domingo, 19 de octubre de 2014

FLORA Y FAUNA SOCIAL

-- FLORA Y FAUNA SOCIAL (*)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Toda época da lugar a sus "tipos". Yo no sé si debían llevar el
prefijo feno, o proto, o cómo le llamarían los expertos. Sé que son
productos del medio imperante y de las condiciones específicas de un
tiempo histórico dado. Surgen como necesidad de ese período y no
pueden aparecer sino en él. Cuando las condiciones cambian, ellos
desaparecen y otros tipos se presentan en la nueva escena social. Así
pasó con el garrotero, el apuntador de charadas, el gallego bodeguero,
el chino verdulero y el mensajero de botica; o aquel manisero que
inmortalizó Moisés Simons, hoy sustituido por el viejito jubilado.
Fueron personajes de su tiempo. De aquellos tiempos que por fortuna
pasaron y se extinguieron con el advenimiento de la Revolución. Es
cierto que, siguiendo las leyes de la evolución, algunos modificaron
su apariencia y hasta se mimetizaron para poder seguir viviendo bajo
las nuevas condiciones. Pero yo pretendo escribir sobre los que se
formaron al conjuro de los vientos cambiantes. Yo quiero pintar a los
que hoy conviven en el abigarrado mosaico social de la Cuba bloqueada,
sufriente de penurias y de cambios diarios y sorprendentes. De una
Cuba que vive momentos de dura prueba y que sin embargo, no ha
renunciado a su cubanía, que es decir al humor. Los retratos que
siguen son los de algunos especímenes de la flora y fauna social que
vemos cada día. La Empresa o la oficina donde usted trabaja, el
comercio de la esquina donde compra, o el edificio de apartamentos
donde reside, son sus nichos ecológicos. Con ellos, en aras de un
desarrollo sostenible tendrá que aprender a convivir, pues comparten
nuestro propio hábitat. Usted quizás reconozca en las siguientes
estampas a su vecino, a su compañero de trabajo o algún conocido. Yo
no tomé a nadie en particular. Las semejanzas son comunes porque son
fenotipos, prototipos, arquetipos, o como les llamen los
especialistas.

