miércoles, 14 de agosto de 2013

RECUERDOS DE MALANGA

RECUERDOS DE MALANGA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Comienzo con una ineludible rectificación; El choque de aquel
aventurero, el más grave, fue con Delio Gómez Ochoa, entonces en el
cargo de Administrador de la Facultad. Luis Blanca ya no trabajaba con
nosotros, pues había tenido otro choque con un anterior decano a quien
apodábamos Míster Magoo (el personaje cegato de las tiras cómicas y
dibujos animados). Como ven, hemos tenido varios personajes
interesantes colocados en la silla de mando, y para muchos de ellos
fuimos una verdadera pesadilla. No, no era tarea fácil dirigirnos.
¡Honremos siempre la Verdad!
Cumplido el deber de rectificar, pasemos a ocuparnos de "Malanga,"
quien pudo recitar como suyos aquellos versos del Tenorio: "Yo a los
palacios subí/yo a las cabañas bajé/y en todas partes dejé/memoria
amarga de mí/." Porque su vida transcurrió de farsa en farsa, de
engaño en engaño, siempre haciendo el mal. Ya Newton Briones comprobó
que fue el mismo tipejo que se erigió como tremebundo fiscal de la
revolucionaria Rita Vilar; que fue su inquisidor implacable. Yo siento
que es necesario recordarlo y recordar el repugnante rastro que dejó
tras sí este tunante. Y no es por venganza. Ya, por edad debe haber
muerto allá, donde seguro se fue a refugiar, al vertedero miamense,
porque aquí ya no le quedaba nadie a quien engañar. No es tiempo ya de
pasarle la cuenta, pero me embarga una preocupación terrible: que su
asqueroso quehacer pueda reencarnarse en otros "Malangas". Persisten
las condiciones que lo originaron, hay terreno propicio y no faltarán
agricultores que lo cultiven. Ese es el motivo de mi insistencia en
hablar de este patético monstruo. Monstruo que "alguien" poderoso creó
y protegió, abrigándolo como el agricultor cuida de una plantica para
que crezca...
Hoy les traigo a mis lectores, una pequeña muestra de los incidentes
en que se vio envuelto nuestro "Malanga". Son episodios al parecer de
un sainete, porque están envueltos en una atmósfera ridícula,
trágico-cómica. Aquí se los cuento:

Sigue muerta
Un profesor tenía a su madre muy grave y avisó que por dicho motivo no
asistiría al claustro citado. Malanga le dijo que estaba completamente
justificado. Cuando el Profesor volvió a su trabajo, al cabo de unos
días de ausencia, Malanga se interesó solícito por el estado de la
enferma. El Profesor, abatido, le respondió que su madre había
fallecido. Malanga le dio "su más sentido pésame". Pero, al cabo de
unos días, al encontrarse en un pasillo con el citado profesor, volvió
a preguntarle con igual y fingida solicitud: ¿Cómo sigue su madre? El
Profesor tomó como una pifia de la memoria del inefable Decano y le
recriminó suavemente: Decano, el otro día le dije que mi madre había
muerto... Malanga no se alteró, se recompuso rápidamente y respondió:
Es verdad, chico, disculpa mi falta de memoria, es que ustedes son
tantos y tantos los problemas que tengo que resolver, que me falla la
memoria... Pero parece que la memoria no le fallaba, porque no puede
fallar lo que no existe y antes de las 72 horas volvió a preguntarle
al cuitado profesor, haciéndose el atento: ¿Cómo sigue su señora
madre? A lo que respondió el profesor: Ella sigue muerta.

Malanga quiere ser como Chomy
El Rector José M. Miyar Barruecos dejó en la Universidad un grato
recuerdo. Fue siempre atento, sencillo, asequible y cordial, e hizo
gala de una memoria de archivo. Chomy, como con cariño le llamaban sus
allegados, nos conocía a cada uno y nos saludaba por nuestro nombre.
Esto ejercía una influencia positiva, pues elevaba la autoestima de
cada profesor que se sabía conocido y reconocido por su Rector.
Malanga se enteró de la merecida fama y prestigio que había gozado
Miyar Barruecos entre nosotros y quiso emularlo. Pero le faltaba todo
lo que a Chomy le sobraba, entre otras cosas la memoria. El resultado
de sus esfuerzos fue la burla general que le hizo el joven profesorado
de la entonces Escuela de Ingeniería Mecánica. Cuando alguno de
nosotros era saludado por Malanga y nos llamaba por el nombre de otro
compañero, le rectificábamos de inmediato: "Perdone, Decano, pero yo
no soy fulano. (Pero no nos identificábamos). Él seguía insistiendo:
"Ah, es verdad, tú eres mengano". A lo que volvíamos a negar: No,
Decano, no soy mengano. Y así seguíamos sin decirle quiénes éramos.
Algunos compañeros llevaron la burla hasta la décima pregunta. Porque
él seguía insistiendo, empeñado en adivinar la identidad del
interpelado. Todos, al final, le cortábamos con un cortés:
"Discúlpeme, Decano, tengo que entrar en clase". Y lo dejábamos,
tratando de saber quién demonios éramos. Porque en realidad, para
Malanga, éramos unos demonios.

Una Clase Magistral
En casi todas las escuelas que componían nuestra Facultad de
Tecnología se impartían materias y disciplinas relativas a la
organización, ya sea del trabajo en sí, de las investigaciones, de una
obra y su administración, etc. Pero en la Escuela de Ingeniería
Industrial se hacía especial énfasis en esta materia e incluso se le
dedicaban asignaturas independientes como la Organización del Trabajo,
Economía para Ingenieros y la Organización de la Producción. Esto
parecía ignorarlo Malanga, pues lleno de entusiasmo se dispuso a
brindarle al Consejo de Dirección de la Facultad, una clase magistral
cuyo tema era, precisamente, la organización. El conferencista, por
supuesto, era él.
Al abrir la sesión, aquel payaso entregó a cada asistente un juego de
plumones de distintos colores. Inmediatamente, subió al estrado y dejó
pasmado al auditorio con su concepto de organización. En su
microcefalia, con plumones de colores se resolvían los problemas y se
organizaba el trabajo. Así, explicó que los asuntos urgentes debían
marcarse con el color rojo, para darles atención inmediata. Los que se
pudieran resolver dentro de la semana, debían marcarse en verde y los
que se pospusieran para fechas no cercanas en amarillo. De esta forma,
dictaminó categórico, podrán organizar sus trabajos y serán más
eficientes. Acto seguido, reiteró el uso de cada color. Con ello dio
por concluida aquella "Clase Magistral" con la cual quiso
organizarnos...

Si algunos de mis lectores, creen que todo lo anterior son
maledicencias mías o episodios inventados por mí, les invito a
comprobar mi testimonio. Todavía quedan en el país muchos Profesores
de aquella etapa, algunos incluso siguen en activo. Ellos pueden
corroborar lo cierto de lo que aquí dejo escrito y hasta quizás
aporten otros episodios que he olvidado.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Agosto 14 de 2013


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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