lunes, 25 de agosto de 2014

MI PRIMER ARMA

--MI PRIMER ARMA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Después de mi santaclareña metida de pata (1), ahora tenía una
vigilancia doble sobre mí. Con mi comportamiento, yo había
desconcertado tanto a los compañeros con quienes deseaba contactar,
como a la esbirrada. Para los dos bandos, era evidente que yo andaba
en algo; pero, nadie podía explicarse mi conducta totalmente ilógica.
Si, como pensaban algunos del Movimiento, yo era un provocador, era
absurdo que me apareciera acompañado de un connotado chivato. Por otra
parte, la poca inteligencia que caracterizaba a "la inteligencia
batistiana", le hacía creer que mis actos desesperados le permitirían
penetrar a la organización revolucionaria. Los indicios de que yo
estaba siendo observado con especial atención, me llegaban de todos
lados.
En esa situación me mantuvieron unas cuantas semanas; después, al
parecer convencidos que yo no los conduciría a ninguna parte,
desaparecieron a mi locuaz intermediario sin dejar un relevo; en
cambio, si bien con extrema cautela, sentí que mis desconocidos
compañeros se me iban acercando. El contacto me llegó de la forma más
inesperada: el tintorero que prestaba servicio a los trabajadores
albergados, recibió la encomienda. Fue así que supe de los rollos que
mi inexperiencia había armado. Después de varias entrevistas, me
llevaron a la casa de un médico, algo alejada del centro de la ciudad,
en una barriada, evidentemente, de clase media y alta. Allí, al
entregarme un arma para combatir, me dieron las primeras lecciones de
disciplina, las que yo necesitaba tanto.
Según la mitología nórdica, el primer instrumento bélico, antes que la
espada de Odín, fue el martillo de Thor, necesario para forjar
aquella. Además de herramienta, el martillo fue arma contundente y
terrible, capaz de eliminar enemigos con sus terribles impactos. Los
compañeros del 26 en Santa Clara parecían seguir esa tradición, pues
la primera arma que pusieron en mis manos, fue un martillo. Con él
debía realizar, disciplinadamente, la tarea que me asignaron:
apresadas en un tornillo de banco, yo debía doblar a martillazos
cientos de grampas, obligándolas a abandonar la forma de U para
adoptar la de una L, con un ala en plano vertical con respecto a la
otra. La operación no era sencilla y requería a veces el auxilio de
unas tenazas. Se fabricaban así los "Alka zeltser" (2), los que
"siempre caen bien", muy efectivos para desinflar neumáticos y
dificultar el tránsito de vehículos.
Mientras yo cumplía a regañadientes mi trabajo de herrería, otros
compañeros tenían la misión de regar las calles con aquellos
artilugios, mientras que los más afortunados y envidiados, unos pocos,
hacían eficaz uso del escaso armamento. Las armas eran propiedad del
Movimiento, no pertenecían a nadie en particular. La eficacia de
nuestra acción dependía del trabajo de todos, cada cual ejecutaba una
tarea, todas eran importantes, pero ninguna insustituible. Nadie podía
sentirse protagonista principal, aquí hasta la más sencilla misión la
ejecutaba "una estrella".
El improvisado taller mudaba continuamente de lugar y la nueva
ubicación me era desconocida hasta el último momento. No había lugar
para mis preguntas, yo sólo debía conocer lo necesario. Fue así que,
al aprobar poco a poco las asignaturas de aquel aprendizaje, se me
encomendaron tareas cada vez más complejas y arriesgadas, hasta llegar
a mi "graduación" como combatiente, el día que me entregaron una
"Star" 38 con su peine de repuesto. Las balas eran pocas y no
alcanzaban para llenar ambos magacines; en cambio, ya me habían dotado
del suficiente parque ideológico para emplearlas con eficacia.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Agosto 26 de 2014
(1) Episodio relatado en mi novela "EL TIEMPO QUE NOS TOCÓ VIVIR" y
recreado en mi anterior artículo titulado "LA INEXPERIENCIA".
(2) Este producto se anunciaba como el que "siempre cae bien", cosa
que también hacían las grampas modificadas en forma de L, las que
siempre caían con una punta hacia arriba.


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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