caballeros, la vihuela. Hay que pagarles
bien para que alegren fiestas y saraos, poner a su servicio quien les
busque y les lleve de regreso, y hartarles de comida y bebida sin
costo alguno para ellos.

1599
Hace rato que vivo de las fondas y tabernas, abiertas por doquier. Eso
me da animación y bullicio. Ya cuento con casi 80 de estos
establecimientos. En ellos, el vino y el juego acarrean riñas,
delitos, escándalos y desmanes. Las tropelías que en mis calles se
cometen quedan impunes, por no tener jurisdicción las autoridades de
tierra sobre los de la flota. Los vecinos convierten sus casas en
posadas y albergan en ellos a marinos y pasajeros. Ya son 800 las
familias que me habitan. La necesidad de esclavos es apremiante. Las
haciendas vecinas abastecen frutos del país, suministran casabe y
tocinos. Por mi puerto exporto cueros y maderas preciosas. También
tengo una fundición artillera, con metal traído de las minas de cobre
de Santiago del Prado. Jesuitas, franciscanos y dominicos han
levantado en mí sus conventos y hay 15 ingenios a lo largo de la Zanja
Real, que fabrican azúcar.

1600
Comienza un nuevo siglo entre lo evidente y lo invisible. Aquello que
se proyecta con prepotencia hacia afuera y lo que crece, silencioso,
hacia adentro. "Desde afuera se ven, alzados al cielo, los campanarios
de conventos e iglesias; asomadas a baluartes y aspilleras, las bocas
de los cañones emergen en vigilancia permanente. Así es la dominación
española: católica y militarista." Lo que se oculta es la riqueza que
va creando un pueblo con métodos primitivos: fomento de crianzas y
agricultura, pero sobre todo, con comercio de contrabando que llaman
"de rescate", porque acaso rescatan la libertad de comerciar, que les
niega una Metrópoli lejana que no puede protegerlos de enemigos y
piratas. Va naciendo un conglomerado social acostumbrado a penurias y
peligros, al que lo ilegal se le torna moral porque es lo justo. Aún
se dicen fieles vasallos de ultramar, aunque se han acostumbrado a
desobedecer lo que entienden injusto u ofensivo a sus intereses. Por
discriminación y olvido se sentirán distintos y los llamarán
"naturales de la tierra", "del país", "criollos". Aún falta para que
se nombren a sí mismos "cubanos". Pero, ya muchos de estos españoles
de ultramar se dicen naturales de La Habana, "habaneros". A los que,
buscando raíces primigenias que aquí no echaron, regresen a la
península, no. A ellos los distinguirán con el apelativo de
"indianos". Algunos compondrán música y cantos de la nostalgia que
harán tradición: Las Habaneras.

1602
Se me oficializa como Capital de Cuba. Pero a los pocos años, otra
disposición Real cercena mi jurisdicción, que alcanza sólo el
occidente y parte del centro de la isla. Cincuenta leguas hacia el
Este es el límite impuesto a mi autoridad. En el extremo oriental,
Santiago mantiene capitanía aparte, que incluye a Puerto Príncipe. Sus
relaciones de subordinación conmigo no quedan nada claras. Y entre ese
gobierno y el mío, la tierra de nadie. Las villas de Trinidad, Sancti
Spiritus y Remedios, situadas más allá de mis cincuenta leguas de
gobierno, quedan al garete y sus vecinos campean por sus respetos, no
acatan autoridad alguna y comercian con quien les place. Falta mucho
tiempo, más de dos siglos, para que nazca Don Fernando Ortiz. Pero ya
en aquellas tierras se escenifica "Una pelea cubana contra los
demonios".

1603
A la lejana Bayamo, manda el Capitán General alguaciles y tropa de
arcabuceros; al frente de ellos su asesor letrado, Melchor Suárez de
Poago. Es necesario hacer cumplir la ley y poner fin al contrabando,
dando castigo ejemplar a los culpables. Pero resulta que los
infractores son muchos: "los más ricos hacendados y todo el pueblo",
autoridades locales y vecinos notables incluidos. Severo e inflexible
juez dictará sentencias de muerte contra ochenta de ellos. Sólo podrá
detener a veinte. Y cuando trata de trasladar a sus prisioneros hacia
acá, partidas armadas rodean el pueblo. Seis meses permanecerá sitiado
sin atreverse a tomar camino de regreso. En ese tiempo gente de mar,
con la que trafica el vecindario, asalta y quema la Villa de Santiago.
Los bayameses envían emisarios a Santo Domingo y obtienen que la Real
Audiencia ordene al celoso cumplidor de la ley, suspender sus
actuaciones. Son poderosos los que desafían la Autoridad y harán
historia. Bayamo repetirá la primicia de esta rebeldía.

1604
Don Pedro Valdés es Capitán General, máxima autoridad que todos deben
respetar y acatar porque representa al Rey. Y al Rey se queja el pobre
Don Pedro, de que "los hijos del país" lo tratan sin consideración
alguna, se muestran altaneros y le prodigan desprecios y desdenes.
Mi población llega a dos o tres mil, que suman 600 vecinos con las
personas que dependen de ellos, sus esclavos y los transeúntes, además
de los 400 soldados de una guarnición mal pagada.

(CONTINUARÁ)





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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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