domingo, 2 de noviembre de 2014

PODEROSO CABALLERO

-- PODEROSO CABALLERO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Aquel verso "Poderoso caballero es Don Dinero" del inmortal Góngora,
podemos parodiarlo en Regla y escribir: Poderoso caballero es el
bodeguero. Y lo es, porque tiene dinero y le entra sin mucho esfuerzo;
le basta con "cuadrar la caja" con los carreros y demás
suministradores del establecimiento. Mientras mantenga sin faltantes
el inventario, efectúe los depósitos correspondientes y llene el
inútil papeleo, la Empresa de la cual depende no lo molestará y lo
dejará obrar a su antojo.
Es que nuestro actual bodeguero dejó de ser el comerciante que atendía
un pequeño comercio minorista, para convertirse en el poderoso señor
que "desatiende" un centro de distribución de lo racionado. Por esa
labor, que cumple desmañadamente, es por lo que le pagan un salario
insuficiente para darse la vida que se da. Su contenido oficial de
trabajo, él lo cumple en unos pocos días, el resto del mes lo tiene
libre para dedicarlo a su verdadero negocio: traficar con los
seculares "desvíos". Así, usted puede obtener que este personaje le
venda "por la izquierda" arroz, azúcar, café, aceite, leche en polvo y
cualquier producto normado, a precios del mercado negro y en cualquier
cantidad. En su variada oferta, suele incluir otros renglones como
queso, embutidos, filetes de pescado y lo inimaginable.
Entre el Poderoso bodeguero, los inspectores y la Empresa, se teje una
corrupta maraña de complicidades. En estas relaciones prima el "tú
sabes que yo sé y yo sé que tú sabes". Así, la Empresa determina que
el remozamiento de la bodega lo asuma el bodeguero. ¿De dónde saca
éste los recursos necesarios para pagar albañiles y materiales? Eso la
Empresa lo sabe y se lo hace saber a su subordinado, que acepta la
extorsión a cambio de la libertad de acción. Es probable que existan
otros "intercambios de favores", pero eso es más difícil de probar.
Por lo general, cada bodeguero cuenta con un ayudante; este puede ser
otro empleado emplantillado de la Empresa, o ser un simple asalariado
de su patrón: el bodeguero, quien paga "de su bolsillo" el salario
convenido. Como poderoso al fin, el bodeguero no resiste la tentación
de ostentar su poder. Ya no se conforma con el mal trato habitual y el
"te tienes que esperar" con que acoge a los usuarios. Ahora se muestra
déspota y hasta se niega a vender cigarros, uno de los pocos productos
de oferta liberada. Ya van dos veces y en bodegas diferentes, que este
usuario-relator, ha sido castigado por el Poderoso Señor con el
inapelable dictamen: "Ahora no te puedo despachar". Así, me hicieron
pagar mi osadía por pretender que, con el dinero justo y sin necesidad
de darme cambio, quisiera comprar un paquete de diez cajetillas. El
primer caballero estaba solitario en su feudo, enfrascado en llenar
unos modelos de la Empresa; el segundo atendía a otros clientes y no
podía estirar el brazo para alcanzar los cigarros que tenía al alcance
de la mano. ¡Qué fallo el mío! ¡Pretender que se comportaran como
comerciantes eficientes! ¡Verdad que soy iluso! ¿Qué cómo terminaron
ambos incidentes? Pues nada, que viré mi espalda y me encaminé a otro
establecimiento donde el bodeguero estuviera desocupado y yo no fuera
a importunarle con mis impertinencias. En todas las bodegas, recién
reparadas y pintadas, vi un letrero que, como cruel escarnio, decía:
"Área de protección al consumidor".

Desde Regla, como siempre, noviembre 3 de 2014

________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario