miércoles, 12 de noviembre de 2014

REVISANDO EL PASADO NO LEJANO

-- REVISANDO EL PASADO NO LEJANO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

(II) EL TRANSPORTE URBANO (*)
El transporte colectivo urbano, ha sufrido todos los vaivenes y furias
de nuestros distintos períodos. Fue General Motors en la época
capitalista; Leyland en la de transición; Ikarus, Skoda y un
muestrario de marcas socialistas, cuando pertenecimos al CAME; Hino
japonés cuando el azúcar subió de precio y nos sentimos ricos
derrochadores; Girón y Taíno, cuando nos dio por desarrollar
nuestra propia industria del transporte automotor. Todas estas etapas
no se sucedieron de forma ininterrumpida. Se intercalaron entre
ellas, tiempos de crisis en que, hasta el ómnibus mismo, -nuestra
popular GUAGUA- dejó de existir.
También las tarifas y formas de cobro han tenido sus variaciones ya
históricas. Los seis u ocho centavos dados al conductor durante la
seudo-república, más el derecho de transferencia por dos centavos
adicionales, el triunfo revolucionario lo redujo al "medio" o "níckel"
echado en la alcancía, después que fracasó el torniquete ante la
embestida del turbión de pasajeros enloquecidos por dilatada espera.
Estas dos formas de cobro, torniquete y alcancía, eliminaban un
tripulante de cada vehículo y significaban un considerable ahorro en
salarios, y en lo que los conductores distraían del cobro para sus
propios bolsillos. Como en la alcancía llegaron a depositarse más
arandelas, tuercas y otros objetos que monedas, reapareció el
conductor-cobrador, con su talonario de ticket. Pero esta vez, había
que entregarle dos monedas de a cinco o su equivalente. Nadie
protestó. Era necesario incrementar al doble el precio del pasaje, si
queríamos vencer al criminal imperialista que nos quería dejar sin
medios con que movernos y además, de algún lugar debíamos sacar el
salario del conductor.
Mientras, los equipos sufrían el paso del tiempo, la falta de
mantenimiento y piezas y el uso y abuso que les daba la ciudadanía. Es
decir, todas las secuelas del cruel bloqueo norteamericano. Y
aparecieron las "Aspirinas", pequeño ómnibus de construcción nacional
equipado con motor soviético, que consumía un galón de combustible
cada seis kilómetros. Se adjudicaron a fábricas y centros de trabajo,
bajo el rubro de "Transporte Obrero" y algunos se destinaron a
recorridos largos con pocas paradas que comenzaron a llamarse
"Ruteros". Usted podía viajar desde El Centro hasta Santiago de las
Vegas en 20 minutos por sólo cuarenta centavos. Y a nadie le pareció
caro aquel precio del pasaje, tomando en cuenta el alto consumo del
vehículo que, como su nombre popular, remediaba el dolor, pero no
curaba la enfermedad. Rutero venía de "ruta", ruta larga, casi
expresa. Entre tanto, los pocos ómnibus sobrevivientes, que resistían
el embate de las multitudes enloquecidas de las cinco de la tarde,
renqueantes, temblorosos, sin previo aviso, aumentaron el precio de su
pasaje a veinte centavos. Pero su final estaba cerca y cuando al fin
se extinguieron, solamente quedaron los ruteros y los cuarenta
centavos se universalizaron. Creo que esa fue la época en que nos dio
por rescatar todo lo que íbamos perdiendo. Y comenzamos por el
transporte. Salidos del basurero de chatarras donde yacían olvidados,
reaparecieron como muertos resucitados los viejos ómnibus dados de
baja. Pero, lo hicieron ya pintaditos de color vino y con el letrero
de RUTEROS y por supuesto, con el precio del pasaje de aquellos. De
los de veinte centavos no quedaba ningún ejemplar sobre la faz de la
tierra...
¡Y entonces, apareció EL CAMELLO! Ese aporte grandioso y cubanísimo a
las técnicas de transportación masiva. El Camello es la versión cubana
y terrestre del Súper Jumbo o del Galaxie. Capaz de albergar en su
vientre a más de 300 pasajeros que se exprimen, retuercen, estrujan y
comprimen hasta la asfixia, el Camello fue la respuesta tremenda a un
problema tremendo.
A las largas planchas de arrastre, destinadas al transporte pesado por
carreteras, se les construyó encima una improvisada carrocería que,
por adaptarse a la forma original, dio lugar a un diseño de dos
niveles. Al techar ambos, la forma superior externa del animal, digo
del invento, siguió con absoluto paralelismo a la línea del piso,
dando lugar a la aparición de dos "jorobas", que sirvieron para que el
ingenio popular lo bautizara. También sirvió para que Carlos Ruiz de
la Tejera hiciera, con ideas de un profesor de Física, un monólogo
fantásticamente humorístico.
Solamente la sección de arrastre, sobre la cual van los pasajeros,
cuenta con 16 ruedas equipadas con neumáticos de la máxima medida.
Ello constituye un ahorro no fácil de entender. Su peso, con máxima
carga, representa una dura prueba al pavimento de nuestras calles, o a
lo que queda de ellas y a las redes técnicas soterradas. Pero bueno...
¡Algún día había que comenzar a renovar las viejas conductoras de
agua, gas, electricidad y alcantarillado, que yacen bajo tierra! El
Camello, eso sí, es la solución al transporte popular y sigue
costando veinte centavos. Él continúa teniendo largos recorridos. Por
ejemplo, desde más allá del Cotorro hasta el Parque de la Fraternidad,
o desde el lejano y ultramarino Alamar hasta El Vedado. Más de una
hora experimentando sensaciones de locura irrepetible. Y todo por una
peseta. No es como las nuevas guaguas incorporadas al servicio de
Ruteros, que cada día tienen un trayecto más corto o como las donadas
por la solidaridad de otros pueblos, compadecidos de nuestras
penurias. Esas, por su significado internacionalista, para cuidarlas
les hemos puesto un rótulo que dice TAXIBUS y cobramos el pasaje a
peso. (La aparición del híbrido Taxi-rutero ocurrió con posterioridad
a esta crónica.)
Así y todo, nuestro transporte urbano no sólo ha mejorado, sino que ha
hecho un considerable aporte a nuestra cultura. De eso me di cuenta el
otro día, cuando abordé un ómnibus nuevecito, de los recién
incorporados, sin ventanillas, todo herméticamente cerrado, muy
apropiado para nuestro clima, con grandes cristales por donde entre
toda la escasa luz de nuestro sol. Y sobre todo, lleno de letreros,
escritos en un idioma, que no es alemán y que muchos estamos
enfrascados en descifrar. Con mensajes tan elocuentes e instructivos
como: "Verhobben inff fassen goven". O ése muy apropiado para las
puertas que dice: "Hebel nur im notfall umstellen und tür von hand
öffnen". También, -¿Quién lo duda?- nuestro actual transporte ha
contribuido a recoger el exceso de moneda circulante, esa que nadie
sabe en manos de quién está.

(*) Fragmentos de mi manual "Instrucciones para sobrevivir en Cuba"
(1998-2002). Hoy los someto a un "proceso de actualización" para pasar
revista a un pasado nada lejano.
Desde Regla, como siempre, noviembre 12 de 2014

________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario