miércoles, 31 de octubre de 2012

YO, TU, NOSOTROS

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Desde un temprano amanecer, se generalizó entre los cubanos el
conjugarlo todo en primera persona del plural. Quizás fue la furia
iconoclasta del recién iniciado la que nos condujo a esa mala
práctica. Forma de hablar, tras la que muchas veces se escudaba quien
pretendía enmudecer nuestra rebeldía e imponernos sus personales
criterios. Así, oímos la voz unipersonal que nos decía: "Nosotros
entendemos que este no es el momento para hacer tu planteamiento".
"Nosotros pensamos que estás demostrando inmadurez y debes superarte".
"Nosotros hemos decidido sancionarte para ayudarte a superar tus
errores". Y ese "nosotros" ocultaba una figura unipersonal acuartelada
en autoridad plural. Pero hoy no voy a tratar de aquella fea costumbre
que todavía lucha por continuar haciendo daño. Hoy me voy a enfrascar
en profundidades mayores. Voy a abordar un tema mucho más abarcador,
por cuanto tocaré categorías de la Antropología, la Sociología, la
Psicología y la Ética. Ramas del saber que, cual raíces, alimentan la
ideología y filosofía que sustento y con las cuales procuro normar mi
praxis. Les aclaro que no soy ni filósofo, ni psicólogo ni sociólogo.
Por lo tanto, me moveré en mi exposición con sumo cuidado, como si
estuviera recorriendo un campo minado. Me apoyaré en mis elementales
lecturas, las que me servirán, cual muletas, para no caer en el
disparate, ese fenómeno que nos envuelve y ya constituye la atmósfera
que respiramos. Comencemos por el "Yo": Los especialistas me dicen que
coexisten dos "yo". El yo individual y el yo social; que entre los dos
se establece una oposición dialéctica que termina sometiendo al
individuo al dictado de la sociedad. Es decir, le exige un
comportamiento que lo inhibe de comportarse como el salvaje que es.
Muy bien. Pero todo eso ocurre cuando hay una sociedad, una sociedad
que se rige por normas aceptadas por la mayoría. Yo quiero ir más
atrás. Observar al hombre en absoluta soledad, en su plena animalidad.
En ese estadio no hay lugar para la ética. Ella surge, precisamente
cuando aparece "el otro". Nuestro hipotético ser se encuentra con "ése
otro," acuerdan de consuno un código de señales que les permite la
necesaria comunicación; percibe en el mismo semejanzas y diferencias
respecto a sí. Y recibe, a cambio, su imagen refleja, la que le
proporciona mayor conocimiento del yo. Son dos subjetividades que
intercambian información, que chocan en apreciaciones diferentes en
busca de la objetividad. Esos choques, llamados contradicciones,
contribuyen a aproximarlos al conocimiento objetivo y al desarrollo de
una nueva entidad. Nace el grupo y el "Nosotros", que intentará
imponer sus intereses colectivos, sobre los del yo y sobre los del
otro, uniformados bajo la etiqueta del interés individual.
Toda esta monserga con que les he agobiado, es archiconocida desde
hace mucho tiempo; ha sido tratada profusamente y con propiedad por
verdaderos científicos, eminentes pensadores que han contribuido al
basamento y desarrollo de las Ciencias Sociales. Entonces, ¿Por qué la
traigo a colación en este artículo?… ¿Por qué, si declaro no ser
especialista, me meto en semejante berenjenal? Ah… Porque Yo soy
cubano (mi yo individual que se ha convertido en social), amo mi
Patria y me preocupa y ocupa su destino. Mientras que, Nosotros (el
grupo social al que pertenezco), los habitantes de esta islita,
empeñados en construir una sociedad más justa, a pesar de contar con
brillantes Historiadores, Sociólogos, Psicólogos, Politólogos y
especialistas probados en las más diversas ramas del saber, nosotros,
los cubanos, ignoramos estas verdades científicas y nos empeñamos en
no reconocer la existencia de "el otro", negamos su identidad y nos
perdemos de enriquecer nuestra práctica social (y enriquecernos
nosotros mismos) con sus críticas. Eso es lo que hacemos, aferrados a
un sistema monopartidista.

Regla, octubre 31 de 2012

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

MALANGA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nombre y apellido de patricio independentista, atuendo militar con
grados de capitán y una cojera, parecían anunciar al veterano de la
Sierra, descendiente de patriotas, patriota él mismo, lisiado por
heridas de guerra. Decían sus acólitos, aquellos que le llamaban con
familiaridad por el diminutivo de su nombre, que era arquitecto. Con
el resto del personal, se mostraba enérgico y exigente, como le cuadra
a un militar y al principio nos engañó con la suma de estas
apariencias. Pero en realidad era un típico farsante y un avispado
oportunista que explotaba la aparente aureola que lo envolvía. Su baja
estatura no era sólo física, se correspondía con la del enano
espiritual que en realidad era. Pero así nos lo enviaron "desde
arriba," a dirigir nuestra Facultad de Tecnología. La que entonces
pertenecía a la Universidad de la Habana. Había venido "de lo alto",
como un paracaidista, y así tuvimos que aceptarlo: Como un enviado del
Olimpo gobernante.
Cuando, en la mega zafra del 70 nos mudamos al Central Guiteras, este
personaje, para vergüenza nuestra, encabezó el contingente
universitario. En los consejillos diarios con la Dirección de coloso
azucarero, con frecuencia sus terribles metidas de pata, y no
precisamente la que tenía más corta, nos hicieron sonrojar. Baste la
siguiente anécdota como botón de muestra: El jefe de máquinas había
acabado de informar, que ese día la molida se había interrumpido por
culpa de "los gallegos"; las así llamadas masas delanteras del tándem
de molinos. Pues nuestro brillante Decano, sorprendió a todos con su
rebuzno: Pidió que le dejaran hablar con dichos gallegos y él sabría
convencerles para que trabajaran bien. Todos nos miramos consternados.
Por suerte, los experimentados trabadores allí presentes, tomaron sus
palabras como un chiste.
Pero entre cielo y tierra no puede permanecer nada oculto. Cuando con
sus desmanes, comenzó a ganarse la repulsión de muchos, algunos se
ocuparon de escudriñar su pasado. Tuvo la poca cordura de chocar con
compañeros que sí habían estado en lo más crudo y fogueado de la
brega, sin hacer alarde después de sus bien ganados méritos. Ellos se
encargaron de buscar su expediente. Lo que descubrieron fue asombroso.
No había tenido la mínima participación en nuestra última contienda,
la que libró todo el pueblo por derrocar al tirano. Lo del uniforme y
sus grados le venía por haber sido Director de un Instituto
Técnico-Militar donde, por plantilla, a ese cargo corresponden las
insignias de capitán. De allí había salido a cajas destempladas. No
obstante, al parecer contó con la protección de algún poderoso, a
quien quizás también engañó. La revelación de su verdadera identidad
le trajo aparejado el mote que se ganó entre nosotros: "Malanga", por
tener "una pata ma-langa que la otra." Con ese nombre pasó a la
historia de la CUJAE, así le conocen todos los que trabajaron allí en
aquellos años duros, de prueba constante, de esfuerzos diarios. Y pasó
el tiempo "y pasó un águila sobre el mar"… Ya la antigua Facultad se
había convertido en Instituto Superior, independiente de la
Universidad y teníamos un Rector acorde al cargo. Las noticias que
entonces tuvimos de "Malanga" decían a lo claro que había hallado el
lugar que le correspondía dentro de la fauna ciudadana: Algunos le
vieron vestido de blanco total, recorriendo las calles habaneras,
predicando la palabra del Señor y anunciando El Armagedón y la venida
del Reino, como Testigo de Jehová. La capacidad histriónica con que
nos engaño, quizás le ganen la vida eterna, la que otorga como premio
su secta religiosa. Lo que sí es cierto, es que, para nosotros, pasó a
la inmortalidad con el nombre de "Malanga."

Regla, octubre 31 de 2012

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

FELIX PECHUGA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

En la antigua Escuela de Ingeniería Mecánica tuvimos un administrador
estrella. Era capaz de resolver los más variados problemas de
abastecimiento; no importaba que los artículos necesitados estuvieran
desaparecidos del mercado, Félix los conseguía. Usaba para su
eficiente gestión de métodos muy particulares, a veces al margen de la
legalidad. Nos asombraba constantemente con sus éxitos, muchos no
aprobaban la manera en que los obtenía, pero todos reíamos de sus
hazañas abastecedoras. Su actividad le había ganado entre nosotros el
cariñoso sobrenombre de "Félix Pechuga", porque "todo lo resolvía a
puro pecho."
Aquel joven era un torbellino, desbordaba hilaridad y energía. Siempre
le veíamos sonriente, sudoroso, apurado en sus continuos trajines. Sin
ser militar en activo, no se quitaba el uniforme verde olivo, portando
como única arma una agenda ajada por el uso. Así lo veíamos trabajando
en el almacén o salir como un bólido, al timón del único vehículo que
entonces tenía nuestra Escuela: un desvencijado jeep del mismo color
que su vestimenta. Traje completo de militar, incluida gorra y altas
botas, además del artefacto ruinoso que manejaba, completaban la
impresión de estar frente a un miembro de nuestras fuerzas armadas, al
que le habían encomendado labores muy especiales. Esa apariencia, la
explotaba Félix a las mil maravillas, con una imaginación febril.
Tenía madera de actor y la ponía en función de habilitarnos de todo lo
que escaseaba y nos era necesario.
Cuando en las demás Escuelas de la entonces Facultad de Tecnología
faltaban insumos en sus laboratorios, o los profesores no tenían
bolígrafos, en la Escuela de Mecánica nunca carecíamos de ellos. Todo
gracias a la labor incansable de Félix. Parecía un mago o un generoso
dispensador aquel torbellino hecho Administrador. Pero sus artes no
tenían nada de mágico misterio. El lograba abastecernos de lo
impensable a base de fanfarronadas. El bluff era su arma y la usaba
con suma eficacia. Fui testigo de unas cuantas de sus balandronadas.
Cierta vez necesitábamos cristalería para el nuevo laboratorio
químico. Félix tomó el teléfono y marcó un número. Cuando
respondieron, me quedé pasmado con la parrafada que soltó. La guardo
en la memoria: "Mira, te hablan de aquí, de la oficina de Celia…
Planes Especiales… ¿Qué Celia va a ser, compañero? Luego pidió, exigió
más bien: "Ponme ahí con el que más manda"; a los pocos segundos
continuó fanfarrón: "Fíjate, voy a mandar para allá a mi chofer con
una facturita ahí... Va a nombre de una Escuela de la Universidad, no
importa, ya te estoy diciendo para donde de verdad es… Ya tú sabes. Si
tienes cualquier duda, nos tiras para acá. Si, Planes Especiales, de
Celia… Eso sí, ese material tiene que estar hoy aquí. "Y sin dar
tiempo a reaccionar al que le oía del otro lado de la línea, colgó.
Acto seguido, tomó su gorra del clavo donde la colgaba y salió hecho
una exhalación en su jeep. Antes que transcurriera una hora estaba de
regreso. El trasto andante que conducía venía con los muelles vencidos
por el peso. En su interior se apilaban las cajas conteniendo los
erlenmeyes, los beakers, retortas y tubos de ensayo que tanto
necesitábamos. Félix había hecho una de las suyas. En otra ocasión vi
como intimidaba al Director de la fábrica Plínex y le exigía que le
entregara a su chofer (que poco después iba a encarnar él mismo), las
mangueras plásticas que requerían para sus experimentos los compañeros
de la cátedra de Hidráulica. Porque nuestro Administrador estrella no
se limitaba a "conseguir"para nosotros, los mecánicos. También lo
hacía en colaboraciones solidarias con las otras Escuelas de
Ingeniería.
Pero un día, Félix desapareció de la CUJAE. Nadie sabía para dónde se
había trasladado. Pasaron los años, yo me fui para la Escuela de
Industrial y más tarde todas las Escuelas se convirtieron en
Facultades y la CUJAE comenzó a llamarse Instituto Superior
Politécnico. De CUJAE trocó su nombre en ISPJAE, de tan difícil
pronunciación, que hasta Fidel criticó tal denominación. Recuerdo que
terminaba ya otro curso más. El calor era tan agobiante como las
tareas que nos esperaban siempre al finalizar cada período docente y
escaseaba la energía eléctrica y la cerveza. Ambas tan necesarias para
refrescar los ambientes. Al pasar por un bar del Vedado, con
anterioridad refrigerado y entonces con sus puertas abiertas por el
ahorro de electricidad, vi que había "un tiro de cerveza". Ávido del
espumoso líquido, me acerqué al mostrador y entonces lo vi. Enfundado
en vistoso y elegante traje, de cuello y corbata, hecho un dandy,
estaba… ¡Félix! A mi exclamación de alegría y asombro, me replicó en
voz baja, casi cuchicheando: "Shsss, socio, no seas tan efusivo, baja
la voz…. Ahora estoy en el servicio exterior y no me conviene que me
anuncies aquí, tomando cerveza…" Tomé la mía, divertido y al
despedirnos fraternalmente, me fui pensando que aquel personaje seguía
siendo el mismo que conocí y que usaba ahora conmigo una fanfarronada
más de las que era adicto. ¡Este Félix no cambia! ¡Vaya Usted a saber
en que trabaja para ir en facha de funcionario!, me dije.
Pasaron no sé si unos meses o algo más que un año y vi su foto en los
periódicos. Aparecía de bruces sobre el timón, la cara ensangrentada
pero todavía reconocible. En New York había sido asesinado al
Diplomático cubano Félix García, víctima de los mafiosos terroristas
que ampara el Imperio. Solo entonces, presa del desgarrante dolor que
produce perder a un compañero, comprendí que el inolvidable "Félix
Pechuga" no me había mentido.

Regla, octubre 30 de 2012


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
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martes, 30 de octubre de 2012

NO ME DEFIENDAS COMPADRE

(Réplica a un falso apologista)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

En fecha reciente murió Eloy Gutiérrez Menoyo. El mismo día, el
titulado Diario de Cuba divulgó su testamento político, acompañado por
una exaltada apología donde, con lenguaje florido, se pretendía
magnificar su figura, su protagonismo y legado históricos. Nada más
falso que esos supuestos propósitos. Su contenido mismo se encarga de
desmentirlos. Difama al difunto, en lugar de elogiarle. Entre símiles
y metáforas plagiadas del testamento, en el hipócrita ditirambo aflora
la cizaña venenosa del rencor más visceral y cavernario. Era un
desfogue histérico de la más retrógrada y desesperada
contrarrevolución, la que clama por destruirnos sin piedad, aunque
para ello tenga que ahogar la isla en sangre. La misma que pidió tres
días de indulgencia, para asesinar a los revolucionarios. Al igual que
todo lo que emana de esa podredumbre, el texto está plagado de
villanía y bajeza, de frustración y odio, de rencor y tinieblas…
Como la información nos había llegado a través del hijo de un gran
amigo y la firma del joven aparecía al pie, pensé que éste era el
autor y a él dirigí mi réplica inmediata. La que merecía aquella
infamia. Lo hice con pesar, porque de seguro lastimaría el sentir de
padre de un amigo. Y yo cuido de la amistad como de una delicada
planta. Pero el deber muchas veces es amargo y exige cumplirse aunque
nos sepa a cicuta. Muy pronto me hicieron conocer mi error. Admitir
que me había equivocado, además de un deber, fue alivio para mí.
Ofrecí las merecidas excusas al inocente inculpado y ahora vuelvo mi
"cañón de futuro" al verdadero y falso apologista. Al que realmente
escribió, disfrazando de opúsculo fúnebre, falseando el pensamiento
del difunto elogiado, el asqueroso texto.
Tuve la oportunidad de conversar con Eloy Gutiérrez Menoyo, cuando él
soñaba encabezar una oposición política y civilizada desde dentro de
la isla . Lo hicimos como se dice en cubano, a lo cortico, sin
testigos que nos presionaran y "a calzón quitado". Nunca profirió el
rencor venenoso que emana de su pretendido apologista. Nunca esgrimió
el garrote cavernario que mal esconde bajo el sayo este cromañón. En
sus palabras, por el contrario, levantaba el olivo de la paz,
extendía la mano de una cordialidad sincera, pero perteneciente a otra
época. Nacido en España, emanaba, por crianza, cubanidad. Pero se
aferraba a una "cubanidad" y una "cordialidad" que habían
desprestigiado gobernantes pasados, corrompiendo sus significados. En
su testamento, incurre Eloy en iguales errores de ubicación. Sin
embargo, es optimista y reafirma su certeza de que a los cubanos, nos
aguarda el futuro luminoso que merecemos como pueblo. No se puede
encontrar una palabra que delate rencor, su mensaje póstumo sigue
siendo el mismo que percibí en nuestra charla. Si el difunto, a quien
va dedicada aquella falsa e hipócrita apología, pudiera oírla, de
seguro le diría la frase que hizo famosa, un cómico de la pantalla:
"¡No me defiendas, compadre!"
No quiero que este artículo mío adolezca de uno de los defectos de
nuestra prensa oficial: El de ofrecer una réplica a un pronunciamiento
que no nos da a conocer previamente. Pero tampoco deseo ensuciar este
espacio con asquerosidades. Por lo tanto, bastará, como botón de
muestra, presentarle a mis lectores el primero y el último párrafo del
difamante "Menoyo in Memoriam", ambos van acompañados de mis
correspondientes réplicas, sirvan de remembranza a pasadas y
revolucionarias "coletillas":
(…)La muerte es una degradación de colores, del verde olivo
intimidante del uniforme(ese color fue y es libertador y glorioso;
intimidante lo fue para la dictadura) al amarillo cadavérico de una
piel a punto de ser cremada (…)
(…)Hoy lo cremarán, como a todos los protagonistas de nuestro siglo XX
político, para que sus despojos no sean luego vandalizados cuando,
tras el Magno Deceso, suene a rebato el tam-tam democratizante de la
Transición.(esto es un anuncio de la Apocalipsis que sueñan desatar
aquí los cavernícolas que piensan como este señor. Solo esperan el
"MAGNO DECESO" para iniciarla. Y para colmo, califica de
"DEMOCRATIZANTE", el toque de rebato del tam-tam que según él sonará
en esa "transición") Por el momento, descanse en paz en esta ciudad
que sin querer ayudó a ruralizar, (No culpe a Menoyo de complicidad en
el deterioro de nuestra ciudad) comandante civil de una barbarie en
jefe. (Barbarie es la que preconiza Usted en el futuro que nos
guarda).
Ruego me disculpen, si les ofendí el olfato al incluir semejantes
parrafadas. Pero lo creí necesario. Sobre todo para aquellos que
sueñan con una reconciliación donde quepan todos, incluidos, estos
especimenes cavernarios.
Regla, octubre 30 de 2012
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me debo.
Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
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domingo, 28 de octubre de 2012

