martes, 5 de agosto de 2014

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO AVALE

--EL CORONEL NO TIENE QUIEN LO AVALE
Por Jorge C. Oliva Espinosa

El título de esta anécdota puede parodiar una obra del gran Gabo.
Trata también de un coronel que espera recibir un reconocimiento al
llegar a la edad del retiro. García Márquez nombró al suyo Buendía.
Fiel a piadosa norma, excuso identificar con algún apellido al Coronel
del relato mío.

198?
Marcial porte, vistoso el uniforme lleno de insignias y medallas, en
las charreteras dos estrellas doradas indican su rango: Teniente
Coronel de nuestras Fuerzas Armadas. Su visita me sorprende y el
motivo de ella me deja perplejo: viene a pedirme un aval para
solicitar su medalla como combatiente de la clandestinidad.
Yo lo había conocido en los 50, cuando él estudiaba en el Colegio
Édison y yo visitaba ese centro de segunda enseñanza, donde había
hecho contactos para labores de propaganda del M 26 7. Creo que fue
Bodes, el presidente de la Asociación de Alumnos de aquel centro,
quien me lo presentó. No tuvimos más contactos y mucho tiempo después
supe que era primo hermano de un compañero que compartió conmigo años
de trabajo en la Universidad; por este primo suyo supe que había hecho
carrera militar y ahora lo tenía frente a mí, ya no era el jovencito
de aquel lejano entonces, era todo un señor oficial.
Le mostré mi asombro ante su petición, yo no había tramitado mi
medalla y lo más que podía testimoniar es que él había ayudado a
distribuir bonos de a peso, pues no sabía de otras actividades suyas.
Muy falto de avales debía estar aquel "Coronel", para acudir a mí. Fui
franco pero me mantuve cordial, fiel a la tradición árabe que ordena
no ofender a nadie bajo tu tienda. Y entonces se lanzó al precipicio
de lo inadmisible:
_Mira tú sabes cómo son las cosas... Ya, por lo años de servicio, puedo
optar por el retiro, y esa medalla me garantiza un aumento sustancial
en la pensión... Además, mi condición de Oficial y militante del
Partido... Claro que la compra de un bono no es mérito suficiente pero,
en confianza, tú me puedes ayudar poniendo que colaboré en otras
cosas... ¡Tú sabes cómo funciona eso!...
Ante tal desparpajo, no lo dejé continuar, la cólera me enmudecía, el
atrevimiento de aquel sujeto era desconcertante; pero logré levantarme
de mi asiento, en silencio fui hasta la puerta y abriéndola lo convidé
con un gesto a marcharse. La expresión de mi rostro debió
interpretarla como lo que era: una seria advertencia, una clara señal
de peligro. Lo vi partir, con la premura de un perro que huye ante la
amenaza de ser apaleado.
Ignoro si con otro de su calaña logró el ansiado aval, pero años
después supe que, ya retirado, había trasladado su domicilio
definitivo a Madrid, donde murió ya convertido en ciudadano español.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Agosto 6 de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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