sábado, 7 de septiembre de 2013

LA INDIFERENCIA

LA INDIFERENCIA
Por Jorge C. Oliva Espinosa

La indiferencia, ese no sentir nada o sentir que todo da lo mismo,
porque total, todo es igual; ese desentendimiento de la conciencia
ante el entorno y lo inmediato, es capaz de paralizar pueblos y de
hacerlos retroceder; la historia así lo demuestra. Cuando el diez de
marzo de 1952, Batista defenestró al Presidente constitucional, casi a
la vista de las elecciones en que terminaría su mandato, el pueblo
quedó impasible, indiferente; nadie salvo los estudiantes, siempre
revoltosos, reaccionó. El pueblo estaba cansado de ser defraudado una
y otra vez, le habían estafado la fe depositada en falsos mesías, le
habían despojado de toda esperanza; demasiadas veces lo habían
engañado con promesas. Por eso le daba igual que Batista o el mismo
diablo quitara del medio al presidente débil y corrupto; total, si
iban a echarlo por la borda dentro de unos meses, entonces daba la
mismo que lo sacaran de Palacio con antelación; que utilizaran armas
en lugar de votos para hacerlo, no tenía la mayor importancia. La
indiferencia rodeó al Presidente derrocado y cubrió con su manto de
suspicaz expectativa al general golpista. Para la gran mayoría, uno y
otro merecían igual crédito; se tenía la amarga convicción de que nada
iba a cambiar y por lo tanto, la indiferencia y el escepticismo se
generalizaron ante la ruptura del ritmo constitucional. Cuando "la
Gran Unión Soviética" se vino abajo y Boris Yeltsin enfiló el rumbo
hacia el desenfrenado capitalismo salvaje, ningún soviético se opuso
al desmantelamiento; ni los militantes del Partido, que pronto fue
proscripto, ni los sindicatos, ni las fuerzas armadas, fueron capaces
de ofrecer resistencia. Toda organización y el pueblo todo
permanecieron indiferentes; estaban, sencillamente, cansados de creer,
de posponer sueños y ya no creían en nada ni en nadie. Un fenómeno se
venía produciendo con mucha antelación, socavando los cimientos de lo
que parecía una fortaleza invencible: la distancia cada vez mayor
entre los intereses de gobernantes y gobernados. Los que ejercían el
poder en nombre del pueblo, dejaron de tomar en cuenta a sus
representados y fueron cada vez más indiferentes ante sus problemas.
Como respuesta, los gobernados se desinteresaron por lo que
consideraban "problemas del gobierno", de un gobierno que ya no los
representaba; ellos, la masa, tenían otros problemas más acuciantes,
problemas que ningún gobierno les iba a resolver. Otra vez, ante este
acontecimiento que cambió el mapa político del mundo, la indiferencia
se adueñaba de gobernantes y gobernados. ¿Cómo las esperanzas se
convirtieron en incredulidad? No de la noche a la mañana,
precisamente. Para que el desmontaje de un gran país fuera posible,
antes fue necesario un desmontaje ideológico en la conciencia
ciudadana. La nave y su destino no preocupan a nadie cuando, en medio
del naufragio, se escucha el grito de "sálvese quien pueda"; entonces
cada individuo lucha por salvarse él y todo lo demás le es
indiferente.
En estos dos ejemplos, suficientes y cercanos, a todos les daba lo
mismo; estaban cansados, cansados de ver sus sueños frustrados,
defraudadas sus esperanzas, ya los pueblos no creían en nada ni en
nadie y los había ganado LA INDIFERENCIA; como elemento corrosivo, esa
indiferencia había destruido columnas y pilares que se vinieron abajo.
Ahora la veo extenderse a mí alrededor, entre los gobernados que se
desentienden de todo lo que no sea su problema individual; la veo
permear el quehacer de gobernantes que no toman en cuenta los
intereses del pueblo. Ante tal generalización de LA INDIFERENCIA, es
hora de dar nuestra voz de alarma: ¡ALERTA, CUBANOS!

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Septiembre 9 de 2013


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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