INTRUSISTA IMPENITENTE

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Comenzaré esta vez con una confesión: Siempre he sido un intruso. He
practicado en las más variadas ocasiones esa transgresión,
incursionando en distintos campos profesionales. Quizás no fue por
aventurerismo ni por menosprecio ético, sino por comulgar, aún sin
conocerlos, con aquellos versos en que León Felipe dictaminó: "Porque
no sabiendo las profesiones, las haremos con respeto; que para
enterrar a un muerto, cualquiera sirve; menos un sepulturero".
Lo cierto es que a lo largo de mi vida, con mucha frecuencia, me he
visto metido en coto ajeno, desconocido. Y esto me ha obligado a
esforzarme para poder competir. La primera vez, sin duda fue cuando,
casi un niño, invadí el terreno de hombres para empuñar un arma y
defender con ella la legalidad violada por un usurpador de poderes.
Después, cuando los que se decían guerreros, hicieron politiquería con
las armas y recursos que poseían, asumí la profesión de luchador
empecinado en derribar una tiranía. De esa época data también, mi
primera intrusión en el periodismo. Como no bastaba la acción y era
necesario difundirla, contagiar a otros con nuestras ideas, en
paralelo con la actividad clandestina, emprendí otra vestida de cierta
"inocente legalidad": La publicación de un periódico estudiantil.
Aproveché que los antiguos alumnos de la Academia Valmaña habían
fundado una asociación y me convertí en el director de su órgano de
propaganda.
Con unos cuantos pesos (no llegaban a cuarenta), provenientes de las
primeras cotizaciones de la membresía de aquella Asociación, y con la
intención de ir más allá de los fines declarados, me lancé a la
búsqueda de un taller de impresión. No era fácil encontrar alguno que
aceptara nuestro encargo por tan bajo precio. Pero siempre un loco
encuentra otro que lo secunde. Y yo lo hallé en un vetusto local que
abría su única puerta a la calle Amistad. Su nombre era un augurio,
igual que el de aquel establecimiento: "Imprenta La Verdad" y su
dueño, un viejo inolvidable, decidor y pendenciero, siempre dispuesto
al brete, llamado Juan de Dios Pérez. Era un revolucionario, dispuesto
a echar abajo el mundo para construir otro nuevo, y lo único que tenía
de viejo era la edad.
En la primera entrevista, surgió entre nosotros una amistad afincada
en la identidad de ideas y, con un entendimiento mutuo, nos dimos a la
tarea. Recuerdo que cuando traté de informarle del magro presupuesto
con que contaba, no me dejó hablar: "De dinero hablaremos después,
cuando en las noches vayamos a tomarnos un café con leche". Me dijo,
cortando mis palabras con una sonrisa; para después agregar: "Porque
eso sí, jovencito, vamos a tener largas jornadas de trabajo y el
estómago tiene la costumbre nocturna de estragarse". Y efectivamente
cuando, sirviéndole de ayudante en las tareas de impresión,
interrumpíamos el trabajo para tomar alguna colación, al llegar al
mostrador de la cafetería noctámbula, volvía Juan a hablar de dinero,
exigiendo jocoso que pagara el consumo. "Te toca a ti, muchachón. Así
me pagas tu periodicucho y el aprendizaje". Y mientras saboreaba la
caliente bebida, desmandaba su verbo en una provechosa conferencia
sobre la explotación de los aprendices en el siglo pasado, experiencia
que él tuvo oportunidad de sufrir.
Vivía Juan de Dios pobremente. Su "negocio" apenas le daba para no
morir de hambre, aunque hambre sí que pasaba. Sin embargo era rico,
inmensamente rico en otros órdenes de mayor importancia: Poseía una
enorme cultura y era dueño de una sabiduría que le afloraba a los
labios, siempre presta a compartirla. Oír sus largas disertaciones,
mientras colocaba sobre el componedor los tipos de plomo, era
aprender. Pero nada más lejos de la pedantería era su decir, siempre
condimentado con el gracejo criollo, donde no despreciaba intercalar
algún dicharacho muy suyo. Así, cuando quería prevenirnos de algún
despiste, nos preguntaba: ¿Pero de dónde viene Usted, amigo mío, de la
Berjovina, de la Besarabia o del Chaco boreal? Esos puntos
geográficos, entonces desconocidos para muchos, también los usaba Juan
de Dios, cuando alguien pretendía desconocer lo sucedido o evidenciado
en hechos. Pero la geografía que más mencionaba, era la geografía
política de su villaclareño pueblo natal: San Juan de los Yeras. Toda
la información que me brindó sobre esa localidad, me sirvió después
para pasar, con cierta credibilidad, como oriundo de allí y no como el
habanero que soy. Mi primera aventura periodística solo dio para
editar cuatro números de aquel periódico estudiantil. La propaganda se
volvió en contra nuestra, nos hicimos conocidos para la esbirrada
batistiana y tuve que cambiar de domicilio para conservar la salud. De
esta forma, comenzó para mí un largo peregrinar que me hizo conocer la
geografía de gran parte del país.
No bien triunfamos, volví a las andadas intrusionistas. Sin más
conocimientos de Contabilidad que los nombres de Debe, Haber y Saldo
que tenían los libros de balance, abrí una Consultoría en el Pueblo de
El Cotorro. Contra los más lógicos pronósticos, esta empresa dio
resultados y mantuvo una alta credibilidad y estima entre sus
clientes. El establecimiento lo cerré, cuando seguí el rumbo
socialista de la Revolución a cuyo triunfo yo había contribuido.
Aunque mis modestas contribuciones, siempre correspondieron a labores
de intruso.
Como mi vida había tenido episodios verdaderamente novelescos, traté
de compilar mis memorias en forma de novela. Ello hizo que me
transfigurara en novelista y escritor, sin contar con el herramental
literario de un profesional de las letras. Más tarde, me vi
aprisionado por el encadenamiento de mis repetidas intrusiones. Me
metí a Metalúrgico, por metalúrgico fui a parar a la Docencia y me vi,
de nuevo intruso, convertido en Profesor de la Universidad de la
Habana, sin contar con la mínima experiencia pedagógica, ni poseer un
título académico que me respaldara. Quise obtenerlo en la Licenciatura
de Derecho; total, yo había frecuentado la amistad de abogados,
compartido con ellos algunas de sus actividades y creía en el refrán
de "el que anda con lobos, aprende a aullar". Pero no llegué a
hacerme ni abogado ni lobo. Como las materias que explicaba, eran de
Ingeniería, me vi precisado a terminar mis estudios y hacerme
Ingeniero. Así tuve un descanso: en mis últimos años de trabajo, ya
no fui un advenedizo.
Pero… ya se sabe: "Perro huevero…" Y como parece que nunca escarmiento
ni escarmentaré, aquí me tienen, haciendo de nuevo mi eterno papel de
metido en terreno ajeno. Ahora, cultivando otra vez el Periodismo. No
me mueve hoy el propósito agitador. Lo hago, sencillamente, porque
nuestros verdaderos periodistas, a quienes admiro y respeto, se ven
imposibilitados de hacerlo.

Regla, octubre 28 de 2012

sábado, 27 de octubre de 2012

MI CONVERSACION CON MENOYO

Por Jorge C, Oliva Espinosa

Visitaba yo la casa de un joven escritor cubano a quien conocí en el
batallar por el rescate de mi primera novela. Mediante colosal
superchería, me habían escamoteado su autoría y robado mis derechos de
autor. Esta obra se había publicado en tres idiomas y en sus cinco
ediciones, mis dos nombres y dos apellidos se habían atribuido a "un
héroe ya fallecido de la Revolución cubana". Dicho joven, representaba
en nuestro país a una editorial puertorriqueña que ofrecía la
posibilidad de rescatar mis derechos y desenmascarar a los burdos
usurpadores. Al final, no se logró la edición reivindicatoria. En su
lugar, gané un colega con quien intercambiar experiencias. Él tenía
varias obras publicadas, se movía con conocimiento y soltura en los
medios literarios y su nombre era conocido en muchas casas editoras.
Yo, que le aventaja en edad y vivencias, me estrenaba como escritor y
era un extraño en el mundo de las letras. Nos dimos a leer nuestras
producciones respectivas y, a través del trato sincero y solidario,
comenzamos a transitar los primeros pasos de una futura amistad.
Pero sucedió que una tarde, al llegar yo a visitarle, me abrió la
puerta un inesperado personaje. El acento lo delataba como español,
pero no se conducía como un visitante, sino como un familiar más en
aquella casa. Cuando, sonriente, salió nuestro anfitrión, procedió a
presentarnos. Me vi así, de pronto, estrechando la mano de aquel
extranjero, mientras le oía pronunciar su nombre: "Eloy Gutiérrez
Menoyo, mucho gusto". En un primer momento me sentí víctima de una
encerrona.
No había que culpar a ninguna paranoia: Aquella presentación
sorpresiva no podía interpretarse de otro modo. Sobre todo, cuando
nuestro presentador conocía de sobra mis antecedentes de lucha y mi
pensamiento. Ideas que me colocaban en posiciones contrarias a las de
aquel hombre, y antecedentes que nos habían hecho chocar en el pasado.
No pude evitar que una mezcla de irritación y perplejidad me hiciera
su presa. No obstante, la urbanidad que imponía estar en casa ajena,
logró imponerse. Así que, alegando haber sido inoportuno por llegar
cuando tenía visita, y disculpándome por ello, anuncié mi retirada.
Fue entonces que Gutiérrez Menoyo tomó la iniciativa, se transformó en
acogedor dueño de casa y, lleno de cordialidad y llaneza, me convidó a
quedarme. Rechazarle hubiera sido un proceder grosero y marcharme
podría ser interpretado como cobardía de quien rehuye una
confrontación inevitable. Así que me quedé y acepté el reto. El
diálogo se anunciaba crudo y ríspido. Yo no estaba dispuesto a
concesión alguna y me mantenía tenso. Sin embargo, mi interlocutor,
con un hablar desenfadado, asumía la típica inmediatez española. Hacía
gala de esa gracia que ayuda a disipar los peores momentos: "Vamos
hombre, cualquiera diría que te has encontrado con el Diablo". Con esa
entrada, tuteándome, comenzó nuestra conversación que se extendería
hasta bien entrada la noche. Hablé sin ambages. Mencioné su paso por
El Escambray, calificado por el Che, como improcedente e inaceptable,
seguido por secuaces de las tallas de un Nazario Sargent y de un
William Morgan. Su actitud contraria a la unidad tan necesaria en
aquellos momentos. Su fama de "come vacas ", por cierto puesta en
entredicho por un libro contraproducente, recién editado entonces en
nuestro país. En ese relato, que pretendía difamarlo, quedaba en
evidencia la habilidad guerrillera que le permitió evadir los cercos e
hizo difícil su captura, cuando decidió alzarse de nuevo, esta vez
contra el poder revolucionario.
El detestable Gutiérrez Menoyo del que había oído hablar y cuya imagen
sólo conocía por fotografías, se convirtió delante de mis ojos, en el
Eloy inmediato y simpático que, con franqueza extrema, exponía sus
descargos. Un Eloy que bromeaba porque, a pesar de estar residiendo en
Cuba, aún no le habían dado su carné de identidad, ni su libreta de
abastecimientos. Por momentos, su parlamento tomaba giros poéticos,
exponentes de una sensibilidad impensable en el personaje que yo tenía
preconcebido. No cabían dudas, hablaba un idealista. Pero de un
idealismo en extremo. Un hombre que pretendía juzgar la actualidad
presente, desde la óptica congelada de un pasado ya remoto y
anacrónico. Aquel individuo era sincero, pero estaba evidentemente
desubicado en tiempo y espacio.
Lo había estado toda su vida y persistía en aquel error de
apreciación: Ante el amanecer esperanzador del 59, creyó estar en la
Cuba de los cuarenta y tantos; al oponerse al proceso revolucionario
que se iniciaba, convirtió sus desacuerdos en abismos insalvables. Y
al intentar abrir frentes guerrilleros en los sesenta, pensó que
repetiría sus experiencias en la lucha contra Batista.
En el momento de nuestra conversación, se desbocaba en un proyecto
imposible: la separación de los poderes estatales, según la receta de
Montesquieu, cuando la Constitución aprobada en 1976 ya había
establecido la residencia del mismo en un solo poder. Y pretendía que
se legalizara una oposición dentro de un sistema que se había
declarado monopartidista. Era conmovedor oírlo, convencido de la
justeza de sus proposiciones. Era patético verlo tan perdido de la
realidad. Tan desubicado en tiempo y espacio.
Anoche supe por Internet de su muerte en Cuba, víctima de un
aneurisma, tenía 77 años y dejaba escrito un testamento. En el mismo
encontré, más que un resumen y justificación de su trayectoria, los
mismos vuelos poéticos, la misma falta de ubicación en tiempo y
espacio que signara nuestra conversación. Aunque la maniatada prensa
cubana no de cuenta de su deceso, la Historia tendrá que juzgarle en
algún momento. Quizás entonces sepamos quién fue en realidad Eloy
Gutiérrez Menoyo.

Regla, octubre 27 de 2012

viernes, 26 de octubre de 2012

NECESIDAD DEL DIALOGO

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Recientemente fue ubicada en la Plaza de San Francisco una
originalísima estatua. Frente a la antigua Longa del Comercio, esta
escultura, exponente del más moderno arte, es otra nota del
eclecticismo característico de nuestra Habana Vieja y contribuye a
realzar su colorida belleza. La obra representa a dos figuras que
parecen dialogar y fue obsequio de un rico coleccionista. Cuando la
vi, me impactó la impresión tan real que trasmite. Me fui convencido
que más que un regalo era un claro mensaje dirigido a la humanidad y
particularmente a nosotros, los cubanos: la necesidad de escuchar y
hablar para entendernos, la necesidad del diálogo.
En nuestro caso, no basta que, en grupos cada vez mayores, nos
desgastemos diciéndonos lo mismo, porque todos estamos de acuerdo:
salvar la Patria, mantener su independencia, hacerla más justa, más
participativa, más socialista. Es imperativo que rescatemos el diálogo
que existió con nuestro gobierno. Que el monólogo orientador tenga su
retroalimentación y se convierta de nuevo en diálogo verdadero. La
tarea no es fácil, porque entre gobierno y pueblo, una camarilla de
farsantes y funcionarios venales ha construido una barrera
burocrática. Su labor disociadora, la realizan en las dos direcciones:
1. Aplicando, distorsionadamente, las disposiciones, leyes y decretos,
desfiguran, hasta hacerlos irreconocibles, los designios y directrices
del gobierno.
2. Falseando cifras, ocultando verdades y manipulando estadísticas, le
impiden conocer la realidad y escuchar los más urgentes reclamos.
Al definir lo que es Revolución, Fidel nos advirtió sobre la necesidad
de enfrentar y vencer estos obstáculos que denominó "poderosas fuerzas
internas". Saltemos por encima de ellos y restablezcamos aquel diálogo
entre gobernantes y gobernados del cual nos enorgullecíamos. Basta ya
de falsas asistencias masivas y unanimidades. La diversidad de
criterios no afecta nuestra unidad, nuestra unidad verdadera, la que
nos junta en apretado haz junto a la Patria. Unidad no es conformidad.
Que estemos unidos, no quiere decir que todos estamos conformes.
Además del implícito recado que nos da la escultura que cito, también
en días recientes, hemos recibido uno más explícito y cercano. Nos lo
envían las recientes elecciones venezolanas. Sus resultados son, a mi
juicio, otro mensaje que debemos atender. A pesar de todo lo hecho por
Chávez a favor de la mayoría desposeída y de no haber repetido algunos
errores nuestros, su oponente logró un cuarenta y tanto por ciento de
votos. Sobre este elevado porcentaje, nuestro hermano Presidente
bolivariano, de seguro, va a reflexionar. Hoy domingo, los cubanos
estamos convocados a depositar nuestra voluntad en las urnas. ¡Que los
datos que lleguen al conocimiento de nuestro gobierno, reflejen la
abstención, las boletas en blanco y las anuladas! Esas boletas
significan descontento. Que se sumen y que de ellas saque
conclusiones, nuestro Presidente; conclusiones que le permitan
escuchar el verdadero sentir popular y "cambiar todo lo que debe ser
cambiado".

