lunes, 12 de agosto de 2013

LOS ANARQUISTAS

LOS ANARQUISTAS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Los anarquistas han acumulado desde siempre una mala fama. La cosa
comenzó cuando Marx hizo expulsar a Bakunin de la Internacional y
excomulgó a sus seguidores; hasta ese momento, Bakunin era un
comunista más. Desde entonces, el adjetivo anarquista sirvió para
designar al enemigo de todo poder; alguien pernicioso, a quien se
debía temer. Proudhon, en 1840, fue el primero en llamarse anarquista
en un sentido positivo. Más tarde Kropotkin y Malatesta, dentro del
anarquismo, desarrollaron el "Comunismo Libertario" en oposición al
centralismo estatista defendido por la corriente marxista.
Evidentemente, Marx tenía a los anarquistas como peligrosos
contendientes, a los que debía combatir. En ese contexto, respondió
airado con su "Miseria de la Filosofía" (1845), a la obra de Proudhon
titulada "Filosofía de la Miseria" (1844). Los anarquistas propugnaban
la abolición del Estado, en ese punto coincidían con los comunistas;
pero no aceptaban la dictadura del proletariado como etapa de tránsito
para alcanzar una sociedad sin clases. Ellos tenían un proyecto más
expedito, a más corto plazo. Como abogaban por la desaparición de todo
poder, se entendió que Anarquía era sinónimo de desorden y caos. "¿Se
imaginan un país sin gobernantes? En ausencia de una autoridad,
reinaría el desorden y el caos; sería la debacle, la catástrofe; la
vida se volvería imposible en una sociedad donde cada cual hiciese su
voluntad. Sobrevendría, en resumen, la anarquía." Este pensamiento se
acuñó como verdad aceptada por todos y anarquía fue equivalente a
desorden.
Si el hombre aprendiera a vivir sin necesitar de alguien que lo
gobernara, a los que ejercen el gobierno les esperaría el desempleo.
Por ello, los gobernantes coinciden con los marxistas en su condena al
anarquismo. Así, los anarquistas han tenido en su contra a los
poseedores y a los desposeídos; a los que detentan el poder y a los
que luchan por alcanzarlo. Esta alianza de enemigos tan opuestos, fue
suficiente para sepultar al anarquismo bajo una capa de descrédito. En
eso llegó Stalin y por su ambición de conservar el poder, metió en el
mismo saco a leninistas, trotskistas, anarquistas y a todos los que se
le opusieran. En la guerra civil española, los anarquistas cargaron
con la culpa de la derrota. En cada lugar, como se oponían al Estado y
el Estado era la representación de la patria, los marcaron como
antipatriotas. Pero en este mundo revuelto, ha llegado la hora de
hacerle justicia a la anarquía y a los anarquistas.
Para empezar, Bakunin suponía que el individuo alcanzaría el necesario
desarrollo de su conciencia social, para no necesitar de gobierno.
Cada uno sabría lo que debía y lo que no debía hacer dentro de una
sociedad regida por la equidad y la justicia; dentro de esa sociedad
idílica todo sería armonía. En esto, se le pudiera señalar un exceso
de idealismo, si no creyéramos en la capacidad de superación del
hombre. Quizás con Bakunin y su doctrina, haya que hacer lo que Marx
hizo con Hegel y su dialéctica idealista: voltearlo, porque está de
cabeza y ponerlo al derecho. Así debería entenderse que Anarquía no es
la ausencia de gobierno, sino un sistema donde todos sean gobernantes;
donde el conglomerado social no delega las funciones de gobierno en un
grupo especializado, sino que otorga a cada ciudadano el derecho a
gobernar. Es decir, un sistema donde todos seamos gobernantes y, como
tales, participemos en las decisiones de gobierno. Si es así, quisiera
ser el primer cubano en declararse anarquista.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Agosto 13 de 2013



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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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