jueves, 9 de octubre de 2014

DEL COMUNISMO AL ANARQUISMO

-- DEL COMUNISMO AL ANARQUISMO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

El mío fue, sin dudas, un tránsito largo y doloroso; sembrado de dudas
marxistas, las del verdadero Marx, quien nos propuso dudar de todo, en
primer lugar de nosotros mismos. Como a la mayoría de nuestro pueblo,
me envenenó la propaganda yanqui, aquella que pintaba a los comunistas
como opresores, enemigos de todo el "mundo libre", que aspiraban a
dominarlo bajo su dictadura y a convertir cada país en "satélite de
Rusia". A esta propaganda contribuyeron los comunistas del patio, con
su política de continuas equivocaciones y su insistencia en la
"dictadura del proletariado"; no eran tiempos de hablar de dictadura
alguna, cuando vivíamos bajo la dictadura batistiana. No era el
momento de incitar a la huelga general, cuando era la hora de los
tiros.
No obstante, después que triunfamos, Fidel logró convencerme, como a
muchos, de mi ignorancia y comencé a apertrecharme de una "nueva
ideología". Una ideología que fuera más allá del "humanismo" que
proclamábamos como programa y doctrina. Así comencé a estudiar
Filosofía y Economía Política, donde descubrí verdades insospechadas.
Cursé las EBIR (Escuelas Básicas de Instrucción Revolucionaria) y fui
subdirector de una de ellas). Me bebí los manuales y en pocas
palabras: me convertí en un convicto y confeso comunista. Pronto me
percaté que "mis profesores" tenían una pobre formación marxista, que
apenas conocían los escritos del sabio alemán y que limitaban sus
conocimientos a un superficial recorrido por "el material orientado".
¡Aquellos catequizadores, apenas conocían el catecismo! Su versión
bíblica había sido modificada en Moscú. ¡Y no dominaban ni siquiera
esa!
Inexplicablemente, los comunistas veteranos, aquellos con quienes
compartimos el poder por el cual no habían luchado, usaron ese poder
para segregarnos y comenzaron a mirarme con suspicaz desconfianza,
como a todo elemento que no proviniera de sus filas. El sectarismo
campeó por sus fueros, cualquier duda o discrepancia era tomada como
una "debilidad ideológica" y fuimos muchos los postergados, preteridos
y aplastados. Pero, "pasó el tiempo y pasó un águila sobre el mar",
vinieron los desengaños: los que creíamos comunistas eran
sencillamente estalinistas, seguidores de quien había secuestrado la
revolución bolchevique y la había pervertido en beneficio de su poder
absoluto. Trotsky no era ni renegado ni traidor, era simplemente la
cabeza de una facción discordante y por lo tanto, no admitida. Por
rechazo a Stalin, casi me vuelvo trotskista. Pero ambos, Stalin y
Trotsky proclamaban lo mismo: exaltar a una clase para que sojuzgara a
las otras. Y si la burguesía había sido liquidada en lo interno,
¿contra quién ejercer entonces la dictadura? Una verdad terrible se me
reveló: habíamos visto nacer la dictadura de un partido que
tiranizaría al proletariado. Postergaron así la abolición del Estado
para la etapa siguiente y se quedaron indefinidamente en la transición
al socialismo; en la que el Estado totalitario, en lugar de
extinguirse, se fortalecía mediante el monopolio y la represión. La
pesadilla de Orwell amenazaba ser el futuro de la humanidad. Dos años
de permanencia en Moscú, me permitieron ver en la práctica la
deshumanización del sistema. Entonces, leí a Rosa Luxemburgo, a
Gramsci y a otros comunistas, hasta llegar a Malatesta, a Theodor
Adorno y a Chomsky. Para reafirmar las verdades de estos pensadores,
el "socialismo real" se desplomó, como los ídolos que tienen pies de
barro. Fue cuando, totalmente convencido por la Historia, abracé el
ideal anarquista. Es imposible delegar en un grupo minoritario y
selecto la toma de decisiones que afectan a todos. Si todos no
participamos en el gobierno, nunca tendremos gobierno "con todos y
para el bien de todos". Sin embargo, esa participación solo será
alcanzada mediante la educación del hombre, cuando se le prepare para
autogobernarse con absoluto respeto al derecho de los demás. Mientras
este ideal no se realice, todo gobierno no será más que el dominio de
un grupo sobre la sociedad.
Desde Regla, donde todavía nos llama aquella campana de Carlos Manuel,
la que sonó un día como hoy, hace 146 años. Octubre 10 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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