Regla, octubre 21 de 2012

AQUELLOS POLVOS TRAJERON ESTA BUROCRACIA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Nuestro querido amigo, el destacado politólogo Esteban Morales,
denunció a la corrupción como la verdadera y más peligrosa
contrarrevolución. Fue separado del Partido por ello. Luego, se le
restituyó su militancia, pero hubo que esperar el proceso de apelación
que hizo Morales y que nuestro Presidente Raúl Castro repitiera los
conceptos emitidos por el injustamente sancionado. No sé si los
sancionadores del Santo Oficio, fueron a su vez sancionados por llevar
a la hoguera al distinguido Profesor. Pero no me imagino dónde
meterían la cara cuando oyeron a Raúl repetir sus palabras.
Es que la corrupción a la que ambos se refieren, no es la común que
vemos a diario, la del corrompido por la necesidad que trapichea con
lo poco que está a su alcance. Esa que Morales, en posteriores
artículos denomina, cuestionando de inicio la definición, "de poca
monta"; ya que su significado económico a nivel nacional representa
una suma muy considerable. Tanto Morales como Raúl apuntan a la
corrupción con poder y mando. Aquella que abroquelada en sus funciones
y amparada en sus cargos, sólo se interesa por medrar, sin importarle
para nada el socialismo y el proceso de su actualización. Sobre los
especimenes que integran esta plaga, hay dos preguntas que me
inquietan: ¿De dónde salieron? ¿Cómo se hicieron de una cuota de
poder? No creo que vinieran en el Granma, ni mucho menos que
asaltaran El Moncada. Tampoco que emergieran de la lucha clandestina,
la que derramó heroísmo y sangre en las calles de nuestras ciudades.
Me inclino a pensar que arribaron con posteridad al amanecer radiante
del primero de enero de 1959. Lo pienso así, porque el proceder de que
hacen gala, se enmarca dentro del más puro estilo estalinista. Es el
mismo accionar burocrático que, por encima del criterio de su núcleo
partidista, decidió separar al Profesor Morales. Son los celosos
guardianes de una fe en la que ellos no creen; los que pretenden
pensar por los demás; los defensores del secretismo (porque desconfían
de la capacidad política del pueblo); los maniatadotes de nuestra
prensa; los que, arrogantes, nos miran desde su altura con desprecio.
Ubicar la identidad y origen de este mal, quizás peque de apresurado.
Más difícil de responder es la segunda pregunta que me hago. ¿Cómo
arribaron al poder que detentan hoy? Para encontrar una respuesta que
me satisfaga, debo llamar en mi auxilio a la Historia, esa gran
maestra. Los convido, estimados lectores, a repasarla:
El 8 de Agosto de 1955, el pueblo cubano conoció el Manifiesto No 1
del 26 de Julio al pueblo de Cuba. En él y bajo la firma de Fidel se
decía: "EL 26 DE JULIO se integra sin odios contra nadie. No es un
partido político sino un movimiento revolucionario; sus filas están
abiertas para todos los cubanos que sinceramente deseen restablecer en
Cuba la democracia política e implantar la justicia social…
Reivindicación de todas las conquistas obreras arrebatadas a la
dictadura; derecho del trabajador a una participación amplia en las
utilidades de todas las grandes empresas industriales, comerciales y
mineras, que deberá ser percibida por concepto distinto al del sueldo
o salario en épocas determinadas del año.
La Revolución Cubana no hace compromiso con grupos o personas de
ninguna clase…; respetará la capacidad y el mérito donde quiera que se
encuentre y no considerará jamás el Estado como botín de un grupo
victorioso. "
El programa del movimiento 26 de Julio fue NUESTRO PROGRAMA. Pero a él
renunciamos en aras de la unidad que se nos exigió. Además, se nos
ofreció un programa más amplio y abarcador. Un programa que
modificaría todas las estructuras y la sociedad misma desde sus
cimientos. Sin embargo, no todos los que vinieron a unirse lo hicieron
con iguales miras, ni con el mismo desinterés...
No fue tarea fácil, unir movimientos revolucionarios forjados en la
lucha armada, con un Partido de larga data, que había levantado en su
contra prejuicios insanos y justos recelos. Pero Fidel lo logró, fue
otra de sus obras titánicas, realmente fundadoras. Él nos demostró que
la unidad era necesaria y convencidos, le obedecimos.
Los viejos camaradas del partido que se decía marxista, (El Partido
Socialista Popular, PSP) y que realmente era estalinista, se
incorporaron bien tarde a la insurrección, pero bien temprano cuando
triunfamos, ocuparon puestos importantes de dirección y capitalizaron
a su favor nuestra dependencia económica de la URSS. Así,
tempranamente, impusieron sus métodos y nos trasladaron el calco del
modelo estalinista. Contaban para ello con mayor experiencia política,
dominaban la teoría doctrinal y estaban acostumbrados a la férrea
disciplina partidista. A su lado, nosotros éramos unos entusiastas
ignorantes y unos idealistas demasiado ingenuos. Como estábamos ávidos
de aprender, nos remitieron a sus manuales , donde experiencias
particulares eran elevadas a la categoría de fórmulas universales.
Su renuencia a la lucha armada y su incorporación tardía , cuando ya
se avizoraba el triunfo, la hicieron pasar por fraternal y temprana
colaboración . Ah, pero cuando los invitamos a compartir el poder, por
el cual no habían empuñado las armas, supieron copar posiciones y
desde ellas practicar nefastas políticas, como el sectarismo y el
autoritarismo excluyente de cualquier réplica o crítica. De sus filas
salió la nefasta "Microfracción" descabezada por Fidel. También se
preocuparon de borrar sus viejos y continuados errores, reconocidos
una y otra vez por su dirección partidista, cuando había pasado ya el
tiempo y el daño era irremediable. De esta forma quedó "en el olvido"
la expulsión con que condenaron a Mella, los errores huelguísticos de
Martínez Villena, la orden de cesar la huelga que derrocaría a
Machado, el sabotaje a la acción de Guiteras en el 33, el pacto con su
asesino, su respaldo a Batista, al que calificaron de "demócrata," y
con el cual se aliaron en la Constituyente del 40, la colaboración con
su gobierno 1940-1944 , la adhesión del PSP al browderismo que
proclamaba el fin de la lucha de clases y la alianza de obreros y
burgueses. Tal sarta interminable de errores no era resultado de
torpeza o ceguera. Es que estos viejos camaradas, seguían fielmente
los dictados de Stalin y subordinaban los intereses nacionales a las
órdenes que emanaban del Kremlin, dictadas por la "sabia" visión
global y estratégica del "Supremo Líder, el constructor mundial del
comunismo". Les habían enseñado a no pensar, sólo a obedecer. Y
quisieron hacer lo mismo con nosotros primero y con todo el pueblo
después.
Para no pecar de injusto, debo aclarar que no me refiero a todos los
antiguos militantes del PSP, sólo a los que trajeron la semilla
estalinista y la dejaron sembrada en una cuadrilla de sus seguidores
más obedientes, entonces jóvenes. Muchos de aquellos nefandos maestros
ya han dejado de existir, pero hoy los fieles discípulos suyos los
emulan y son los continuadores de la obra distorsionadora tan bien
aprendida.
No caigamos en el pecado original, aquel que El Che admitió haber
cometido cuando, en nombre de la unidad, dejó de llamar a Prío ladrón.
Digamos hoy la verdad aunque el costo lacere una unidad que, con
semejante plaga, no deseamos establecer.

Regla, octubre 26 de 2012

CONSTITUCIONES, RECUENTO HISTORICO

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Cuando en 1965 comencé a trabajar en la Universidad de la Habana, en
mi doble condición de Técnico Auxiliar Docente de la Escuela de
Ingeniería Mecánica y Secretario de la Escuela de Ingeniería Civil,
ambas pertenecientes a la entonces Facultad de Tecnología, era
Secretario de la Universidad, "Julito", un joven y dinámico abogado,
muy querido por todos los que desempeñábamos similares funciones a
nivel de Facultad y de Escuela. Su carácter jovial, su ético sentido
del compañerismo y su disposición permanente para asesorarnos y
orientarnos en nuestro trabajo, le habían ganado la estima general.
Años después, como estudiante de la Licenciatura, tuve como profesor
de Historia y Teoría del Estado y el Derecho, al prestigioso Profesor
Julio Fernández Bulté, aquel "Julito" que, tiempo atrás, tanto nos
había ayudado a cumplir con éxito las múltiples tareas de Secretario,
desde levantar el acta de un Claustro, hasta la confección y cuidado
de los expedientes académicos. La materia que él impartía estaba
repartida en cuatro asignaturas: Dos de Historia y Teoría generales y
dos de Historia y Teoría del Derecho en Cuba. Recuerdo que el libro o
los libros de textos correspondientes eran tan voluminosos que, con
humor estudiantil, recibieron el mote de "ladrillos". Sin embargo, no
tenían nada de pesados, convidaban a estudiar, eran de lectura amena,
como amenas eran las clases que impartía su autor.
Aquellas materias, particularmente las referidas a lo
particular-nacional, eran un balcón panorámico a las Ciencias
Jurídicas, capaz de enamorar a cualquiera; además, llevaban un mensaje
pleno de patriotismo, al penetrar los entresijos legales que acunaron
nuestra identidad nacional. Allí tuve un primer acercamiento a las
Constituciones que nos dieron los mambises, desde Guáimaro hasta La
Yaya y a las posteriores dictadas bajo el injerencismo, así como las
de la época republicana, cuya cima fue la Constitución de 1940. Las
Constituciones socialistas no se estudiaban, porque aún no se habían
promulgado.
En los cursos siguientes, nos esperaban asignaturas más específicas,
en especial "Derecho Constitucional" que nos obligaría a estudiar, con
sentido crítico, el contenido y esencia de muchas constituciones.
Entrábamos los estudiantes, a través de esta materia, en la entraña de
las distintas Cartas Magnas, donde quedaban al desnudo los méritos y
deficiencias de cada una de ellas. En todas se reservaban acápites
referidos al Estado y su Soberanía y a los derechos y deberes de los
ciudadanos.
A lo largo de su historia, Cuba tuvo numerosas Constituciones y otros
instrumentos similares que normaron su acontecer en un momento dado y
la dotaron de un marco jurídico. La profusión de las mismas a lo largo
del extenso camino, nos obligan al recuento sucinto. Pero antes de
pasar a la sintética enumeración, no debemos olvidar que fue Félix
Varela, al inaugurar su Cátedra de Derecho Constitucional, el
precursor absoluto de estos estudios.
La preocupación por la legalidad fue a la manigua redentora,
acompañando a nuestros padres fundadores. El 10 de abril de 1869 la
asamblea constituyente de la República en armas, proclamó nuestra
primera Constitución, conocida como la Constitución de Guáimaro.
Habían transcurrido apenas seis meses de la clarinada cespedista del
diez de octubre. En esta primera constitución, quedó plasmado el
excesivo celo por conservar libertades que aún no se habían obtenido y
se supeditaban todos los poderes a la Cámara de Representantes. Esta
podía intervenir en las cuestiones puramente militares y mantenía al
Presidente, prácticamente, preso de sus dictámenes. Fue la que vistió
de legalidad la deposición de Céspedes, la que introdujo la
desobediencia, el caos y la indisciplina generalizada que condujo al
Pacto del Zanjón.
Con sus únicos seis artículos salvó nuestra dignidad, la vertical y
lacónica Constitución de Baraguá, proclamada el 15 de marzo de 1878
bajo aquellos mangos de la protesta.
Cuando en 1895 se desata "La Guerra Necesaria" continuadora de nuestra
lucha independentista, los cubanos nos damos la Constitución de
Jimaguayú. Nace la misma, limitando su vigencia a dos años, "si antes
no se alcanza la independencia". Así preveían de corta la lucha los
insurrectos legisladores. Sin embargo, la guerra se prolonga y en
1897, acorde a este dictado, se proclama La Constitución de la Yaya.
Pero la contienda tiene un final no previsto por los mambises: la
intromisión en la misma del poderoso vecino, disfrazada de
intervención humanitaria y que termina con la ocupación militar del
país. Ante la presencia no solicitada, los órganos de gobierno
establecidos por la última Constitución de la República en Armas, se
disuelven y en 1898 se constituye la Asamblea de Santa Cruz del Sur
que intenta representarnos como nación. Nación que ha luchado por
treinta años por convertirse en Estado libre, independiente y
soberano.
El triste epílogo de tanto sacrificio, de tanta sangre derramada, está
pronto para cerrar nuestro drama. El 21 de diciembre de 1898, Tomás
Estrada Palma, ex patriota, naturalizado como ciudadano
norteamericano, falso revolucionario, taimado anexionista y plattista,
trapisondista que sobornó con bonos de la futura República a los
legisladores norteños para que aprobaran la Resolución Conjunta, y que
empeñó así la nación antes de su nacimiento, ese mismo individuo,
traicionando a Martí, disolvió el Partido fundado por éste. No sería
su último acto deleznable. Ocho años después, en 1906, volvería a
solicitar a su admirada nación del norte, que interviniera y ocupara a
su país de origen.
El Ejército Libertador es desarmado y licenciado, y el enfrentamiento
entre Máximo Gómez y la Asamblea de Representantes, trasladada ya al
Cerro, que toma la infortunada decisión de deponerlo de su cargo de
General en Jefe, termina por decretar la disolución del último órgano
representativo que nos quedaba. Desarmados los libertadores, disuelto
el Partido y ausente de representación civil, Cuba caía inerme bajo la
bota militar del Gobierno Interventor. Un general norteamericano
ordena y manda como en casa propia y gobierna el país mediante
"Ordenes Militares". En 1900, el General Leonard Wood convoca a una
Asamblea Constituyente que redactará la Constitución que tendremos en
1902, cuando el 20 de mayo icemos nuestra bandera y creamos que, al
fin, somos una República. Hay que remarcar que esa, nuestra primera
constitución republicana, fue redactada bajo la presión soez del
Interventor y que la misma, aprobada con resistencia y reticencia, el
21 de febrero de 1901, exhibía como apéndice infamante, el rabo de la
Enmienda Platt y venía acompañada por los inconstitucionales tratados
de reciprocidad, impuestos por el nuevo colonizador. Mediante ellos,
400 artículos norteamericanos recibían preferencias arancelarias, a
cambio de recibirlas unos cuantos artículos cubanos. ¡Vaya
reciprocidad!...
Aquella Constitución de 1901, entrada en vigencia en el dos y que el
ladino Tomás quiso modificar para reelegirse, sufrió modificaciones en
1927 y en 1933 para atemperarse a los momentos que vivía la nación. Ya
en 1928 se había promulgado una nueva constitución y en 1934 una Ley
Constitucional. La Revolución pospuesta, había dado su vagido natal en
el 33 y Guiteras estuvo, sin duda, como el gran ausente presente, en
la Constituyente de 1940, la que nos dotó de una Constitución. Fue la
Carta Magna que un Prío desvergonzado calificó de "virgen y mártir,
porque nunca se había puesto en práctica y todos la violaban". La
misma que estuvo en vigencia hasta la madrugada siniestra del 10 de
marzo de 1952. La que convirtió el amanecer del día once en una noche
sangrienta que duró siete años aciagos. Ese día, Batista la sustituyó
por unos espurios "Estatutos Constitucionales". Para que vean el
carácter "constitucional" de semejante engendro, baste señalarles que
mediante los mismos el Dictador nombraba un Consejo Consultivo que
después, como primer mandato, tenía el de nombrarlo a él como
Presidente. Yo te nombro y tú me nombras. He ahí el problema…
En el rebelde bastión serrano, tuvimos cierto ordenamiento jurídico,
lo dieron las órdenes de creación de órganos de representatividad y
las reglamentaciones que se establecieron en los territorios
liberados, sobre todo en el Segundo Frente Oriental Frank País. Y
cuando al fin amaneció aquel día inicial de enero del 59, y nos
iluminó el sol esperanzador de la libertad conquistada y no regalada,
estrenamos un Ministro de Leyes Revolucionarias, Osvaldo Dorticós, el
mismo que después elevamos a Presidente.
No era fácil institucionalizar un país, aún no se ha logrado del todo.
Y no fue hasta 1976, en que el 24 de febrero fue proclamada, luego de
aprobarla en referendo, NUESTRA CONSTITUCION. Una Constitución
Socialista. Fue necesario modificarla el 12 de julio de 1992 ante el
fallecimiento por consunción de nuestros aliados y la reformamos el 26
de junio de 2002, para quedarnos con el texto actual que hoy nos rige.
¿Es perfecta? ¿Estamos conformes con ella?...
Con claridad meridiana y crudeza revolucionaria, señalemos sus
deficiencias: Además del laconismo con que trata los derechos de los
ciudadanos, en ninguna de las Constituciones estudiadas hay una
degradación mayor del concepto de soberanía. Sus artículos 3 y 5 se
contradicen por incongruencia. El tres establece que en el pueblo
reside la soberanía, que la ejerce mediante el Estado, como su
representante; pero en el 5 esta soberanía queda supeditada a un
Partido que está por encima del Estado y de la sociedad que el Estado
representa. Absurdo mayor no se puede encontrar en ninguna
legislación. Esa aberración jurídica debemos eliminarla.
Perdónenme mis lectores los errores técnicos cometidos en esta
exposición. Es que nunca terminé mis estudios de Derecho. Los abandoné
por la necesidad de hacerme Ingeniero.

Regla, octubre 25 de 2012

LOS LOCOS EN LA HISTORIA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

Parafraseando, con todo respeto, a nuestro Martí, pudiera decir: "Con
los locos de la tierra, quiero yo mi suerte echar", porque ellos son
los que intentan, y algunas veces logran, mejorar este mundo. La
historia está poblada de estos raros exponentes de la perenne
inconformidad: Desde un judío llamado Jesús, pasando por el manchego
Alonso Quijano que se echó al camino, adarga en ristre, para "desfacer
entuertos", y el alemán que planteó la necesidad de poner de pie lo
que estaba de cabeza, dotó al proletariado de una doctrina y lo instó
a luchar por el poder, hasta "nuestro papá" Fidel que acometió la
tarea ingente de convertir una "república de relajo y café con leche,"
en un país digno de su historia.
No pretendo hablar de todos ellos, pues necesitaría todo un tratado de
la divina locura. Ya Erasmo, el de Rotherdam, en su tiempo lo hizo a
su forma. Hoy, quiero detenerme, brevemente y con humor cubano, en la
figura mítica que, cual cometa, dejó la estela luminosa de una cola de
leyendas, leyendas que perviven hoy; del creador de una religión que,
en sus distintas versiones, cambió en su momento la faz del mundo y
marcó el inicio de una nueva Era.
La historicidad de Jesús ha sido muy cuestionada. Nada prueba que
existió realmente. Sus contemporáneos historiadores no hablan de él.
También es dudoso, si hubo solo un Jesús o fueron varios rebeldes
cuyas historias, por ser similares, se fundieron en una y cuyos actos
fueron atribuidos a un solo personaje. Millones aún lo consideran la
encarnación de Dios en la forma de su hijo. Otros millones lo tienen
como un profeta a la par que su Mahoma; mientras los judíos, de cuya
etnia surgió, ignoran su existencia, al limitarse al Antiguo
Testamento. Independientemente de la esencia divina o humana que se le
atribuya, hay que reconocer en él a un revolucionario que predicó la
redención de los oprimidos, una repartición mas justa de la riqueza y
que murió por defender sus ideas. Quizás fuera, como dijo una vez
Fidel, el primer socialista de la historia. Pero como sucedió a todo
precursor, sus doctrinas fueron adulteradas por los que se
autoproclamaron seguidores suyos, quienes las acomodaron a sus
intereses. Y es que es fácil reconocer diferencias entre el Jesús que
ponía la otra mejilla cuando era abofeteado y el que expulsó,
azotándolos, a los mercaderes del templo. Esto fue muy acomodaticio;
el que predicaba la humildad y la sumisión, era el que convenía y
conviene a los poderosos, así mantienen pasivos y obedientes a los
sojuzgados. El otro, el caudillo de la rebeldía de una Palestina
ocupada por el Imperio Romano, se convertiría en el guía de luchas
futuras.
Leyendo el "Nuevo Testamento", este cubano, viejo e incrédulo, llega a
la conclusión que el Jesús biografiado en los Evangelios, fue el
precursor de los cultivadores del Minicuento, aquellos escritores que
dejan al lector la interpretación de lo que escriben de manera
lacónica, con un mínimo de palabras. Me baso para afirmarlo en que,
cuando le pedían confirmar la interpretación que daban a sus palabras,
Jesús respondía: "Tú lo has dicho y no yo".

Regla, octubre 24 de 2012

martes, 23 de octubre de 2012

EL PERIODISMO Y NUESTRA PRENSA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

La historia del periodismo transita entre la complicidad y la inmolación, entre la abyección y la grandeza. En la gavilla despreciable, encontramos desde un Hearst1 fabricante de guerras, hasta un abominable y diminuto Gonzalo Castañón que, aún después de muerto, dio pretextos para segar ocho vidas de cubanos, estudiantes de medicina. Como contrapartida luminosa, ejercieron el periodismo, el verdadero periodismo, gigantes como José Martí. Escritores de renombre lo cultivaron y enriquecieron. Baste citar entre tantos, dos cercanos: nuestro Alejo Carpentier y el colombiano, y por americano también nuestro, García Márquez.
El periodismo es profesión para audaces y en países como México, Colombia y Honduras, ejercerlo le ha costado la vida a muchos. Su poder de movilización le ganó al periodismo, el epíteto de Cuarto Poder. Poder temido por sátrapas y tiranos. Tan así, que uno de ellos, lleno de cinismo, dictaminó: “A los periodistas se les paga o se les pega.” Y llevaba razón el tiranuelo, porque en el gremio siempre han coexistido los gacetilleros a quienes pagar y los hombres del decoro, los incomprables, a los que para callarlos es necesario pegarles o matarles, aquellos que “llevan en sí el decoro de muchos hombres”. En nuestra Regla, tenemos a Eduardo Facciolo, como mártir primero del periodismo independentista.
Al llegar el amanecer esperanzador de enero de 1959, teníamos en Cuba una prensa variopinta. Muchos periodistas y periódicos aparecieron en las listas de “atenciones de la Presidencia” de Batista. Las sumas que éste les asignaba a cada uno, nos decían cuán de valiosos los consideraba el tirano. Y en esa escala comenzaron nuestros periódicos a reaccionar ante el empuje revolucionario. Desde un Medrano, propietario de “Prensa Libre”, hasta un Quevedo, dueño de Bohemia, que se hizo retratar abrazando al Che. Todos se alzaron como severos críticos de la Revolución que nacía. ¿Y cómo reaccionaron nuestros periodistas, los trabajadores de esos medios? Pues inventaron “La Coletilla”, inserto rebelde en que hacían patente su desacuerdo con tal o cual artículo, y que aparecía al pie de la columna diatriba.
Después, nuestra prensa fue estatalizada, no nacionalizada. Los protestantes periodistas de la víspera, fueron convertidos en asalariados. Algunos dejaron sus armas en la puerta y se convirtieron en nuevos gacetilleros, repetidores de consignas gastadas y apologistas de primera línea. Los que se mantuvieron fieles a su profesión de críticos, fueron tachados de no confiables y hasta de disidentes contrarrevolucionarios. Fue entonces cuando apareció el “revolucionario” exaltador de todo lo hecho, el que llamaba al pueblo “pichones con el pico abierto”, el que echaba sobre el de abajo todas las culpas, el vocero repetidor de consignas en que ni él mismo cree. Mientras, los verdaderos periodistas, los que sienten y aman de verdad la profesión, permanecen cautivos en las mazmorras asquerosas de la burocracia2, impedidos de ejercer su profesión. Y todavía, tienen que soportar que algunos los reten, los llamen a rebelarse y les echen en cara su silencio. Es para compadecerse de la situación actual de estos profesionales de la pluma, gente corajuda y admirable, entre los cuales tengo muchos amigos.

Regla, octubre 22 de 2012

(1)William Randolph Hearst (1863-1951), editor y político estadounidense que creó un imperio de medios de comunicación.
(2)Hay una agencia que homogeniza las noticias a emitir (AIN) y un Departamento Ideológico del Partido que dice qué debe y qué puede publicarse.

jueves, 18 de octubre de 2012

LA CULTURA QUE NOS FALTA


LA CULTURA DEL DEBATE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Muy recientemente, un amigo convocaba a debatir cierto tema, para él interesante y sobre el cual albergaba dudas. Él presuponía que sería del interés de muchos y es posible que fuera así. Pero su convite no era la cordial invitación que debía ser. Estaba redactada en términos de una orden perentoria, conminativa y terminaba calificando al silencio de los que no respondieran como cobardía política. Por supuesto que decliné semejante convite y le hice saber al amigo, clara y lealmente, mis objeciones a la forma empleada en su convocatoria.
Intercambiar criterios es un acto voluntario. Nadie puede ser obligado al mismo. Puesto que entonces sería un emplazamiento y no un llamado al libre intercambio. Dialogar, discutir, debatir son ejercicios de civilidad. Deben ser ejercitados con conductas civilizadas, ceñidas a normas que reflejen cultura. Pero, lamentablemente, la cultura del debate se adquiere en su ejercicio. Y como no estamos acostumbrados a  dicha práctica, carecemos de la cultura correspondiente. Estoy seguro que mi citado amigo, está convencido de la necesidad del diálogo y ve en la discusión la mejor forma de contribuir a la solución de muchos problemas. Y lleva razón, pero la manera de hacer su llamado, es ilustrativa de esta carencia.
Hoy voy a prescindir de los antecedentes históricos que nos privaron de esta cultura. Me limitaré a puntualizar las normas elementales que, a mi juicio, todos debíamos observar para hacer civilizado el ejercicio del Diálogo. Y comienzo con una apreciación puramente geométrica: La mesa de diálogo no puede ser redonda. Porque los que a ella se sientan, no ocupan las posiciones de meros puntos de una cerrada y centrada circunferencia. Están situados, más bien, sobre diversas aristas de apreciación. Esa mesa poligonal debe presidirla la urbanidad y el respeto mutuo. Respeto a que son acreedores tanto las personas participantes, como los criterios que emitan. En ese mueble colectivo se tendrá presente que la verdad tiene múltiples aristas y nadie debe proclamarse dueño de una verdad absoluta. Si convenimos en que convencer no es vencer, aprenderemos a escuchar a cada dialogante con la debida atención, despojados de toda arrogancia o desdén de vencedores. Aprender a escuchar es quizás la primera tarea para comenzar luego a debatir. Sucede a veces que, por no escuchar con atención, apreciamos incorrectamente lo que opina otro. Y sin haber entendido bien, salimos a contradecirlo. Una segunda lectura, un análisis de lo oído, puede convencernos de que los criterios expresados no son tan contradictorios con los nuestros. Que pueden tener incluso puntos de contacto. A partir de ellos, pueden hacerse más diáfanas las diferencias. También hay que aprender a expresarnos. Es necesario desterrar de la confrontación de ideas, el insulto, la diatriba, la burla o ridiculización del oponente. Al exponer nuestros puntos de vista, debemos centrar la atención en fortalecer nuestras argumentaciones, en lugar de minar las del oponente o peor aún, poner en entredicho la reputación del mismo. Como buenos tiradores, tener siempre presente que el blanco son las ideas, no las personas. Hay que huir de la aberración del "etiqueteo", ese llenar de calificativos al que no concuerda con nosotros. Si no nos atenemos a estas y otras normas de civilizada convivencia, vamos a convertir, nuestra ansiada y poligonal mesa de diálogo, en una escandalosa y chancletera discusión de solar.

Regla, octubre 18 de 2012

miércoles, 17 de octubre de 2012

CRITICADOS Y VAPULEADOS

LA LIBERTAD DE PRENSA Y EL IDEALISMO
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Comienzo este artículo con una afirmación que quizás escandalice a muchos:
La libertad de prensa es una entelequia. No existe en ningún lugar de este mundo.
Esta sentencia inicial no nace del cinismo. Es producto de mi análisis, análisis que he procurado enmarcar entre dos barreras férreas: la lógica y la objetividad. Los invito a seguirme por ese camino:
En el mundo capitalista que nos rodea, ese que existe más allá de nuestro malecón, los medios de comunicación son propiedad de "alguien". Todo lo que divulga cada medio favorece a su propietario. Nada de lo que escriban sus periodistas asalariados, puede perjudicar al patrón que les paga. (Fíjense que no he dicho contradecir al patrón, porque quizás éste sabe que la contradicción es beneficiosa y es motor del desarrollo.) Cada uno de ellos tiene su "línea editorial" y todo subordinado debe ceñirse a esa línea.
Me dirán que en el ciberespacio existe esa libertad soñada, más deseada que la más afamada vedette del momento, por cuyo imperio tantos claman. Pero si bien en la red de redes caben las rebeldías y algún que otro hereje, el que lo haga, después no tendrá trabajo en ningún periódico o revista.
Si pensamos que otra cosa sucedería aquí, donde rompimos con el capitalismo para siempre, pecamos de idealismo extremo. Idealismo que tuvo su base lógica de razonamiento. Se expropiaron los medios de información, ya nuestros periódicos y revistas no pertenecían a ningún magnate de la prensa, la radio y la televisión ya no eran propiedad de ningún Mestre, Barletta  o Pumarejo. Luego entonces debían ser del pueblo. Nos olvidamos que convertirlos en estatales, no significa socializarlos. En nuestro país, cada periódico, cada estación de radio o de televisión, funciona como una Empresa Estatal. Tiene su staff de dirección, sus departamentos de contabilidad y finanzas, de recursos humanos, etc., su Sección Sindical, además de su núcleo del partido, su comité de base de la UJC, etc. Como toda empresa, se subordina a un Ministerio. En el caso de los vehículos informativos y creadores de opinión, reciben orientaciones directamente de la dirección del Partido, a través de su Departamento Ideológico. Por si fuera poco, tienen una agencia nacional de prensa que les homogeniza las "noticias" y pertenecen, además de al sindicato, a un asociación que les exige ética y disciplina. Nuestros trabajadores de la prensa están en la misma o peor situación que cualquier empleado de otro organismo: No pueden hacer lo que quieran, ni escribir lo que desean. Deben cumplir la disciplina de su centro y obedecer las órdenes que les trasmiten sus superiores. De no hacerlo así, pueden ser sancionados por indisciplina y hasta separados de sus puestos de trabajo. Esto pasa y es lógico que pase en todas las Empresas y Ministerios.  Usted, estará de acuerdo con esto, si no es un bakunista. Entonces, no me explico por qué algunos[1] se empeñan en criticar a nuestros infelices periodistas y les echan en cara que no escriban lo que de verdad interesa al pueblo. Para mí, no hay dudas: quienes fustigan así a nuestros desdichados compañeros, caen en el vacío de un idealismo extremo, piensan que nuestra prensa, por socialista, es propiedad del pueblo.

Regla, octubre 17 de 2012


[1] Recientemente, un amigo me envió algo escrito por un socio suyo conocido por "Machete", donde éste emplaza a nuestros periodistas con un reto, al cual los emplazados no pueden responder.

NUESTRA PROTECCION


LA HIGIENE COMIENZA POR CASA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

En estos días y a raíz de los brotes epidémicos que han surgido, se ha endurecido la exigencia estatal en cuanto a las normas de higiene que debe cumplir cualquier expendedor de alimentos ligeros. Medida, aunque tardía, digna de aplauso. Al pasar por la calle Obispo compruebo, con agrado, que las ofertas están protegidas de moscas y polvo, que los expendedores no tocan con sus manos los productos que venden, y que ponen celo en la limpieza y pulcritud de sus timbiriches (Este término lo uso sin ánimo de ofender). En mi patria chica, Regla, han desaparecido los vendedores de frituras que cocinaban en plena calle y algunos paladares permanecen cerrados. ¡Muy bueno todo eso! ¡Hay que proteger a la población! Evitar por todos los medios disponibles y alcanzables, que el cólera, el dengue y otras calamidades se propaguen, extiendan y cobren nuevas víctimas. Pero cuando voy a buscar el pan, el "pan nuestro de cada día", veo con horror como la dependienta toma mi pan, el que me toca por la libreta, con las mismas manos con que ha tocado el dinero. No tiene una pinza, ni otro utensilio que le permita independizar esos contactos. Y como la panadería es aún estatal, pienso que LA HIGIENE DEBE COMENZAR POR CASA. Y que los inspectores de Higiene y Epidemiología de nuestro MINSAP, los mismos que me agobian, tocando a mi puerta a diario para preguntarme si alguien de la familia tiene fiebre, deben exigir a la red de panaderías estatales, lo mismo que exigen a los cuentapropistas. Si lo hacen, no hay duda, redundará en "Salud para el Pueblo".

