lunes, 19 de agosto de 2013

LUCES Y SOMBRAS (1)

LUCES Y SOMBRAS (1)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Toda figura está compuesta de luces y de sombras. Las luces y aun las
sombras, poseen matices. Esto sucede con los hombres y con los hechos
en que participan, pues parece que la vida es la resultante de
múltiples contrastes. El que desee tener una visión lo más cercana a
la realidad, debe tener en cuenta esta composición, siempre presente
en hombres y actos. Los apologistas verán solo las luces, los
detractores nos darán una visión siempre oscura, pues resaltaran
únicamente las sombras. Tanto apologistas como detractores serán
incapaces de brindarnos una versión fiel, unos y otros se empeñan en
deformar la realidad; la hacen víctima de sus parcialidades y
pasiones.
Lo anterior adquiere especial importancia cuando se trata de la
historia y los historiadores. La historia requiere de rigor al
contarla. Las generaciones futuras nos juzgarán muy severamente si
perciben que le hemos manipulado este presente que será el pasado de
ellos; un pasado que despertará el interés de futuros historiadores.
Ellos descubrirán cualquier superchería que se cometa ahora.
Ahora bien, cada historiador redacta en un contexto y circunstancia.
Está sujeto a presiones y a intereses, tanto propios como de grupos de
poder. Si se decide a jugar el papel de "oficialista" no escribirá
otra cosa que lo "conveniente, lo publicable", será un historiador "de
éxito". Si, por el contrario, obedece a sus pasiones y adopta una
actitud crítica, recibirá el calificativo de herético; tratarán de
ignorarlo, desaparecerlo, será el maldito autor de historias
apócrifas. Como todo cuestionador, será considerado "un enemigo de la
fe necesaria". Claro que estos dos casos son los extremos. Existen
también los investigadores acuciosos, los que han decidido pegarse a
la verdad descubierta, morir combatiendo al lado de ella, "como el
último peleador"; estos acotarán en sus relatos la suma de luces y
sombras, afrontarán el riesgo de ser considerados sacrílegos
socavadores de altares, serán los que, en definitiva, asuman la tarea
peligrosa del Historiador. En la historia de esta isla rebelde e
irredenta, los contrarios aparecen de continuo. Frente a
desprendimientos y sacrificios supremos, la ruindad más repudiable; a
la altura de principios y a la dignidad plena, harán contrapunto la
infamia y la bajeza. Después de estas disquisiciones teorizantes,
quiero concluir con un ejemplo concreto.
Me preguntaron por el personaje que se brindó para fusilar a Máximo
Gómez y por el contexto en que lo hizo. Respondí de inmediato que
había sido Salvador Cisneros Betancourt, Marqués de Santa Lucía,
personaje lleno de luces y sombras, patricio y patricida. Camagüeyano
de prosapia ilustre, con título de nobleza y cultura de caballerizo;
alzado por nuestra independencia desde 1869 hasta el ocaso de su vida,
cuando en la asamblea constituyente, acogotada por el interventor
yanqui, votó en solitario por el rechazo a la enmienda impuesta como
apéndice infamante. Un hecho arroja sobre su figura tenebrosas
sospechas acerca del trágico desenlace de San Lorenzo: el detalle de
que un antiguo esclavo suyo haya sido el delator del refugio del Padre
de la Patria. El mismo Marqués que, trasmutado en ciudadano de nuestra
República en armas, hiciera blanco de su racismo a los Maceo.
Pues bien, se debatía en la Asamblea de Santa Cruz la solicitud de
empréstito destinado al licenciamiento del Ejército Libertador; Máximo
Gomez se oponía a que se contrajera semejante deuda con el vecino
poderoso que ya aherrojaba la Patria. Su visión de caudillo militar no
se avenía con igual visión política. A su vista de águila como
estratega se oponía una severa miopía como estadista. Así, Gómez no
comprendía que si el gobierno norteamericano accedía al préstamo, de
facto estaba reconociendo a los órganos de la República aún no nacida.
Entre los representantes del gobierno cubano y el Generalísimo, no
existía la comunicación necesaria para actuar de consuno, y el choque,
alimentado por rencillas anteriores y viejos rencores, fue inevitable.
El enconado debate determinó la destitución de Gómez como General en
Jefe y la posterior disolución de la asamblea que lo destituyó. Y fue
en esa ocasión, cuando se debatía la sanción a imponerle al caudillo
indomable, donde Salvador Cisneros Betancourt se ofreció para
fusilarle. Este ejecutor voluntario de una sentencia que nadie se
atrevió a dictar, es el mismo personaje que en 1906 llevó un ramo de
flores, como desagravio postrero, a la tumba de Carlos Manuel de
Céspedes. En el libro "El Diario Perdido" (2) de Eusebio Leal, página
53 aparece la foto que testimonia el hecho. Para que nadie se
escandalice con mi artículo de hoy, cierro con una sentencia extraída
de la misma página de la obra citada; cita que considero válida para
todos los tiempos y en especial para este que estamos viviendo:
"Es mal servicio el que se presta a los pueblos cuando se les oculta
por temores pueriles o por espanto ante las consecuencias probables,
los hechos históricos."

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Agosto 19 de 2013

(1) Este artículo se lo dedico al misterioso personaje nombrado "El
Francotirador del Cauto", con cuyas opiniones coincido muy
frecuentemente.
(2) Leal Spengler, Eusebio: "Carlos Manuel de Céspedes, El Diario
Perdido", Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1994



--
________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario