domingo, 7 de abril de 2013

REGLA, MI AMOR

REGLA, MI AMOR
Por Jorge C. Oliva Espinosa

"... No sé que tienen estas calles de Regla, que siendo empedradas
parece que de ellas brotan flores"...
José Martí
(Velada inaugural del Liceo Artístico y Literario de Regla, febrero 8 de 1879)

"Dónde pongo lo hallado, en las calles, en los libros, la noche, los
rostros en que te he buscado…
Dónde pongo lo hallado, en la tierra, en tu nombre, en la Biblia, en
el día en que al fin te he encontrado".
Silvio Rodríguez

Definitivamente: ¡Me he enamorado! Mejor sería decir que ella me ha
envuelto en sus redes de amor, me ha prendado y prendido a sus faldas;
asido a ellas ya caminaré, siguiéndola, el trecho que aún me falta por
andar. La descubrí a la orilla misma de la bahía; pizpireta, me
permitió mirarla detenidamente y se me acercó atrevida, provocadora e
impúdica. Suave brisa marina la envolvía. Olía a salitre, a hierros
carcomidos de viejos barcos que echaron sus anclas para siempre aquí,
a pilotes embreados, a hembra bañada y resuelta. Orgullosa, reclamó
ser la mestiza absoluta y perfecta, por sus múltiples ascendencias
africanas, china y europea. Del Continente Negro posee el desierto y
la selva; de Europa exhibe lo francés venido de un esclavo "Saint
Domingue", el de los cafetales sin fin, el que derrotó a Napoleón;
también es, por andaluza, gitana legítima, del pueblo romaní, y de
Asia aún conserva los ojos rasgados y el pelo lacio. Es decidora,
bulliciosa, guarachera pero profunda, y lleva en el fuego interior que
la abrasa, un mundo de leyendas, de hechicerías y de tentadoras
promesas. Desde el primer encuentro se apoderó de mí, desde ese
instante la amé con pasión y la hice mi todo, mi rincón y mi mundo. Es
la parte de mi adorada Cuba que me rodea inmediata, más tangible, la
que yo puedo ver, tocar, oler, sentirla junto a mí, rodeándome con ese
abrazo tan posesivo que solamente ella sabe dar. Celosa guardiana de
tradiciones que conserva y venera, bebedora de ron, rebelde y humilde
pero altiva, jugadora empedernida del azar, supersticiosa, adora a
varios Dioses, los reverencia a todos sin postergar a ninguno. Pero
sobre todo, ama a sus hijos. Los que ha tenido con diferentes padres.
Y entre ellos, me ha aceptado a mí, quizás sabiendo que yo soy su
Edipo. Se llama REGLA (antes se llamó Guaicanamar) y es un pueblo
provinciano, adherido a la Capital, dicotómico y encantador en sus
contradicciones. En ella trasplanté mi hogar. Todo aquí me parece
maravilloso.
Regla, pretenciosamente, se autodenomina "ultramarina", y sin embargo
está al otro lado de la bahía, más bien al fondo de la misma, en su
parte más resguardada, frente a la hoy mal llamada "Habana Vieja", esa
que nuestro Historiador de la Ciudad ha reconstruido como era, cuando
era nueva. Con igual razón, los habaneros pudieran titular su ciudad
como "La ultramarina ciudad de La Habana". Realmente el ambiente, del
que están impregnadas ambas, no es marino, sino portuario. (Aquí
parecen encarnarse muchas novelas de Onetti)
El paisaje de Regla, de pueblito del interior, remeda algunas zonas de Santiago
de Cuba, con sus calles empinadas en lomas que bajan, suben, y descuelgan
escaleras de lo alto, que descienden a otra calle.
Las casas, igual, muchas de una sola planta y techo de tejas, con puertas
que abren directamente sobre la acera, de la que se elevan por tres o más
escalones. Aún luchan por sobrevivir algunas casas de madera,
desafiando al tiempo con su antigüedad de tablas semipodridas. Otras
siguen sosteniendo techos renovados sobre los originales muros del
mampuesto colonial, muros de grosor descomunal, como de fortaleza,
hechos para resistir asedios y cañonazos. Esta imagen de pueblo
provinciano, contrasta con los siete minutos que tarda la lancha en