Amador el Administrador.
Su físico puede variar desde pequeño y enjuto hasta mastodóntico y
obeso. Pero, en todas sus variedades es enérgico y vivaz. Por lo
general, de origen campesino y humilde, no tuvo oportunidad de hacerse
de cultura alguna, y aunque su letra y conocimientos lo clasificarían
como semianalfabeto, es graduado de la Universidad de la calle. Es lo
que la gente llama un "bicho". Si tiene edad suficiente, es casi
seguro que sea licenciado del ejército rebelde, donde no tenía futuro
alguno. Allí, debido a su bajo nivel escolar, no le veían desarrollo
posible y lo liberaron. Pero una vez vestido de civil, no ha hecho
otra cosa que administrar. No importa qué. Lo mismo una pizzería, que
una estación de ordeño, un servicentro, o cualquier pequeña
dependencia estatal. A dondequiera que vaya, instrumentará unas
medidas que a todos les parecerán absurdas y que él estimará súper
necesarias. En una heladería que había recibido dos sabores de helado,
él dio la salomónica orientación de no vender fresa hasta que no se
acabara el de chocolate. Cuando administraba un pequeño restaurante
italiano que ofertaba como bebida acompañante o dos cervezas o dos
vasos de vino, no hubo forma de que nos sirviera a mi compañera y a
mí, una sola cerveza y un solo vaso de vino para cada uno. Ella tuvo
que pedir los dos de vino, yo las dos rubias espumosas y después
intercambiárnoslas ante sus asombrados ojos. Como resultado de sus
brillantes ideas en el difícil arte de administrar, impondrá controles
y dará órdenes imposibles de cumplir. En la universidad tuvimos uno,
que llegó a cambiar el logotipo de nuestra bicentenaria institución.
Aquel Amador hizo rotular dos "H" en lugar de las UH tradicionales. Al
preguntársele qué significado tenían aquellas siglas, contestó
satisfecho de su obra: "HUNIVERSIDAD DE LA HABANA, HACHE HACHE". ¡Ya
había aprendido que Habana llevaba hache!
Otro Amador que conocí, se empeñó en una lucha sin cuartel contra el
ausentismo, ese enemigo sutil y tenebroso, -como lo bautizó el Ché-
que corroe desde adentro la economía. Tomó todas las medidas
inimaginables para combatir dicho mal: exhortó, amenazó, visitó a los
ausentes en sus domicilios y hasta despidió a algunos, con lo que se
buscó tremendos problemas con los Consejos de Trabajo. Pero donde su
guerra al ausentismo tomó matices patéticos, fue en un modelo que
concibió para controlarlo. Él mismo lo diseñó. Y fiel a su accionar,
en persona lo llevó a la imprenta y ordenó hacer los talonarios, por
cierto que triplicados y en cantidades suficientes para diez años.
(Parece que preveía una prolongada campaña). Cuando, ocupando un
camión a tope, nos trajeron los impresos, todos fuimos los intrigados.
Todos, menos Amador que, orgulloso de su obra, la exhibía orondo.
Aquel modelo se llamaba CONTROL DE U, nombre críptico que nadie
comprendió hasta que su inventor nos reveló, complaciente y
complacido, el misterio:
-Aquí llevaremos, diariamente, por semana, y el acumulado mensual las
USENCIAS de cada cual. Cada USENCIA se marca con una U y el que tenga
más de tres U al mes, ése es un USENTISTA.
Por lo general, el desarrollo evolutivo de Amador es nulo. El dio todo
lo que iba a dar y lo ha dado de buena fe, con dedicación. Pero, como
es un tipo todo actividad, es posible que se haga de algún título
extraño, como el de Licenciado en Administración de la Economía
chinchalera, o en Ideología del Mantenimiento Administrativo. Si esto
ocurre, cambiará su morfología externa de forma asombrosa. Sufrirá
casi una metamorfosis. Vestirá siempre de guayabera, irá a parar a
alguna Empresa y se convertirá en alguien poderoso: Tendrá carro con
chofer y de su mano, como si lo hubieran encolado, no se desprenderá
el celular. Se habrá convertido en... AMADOR, EL DIRECTOR.

Roxana la gusana.
Tiene una edad indefinida; eso sí, un cuerpo abundante en curvas y
protuberancias sensuales. Realmente no es fea, y si no se maquillara
tanto, hasta su rostro sería simpático. Claro, que quitándole ese
rictus de amargura que le curva hacia abajo la boca. Tiene muchos
rasgos que servirían para describirla. Pero, lo que la caracteriza es
su total y absoluta discrepancia con el proceso revolucionario. A ella
todo le parece mal. A la Revolución no le acredita nada positivo y no
pierde oportunidad de expresarlo así, en los momentos y lugares más
improcedentes. Es consumista por excelencia y se desvive por cualquier
baratija "made in USA". Si es de yanquilandia, para ella es de calidad
indiscutible. Con pensamientos más progresistas, muchas mujeres se han
ido en balsa hacia el paraíso que añoran. Otras están en Manto Negro.
Nadie entiende sus manifestaciones, siendo como es, la esposa o algo
parecido de un funcionario muy comprometido con la política cubana.