Regla, 17 de octubre de 2012

martes, 16 de octubre de 2012

DIALOGO CON CHEO


DIÁLOGO CON CHEO
Me encuentro con Cheo en la calle. No sale de la misma esquina. Allí, abanicando el fresco, sin hacer nada, presto al "invento", está siempre Cheo. Su último trabajo data de cuando las pirámides, desde entonces Cheo está adornando la calle; allí permanece todo el día, "luchando". Mientras, acaricia su mayor sueño: "Pirarse", irse para cualquier lado, si para "la yuma", mejor. Parece ignorar que a cualquier país que vaya, tendrá que trabajar. Con la noticia que dieron por la radio, lo abordo:
__ ¿Te enteraste, Cheo? Modificaron las regulaciones migratorias. Ya puedes irte. Lo que falta es que algún país te de la visa.
Sigo mi camino, voy pensando que esta nueva disposición tendrá un efecto colateral: Sanear el paisaje callejero de nuestro barrio. Debíamos acreditársela a Salud Pública, no a Relaciones Exteriores.

¿PODER?... ¿POPULAR?

Memorias de un ex Delegado
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Cuando derrocamos la tiranía sangrienta de Fulgencio Batista, éramos apenas cinco millones los habitantes de nuestro territorio. En ese espacio físico existían solo seis provincias y, desde luego, muchos menos municipios que los actuales. Como cabeza de gobierno, en cada municipio teníamos un Alcalde, asistido por los Concejales. Por lo general, eran una caterva de politiqueros y muñidores sin escrúpulos, siempre dispuestos a beneficiarse de sus cargos y a entrar a saco en el erario público

 Salvo excepciones como Supervielle, aquel Alcalde de la Habana que se suicidó por no poder cumplir la promesa que había hecho a sus electores y el Alcalde comunista de Manzanillo.. Recuerdo que en El Cotorro, los primeros días del luminoso enero de 1959, sorprendimos al Señor que había sido Alcalde de aquel municipio hasta las vísperas, en plena calle del pueblo, vestido de verde olivo, brazalete rojinegro al brazo y revólver a la cintura, confundido en el jolgorio popular. Por supuesto, que el desvergonzado impostor fue desarmado y detenido de inmediato. Pero a todos los que, legítimamente, usábamos aquellos atuendos, nos causó pasmo, irritación y hasta gracia, aquella audacia del descarado.
¿Pero qué podía esperarse de semejantes funcionarios? Batista al usurpar el poder, dejó sin efecto la Constitución que hasta entonces teníamos, la de 1940. La sustituyó por un mamotreto que llamó Estatutos Constitucionales, disolvió ambas cámaras del legislativo y destituyó a jueces, gobernadores y alcaldes que se negaron a jurar acatamiento a tal engendro. En sustitución de los que no quisieron doblegarse, nombró a conmilitones suyos. Durante los siete horrendos años de aquella dictadura, sólo escalaron esas posiciones los afectos al tirano y los que aceptaban sus imposiciones. A excepción del caso del Cotorro que he citado y algún otro que fue detenido, la inmensa mayoría de ellos se dio a la fuga, cuando lo hizo el tirano.
Una de las primeras medidas de la Revolución triunfante, fue dotar a cada municipio con las autoridades necesarias. Se nombró para ello una triada compuesta por militantes de las principales organizaciones que habían participado en la lucha. Esos compañeros recibieron el nombre de “Comisionados Municipales”. Pero ningún barco puede tener tres capitanes, y pronto quedó la figura de un solo Comisionado, como  el “resuélvelo todo,” al frente de las aplastantes tareas, todas apremiantes y necesarias para introducir un poco de orden en aquel caos inicial.
Comenzaba a establecerse así, en la base, el poder revolucionario. En un primer intento por institucionalizar el país se crearon los incipientes órganos del poder local, las JUCEI,
 Siglas de Juntas de Coordinación, Ejecución e Inspección. de las que ya he hablado en anterior artículo. Y ya en 1976, con el respaldo de una Constitución, aprobada en referendo, nacieron las “Asambleas del Poder Popular” (Nacional, Provinciales y Municipales) que constituyen la estructura de nuestro gobierno. A nivel Municipal dichas Asambleas están formadas por los Delegados Municipales, encabezados por un Comité Ejecutivo. En cada una de las circunscripciones en que quedaba dividido el municipio, los vecinos eligen a un Delegado. La Asamblea Municipal llenaba la ausencia del fugitivo Concejo Edilicio, formado por los rapaces Concejales. Y en lugar del desprestigiado alcalde, teníamos ahora un Presidente de la Asamblea Municipal, elegido entre los miembros de su Comité Ejecutivo. El alcalde del pasado era archiconocido por la población, por sus escandalosas fechorías y porque había sido electo en elecciones, las más de las veces fraudulentas. En cambio, el método de elección indirecta del cual emerge su sucedáneo revolucionario, lo hace desconocido para la mayor parte de los habitantes del Municipio
 Esto puede comprobarlo cualquiera, tal como lo hice yo, preguntándole a los electores durante sus reuniones con el Delegado: ¿Conocen el nombre del Presidente del Poder Popular de nuestro municipio? ¿Lo han visto, aunque sea, una vez?. Es perogrullada que lo no conocido, no puede ser popular. También sabemos que las estrellas permanecen en el cielo durante el día, pero que la luz del sol las eclipsa e impide que las veamos. Y lo mismo le ocurre al Presidente del Comité Ejecutivo de la Asamblea Municipal, a pesar de su rimbombante y largo título: Es eclipsado por el Secretario Municipal del Partido. Vean si no, quién habla por el Municipio, quién anuncia, responde por los planes, y aparece en primer plano ante cualquier contingencia que afecte a la localidad.
No obstante, esta instancia administrativa nació como la base, el primer escalón de una nueva estructura de gobierno denominada “Poder Popular
 Si les he cansado con tan extensa explicación, les ruego me disculpen. Está destinada a algún que otro amigo extranjero de los que se interesan por nuestros asuntos..” Mis vivencias como Delegado de una Circunscripción, me permiten cuestionar las dos palabras de esa denominación. Me basaré para ello en hechos vividos, y sufridos en carne propia, mientras ejercía el cargo para el que fui electo, en los momentos dramáticos en que Cuba se jugaba su supervivencia. Porque mi desempeño tuvo lugar cuando recién comenzaba nuestro llamado “Período Especial”.
En 1989, la URSS había comenzado ya su proceso de consunción. Fidel, para perplejidad de muchos, había advertido sobre su posible desaparición. Se acercaban para nosotros tiempos más difíciles que los vividos hasta entonces. En el horizonte se barruntaban ya, los negros nubarrones del Período de penurias sin fin que, con mayor o menor intensidad, ha prolongado sus secuelas hasta el presente. Tocaba en aquel año convocar a elecciones municipales y ante lo que se nos venía encima, muchos esquivaban la candidatura a Delegado que se les proponía. Siempre me consideré militante de la Revolución y como tal acepté ser nominado como candidato, sin la obligación que me impusiera un carné rojo, pero sin su respaldo también. Así, resulté electo por mis vecinos para el mandato que comenzaba ese año y finalizaría en 1992, lapso de verdaderas pruebas a las que se sometería mi condición de revolucionario. Lleno de energía, asumí el mandato que me otorgaron mis electores y me dispuse a responderles con mi dedicación, a constituirme en vocero de sus inquietudes y necesidades, a canalizar las soluciones que demandaban los problemas de mi barrio. Muy pronto, el ejercicio del cargo evaporó mi candidez como agua expuesta al fuego. Al clausurar la primera sesión de la Asamblea Municipal, escuché como nuestro Presidente nos despedía, mientras solicitaba que se quedaran sólo aquellos delegados que fueran militantes del partido. Establecía así dos categorías de delegados: los no militantes y los militantes. Estos últimos podían participar en conciliábulos que nos estaban vedados a los demás. Y ¡oh maravillas!, de aquellos cónclaves secretos emergían acuerdos ya tomados que eran aprobados en la siguiente sesión. Pero fue en el cumplimiento de mis deberes como delegado, donde me esperaban las más amargas verdades. En el primer despacho que sostuve con el Presidente, le señalé que su cubículo estaba refrigerado por un aire acondicionado que trabajaba a jornada completa, mientras que el originalmente climatizado salón de reuniones, donde se celebraban las periódicas Asambleas, lo habíamos convertido en una sauna al mantener inactivo su equipo acondicionador. La respuesta que me dio, sonriente, fue salomónica: “Aquel es un equipo que consume mucho, mientras el mío es pequeñito”. Lo dijo con tal convencimiento y autoridad, que me di cuenta que era inútil insistir.
Al principio, cada delegado despachaba con los miembros del Comité Ejecutivo que atendían las distintas esferas y con los Directores Municipales de los distintos organismos nacionales, los poseedores del verdadero poder, puesto que administraban recursos. Estos funcionarios, por lo general, nos contemplaban altaneros, ostentaban su jerarquía y, algunas veces, se negaban a recibirnos. Frecuentes choques tuve con ellos, como cuando descubrí en el salón de duchas del Círculo Social de Fontanar, unos cien sacos de cemento abandonados por el Director de Deportes, echados a perder por el agua. Tomé muestras del cemento, las hice analizar en un laboratorio de la CUJAE para certificar su total deterioro e hice la denuncia pertinente ante la Policía y ante la Presidencia del gobierno municipal. Fui tan ingenuo que mostré la obra vandálica al Jefe de Sector de la PNR y le pedí que sirviera de testigo en mi acusación. Pero, avisado el responsable de tan condenable desidia, en horas de la madrugada, como hacen usualmente los delincuentes, sustrajo el cuerpo del delito y dejó limpio el escenario de su fechoría. Yo quedé como un loco irresponsable y conflictivo, hipercrítico de las esferas gubernamentales
 Y hubiera quedado como difamador, de no haber conservado las muestras de cemento endurecido por la negligencia criminal. Digno de una novela de Conan Doyle fue “El enigma del cemento desaparecido”, misterio que ninguna autoridad se molestó en aclarar..
Al poco tiempo, se constituyeron los Consejos Populares que agrupaban varias circunscripciones y los Presidentes de esos Consejos, se levantaron como barrera rompeolas entre los funcionarios y los simples delegados de circunscripción. Ahora estos debían tramitar los asuntos en los consejos que los agrupaban y aquellos contactos directos que efectuaban con Directores Municipales y miembros del Comité Ejecutivo, fueron suprimidos.  Celebradas unas cuantas Asambleas Municipales, me tocó participar en una, bien melodramática. En ella, la Asamblea de Delegados depuso a aquel presidente, por los delitos de corrupción y abuso del cargo. Impresionante, patético, fue oír a aquel funcionario, arrogante la víspera, convertido en humilde penitente recitando su público “mea culpa”. Despojarle del cargo que había deshonrado, lógicamente, conllevaba su igual deposición como delegado electo por su circunscripción. Pero no importó que una comisión informara de los hechos y que el Partido emitiera su veredicto, los vecinos del depuesto se negaron a revocarle el mandato y lo ratificaron como su Delegado. Mucho pesó en aquel respaldo, las obras con que el ex presidente había privilegiado a su barriada, haciendo uso de las ventajas que, sobre los demás delegados, le daba su cargo al frente del Comité Ejecutivo.
A pesar de todos los encontronazos, sin contar con un mínimo de poder, me mantuve fiel al mandato que me habían dado mis electores y supe ser el Delegado de ellos ante el inmediato escalón de gobierno, no el Delegado del gobierno ante una parte de la población, como pretendieron convertirnos y como algunos aceptaron actuar. Esta práctica en el ejercicio de mis funciones, aunque estuviera reducida a orientar a mis electores, a esclarecer ante los mismos los eventos que debíamos enfrentar juntos, y a protestar y denunciar lo intolerable y mal hecho, me ganó el reconocimiento de mi comunidad, mientras que dentro de la Asamblea, cobré fama de “electrón libre”, elemento conflictivo y problemático, poco confiable. Con ese sambenito concluí el período para el cual fui electo. Al terminar el mismo, se habían pospuesto las elecciones y se nos pidió que prolongáramos nuestro ejercicio. Me negué, pues yo había sido electo para ocupar aquel cargo por dos años y medio, y ese tiempo ya había transcurrido. Para continuar un día más, entendí necesario el voto de “abajo” que me respaldara, no la decisión tomada “arriba.” Así lo hice saber en la última reunión de vecinos que convoqué, ellos estuvieron de acuerdo en que yo no podía hacer más de lo que hice y yo quedé en paz con mi conciencia. La misma paz que he conservado hasta hoy.

Regla, octubre 15 de 2012



miércoles, 10 de octubre de 2012

ESTAMPAS REGLANAS

Al Dr. Eusebio Leal Spengler,

como pequeño tributo de un habanero agradecido.


REGLA EN OTRAS PARTES

Regla, además de ser pueblo y municipio habanero, de cubanía probada en la Historia, está presente en otros sitios, tanto en la tierra como en el cielo:

En el Municipio español de Chipiona, perteneciente a la provincia de Cádiz, Andalucía, existe un Santuario de la Virgen de Regla que data del Siglo XIV y que constituye uno de sus monumentos más importantes. Hay una Constelación de Regla, también llamada Constelación de La Escuadra. Y por último, en el estado mejicano de Hidalgo está presente esta toponimia.


ESTAMPAS REGLANAS




"... No sé que tienen estas calles de Regla, que siendo empedradas parece que de ellas brotan flores"...

José Martí

(Velada inaugural del Liceo Artístico y Literario de Regla, febrero 8 de 1879)


"Dónde pongo lo hallado, en las calles, en los libros, la noche, los rostros en que te he buscado…

Dónde pongo lo hallado, en la tierra, en tu nombre, en la Biblia, en el día en que al fin te he encontrado".

Silvio Rodríguez


Me he enamorado

Definitivamente: ¡Me he enamorado! Mejor sería decir que ella me ha envuelto en sus redes de amor, me ha prendado y prendido a sus faldas; asido a ellas ya caminaré, siguiéndola, el trecho que aún me falta por andar. La descubrí a la orilla misma de la bahía; pizpireta, me permitió mirarla detenidamente y se me acercó atrevida, provocadora e impúdica. Suave brisa marina la envolvía. Olía a salitre, a hierros carcomidos de viejos barcos que echaron sus anclas para siempre aquí, a pilotes embreados, a hembra bañada y resuelta. Orgullosa, reclamó ser la mestiza absoluta y perfecta, por sus múltiples ascendencias africanas, china y europea. Del Continente Negro posee el desierto y la selva; de Europa exhibe lo francés venido de un esclavo "Saint Domingue", el de los cafetales sin fin, el que derrotó a Napoleón; también es, por andaluza, gitana legítima, del pueblo romaní, y de Asia aún conserva los ojos rasgados y el pelo lacio. Es decidora, bulliciosa, guarachera pero profunda, y lleva en el fuego interior que la abrasa, un mundo de leyendas, de hechicerías y de tentadoras promesas. Desde el primer encuentro se apoderó de mí, desde ese instante la amé con pasión y la hice mi todo, mi rincón y mi mundo. Es la parte de mi adorada Cuba que me rodea inmediata, más tangible, la que yo puedo ver, tocar, oler, sentirla junto a mí, rodeándome con ese abrazo tan posesivo que solamente ella sabe dar. Celosa guardiana de tradiciones que conserva y venera, bebedora de ron, rebelde y humilde pero altiva, jugadora empedernida del azar, supersticiosa, adora a varios Dioses, los reverencia a todos sin postergar a ninguno. Pero sobre todo, ama a sus hijos. Los que ha tenido con diferentes padres. Y entre ellos, me ha aceptado a mí, quizás sabiendo que yo soy su Edipo. Se llama REGLA (antes se llamó Guaicanamar) y es un pueblo provinciano, adherido a la Capital, dicotómico y encantador en sus contradicciones. En ella trasplanté mi hogar. Todo aquí me parece maravilloso.