trasladarnos al centro capitalino, restaurado por Eusebio Leal.
Si Carpentier bautizó a La Habana como "Ciudad de las Columnas", yo me
atrevo a nombrar a Regla como "El Pueblo de los Pasillos". En efecto,
en cada cuadra, podemos encontrar más de un pasillo, angosto pasadizo,
túnel que penetra, unas veces techado, las más a cielo abierto, hasta
el fondo, flanqueado por hileras de cuartos y viviendas de espacio
constreñido. El llamado "pasillo" es la versión reglana del solar
habanero, pero sin el patio central donde exhibía aquel, los
lavaderos, el inodoro y la ducha colectivos.
Pero más impactante que el paisaje arquitectónico, físico, es la arquitectura
social. Aquí la gente siente como propiedad de cada cual la villa que
habitan orgullosos, son más cercanos y familiares, gentes de pueblo.
Ellos viven a otro ritmo, donde siempre hay tiempo para conversar,
para intercambiar con el vecino inmediato, para conocer al mediato y
aún al lejano, o para indagar sobre el forastero. Aquí he comprendido
lo que Hemingway encontró en Cojímar. Yo lo he hallado en Regla: Son
los temas y personajes que te salen al encuentro, que te asaltan la
vista y el oído con sus rasgos y relatos que exigen dejar testimonio
escrito. Aquí la llamada "inspiración" ronda por las calles. Solamente hay
que salir a encontrarse con ella.
Regla arrastra una larga tradición de religiones entremezcladas y es
uno de los lugares donde mejor se puede apreciar el sincretismo de
cultos estudiados por Fernando Ortiz. La Virgen de Regla, la única
virgen negra de Cuba, es la Yemayá afrocubana, marinera y reina de las
aguas. Aquí se alza, pegado al mar, su santuario. Y aquí su pueblo le
rinde fervoroso culto bivalente. A la multifacética madre de Jesús y a
la orisha yoruba, señora de los mares, dueña del color azul, oscuro
para Yemayá Olokun, claro y blanco para otra de sus representaciones,
la de los puertos. El cura católico ha tenido que aceptar en su
templo, ceremonias y ofrendas para ambas deidades. Regla tiene un
único cura párroco, pero muchos "babalaos". Ellos, sacerdotes
respetados, ofician sacrificios sangrientos, ensalmos y baños de
despojo, leen el porvenir y aconsejan a sus "ahijados". Muchos de los
lugareños llevan collares y pulsos de cuentas alternadas, verdes y
amarillas, que los identifican como creyentes iniciados: Ese pulso es
"La Mano de Orula". Otros muchos, hembras y varones, van vestidos del
blanco absoluto, proclamando la advocación de su Santo. Por otra
parte, este pueblo fue, con Guanabacoa, cuna de la sociedad secreta
Abakuá, nacida entre los estibadores del puerto, gente ruda y noble
que, aún hoy, viven aquí, hermanados alrededor de su "palo",
observando su ritual secreto (plante) y el código ético que los
distingue. Por último, los primeros chinos que emigraron a Cuba, los
pobrecitos culíes, traídos engañados, como sustitutos del negro,
cuando se suprimió la trata, desembarcaron en Regla y en Regla fueron
recluidos en un barracón y tratados como nuevos esclavos.
Cuentan los más viejos, que un alcalde ladrón aprobó la construcción
de aceras, negocio que le permitió apropiarse de sumas considerables
del presupuesto municipal. El pueblo reclamaba otras obras más
perentorias, y como muestra de rechazo a la decisión alcaldicia, todos
comenzaron a caminar por las calles sin pisar acera alguna. Hoy
todavía los reglanos andan y desandan sus calles, no por las veredas
para peatones, sino disputándoles el paso a los vehículos.
Resumiendo: Puedo decir que, como Alicia, he llegado a mi "Pueblo de
Maravillas". Si exagero, perdónenme amigos. Ya les dije que ESTOY
ENAMORADO.



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

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