Juan Bautista, el Paracaidista.
El paracaidista cae de lo alto. Cae y no se hace daño. Llega de forma
inesperada al teatro de los acontecimientos y su actuación casi
siempre está coronada por el éxito; porque tiene la virtud de caer en
el lugar justo y apropiado. El no parece caer, más bien viene de lo
alto. Por ello aventaja a los esforzados que llevan años aspirando a
la posición que vino a ocupar, enviado de no se sabe dónde. Si
averiguan verán que allá, al lugar del que vino, también llegó "del
cielo".
Hijo de una incomprensible "política de cuadros", el paracaidista
puede ser ginecólogo y "caer" de Director de un centro de
investigaciones pesqueras; graduado de Ciencias Sociales y estar de
inversionista de unas obras en Varadero, o no ser nada y estar
dirigiendo una Escuela de Cuadros. Para convivir con esta especie es
necesario tener en cuenta dos cosas fundamentales: La primera es
recordar siempre, que él no cae. Salta desde arriba, que no es lo
mismo. Lo segundo, que es muy difícil acorralarle. Cuando se siente
sin salida, puede ser helitransportado y llevado a otro lugar donde,
de nuevo, saltará. Cuando no ocupa la posición cimera, es muy
frecuente, verlo disfrazado de segundo. Pero de todas formas, no se
equivoque con él, tenga siempre presente que es un tipo muy entrenado.

Candelaria la Secretaria.
Candelaria no es ni agraciada, ni instruida, ni está armada de dote
especial alguna. En cambio, eso sí, es una mujer virtuosa y vive de su
honrado trabajo. Lo que le cuesta, valga la redundancia, tremendo
trabajo. Candelaria es la Secretaria que cada día aporrea el teclado
de su PC, utilizando únicamente dos de sus dedos. Es muy probable, que
en las cartas que su jefe le dicta, escriba harina sin hache. O
cualquier disparate parecido. Eso no la arredra. Cada día a las cinco
de la mañana, Candelaria saldrá de su casa a torear un transporte con
que llegar puntual a la oficina. Allí, utilizando el pequeño pantry,
hará café, que nos venderá a todos, a peso la tacita. Y siempre
servicial, estará lista a conseguirnos algún producto que necesitemos
del mercado negro. Ese que ella sabe, quién lo está vendiendo y a un
precio nada caro. Y nos servirá de intermediaria, de forma
"desinteresada" para la compra de un par de zapatos o de un pulovito
de lo más cuqui para el niño. Con eso y su minúsculo sueldo,
Candelaria sobrevive en Cuba.

Clemente el dependiente.
Está afiliado al Sindicato de la Gastronomía y por eso viste de camisa
blanca, lacito no anudado que le cuelga del abierto cuello y
pantalones negros. Pasa su tiempo tras el mostrador de un local que
hay en la esquina y que en otro tiempo fue una cafetería. Hoy no
sabemos lo que es, pues su oferta es variada, esporádica y cambiante,
como su horario de apertura. Lo único que siempre hay son cigarros, de
los de a siete pesos la cajetilla. También, la mayor parte de las
veces, está Clemente; aburrido, lánguido, displicente, él no se apura
por nada, tiene un andar de cámara lenta en película de suspenso. Su
sonrisa burlona parece satánica, cuando contesta a la demanda del
desorientado, con un <No hay nada, Fiera>, que parece copiado de
Humphrey Bogart. En el local sobrevive, no se sabe cómo, un viejo
refrigerador comercial de cinco puertas. De él se sirve Clemente para
guardar misteriosos objetos. Pero, evidentemente, no sirve para
brindar agua fría. Eso, si hubiera vasos y algo con qué fregarlos.
Clemente se pasa la mayor parte del tiempo sentado tras el mostrador;
pero, las eventuales veces que tiene algo más que cigarros en venta,
entonces se mantiene, como oculto, en la trastienda. De allí hay que
esperar que él emerja, con su lento andar. En el ínterin se habrá ya
formado una cola. Y esto parece irritarle, pues sale ya de mal humor y
comienza a despachar al segundo o tercero de la fila, nunca al
primero. Eso lo hace, seguro, para castigar al que llegó a
importunarle demasiado temprano, pues es evidente que se ocupaba de
cosas más importantes, en la trastienda, que atender al público. Pero,
bueno, como ya dije, esto pasa pocas, muy pocas veces. Para esas raras
ocasiones, en que su establecimiento está ofertando algo, Clemente ha
acuñado una frase de exquisito trato gastronómico:
-¡Te tienes que esperar, Chévere!
Aparte de cumplir rigurosamente la orden, usted deberá concurrir a
comprar lo que haya con el dinero justo, pues allí no existe vuelto o
cambio en menudo con qué devolverle la diferencia. A pesar de su poco
contenido de trabajo, Clemente no suele quejarse; ni de su bajo
salario tampoco. A él parece alcanzarle y sobrarle, pues gasta a trote
y moche, no se cohíbe de ningún gusto, tiene una tremenda cadena de
oro y usa un reloj Seiko que vale una fortuna.