Regla, pretenciosamente, se autodenomina "ultramarina", y sin embargo está al otro lado de la bahía, más bien al fondo de la misma, en su parte más resguardada, frente a la hoy mal llamada "Habana Vieja", esa que nuestro Historiador de la Ciudad ha reconstruido como era, cuando era nueva. Con igual razón, los habaneros pudieran titular su ciudad como "La ultramarina ciudad de La Habana". Realmente el ambiente, del que están impregnadas ambas, no es marino, sino portuario. (Aquí parecen encarnarse muchas novelas de Onetti)
El paisaje de Regla, de pueblito del interior, remeda algunas zonas de Santiago
de Cuba, con sus calles empinadas en lomas que bajan, suben, y descuelgan
escaleras de lo alto, que descienden a otra calle.
Las casas, igual, muchas de una sola planta y techo de tejas, con puertas
que abren directamente sobre la acera, de la que se elevan por tres o más
escalones. Aún luchan por sobrevivir algunas casas de madera, desafiando al tiempo con su antigüedad de tablas semipodridas. Otras siguen sosteniendo techos renovados sobre los originales muros del mampuesto colonial, muros de grosor descomunal, como de fortaleza, hechos para resistir asedios y cañonazos. Esta imagen de pueblo provinciano, contrasta con los siete minutos que tarda la lancha en trasladarnos al centro capitalino, restaurado por Eusebio Leal.

Si Carpentier bautizó a La Habana como "Ciudad de las Columnas", yo me atrevo a nombrar a Regla como "El Pueblo de los Pasillos". En efecto, en cada cuadra, podemos encontrar más de un pasillo, angosto pasadizo, túnel que penetra, unas veces techado, las más a cielo abierto, hasta el fondo, flanqueado por hileras de cuartos y viviendas de espacio constreñido.  El llamado "pasillo" es la versión reglana del solar habanero, pero sin el patio central donde exhibía aquel, los lavaderos, el inodoro y la ducha colectivos.

Pero más impactante que el paisaje arquitectónico, físico, es la arquitectura
social. Aquí la gente siente como propiedad de cada cual la villa que habitan orgullosos, son más cercanos y familiares, gentes de pueblo. Ellos viven a otro ritmo, donde siempre hay tiempo para conversar, para intercambiar con el vecino inmediato, para conocer al mediato y aún al lejano, o para indagar sobre el forastero. Aquí he comprendido lo que Hemingway encontró en Cojímar. Yo lo he hallado en Regla: Son los temas y personajes que te salen al encuentro, que te asaltan la vista y el oído con sus rasgos y relatos que exigen dejar testimonio
escrito. Aquí la llamada "inspiración" ronda por las calles. Solamente hay
que salir a encontrarse con ella.

Regla arrastra una larga tradición de religiones entremezcladas y es uno de los lugares donde mejor se puede apreciar el sincretismo de cultos estudiados por Fernando Ortiz. La Virgen de Regla, la única virgen negra de Cuba, es la Yemayá afrocubana, marinera y reina de las aguas. Aquí se alza, pegado al mar, su santuario. Y aquí su pueblo le rinde fervoroso culto bivalente. A la multifacética madre de Jesús y a la orisha yoruba, señora de los mares, dueña del color azul, oscuro para Yemayá Olokun, claro y blanco para otra de sus representaciones, la de los puertos. El cura católico ha tenido que aceptar en su templo, ceremonias y ofrendas para ambas deidades. Regla tiene un único cura párroco, pero muchos "babalaos". Ellos, sacerdotes respetados, ofician sacrificios sangrientos, ensalmos y baños de despojo, leen el porvenir y aconsejan a sus "ahijados". Muchos de los lugareños llevan collares y pulsos de cuentas alternadas, verdes y amarillas, que los identifican como creyentes iniciados: Ese pulso es "La Mano de Orula". Otros muchos, hembras y varones, van vestidos del blanco absoluto, proclamando la advocación de su Santo. Por otra parte, este pueblo fue, con Guanabacoa, cuna de la sociedad secreta Abakuá, nacida entre los estibadores del puerto, gente ruda y noble que, aún hoy, viven aquí, hermanados alrededor de su "palo", observando su ritual secreto (plante) y el código ético que los distingue. Por último, los primeros chinos que emigraron a Cuba, los pobrecitos culíes, traídos engañados, como sustitutos del negro, cuando se suprimió la trata, desembarcaron en Regla y en Regla fueron recluidos en un barracón y tratados como nuevos esclavos.

Cuentan los más viejos, que un alcalde ladrón aprobó la construcción de aceras, negocio que le permitió apropiarse de sumas considerables del presupuesto municipal. El pueblo reclamaba otras obras más perentorias, y como muestra de rechazo a la decisión alcaldicia, todos comenzaron a caminar por las calles sin pisar acera alguna. Hoy todavía los reglanos andan y desandan sus calles, no por las veredas para peatones, sino disputándoles el paso a los vehículos.

Resumiendo: Puedo decir que, como Alicia, he llegado a mi "Pueblo de Maravillas". Si exagero, perdónenme amigos. Ya les dije que ESTOY ENAMORADO.


Ella, Regla, mi amor, cuenta su historia

Estamos sentados en el muro del pequeño malecón; frente a nosotros, brazo de bahía por medio, la Habana vetusta y renovada nos invita a un viaje en el tiempo, para contemplarla en la plenitud del siglo XIX. Un poco hacia la derecha, el paisaje indescriptible de la bocana que, con su enhiesto Morro como guardián de entrada, faro señalador, como símbolo fálico, comunica la bahía con el mar abierto. A nuestras espaldas la iglesia donde se venera, en una sola imagen, a dos deidades de cultos diferentes. Permanecemos muy juntos, ella me provoca con la proximidad de sus colinas que, cual hermosas tetas, exhibe sugestiva. Me habla íntima, en voz baja, con su timbre grave, cálido y femenino. Comienza a contarme su historia:

En un principio, albergué un caserío aborigen. Entonces me llamaba Guaicanamar. Después se asentaron en mí pescadores y braceros de los muelles, gente pobre, marginada y preterida que, aunque súbditos españoles, se sentían "del país", "criollos". Para diferenciarse de los peninsulares, se autonombraban "españoles de ultramar", "ultramarinos". Quizás de ahí derivó uno de mis apelativos. Mi topografía ondulada, de colinas que retan la ascensión del caminante, contribuyó a moldear una característica de mis hijos: ser esforzados, pues aquí, para caminar por mis calles empinadas, hay que hacer esfuerzos. Subirlas fortalece las piernas y el carácter. Más tarde me poblaron negros que ya eran libres, pero que seguían sufriendo el maltrato de sus antiguos amos, resentidos por haber perdido en ellos una propiedad, a la vez que eran discriminados por los demás blancos. Hasta aquí vinieron huyendo, para sentirse al fin personas. Mis pobladores todos, eran los rechazados por aquella sociedad colonial. Y por esa razón, surgió entre ellos un sentimiento de solidaridad que convirtió sus identidades varias en unidad e identidad única; lo peculiar les vino de las mezclas, fue el resultado de una sucesión de coitos interraciales. Como autodefensa y protección, surgieron asociaciones de ayuda mutua, recios cabildos, Logias masónicas y sociedades secretas. Otro escudo con el que contaron, fue el sincretismo religioso. Él les permitió aceptar a la Virgen impuesta que, como concesión tuvo que volverse negra, para que los poblanos reconociesen en su imagen a Yemayá. Todos fueron libres de escoger sus creencias y cada uno respetó la fe del otro.

Como bien sabes, en 1762 La Habana fue ocupada por los ingleses. Los pálidos soldados de casaca roja se limitaron a patrullar la ciudadela amurallada. Nunca se atrevieron a pisar mis calles, a pesar que yo estaba bien cerca, como quien dice enfrente, al otro lado de la bahía. Parece que tenían bien presente el recuerdo machetero del guanabacoense Pepe Antonio. De todas formas, la ocupación duró bien poco, no llegó a un año. Y cuando se produjo la restauración del dominio hispano, el nuevo gobernador enviado, Ricla, despreciando los habaneros, prefirió uno de mis muelles para desembarcar.

Mi temprano criollismo no tardó en volverse cubanía, sentimiento de nación por concretarse y resolverse en soberanía plena. Así fui centro del laborantismo independentista. En defensa del ideal libertario, al llamado de Carlos Manuel, mis hijos subieron al cadalso, como el joven Eduardo Facciolo. Otros cayeron luchando en la manigua redentora. Siempre he dado mártires y héroes.

Al abolirse la trata de negros, se intentó sustituir aquellos por infelices culíes, traídos engañados desde Cantón. Entonces, fue mi tierra la primera que pisaron aquellos chinos convertidos en nuevos esclavos. Yo los albergué en un barracón aledaño al muelle. Poco después, cuando algunos de ellos se rebelaron, yo di refugio a los fugitivos. Ellos fueron a sumarse a mi "ajiaco étnico1" y aquí nadie los delató.

En un guadaño atravesó muchas veces la bahía, para llegarse a mí, José Martí; había regresado a Cuba durante la mal llamada "Paz del Zanjón". Él venía a visitar a su amigo Pedro Coyula, quien lo invitó a hablar en la velada inaugural de mi Liceo Artístico Literario. Las lisonjas que me dedicó me hicieron sonrojar. Eso fue en 1879. El Liceo era un centro conspirativo, allí se reunieron todos los Clubes revolucionarios que funcionaban en la Habana y nombraron a Martí su representante por Occidente. En esa reunión, no pude evitarlo, participaron espías españoles; eso costó muchas detenciones y a Martí su segunda deportación.

De nuevo, fui conspiradora durante la preparación de "La Guerra Necesaria". Se conspiraba en la barbería de Bonifacio Mojica, a la que todos llamaban "El Salón de Oriente", en el mercado, en el café "Catalán" y en el "Liceo". Al llegar la orden de alzamiento, una vez más, mis hijos se enrolaron en la contienda libertaria. Entre ellos, uno, Federico Mendizábal Alemán, alcanzó los grados de General de Brigada, dos llegaron a Tenientes Coroneles y siete, a comandantes.

Cuando murió Vladimir Ilich, y siendo muy joven nuestra República castrada, un alcalde mío bautizó una de mis colinas como "Colina Lenin", en homenaje al creador del primer Estado de trabajadores y campesinos. El ideal socialista tuvo arraigo entre mi gente, fui cuna de fuertes movimientos sindicales y por mis calles vi caminar a muchos de sus más destacados líderes; en mis casas encontraron amparo cuando eran perseguidos. Mis hijos siempre fueron rebeldes y levantiscos, por eso no es de extrañar que, en la lucha contra la última dictadura de Batista, se me conociera con el sobrenombre de "La Sierra Chiquita"…

No dice más, la veo conmovida por recuerdos gloriosos y tristes, se levanta y echa a andar calle Martí arriba. Voy tras ella, totalmente poseído, desbordado de amor.


EL ESCENARIO

Pegado a la orilla, el escenario está acurrucado, entre tramoyas, al fondo de la bahía donde, adentrándose en ella como península, divide las aguas en dos ensenadas que le rodean. La escenografía, paisajes de puerto: Grandes grúas alzan al cielo sus cuellos de jirafas, barcos en atraque, embreados pilotes hincados en el agua, bitas, hierros carcomidos por un anclar para siempre y cordajes por amarrar en el más allá. Algarabía de marinos en asueto, amargor de braceros sin trabajo, salitre que impregna el ambiente, recodo último de la bahía, rincón de creencias y cubanía. Eso es Regla. Pero es más: es pueblo de campo y es Capital, refugio provinciano y parte de una única habanidad. Estás en La Habana y no estás. Aquí madera y tejas, allí el mampuesto colonial, de telón de fondo: la gran ciudad. El municipio más pequeño y el de más alta densidad., el único que tiene una virgen en propiedad. Virgen que es doble, porque es María y es Yemayá. Aquí, al final de mi tiempo, vine a recalar; a sumirme en este encanto, atracado a mis recuerdos, como un barco más.


DECORADOS


Las casas

Estilos y materiales incompatibles, en estados de conservación al parecer anacrónicos, forman un abigarrado popurrí en la arquitectura reglana. Subsisten arcaicas casas de madera, casi ruinas, pintadas de ese color que sólo da el tiempo. De ellas, algunas se inclinan mientras otras se mantienen enhiestas, pero todas resistiendo el peso de los años, negadas a desaparecer. Son testimonios de los asentamientos más remotos, viviendas de pescadores, braceros y estibadores, gente curtida de sol y salitre, nervudos, de recia urdimbre, como sus casas. Esas casas parecen barcas varadas en tierra, añorantes de travesías, protagonistas de naufragios. Ellas contemporizan con las primeras mamposterías republicanas, ancianas también, pero no tanto como los gruesos muros del mampuesto colonial, que han mutado con el tiempo sus techumbres, como se cambia de sombrero, se desecha el ya raído y se le sustituye por el nuevo. Levantados por los abuelos de los abuelos, siguen soportando los más disímiles techados. ¡Ah, los techos! Vista desde la altura, Regla es un muestrario de cubiertas, se intercalan las tejas y el zinc, la placa de hormigón y el cartón embreado. Serpenteando entre ellos, descubiertos al cielo, los pasillos. Muy estrechos algunos, laberínticos a veces, refugio de penurias siempre.

Modernas edificaciones alternan con estas antigüedades, testigos de relativas y variadas bonanzas, del progreso de sus moradores mediante el trabajo y el sacrificio, o por las ganancias no siempre claras de turbios negocios… Pero todas pequeñas, ajustadas al limitado espacio. Espacio urbano que tuvo que reacomodarse para albergar cada vez más reglanos. Porque la población fue creciendo y creciendo y el mar estaba por el frente, por los costados y atrás las empinadas lomas como un cercado. Más personas y más casas, para convivir se hacinaron. Cuando el centro estuvo colmado, casuchas precarias en las abruptas laderas colgaron. Y las lomas se fueron poblando con pasmosos equilibrios de mago. Regla tiene zonas donde las casas, en oleadas, asaltaron las colinas por sus vertientes más escarpadas, enracimándose unas sobre las otras, hasta alcanzar a las que llegaron primero y se hicieron dueñas de las cumbres. Forman entonces hileras a distintos niveles, que se comunican por estrechos y zigzagueantes trillos labrados en la roca. Nada tienen que envidiar a los famosos Cerros de Caracas, ni a las favelas cariocas. El acceso allí es imposible por medios motorizados, es obligado subir caminando.

Arriba y en lo llano, en el litoral bajo o en el terreno escarpado, el área fue poca y los reducidos interiores propiciaron una vecindad promiscua, familiar, de poblano. Las paredes medianeras, indiscretas, con ventanas que rompen todo reglamento urbano, son vasos comunicantes de intimidades, dejando escapar por sus vanos, un abanico de sonidos: suspiros y estornudos, gritos y espasmos. Una cotidianeidad que se repite hasta el cansancio.

Las fachadas muestran, en cambio, todo un universo policromado, prueba fehaciente del gusto por el color vario del reglano. Aquí han logrado la imposible compatibilidad del rojo y el amaranto, del azul y el verde y hasta del rosa con el color naranjo. Así, esta cuadra remeda la paleta de Matisse, aquella la de Van Gogh y aún otra recuerda la gama y sensualidad de un Tiziano. En la calle Maceo, casi esquina a la de Agramonte, hay una edificación de pocas e indefinidas plantas, tan surrealista, que pudiera ser un monumento a Salvador Dalí. Allí, de lo alto y al descubierto, visibles desde la calle, las absurdas escaleras, no se sabe si suben o bajan, porque para acceder al nivel inmediato superior, es necesario subir primero al más alto y bajar luego para no llegar a ninguna parte, sólo allí…


Las calles

Gradual pero empecinadamente, las calles de Regla parecen buscar la verticalidad; con sus continuos ascensos y descensos plantean un desafío a las piernas no entrenadas. El pueblo tiene dos arterias principales que, como espinas dorsales, lo recorren longitudinalmente: La Calle Martí y la Calle Maceo. La primera recibe a los visitantes y los hace bajar hacia el emboque, donde está el santuario de la virgen tutelar y las lanchas que van y vienen, cruzando la bahía, como lanzaderas de una trama de La Habana Vieja. Por Martí, bajando del Camposanto, se entra al pueblo. Pero si se llega por vía marítima, entonces por ella se subirá para recorrer Regla. Origen y destino en parábola de calle, sube desde el mar para morir frente al cementerio.

Martí es la única con aceras de granito. Este lujo, en medio de tanta pobreza, provocó una enérgica protesta popular. Otras obras, más necesarias, eran reclamo general. Pero lo presupuestado para el público transitar, engordaba la bolsa de un alcalde sin moral. El escándalo fue mayúsculo y del parque para allá, el granito quedó sin pulimentar. Desde entonces, rebeldes, los poblanos caminan por la calle, sin las aceras pisar. Martí, que es calle comercial, pasa frente al parque llamado Guaicanamar, al fondo del cual, parece esconderse, ocultando sus fraudes, del gobierno la sede municipal. En ese edificio, en tiempos de la tiranía, radicó la estación de policía, refugio de asesinos y torturadores, palacio de la villanía. Hoy la vieja edificación la ocupa el revolucionario Poder Popular.

