martes, 23 de octubre de 2012

EL PERIODISMO Y NUESTRA PRENSA

Por Jorge C. Oliva Espinosa

La historia del periodismo transita entre la complicidad y la inmolación, entre la abyección y la grandeza. En la gavilla despreciable, encontramos desde un Hearst1 fabricante de guerras, hasta un abominable y diminuto Gonzalo Castañón que, aún después de muerto, dio pretextos para segar ocho vidas de cubanos, estudiantes de medicina. Como contrapartida luminosa, ejercieron el periodismo, el verdadero periodismo, gigantes como José Martí. Escritores de renombre lo cultivaron y enriquecieron. Baste citar entre tantos, dos cercanos: nuestro Alejo Carpentier y el colombiano, y por americano también nuestro, García Márquez.
El periodismo es profesión para audaces y en países como México, Colombia y Honduras, ejercerlo le ha costado la vida a muchos. Su poder de movilización le ganó al periodismo, el epíteto de Cuarto Poder. Poder temido por sátrapas y tiranos. Tan así, que uno de ellos, lleno de cinismo, dictaminó: “A los periodistas se les paga o se les pega.” Y llevaba razón el tiranuelo, porque en el gremio siempre han coexistido los gacetilleros a quienes pagar y los hombres del decoro, los incomprables, a los que para callarlos es necesario pegarles o matarles, aquellos que “llevan en sí el decoro de muchos hombres”. En nuestra Regla, tenemos a Eduardo Facciolo, como mártir primero del periodismo independentista.
Al llegar el amanecer esperanzador de enero de 1959, teníamos en Cuba una prensa variopinta. Muchos periodistas y periódicos aparecieron en las listas de “atenciones de la Presidencia” de Batista. Las sumas que éste les asignaba a cada uno, nos decían cuán de valiosos los consideraba el tirano. Y en esa escala comenzaron nuestros periódicos a reaccionar ante el empuje revolucionario. Desde un Medrano, propietario de “Prensa Libre”, hasta un Quevedo, dueño de Bohemia, que se hizo retratar abrazando al Che. Todos se alzaron como severos críticos de la Revolución que nacía. ¿Y cómo reaccionaron nuestros periodistas, los trabajadores de esos medios? Pues inventaron “La Coletilla”, inserto rebelde en que hacían patente su desacuerdo con tal o cual artículo, y que aparecía al pie de la columna diatriba.
Después, nuestra prensa fue estatalizada, no nacionalizada. Los protestantes periodistas de la víspera, fueron convertidos en asalariados. Algunos dejaron sus armas en la puerta y se convirtieron en nuevos gacetilleros, repetidores de consignas gastadas y apologistas de primera línea. Los que se mantuvieron fieles a su profesión de críticos, fueron tachados de no confiables y hasta de disidentes contrarrevolucionarios. Fue entonces cuando apareció el “revolucionario” exaltador de todo lo hecho, el que llamaba al pueblo “pichones con el pico abierto”, el que echaba sobre el de abajo todas las culpas, el vocero repetidor de consignas en que ni él mismo cree. Mientras, los verdaderos periodistas, los que sienten y aman de verdad la profesión, permanecen cautivos en las mazmorras asquerosas de la burocracia2, impedidos de ejercer su profesión. Y todavía, tienen que soportar que algunos los reten, los llamen a rebelarse y les echen en cara su silencio. Es para compadecerse de la situación actual de estos profesionales de la pluma, gente corajuda y admirable, entre los cuales tengo muchos amigos.

Regla, octubre 22 de 2012

(1)William Randolph Hearst (1863-1951), editor y político estadounidense que creó un imperio de medios de comunicación.
(2)Hay una agencia que homogeniza las noticias a emitir (AIN) y un Departamento Ideológico del Partido que dice qué debe y qué puede publicarse.

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