Ferrer el chofer.
Es una variedad de la especie anterior, pero motorizada. El conduce un
auto que cree suyo, cuando en realidad es sólo su chofer. Con el
mismo, debería dar servicio a un centro de trabajo o a un jefe que
tiene carro propio. Pero, Ferrer dispone del automóvil para su
exclusivo uso y abuso. A pesar de ello, algunas veces consiente en
realizar con "su carro" alguna que otra gestión de la Empresa.
Sus semejanzas con Clemente radican en que ambos se sienten poderosos,
disponen de ese poder y miran con altanería a los que dependen de
ellos. Sus diferencias son que Ferrer no pertenece a Gastronomía,
aunque eventualmente trafique con fiambres y otras chucherías. Además,
es más difícil de localizar que Clemente, pues dada su movilidad, casi
nunca se sabe dónde está. Ferrer parece tener tremenda ascendencia
sobre su jefe, que le otorga su confianza y enorme libertad de acción.
Esto, aparte de sus numerosas relaciones externas, lo hacen un tipo
utilísimo en relaciones públicas. A través de él se puede conseguir lo
mismo un puerco, que diez litricos de gasolina; un cake para el
cumpleaños de la niña o aquella pieza del motor de un Lada, que ni en
los centros espiritistas podrán decirle dónde encontrar. Es
conveniente que, dondequiera que lo encuentre, procure usted hacerse
amigo de Ferrer. Eso sí, no olvide que es como un electrón libre. Si
llega a ser su jefe... ¡No trate nunca de controlarlo!

Marcial el intelectual.
Es una especie rara y escasa. Pero es de suponer que fueron abundantes
y disminuyeron no por extinción, sino por emigración. Al triunfo de
1959 trataron en forma masiva de asentarse, se pusieron a dar consejos
públicos y hasta se dieron el lujo de discrepar. De ellos sobrevivió
Marcial, que fue más cauto y discreto. Y ahora le va bien.
Como todos ellos, Marcial se pasó todo el tiempo que duró la lucha en
un exilio que nadie le impuso. Bien podía estar estudiando en Yale o
trabajando como periodista en Venezuela, o vacilando una bohemia en
París. También pudo pasar aquellos tiempos de peligro, a buen recaudo,
dedicado a estudios profundos de teología y oratoria en la apacible
tranquilidad de un seminario o disfrutando de una jugosa beca en Roma.
A diferencia de sus congéneres, Marcial volvió de allá sin hacer ruido
y se puso a trabajar con dedicación, asombrando de cuando en vez a la
alta dirigencia con su modestia -de la que hacía gala- y con su
amplia cultura exhibida a través de la verborrea de una facundia
apabullante. Se dejaba arrastrar a la tribuna sin disgusto y allí, sin
ser vocero gubernamental, exponía con locuacidad los argumentos
oficiales. Como siempre se dejó llevar, un día lo condujeron a la
cátedra universitaria o a la representación diplomática. Y allí está
ahora, muy bien situado, Marcial, el intelectual.

Baldomero el bisnero.
Bisnero es un cubanismo formado por la fonética de la palabra inglesa
"business". El vocablo se utiliza para denominar a esta especie, que
vive del negocio turbio. Lo he dejado para los finales, porque es el
más cromático y omnipresente de los tipos post-revolucionarios.
Recuerda ciertas viejas especies ya desaparecidas, con las que debe
tener algún parentesco genético. Hoy es un cruce de mago y especulador
y se le encuentra como suministrador universal. Baldomero vende hasta
cajas de muerto. No se le confunda con el traficante eventual. Aquel
que consiguió un "conecto" y está vendiendo unas cositas de la
"shopping". Baldomero tiene sus propias fuentes de abastecimiento, a
veces más surtidas que esos comercios recaudadores de divisas. Él lo
mismo oferta botellas de aceite comestible, que paquetes de café
Cubita, que laticas de cerveza y por supuesto, a un precio más bajo
que el oficial. ¿Cómo lo hace? Es un misterio.
Es sabido, que la carencia de harina de trigo hace imposible aumentar
la cuota racionada de pan, que es de 80 gramos per cápita. (En
Leningrado durante el bloqueo nazi era de 100 gramos). Pues bien,
Baldomero, sin ser mago, comenzó suministrando todo el pan que le
pidieran. Eso sí, a peso la pieza que costaba cinco centavos por la
libreta. Después, cuando se "liberó el pan paralelo" y se autorizó la
elaboración de alimentos por cuenta propia, se hizo cargo de abastecer
a todos los fabricantes de pizzas, que suman miles solamente en la
Capital. Y eso que la importación de harina no ha aumentado. Ni la
cuota racionada de pan tampoco.
Cuando Baldomero es pequeño, se le puede hallar a la entrada de las
"TRD", ofertando las cervezas y galleticas que venden adentro, pero a
un menor precio. Cuando crece, hace sus entregas a domicilio, pues
posee o un Lada o una moto de último modelo. En los ejemplares de más
tamaño, se puede encontrar un mayor grado de organización; pues suelen
contar con sus propios empleados y distribuidores. Y ya de tallas
extras, recuerdo los que comercializaron camiones pipas de aceite
comestible, rastras de cemento, o un contenedor completo, lleno de
cajas de cervezas; o el que suministraba trompos-concreteras repletos
de hormigón. Claro, que estos son especímenes excepcionales, que
cuentan con transporte pesado, grúas, etc.

Olegario y su enfermedad profesional
Sólo miraba arriba y abajo alternativamente. Hacia lo alto, temeroso
de que el techo le cayera encima y lo pulverizara. Para abajo, alerta,
en procura de que no le serrucharan el piso. Y como únicamente estos
dos puntos acaparaban su atención, era incapaz de ver lo que le
rodeaba. Así terminó con un tortícolis severo, Olegario, el
Funcionario.

Sinesio o Sí-necio, el del sí permanente.
Desde chiquito le enseñaron a decir "sí"; al principio lo hacía por
obedecer a sus padres, luego se destacó en la Escuela porque complacía
al maestro y el resto del aula no lo podía ver ni en pintura. De esa
forma se fue destacando cada día hasta llegar a ser "ejemplo" de
obediencia y disciplina. Por ello fue seleccionado para estudiar en un
Instituto Especializado y allí se graduó como Comunicador Social. Hoy
lo podemos encontrar como periodista en cualquier órgano de prensa,
donde se sigue destacando por su oficialismo incondicional. Se le
puede identificar por sus escritos, donde siempre "demuestra" que el
gobierno tiene la razón y que el culpable es el indisciplinado pueblo
con su pérdida de valores. También es identificable por el tic
nervioso que le hace bajar y subir la cabeza en rotundo gesto
afirmativo. Esta compulsión le valió que su imagen la copiaran para
fabricar muñequitos, de los que se pegan en el parabrisas y se van
moviendo al compás del vehículo. ¡Únicamente así, se vuelve simpático!


Desde Regla, como siempre, octubre 20 de 2014
(*) Estos textos, pertenecen originalmente a "INSTRUCCIONES PARA
SOBREVIVIR EN CUBA", un libro que escribí en 1998 y que no llegó a
publicarse, como casi toda mi obra. Como ven, conservan frescura y
actualidad, por eso los reproduzco y amplío, porque son
"actualizables".



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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