Maceo es más ancha y menos concurrida. Acompaña a Martí a lo largo de su recorrido, sirviéndole de flanco inmediato y como aquella, también comienza o termina en el cementerio. Maceo exhibe las mejores casas; algunas, orgullosas, se distancian de la acera mediante portales con muros por barandas. No comparten pared medianera, totalmente independizadas de sus vecinas. No obstante, tanto en Martí como en Maceo, a tramos, se hacen presentes esos solares sin patio, que aquí llaman "Pasillos". Cuarterías interiores, a lo largo de estrechas galerías.

Como costillas, atraviesan las calles principales otras que completan el entramado urbano. A veces, al desembocar en alguna de aquellas, confluyen dos para formar la amplitud de unas cinco esquinas. La más ancha de todas, la nombrada "24 de Febrero" nace de lo que parece una plaza; al llegar a Alburquerque se desentiende de la "Calixto García" para seguir su curso independiente y a unos centenares de metros se arquea y pierde, bifurcada al pie de la Colina Lenin.

La estrechez de sus hogares obliga a los lugareños a realizar muchas de sus actividades afuera, en plena calle. Debido a ello, las calles de Regla no son como las de otros lugares. No solo son vías de tránsito para ir de un punto a otro, sino también sitio de estar, espacio social compartido para el disfrute y extensión del hogar. La calle tiene en este poblado una dimensión especial y sus habitantes las utilizan con los más variados e impensados propósitos. Como en ningún otro pueblo o ciudad, aquí, en plena calle podemos ver escenas de intimidad y personajes insólitos. En algunas cuadras, el cordel y la caña brava tensan tendederas con ropas recién lavadas. Temprano en la mañana, Ana pasea sus pavitos de una esquina a la otra de nuestra cuadra; luego los encerrará en una jaula que tiene en su pequeña sala. Otro vecino saca a la calle el cerdo que cría en reducido espacio, para que tome sol. Del cabestro traen a varios caballos para que pasten en el solar yermo de enfrente, mientras Juan ha amarrado, con finos cordeles, sus gallos finos en la acera. Sentados en el contén, dos amigos toman ron y admiran la belleza de Lola que, después de lavarse la cabeza, en short ha salido afuera a cepillar su cabellera. Hace ya muchas horas, antes que el sol asomara, ya Chicho sacrificó y limpió tres puercos en medio de la calle Millar, donde con leña hirvió el agua necesaria. Tuvo aún tiempo para dejarlo limpio todo, sin rastro sangriento alguno que revelara aquel matadero en la vía pública. Aquí todos viven parte de sus vidas en plena calle, han perdido el miedo escénico porque su intimidad ha corrido, de boca en boca, por la vecindad, allá, adentro. Y además, porque la calle es de todos, una propiedad colectiva de todo el pueblo. En aquella esquina, alrededor de una pipa de cerveza, se ha formado un coro de vecinos. Algunos vienen con envases y hasta con cubos, para trasladar el rubio y espumante líquido a sus hogares; otros toman posesión del lugar y lo convierten en bar al aire libre. Compras en mano, al regreso del mercado, se detienen a parlotear las reglanas. Sin mirarlas, opulenta de carnes, contoneándose como nadie, pasa Carmen, la orgullosa mujer del bodeguero. Mientras, ajeno a lo que no sea su trabajo, cantando villancicos, contento y activo, se acerca, escobillón en ristre, Manolo, el trabajador de comunales. Cristiano, fervoroso creyente, va dispuesto como siempre, a dejar limpia su calle… Pienso que, de la reciente telenovela, inspiró un pintoresco personaje.


UTILERÍA, LUCES Y OTROS EFECTOS

Este puerto

En mi calle de noche. De noche en mi calle. No es lo mismo, tampoco suena igual. De ninguna forma alcanzará la melodía que tiene este pedacito de Regla donde he venido a recalar. Caen las sombras (es un lugar común), no caen, se alzan sobre las claridades dejadas atrás. En la acera de enfrente no hay casas, es un terreno baldío que enmarcan cuatro torres luminarias del cercano atracadero. Está vacío, un barco que ayer descargaba ha partido… Hace apenas unas horas, soltó sus amarras y las recias bitas ya lo extrañan. ¡Hay tantas similitudes entre este puerto y mi alma!...


Religiosidad

Iconos de San Lázaro o imágenes de Santa Bárbara adornan con frecuencia las fachadas. En muchas ventanas, amarrada con un trapo rojo, se seca una tuna. En otras una penca de la llamada "lengua de vaca". En algunas puertas bajo un pedazo de pan viejo, distintos impresos exhiben o una lengua atravesada por un cuchillo, o un ojo abierto y vigilante. Todas son muestras de la religiosidad de sus habitantes. Parte del folclore de esta villa tan pintoresca e interesante. No obstante de ser ya algo habitual, parte del paisaje, la siguiente me llamó especialmente la atención: En una casa a punto de caerse, con desajustadas tablas podridas por paredes, sus moradores (quizás la familia más pobre de Regla), han colocado un letrero sobre la puerta. "DIOS NOS AMA", pregona el rótulo y me es difícil imaginar cómo sería si los odiara.


Las bodegas

Las bodegas esquineras eran, desde tiempos remotos, el establecimiento más frecuente en las calles habaneras. Proliferaban en cada barrio destilando un añejo sabor, quizás heredado de la colonia. Eran una institución, junto al bodeguero (casi siempre español), inherente a nuestra identidad y tradición. En la segunda mitad del siglo veinte, sufrieron la agresión del súper mercado, del grócery norteamericano, parte de la penetración cultural que sufrimos como neocolonia. Así irrumpieron aquellos establecimientos con aire acondicionado, de estanterías ordenadas y carritos niquelados, que trataron de sustituir al viejo mostrador de caoba, con la pesa, el molinillo de café y el dependiente del otro lado. Más tarde, con la Revolución y los abastecimientos empeorando, comenzaron a languidecer nuestras viejas bodegas, con sus anaqueles vacíos mostrando nuestras penurias. Muchas sobrevivientes se convirtieron entonces en lúgubres y miserables tugurios, casi siempre mal iluminados, racionalizando locales y aprovechando espacios. Eran tristes despojos, carcomidos por la inactividad de un comercio ausente, sustituido por una distribución igualitaria. Otras se mantuvieron aferradas a sus locales originales. Por Santos Suárez todavía se pueden ver, también por el Vedado y Centro Habana, estas reliquias del pasado. Pero en Regla subsistieron con nueva vida, estos comercios de víveres que aquí llamamos bodegas. Siguieron donde estaban, en las esquinas, retadoras del tiempo, con algo de su fisonomía primitiva y así hoy siguen brindando servicios impensados. Ellas, como todas, distribuyen por la libreta, del racionamiento la cuota que nos ha igualado. Documento que critican, escandalizados, enemigos e izquierdistas y que a muchos nos ha salvado. Pero además, son centros de orientación al pueblo, que conoce de viva voz del bodeguero y a veces por murales, las nuevas disposiciones gubernamentales. También, por cubanas, son los lugares de donde parten chismes y rumores que se difunden en cada barrio. Lo cierto es, que una vez que ha distribuido las cuotas de los vecinos que le han asignado, tarea que cumple en unas pocas jornadas, el bodeguero no tiene mucho que hacer en la mayor parte del mes. Salvo, claro está, llenar una sarta de papeles que pretenden ser controles y que demuestran su inutilidad al no controlar nada. Sus largos ratos de ocio, el bodeguero suele emplearlos de acuerdo a su inclinación y gusto. En la bodega que me corresponde adquirir los víveres, entra despiadado el sol de la tarde. Por ello, el bodeguero saca una silla extensible y la coloca a la sombra, en la acera de enfrente. Allí permanece sentado, tomando el fresco, intercambiando con los vecinos noticias y comentarios, como si fuera un veraneante en descanso. Ayer, pasó frente a él una vecina de la cuadra, madre joven con su bebé en un carrito y le dijo en un ruego-mandato:

_Sosa, échame un ojo a la puerta que la dejé abierta y tengo que ir a la farmacia…


Entierros a pie

Otra peculiaridad que tiene esta Regla: Sus entierros son siempre a pie. La funeraria, la única funeraria del pueblo está a cuatro cuadras tan solo del cementerio. No es necesario motorizar la caravana. El cortejo toma la calle, "a paso de entierro" y como es la vía de salida, el transporte colectivo y cualquier otro, atempera su velocidad a la de los caminantes. Nadie protesta, porque "así se hace y así siempre ha sido". Aquí velan al difunto, familiares, dolientes y vecinos, tanto conocidos como desconocidos. "¡Alguien ha fallecido, hay velorio!" (Porque no todos los días ocurre) Y, curiosos por ver quién ha muerto, todos acuden. Así es aquí, en Regla, donde he venido. Y donde quizás me velen, y vengan todos, amigos y extraños, sin yo haberlo pedido…


Todos se han visto aunque sea una vez

Me dijo un amigo nuevo, de los que me han salido en esta Regla, terruño querido, que aquí, todos los habitantes al menos una vez se han visto. Me lo afirmó como una verdad inapelable. Y yo le creo. ¡Es tan poco el espacio y es la vida tan grande!…


El nombre de un puente

A pesar de los dos días que llevaba sin comer, no sentía hambre. La cabeza la tenía embotada y los pensamientos le brotaban como aplastados por la miseria. En ese estado tomó el camino a Guanabacoa. Sólo llevaba la soga con que amarraba la chiva, la única propiedad que le quedaba y que le habían robado esa madrugada. Ahora no tenía nada que dar a sus hijos… Al llegar al puente sobre el río Tadeo, ya a la salida de Regla, obró como un autómata: Amarró un extremo de la cuerda a la baranda y se subió a ella; después hizo un lazo del cabo libre, se lo ajustó al cuello y saltó al vacío y a las eternas sombras. Posteriormente, muchos agobiados por sus destinos, le imitaron y tomaron aquel camino para hacer lo mismo. Sin embargo, él fue el primero y aún más: dio nombre a aquel puente que, desde entonces, se llamó "El Puente del Ahorcado".


Lenin y Martí, dos colinas se llaman

Caprichoso por lo irregular, es aquí el terreno. Regla se fundó entre colinas que le daban abrigo. Ya protegida estaba al fondo de la bahía, pero más abrigo le hacía falta. El que le resguardara del viento norte, que con frecuencia la azotaba. Por eso se refugió entre elevaciones, eso le ayudaba. Aparte de hacerla más resguardada, la hacía pasar inadvertida, casi olvidada. Pero ella latía con el mundo, con él sufría y cantaba. Por eso, de sus cimas más altas, Lenin y Martí las dos colinas se llaman.


Ayer y hoy

Pienso una Regla lejana, cuando engrillados pies arrastraban su cansancio sobre marineras tablas. Al compás de sus cantos negros, quizás lamento, quizás esperanzas en pos de ánimo, cargaban las mercancías destinadas a engrosar las arcas de España. Iban y venían, repitiendo el corto trecho que separaba del muelle al barco. En un sentido cargados; en el otro, de todo peso liberados. Aquellas tablas que unían la embarcación colonial con la tierra esclava, eran el camino que conducía a un futuro de reclamo, de rebeldía, de lucha por este hoy…

El crepúsculo llega al puerto. Encimadas sobre el horizonte, algunas nubes se tiñen de la grana de un amanecer invertido. Frente a mi puerta, varios caballos, libres de sus arreos, relinchan en el yermo convertido en pastizal. Los reglanos regresan del trabajo a sus hogares. Algunos arrastran carritos, muchos transportan bultos y jabas, figuran una teoría de esforzados cargadores volviendo al hormiguero; Así, a estas horas, de cansancio que busca reposo, se animan las calles con liberado júbilo. Algunos hombres se reúnen con vasos alrededor de una botella de ron. El ambiente se impregna de aromas de sofrito criollo, donde el ajo, el comino y el ají condimentarán los frijoles de esta noche. Una suave brisa marina viene de la bahía y desde lo alto de la loma irrumpen los tambores que acompañan un canto afrocubano: "Ye re lire, yeyeó, masomba, fambi, masomba evó…" Es la voz de la sangre, el eco pertinaz e histórico de aquellos esclavos cargadores, que siglos atrás llenaron con sus cantos el ayer. Esos cantos que, ya para siempre libres, los siguen encadenando a la tradición.


Sorpresas en una barbería

Existe en Regla un buen número de barberías. Por la calle principal, Martí, se encuentran varias. Las hay tan céntricas como la situada frente al parque, sobre la calle Céspedes. También, a ambos lados de la ancha 24 de febrero, ocupando sus portales, proliferan establecimientos de esta clase, y aún en las zonas más periféricas se puede ver algún que otro sillón, a veces un asiento improvisado, ocupando una sala, un portal o un garaje en desuso, donde recortan el cabello. El desempleo y la apertura del trabajo particular, llamado "por cuenta propia", han hecho proliferar multitud de oficios hace tiempo perdidos, entre ellos el de barbero. Los nuevos rumbos económicos por los que transita el país, convirtieron en independientes a los barberos estatales y muchos que operaban de forma clandestina, dejaron de ocultarse y ahora lo hacen legalmente. Al mudarnos para acá, me fue preciso buscar uno y como nunca he sido exigente con lo referido a mi tocado, me decidí por el más cercano. Quizás por estar resignado con el aspecto que la naturaleza me dio, soy de los pocos clientes que, al concluir el Fígaro su labor, no se miran en el espejo para darla por aprobada o pedir alguna rectificación. Por todo lo anterior, cualquiera que manejara el peine y la tijera, sin importar la destreza con que lo hiciera, me venía bien Y si estaba cerca de mi nueva casa, mejor. A unos centenares de metros de mi puerta hallé el lugar que reunía las pocas condiciones que yo exigía. Y hacia allí me dirigí con la intención de mantener mi pelo dentro de una longitud discreta. Esperaba encontrar lo habitual en toda barbería: Una peña de habladores, polemizando sobre los más diversos temas; una tertulia donde se discuten apasionadamente los más variados temas; un punto de reunión de expertos en todo, lo mismo fanáticos de la pelota, que profundos conocedores de "lo último"; una fuente de difusión de noticias, chismes y rumores. Porque a las barberías concurren no sólo los que requieren los servicios que ésta brinda. También acuden aquellos que, imperiosamente, necesitan ser oídos, los sedientos de protagonismo y hambrientos de tribuna. Los conocedores del más novedoso adelanto científico y del último escándalo que le armó Chicha a su marido, cuando lo sorprendió de calzón quitado en casa de "la otra". Yo venía dispuesto a encontrar lo de siempre. Y sin embargo, en aquel lugar me aguardaban una serie de sorpresas. La primera fue una peluca de estambres rojos y una roja nariz de payaso, colgadas al lado del espejo. Al notar que yo miraba intrigado lo que suponía un adorno estrafalario, me aclaró el oficiante de la navaja: "Es que yo me contrato para animar fiestas infantiles. Lo hago sábados y domingos y algunas tardes en que no abro la barbería… "

Lo miré y me era difícil imaginar que aquel rostro serio y circunspecto, pudiera encarnar un grotesco y ridículo personaje, arrancador de carcajadas. "Es que este oficio tiene mucha competencia. Demasiados barberos para tan pocas cabezas y como payaso gano más. Aunque hayan pocas fiestas, una me da lo que tres días de pie pelando". Amplió su argumentación, locuaz como todo barbero. Pero aquella primera sorpresa no sería la única que yo iba a encontrar y la segunda no se hizo esperar: Por su continua conversación pude comprobar que aquel joven era un acucioso investigador de religiones antiguas y ya desaparecidas. Con dominio me habló de gnósticos, cátaros y esenios. Sus orígenes y preceptos. No pude menos que quedar impresionado por sus conocimientos. Animado por el encuentro con personaje tan culto, pensé que aquel era el mejor lugar para dar a conocer mis escritos. Mientras esperaban su turno, los clientes podrían ir leyendo mis estampas costumbristas y mis cuentos. En poco tiempo mi producción literaria sería conocida y comentada por toda Regla. Así se lo hice saber a mi nuevo Fígaro, después de revelarle mi oficio y solicitarle respetuosamente su autorización para dejar allí varias copias de mis escritos más recientes. Porque, aunque uno escribe por necesidad y mandato interno, también necesita lectores. No es lo mismo el por qué y el para qué se escribe. Independientemente del por qué, todo escritor escribe para ser leído.

