martes, 16 de abril de 2013

LA MALA PALABRA

LA MALA PALABRA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Don Fernando Ortiz nos enseñó que "raza", cuando se trata del hombre,
es una mala palabra. Raza tienen los caballos, los perros y demás
animales. El hombre sólo tiene una: La raza humana. A pesar de las
diferencias originadas por los distintos medios en que se
desarrollaron, y que no son otra cosa que adaptaciones, todos
pertenecemos a una misma especie y tuvimos un tronco común. Eso lo han
demostrado las recientes investigaciones sobre el genoma humano. Tanto
en un caucásico, como en un negroide, es posible encontrar el mismo
mapa genético.
El racismo, como doctrina, basado en la supuesta superioridad de una
raza sobre otra que se pretende subyugar, es bien viejo. Lo
practicaron las tribus caribes, al proclamar "Ana karina roto"
(Nosotros sólo somos gentes), para justificar sus depredaciones por
el archipiélago antillano, asolando a otras etnias precolombinas a las
que consideraban inferiores. El colonizador español supo aprovechar el
miedo a lo diferente. Lo azuzó contra los primeros rebeldes que
luchaban por la independencia. Así, declararon que aquella era una
revuelta de negros, cuyo objetivo era la instauración de una República
negra, como la de Haití. De esta forma, dividían a los cubanos y esta
desunión debilitaba la causa independentista y frenaba su crecimiento
y desarrollo. Sobre esto nos alertó Martí, cuando enunció que "cubano
es más que negro, que blanco, que mulato".
Aquel comportamiento de los hispanos, sería incomprensible a la luz de
sus antecedentes históricos. Ellos provenían de la fusión de iberos,
godos, visigodos, celtas y otros grupos. Eran una amalgama de
mestizaje, enriquecido por más de siete siglos de dominación mora.
Entonces, si tal doctrina no tenía un asidero socio-cultural,
tendremos que concluir que su motivación era únicamente económica:
facilitar el dominio que les permitía la explotación de sus colonias.
Igual motivación escondió Hitler en su cruzada antisemítica. De esta
forma, falsas teorías antropológicas se han puesto al servicio de la
política del despojo.
Tanto nuestra sociedad colonial, como la republicana, tan castrada
como mediatizada, utilizaron el racismo como herramienta de
dominación. Dividían a los sometidos, para facilitar su tarea.
Disfrazaban el verdadero sentido de la división existente: la división
entre poseedores y desposeídos. Verdadera naturaleza, origen e
identidad ulterior del racismo. En el terreno fértil de la ignorancia,
lograron sembrar el prejuicio racial contra el cubano de piel más
oscura. Prejuicio que, llevado a la práctica, se hizo discriminación.
El blanco pobre discriminaba al negro que compartía con él la pobreza
y el negro resentido, llegó a discriminar al de piel más clara. A
todos los igualaba la miseria y la ignorancia compartidas. Mientras
tanto, el rico poseedor, los discriminaba a ambos.
Igual política sigue ahora nuestro enemigo brutal, el Imperio. Quiere
que nos dividamos en mulatos, negros y blancos, para destruirnos como
nación y así facilitar su tarea de recolonización. Pretende
exportarnos los términos racistas de "afrocubanos" o
"afrodescendientes". El racismo cobra muchas y diferentes víctimas. Su
primera víctima es el discriminado. Pero, igualmente son víctimas
suyas, aquellos que, por tener la piel de un color determinado, se
creen acreedores de derechos que niegan a otros de diferente color, o
pretenden tener preferencia sobre los demás por idéntica causa. Y este
sentimiento racista lo he visto en cubanos de piel blanca y también en
cubanos de piel negra. De modo que el racismo daña tanto al que lo
sufre, como al que lo practica. Nos daña, en definitiva, a todos,
porque nos daña como Nación y nos divide. Tengamos presente, que todo
lo que nos divida contribuye con los designios enemigos, mientras todo
lo que nos une, nos hace más fuertes.
La política imperial, además de absurda, es obscena. Porque somos un
"ajiaco étnico", entre nosotros los hay de piel negra, casi azul, de
variado color canela, cobrizos, amarillos y de tez pálida. Pero todos
somos cubanos. Si fuera válido hablar de una falta de "conciencia
racial", sería de la conciencia de pertenecer todos a una sola raza:
la raza cubana. Eso no significa que ignoremos las diferencias
fisonómicas, distintivas de cada individuo. Pero por encima de ellas,
nuestra identidad nos une. Por lo mismo, hablar de raza entre cubanos
es proferir una mala palabra.

Desde Regla,
Ayer "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Abril 17 de 2013


--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com.es
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario