lunes, 5 de agosto de 2013

TRES HEROES

TRES HÉROES
Por Jorge C. Oliva Espinosa

"Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en
sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza
terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es
robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de
hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son
sagrados. Estos tres hombres son sagrados:" Así escribía Martí en su
artículo "Tres Héroes". El gigante maestro se refería a Bolívar,
Hidalgo y San Martín. Yo tomo el título de aquel trabajo de "La Edad
de Oro" para hablar de tres modestos héroes cubanos; los tres pelearon
por nuestro decoro en la última gesta, la culminada en victoria un
glorioso amanecer de enero; solo uno de ellos pudo contemplar aquella
alborada, los tres vinieron en el Granma y el que sobrevivió acaba de
fallecer. Ellos son: Carlos Israel Cabrera (Cabrerita), Antonio (Ñico)
López y Calixto Morales. En distintos momentos y circunstancias, la
vida me dio la suerte de tratarlos y compartir con ellos luchas,
afanes y sueños comunes. Hoy los evoco con la misma reverencia con que
Martí calificó de sagrados a tres héroes de nuestra Gran Patria
Americana. Por martianos y porque lucharon por rescatar la libertad
que nos había robado un tirano, estos tres cubanos son también hombres
sagrados.

"Cabrerita"
A raíz de la muerte de Chibás y ante al golpe del 10 de marzo, las
huestes de su Partido se dividieron. Prevalecieron dos tendencias
encontradas: una aceptaba la convocatoria a elecciones, librada por
los usurpadores para 1954 y representaba a la fracción electoralista,
la otra a la abstencionista. Debido a ello, en el barrio de La Punta,
existían dos Liceos Ortodoxos, el de la calle Prado y el de la calle
Consulado. Este último a dos puertas del número 20, casa que habité
desde niño hasta que ya adolescente la abandoné. Fue en ese Liceo de
la ortodoxia donde una noche conocí a Carlos Israel Cabrera
(Cabrerita). Con él compartí ideas, análisis de la situación política
que se vivía, poemas y batidos en la "caficola" del doblar, por
Refugios, al lado de donde vivía Gerardo Abreu. Cabrerita tenía
domicilio en lo que hoy es Centro Habana, de allá lo trajo a nuestro
barrio, su amigo más cercano, Miguel Pedraza. Éramos un grupo de
jovencitos que nos asomábamos a la vida, con una gran carga de
idealismo y que habíamos comenzado a leer a Martí. Fue Cabrerita quien
me habló del otro Liceo, el de Prado y me dijo que allí se reunía
gente más dispuesta a la acción insurreccional, opción en que ya
habíamos probado decepciones y fracasos. Contactos y acercamientos a
distintos personajes, todos visitantes de aquellos locales, nos
hicieron abandonar nuestra visión maniquea. Tanto un Liceo como el
otro, era frecuentado por hombres valiosos, por farsantes, por
politiqueros y por alardosos que llamábamos "postalitas". Así
conocimos a un Marcos Bravo y a un Ñico López. A mediados de 1954 tuve
que mudarme de barrio y de provincia para conservar la salud, no fui
el único que se vio obligado a ello y el grupo se dispersó. Gerardo,
ya "Fontán", se sumergió en la clandestinidad, Mayito Gil se fue a
vivir con su novia, Juanito López se exilió en México y Cabrerita fue
a parar a Matanzas como maestro de una escuela primaria. En 1959,
volví a ver su rostro, ya por siempre juvenil, con aquella sonrisa
medio socarrona del que sorteó la pobreza, desafió el peligro y burló
la muerte. Me contemplaba desde las páginas de un álbum con las fotos
de los 82 expedicionarios del Granma. Había caído el 5 de diciembre de
1956, en el combate de Alegría de Pío.

Antonio (Ñico) López
Algunos se referían a él como "Ñico Siete Pisos", por lo alto que era.
Nosotros no, nuestro grupo lo escuchaba fascinado y lo tuvimos como
nuestro mentor y árbitro cuya justeza acatábamos. No era estudiante,
nos dijeron que era carnicero por allá por la Plaza de Marianao, pero
de Martí sabía más que todos los que por entonces nos la dábamos de
estudiosos martianos. Dirigió muchas veces nuestras tertulias en
Prado, de donde emigrábamos hasta el Parque de los Enamorados, para
continuarlas allí con apetencias de noctámbulos. En esas veladas
esclarecedoras, Ñico era la luz que nos guiaba. El 26 de julio de 1953
dirigió el asalto al cuartel de Bayamo, pudo escapar del cerco
asesino, sin ser fichado y con modestia sin par nos relató la causa
del fracaso. Más tarde emigró, volvió a bordo del Granma, sobrevivió a
la dispersión de Alegría de Pío y el día 8 de diciembre fue asesinado
en Boca del Toro.

Calixto Morales
Fue a fines de 1959 o principios del 60. La gran fábrica de cabillas
"Antillian Steel Co.", (Antillana de Acero) había sido intervenida por
el Gobierno Revolucionario. Como interventor fue nombrado el Capitán
del Ejército Rebelde Calixto Morales. Entonces lo conocí y tuve
oportunidad de trabajar como uno de sus colaboradores en aquella
tarea. La "Antillana", como ya se conocía, centro de trabajo para más
de quinientos hombres, era junto a la textilera "FACUTE" y la
cervecería "Modelo" una de las mayores fábricas de El Cotorro. El
movimiento sindical había sufrido la perniciosa labor de zapa de una
patronal astuta y de una dirección prejuiciada y claudicante. La lucha
de clases encendía los ánimos en un ambiente laboral ya caldeado por
las altas temperaturas del acero fundido y se hacía, a ratos,
violenta. Los que constituíamos el entonces llamado "Núcleo
Revolucionario" nos aprestamos a combatir y ganar para la revolución a
una masa confundida por la demagogia y el oportunismo. Así, cerramos
filas junto al interventor y apoyamos la labor que le habían
encomendado. Éramos un reducido grupo y teníamos en contra nuestra a
una gran mayoría de los obreros, a casi todos los empleados de oficina
y a la totalidad de sus dirigentes sindicales. Para hacer más difícil
la tarea, estaba el Presidente y principal accionista de la entidad
intervenida y su "personal de confianza", dedicados a una continua
labor quintacolumnista que iba desde la propagación de rumores hasta
el abierto acto de sabotaje. Eran tiempos de dedicación total y muchos
de nosotros vivíamos y dormíamos dentro de la fábrica. No hacíamos
otra cosa que seguir el ejemplo del Interventor que, en el despacho
del Presidente de aquella empresa privada, armó la cuna de su hijo y
situó allí su hogar.
Aquel oficial rebelde había sido maestro en su natal Camagüey y fue
otra vez maestro para muchos de nosotros. Fue uno de los 82
tripulantes del Granma, con una hernia discal integró la columna
invasora del Che y terminó la guerra en Las Villas, provincia de la
que fue Primer Jefe Militar. Su figura, con tintes legendarios,
imponía: barbas serranas, uniforme de campaña -por lo general viejo y
sudado-, pistola al cinto, dos granadas colgantes de su camisa y la
boina guerrillera donde brillaban las insignias de Capitán. Su voz, de
timbre ronco, trasmitía emoción y convencimiento, fe y entusiasmo.
Muchas veces se encendía su verbo con ropajes poéticos y Martí se
hacía presente en sus citas y respaldos. Lo oí esclarecer a los
trabajadores con el mensaje revolucionario de la verdad, rescatar a
los confundidos y desenmascarar a los enemigos encubiertos. Un día
presencié cómo protagonizaba una extraña escena: hablaba con alguien
por teléfono, su participación en el diálogo se limitaba a asentir y a
cortas afirmaciones donde repetía "Sí, comandante... Sí,
comandante... Sí, comandante...". Lo único que variaba era el tono,
cada vez más compungido. Al final lo convirtió en sollozo y contemplé
una lágrima bajar por sus curtidas mejillas. Luego supe que hablaba
con el Che y que éste lo reprendía. El episodio ilustra la dureza con
que el jefe guerrillero sabía llegar a lo más profundo y sensible de
sus hombres. Calixto Morales era un hombre del Che. Hace unos días se
publicó la noticia de su fallecimiento, ya octogenario pero siempre
combatiente, héroe nuestro, y por martiano, como Cabrerita y como
Ñico, hombre sagrado. En ellos, "va un pueblo entero, va la dignidad
humana. Esos hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados:"

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Agosto 4 de 2013


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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