Entusiasmado con mi hallazgo, a los pocos días le llevé al barbero-payaso tres copias de mis nuevos engendros, aquellos que pintaban a Regla y sus habitantes como mi pueblo de maravillas. Consciente de estar utilizándolo como agente publicitario y no queriendo pasar por un inescrupuloso aprovechado, le pedí que solamente después de haberlos leído y aprobado, procediera a su divulgación. No tardó en leer las cuartillas que le entregué respetuoso. Y entonces vino la tercera sorpresa. Haciendo uso de todo su derecho, se negó de plano a admitirlas en su comercio. Su alegato para hacerlo fue más que sorprendente: Aquellas estampas podían ofender a algunos de sus clientes, al verse retratados en algunos personajes que yo describía en ellas. Confieso que me rebelé, cuando sentí sobre mí y sobre mi obra, el látigo arbitrario de la censura. Ese odioso instrumento que utiliza el poderoso para mantener su poder y que impone a quienes sojuzga por miedo a los efectos que pueda tener lo censurado sobre otros. Hasta allí me alcanzaba aquel recurso del temeroso, imponiéndose sobre mi inofensiva obra. Era otra sorpresa más que me aguardaba en aquella barbería…


Como en Sicilia

Una venezolana que estuvo casada con un amigo reglano, podía distinguir a simple vista quien era de Regla y quien no lo era. Ella era de origen siciliano y decía que los reconocía por el parecido que tenían los de este pueblo con los oriundos de Sicilia. No se refería al parecido físico, sino al conductual. Para probar el acierto de la venezolana, valga la siguiente anécdota. Me la contó mi amigo y narra un hecho verídico, vivido por él y a él le dejo la narración:

Es muy raro entre nosotros acudir a la policía para denunciar cualquier perjuicio o daño ocasionado por un coterráneo. Por lo general, preferimos cobrar por nuestra propia mano la afrenta. Si alguien perjudica de alguna manera a otro y no recibe una denuncia del hecho, sabe que debe prepararse, pues la respuesta del perjudicado no se hará esperar. Eso le ocurrió a mi primo, quien por defender a su hermana de un atrevido, le rompió a éste la cabeza. Esa noche su casa recibió una lluvia de pedradas que rompieron los cristales de varias ventanas. No valieron los ruegos de las mujeres, advirtiendo de ellas y de niños la presencia. El bombardeo sólo terminó cuando el hombre de la casa, subido en la azotea, repelió a los atacantes con una andanada de tejas. El agresor sabía que la apedreada no quedaría impune y, temeroso de la respuesta, quiso impresionar a los agredidos paseando frente a la casa con un machete bajo el brazo. Cuando realizó esta bravuconada, yo había salido con mi primo y estábamos en el centro del pueblo Pero las mujeres de la casa, mi tía y mis primas, no se arredraron y salieron tras el provocador, con la intención de bajarle los humos. Estando nosotros en la calle 24 de Febrero, vimos entrar a la panadería al agresor nocturno. Atrás venían mi tía y mis primas, dispuestas a pasarle la cuenta; y ante la inminente reyerta, para allá partimos. Yo llevaba en la mano el candado de mi bicicleta. Con esa arma intervine en la bronca ya formada por la madre de mi primo y sus hermanas. Con la cabeza rota, por segunda vez, salió el atacado por mi familia y lesionadas dos de mis primas. Llegó la policía, uno de los mirones de la reyerta hizo desaparecer el candado de mis manos. Así, limpio de aquella evidencia culposa, no fui detenido, pero sí mi primo que, con las mujeres heridas, fue llevado a la casa de socorros y después a la estación policíaca. En el trayecto, mi tía le aconsejó al de la cabeza rajada: "Si mi hijo tiene problemas por tu culpa, yo sé donde vive tu madre y voy y le doy candela. Así que mejor declaras que tú venías loma abajo en tu bicicleta y me arrollaste a mí y a mis hijas, produciéndonos estas lesiones. Tú también te heriste como resultado del accidente. Yo no te voy a acusar por el atropello. Y así salimos mejor todos…"

La declaración del sujeto copió las sabias y sicilianas palabras de la anciana, no hubo denuncia por ninguna de las partes involucradas. Y todo quedó entre reglanos. ¡Comprueben ustedes si la venezolana, ex esposa del narrador, tenía o no razón!


Los usos de un garaje

Es frecuente, que los que poseen garaje le den a este espacio variados usos de acuerdo a sus necesidades. Quienes poseen automóvil, motociclo o bicicleta los guardan allí y los que no, suelen alquilarlo a otros que sí tienen vehículos y no cuentan con un lugar dónde guardarlos. También sé de talleres, cafeterías y otros negocios instalados en garajes, de algunos convertidos en vivienda y de otros en almacén de trastos. Pero en Regla vi destinarle al garaje un uso sorprendente: dormitorio de… un caballo! Durante el día, el dueño del equino lo pone a pastar en un terreno baldío y en las noches, para evitar que se lo conviertan en bistés, lo lleva a dormir a su garaje.


La más larga travesía

Bordeando el puerto, camino de Regla, existen atracaderos donde permanecen fondeados viejos lanchones, para siempre abandonados. Espigones en desuso que parecen cementerios; lugares de reposo eterno para barcos que pudriéndose, van descubriendo al salitre sus osamentas, como sucede a los muertos. Allí para siempre reposan embarcaciones que un día navegaron airosas. Amarradas al olvido, son fantasmas que jamás han de zarpar. Cada vez que, por esta ruta, voy a La Habana o regreso a mi pueblo, contemplo el triste paisaje que brinda este Camposanto marinero y pienso que quizás también esas naves, como los creyentes al morir, lo hicieron soñando que, para la más larga travesía, hacia el mar iban a partir…



LOS PERSONAJES

El Monarca

Ahí lo traen, sentado en su trono que empujan, turnándose, dos lacayos, rodeado de su corte, su Majestad "Kiki el Gallo". Va rumbo a su palacio, donde su palabra es ley: La Ley del Rey. Gobierna sobre sus súbditos que son los vecinos del barrio. Viene en una silla de ruedas, porque es inválido. Así, día a día, llega a su trabajo y desde allí manda con acierto sabio. Es el Soberano de su establecimiento, expendio de productos cárnicos. Todos le respetan cuando lo ven sus funciones desempeñando: Sobre las inútiles piernas, anota en cada libreta la cuota a entregar al usuario. Luego, imparte la orden inapelable: "¡A este le tocan cuatro!". Todos le obedecen. De sus hermanos, uno cobra, el otro va despachando.


En el embarcadero, esperando.

Debo haberlo visto en el embarcadero muchas veces, pero hasta aquel día no reparé en él. Era uno más, y su figura diminuta no se hacia notar, pues permanecía en un rincón, silencioso además. Pero aquella tarde llovía, y al atracar la lancha, él increpaba a todos, visiblemente irritado; recorría inquieto todo el salón y martirizaba nuestros oídos con escándalo y protestas amenazantes. Un empleado del marítimo transporte me informó: "Es porque su colega no ha bajado, lo han resguardado en la garita para que no se moje y al no verlo descender se ha molestado". Me enteré así que todas las tardes, aquella fidelidad encarnada, esperaba puntualmente la llegada de su compañero: Un pordiosero baldado que, diariamente, cruza la bahía para ir a mendigar al otro lado, donde siempre hay turistas que vienen a admirar la reconstruida Habana. Allá va cada mañana lo que queda de aquel hombre y él en el muelle se queda esperando. Cuando las sombras se van agrandando, de regreso vuelve a Regla el inválido y allí lo recibe su inseparable amigo, moviendo alegre la cola y ladrando.


El anhelo

Cheo tiene varias palomas y un anhelo. Es lo único que le queda de todo lo que tuvo. Incluso tenía un hijo. Un solo hijo que se fue "pal norte" y hace tiempo que no sabe de él. Por eso Cheo se pasa las tardes en la azotea, mirando sus palomas, siguiendo con la vista sus vuelos, allá arriba; y se queda solo, donde no llegue alguien que le hable o le pregunte cosas que no quisiera contestarle. Cheo no lo sabe, pero él tiene celos de sus mansas aves. Todo por culpa de su único y enorme anhelo. Ese opresivo anhelo que no quiere confesar a nadie: Pues, como sus palomas, quisiera surcar el cielo y… volar atravesando el aire.


Un hombre de respeto

Este año cumplo los treinta, pero hace tres que soy sacerdote de Ifá, respetado como Babalao. Ahijados tengo más viejos que yo, que vienen a consultarme o a que les haga algún trabajo para librarles de sus males. En mi familia todos me escuchan con respeto, hasta mi madre. Pero mi gran amor son mis dos abuelos; ese par de viejos adorables, los que viven en los bajos, a quienes beso cada tarde, antes de comenzar mi faena con alguien: Un creyente que me pide le oriente en problemas que tiene, otro que quiere despojarse. Yo atiendo a todo el que venga con fe y al que la tenga poca, la fe trato de aumentarle. Eso sí, que no me hablen, de hacerle un daño a nadie. Yo no hago esos trabajos, que vayan con su maldad a otra parte…


En tres y dos…

Regla tiene dos estadios: uno pequeño y otro grande. Los dos en la misma calle. En el chico, que fue el de antes, hay tensión en las repletas gradas, todos permanecen de pie, pendientes de lo que él pueda hacer. Los dedos se le cierran como garras sobre el bate. Lo aprieta como si quisiera comprimirlo, mientras sus ojos de lince escrutan el rostro del pitcher, queriendo adivinar la bola que piensa lanzarle. Es la última parte de la novena salida, el juego está por acabarse. Hay dos outs y en la segunda base, está su socio "El Curro Fernández", que bateó un tubei para allí embasarse. El juego lo pierden, cero por una y en sus manos está, aunque sea el empate. Ya le ha dado a la pelota, dos veces de faul y ahora viene el desenlace. Si le lanza una recta, tendrá que tirarle. ¿Pero si es bola y abanica el aire?... De esas bolas de engaño, con que este zurdo del diablo, ha logrado dominarle. Tiene una única oportunidad; si falla, todos habrán de culparle. Ah, pero si batea, la salvación del partido nadie podrá disputarle. De él solo, la victoria depende y el corazón a mil pulsaciones le late…

De pronto, las atléticas piernas comienzan a temblarle, ya no son sus piernas envidiables, ahora están delgadas, fláccidas, tan llenas de várices, que con esfuerzo apenas logran equilibrarle; en las gradas casi no hay nadie, y en bastón de anciano se ha trocado su bate. Con él muestra a un niño la forma en que debe empuñarse. De su figura nada recuerda al famoso pelotero que fue antes. Ahora es "El Viejo Silvio", el que cada domingo por la tarde, entrena al equipo infantil, para que compita con los mejores y gane.


El cantante

Se entona muy bien y tiene una voz agradable. Además, su repertorio es amplio: canta cualquier bolero, guaracha o son, de los que fueron más escuchados en los años cincuenta del siglo pasado. Y es que él vivió ese tiempo siendo joven. Ahora ya pasó de los ochenta, pero mantiene sus facultades. El éxito de tal logro, quizás resida en que siempre se le ve contento y en que no depende de nadie. Todavía con su trabajo resuelve las necesidades del hogar que tiene. Allí hay nietos que ya trabajan, pero parejo con ellos, a mantener la casa él contribuye. Para eso, cada día usted puede verlo, sentado en un quicio de la calle Martí, cantando y vendiendo las utilísimas bolsas de nailon, imprescindibles, tan necesarias en estos tiempos… En la acera de enfrente hay una tarja, recuerda la casa donde vivió Roberto Faz, el inmortal cantante y sonero.


Tradición portuaria

Tórax, cuello y brazos, secuela de sus trabajos, los tiene hipertrofiados. Es negro, bien negro, yo diría que renegro y su piel brilla como el charol. Resuma energía este anciano, negado a su ancianidad. Sólo las pasas, bien blanqueadas, delatan su edad. Con avidez de náufrago, bebe trago tras trago de ron. Lo escucho con respeto porque, con su peculiar léxico, me está dando una lección:

"Ahora el trabajo e otra cosa, cuarquiera e' etibadó. Pero, mire, yo lo fui cuando la cosa era al duro, al duro y sin guante… (Se echa un gran sorbo en el gaznate) Había que pinchar como loco, sin cansarse. Eso cuando conseguía un turno y ganaba cuatro reales, tenía que sé caballo pogque, la mitá al que te acaballaba tenía uté que darle. Eso si quería trabajar; si no, se moría de'ambre. (Vuelve a beber, sostiene el vaso sin temblarle) Por eso yo le digo, que er trabajo no mata a nadie. Yo fui etibadó y etibadó fue mi padre. Él conoció a Margarito, hombre a'tó, de los que no comen miedo, por eso tuvieron que matarle. Mi padre y él fueron palero lo do, hermano del mismo palo, abakuases. (Un tercer trago parece impulsarle) Dispué vino Aracelio y también tuvieron que echárselo. Así era el verso: Su voluntad la imponían los mandamases, y si te revirabas, no le importaba un pito matarte. (Sonríe y bebe, como queriendo relajarse) Cuando la Revolución llegó a lo muelle, fue otro e diparate. La vida valió algo y el Sindicato estaba pa'cuidarte. Yo siempre fui hombre. Y lo sigo siendo aunque las piernas me farten. Esas las perdí, etibando una tarde. Decargaba un vapol francé que voló po'el aire... Fue del carajo como eplotó aquello… La Cubre llamábase". (Se persigna y sigue tomando ron. En el puño que sostiene el vaso, lleva un pulso; lo forman cuentas verdes y amarillas, es una mano de Orula.)


Amor a lejana vista

Regla no tiene que envidiar a Verona por el romance que inmortalizó Shakespeare. Sin concluir en tragedia, aquí viven dos jóvenes un amor del que todos hablan. El Romeo reglano vive en un extremo del pueblo; en el otro su Julieta que, cada tarde, muy arreglada lo espera para verlo desde el balcón. Él atraviesa calle por calle, en cada esquina anuncia al que encuentre el propósito de su viaje: va a ver a su adorada, a su dulce tormento, a la dueña única de su alma. Es un amor platónico, este loco amor de ellos. Él sin detenerse por su cuadra pasa, ella lo contempla desde el balcón, arrobada. Sólo se miran, no se dicen nada. Cada día repiten sin cansarse este acto de supremo delirio. Porque los dos tienen idéntico mal: El Síndrome de Down.


El fin de "Popeye"

De la casa hoy marcada como la 308 en la calle Agramonte, sale un joven. Es de pequeña estatura, delgado, de pelo ensortijado y facciones de indio. Así le dicen: "El Indio" y tiene apenas unos veinte años. Cuando se me acerca, reparo que tiene el rostro desfigurado por golpes, que viene todo ensangrentado. En el pecho presenta varios balazos… Balazos asesinos que le arrancaron con crueldad la vida. Una placa conmemorativa aparece entonces en la fachada de esa casa, una tarja de bronce que antes no estaba. Allí vivió Onelio Dampiel, uno de los valientes muchachos de Regla, asesinados en El Juanelo. Menos Reinaldo, todos tenían motes o apodos: Leonardo, "Maño"; Onelio, "El Indio"; Alberto, "El Mono". Hasta allá fueron a buscarles las hienas sedientas de sangre, conducidas por "Popeye", un cobarde. Fue de madrugada, en septiembre del 58… El tiempo ha pasado, pero no impide que el glorioso muerto me hable:

_Después de "lo que pasó", es muy fácil juzgarle. Yo no lo culpo. Sabe Dios si alguno de ustedes hubiera hecho lo mismo… No hay que olvidar que hasta ese instante, fue uno más del grupo y participó de lleno, sin alardes. Estuvo en lo de Tuto, fue el chofer para secuestrar la Virgen, chequeó al Relojero, fue valiente y confiable. Pero cualquiera le coge miedo a la muerte, si te aprietan seres infernales, que tienen de un Ventura el talante. Cuando la Revolución triunfó, quisieron, pero no pudieron fusilarle. Estaba como ido, hecho un desastre, medio loco, hablando disparates. Después, me cuentan que iba al cementerio, a llorar sobre nuestros cadáveres. Que no valía un medio, que se volvió borracho y que pasó hambre, en pordiosero convertido, durmiendo tirado en la calle. A los jueces severos, sería bueno recordarles: Que para enfrentar la muerte, no todos tienen valor. A él, el miedo lo convirtió en delator miserable. Que otros lo juzguen, quizás la Historia lo condene, yo me inclino a perdonarle…

No dice más el muerto, sigue caminando de Regla las calles. El pueblo lo guarda con cariño en sus memorias, y las puertas de la Gloria le abre.


Mi novia

Regla estaba allí y yo venía con tanta poesía dentro… Con tanto a quien descargar mi amor, como en un puerto. Yo venía sediento… Ella me dio de beber. Y yo quedé satisfecho. Por eso es mi novia, mi pueblo de maravillas, mi sueño…


Jorge C. Oliva Espinosa

Regla, Abril de 2012

1 Así definió "lo cubano", el gran Don Fernando Ortiz.