miércoles, 4 de marzo de 2015

RESCATE DEL ORTOPÉDICO

-- RESCATE DEL ORTOPÉDICO (*)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Era inútil todo esfuerzo. No lograba concentrarme en lo que leía y
las líneas pasaban ante mis ojos desprovistas de sentido. Mientras, mi
mente viajaba de un tema a otro, todos ajenos al estudio de la
Fisiología. Por supuesto que, los episodios recientes de nuestra lucha
contra Batista me proyectaban multitud de imágenes. Entre ellas, la de
Arcos Bergnes, ingresado bajo custodia en el Hospital Ortopédico.

La decisión fue espontanea como una explosión. Lo rescataría de allí y
lo metería en alguna embajada. Eché el pesado libro sobre la cama,
tomé una bata sanitaria del chifonier, me la puse abierta sobre la
camisa, a la usanza de médicos y estudiantes, y ceñí a la cintura la
pistola que descansaba, rodeada de otros muchos objetos, sobre el
mueble. La casa de huéspedes donde yo vivía no quedaba lejos del
hospital, así que con toda mi calma, sin pensar en cómo lo haría, me
encaminé a cumplir mi propósito.

No fue difícil ubicar la habitación de Arcos; a su puerta, sentado en
un taburete y armado de fusil y revólver, un policía hacía guardia.
Como los demás cubículos que componían la sala, el de Arcos contaba
con una sola salida hacia un pasillo común, sobre el que se alineaban;
al fondo de ese corredor se hallaba un bebedero.

El plan surgió de forma automática. Me encaminé hacia el bebedero, al
pasar frente a la puerta donde hacía su guardia el custodio, eché un
vistazo y sin detenerme, le dije a Arcos, como en broma: "Prepárate,
que ahora nos vamos". Llegué al fondo del pasillo, bebí un sorbo de
agua y regresé sobre mis pasos. Esta vez, al llegar junto al asiento
del guardia, le puse la pistola en la cabeza y metiéndolo en la
habitación, procedí a desarmarlo y amarrarlo a la cama. Seguidamente
cargué a mi compañero hasta sentarlo en su silla de ruedas y me
encaminé hacia la salida. En la misma puerta del hospital tomamos un
taxi que, a mis órdenes, nos dejó en una dirección determinada. De
allí, otros compañeros lo moverían a lugares más seguros hasta
gestionarle el asilo.

Sin dar crédito al increíble triunfo, regresé a mi habitación; me
quité la bata y regresé la pistola a su lugar habitual. Solamente
entonces, vi que al lado del sitio donde siempre la colocaba, había
dejado el único peine con que yo contaba. Había realizado la acción
con un arma totalmente inútil.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Marzo 5 de 2015
(*) Hecho protagonizado por "Venturita", camagüeyano estudiante de
Medicina, en aquel ya lejano 1954.

________________________________________________________________
De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario