lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Y DESPUÉS... QUÉ?

-- ¿Y DESPUÉS... QUÉ?
Por Jorge C. Oliva Espinosa

"...de esta segunda inocencia, que da el no creer en nada, en nada..."
Antonio Machado

Está previsto que un día, en un momento determinado, concluyan
nuestras existencias. De eso, todos estamos convencidos. La fecha y la
hora nos son desconocidas y solo los suicidas las determinan con su
acción. En ese instante de crucial tránsito entre el ser y el no ser,
cobran especial importancia las creencias de cada cual. Mientras este
se enfrenta al misterio y lo desafía sin esperar nada, aquel otro
confía en continuar viviendo en un mundo mejor. El primero salta al
vacío, quizás curioso por conocer la nada; mientras el otro espera el
comienzo de una vida superior. Es innegable entonces, que las
creencias constituyen una enorme ayuda de consuelo y pueden
condicionar nuestro comportamiento tanto en la vida como en su minuto
final. No encuentro nada reprobable en creer o en no creer, es asunto
muy particular de cada individuo. El peligro estriba en posponer para
la vida de ultratumba anhelos y proyectos. Cejar en la lucha mundana
por alcanzarlos, persuadidos de su realización post mórtem.
"¡Resignémonos, más allá estará la justicia!" En virtud de esta
promesa, se adopta una actitud pasiva, de carneros que no pueden
evitar el degolladero. Entre los creyentes, distingo a amigos valiosos
que luchan por conquistar los dos paraísos, tanto el terrenal como el
divino; los admiro por su fe, los respeto y hasta, sanamente, los
envidio. Yo quisiera creer como ellos; estar convencido de que
advendrá el paraíso por el cual he luchado en esta vida, ese que ellos
esperan en la otra; esa otra existencia en la cual no creo. Me sucede
igual que al Judas de aquella obra que mereció el Premio Nobel de
Literatura, al final de los años treinta del siglo pasado. Quisiera
creer, pero no puedo; mi mente se niega a ello. Si Dios existe, él es
el culpable de mi descreimiento, pues me dio el raciocinio en que baso
mi incredulidad. Otros muchos hombres, con igual convencimiento, lo
afirmaron antes que yo: "Non plus ultra, non plus Dei". Si el paraíso
soñado es posible, debemos alcanzarlo en esta vida. Claro que para
lograrlo disponemos de un tiempo limitado y cuando me lo posponen
indefinidamente, me están destruyendo mi fe en la utopía. Entonces,
también quisiera creer, pero mi pensamiento, cargado de evidencias y
vivencias, se niega a ello. Los auto proclamados conductores, me
confirman mi descreimiento mediante disposiciones absurdas y con sus
conductas personales. Vuelvo a adoptar la posición del personaje
literario que tanto me impresionó: el que deseaba creer, pero no
podía.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Noviembre 25 de 2014



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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