martes, 13 de enero de 2015

SALIDA DEL INFIERNO

-- SALIDA DEL INFIERNO (*)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

(*) Versión de una de las charlas brindadas por el combatiente Luis Goicochea.

A pesar del tiempo transcurrido, me parece estarlo viendo de espaldas
a la mesa y al estrado, fascinándonos con la magia de aquellos relatos
que parecían arrancados de la ficción y que eran trozos de historia
vividos por él. Aquel día, argumentó sobre las probabilidades del
triunfo y su aseguramiento: "Todo fue planeado cuidadosamente, con
detallismo preciosista; cada probabilidad se analizó, cada uno de los
participantes tenía asignada su misión y su lugar una vez dentro de
Palacio. Todo estaba previsto, menos la salida por estimarla
totalmente improbable, un evento que jamás ocurriría. Nosotros
tomaríamos el edificio, daríamos muerte a Batista o moriríamos en la
acción, pero nunca abandonaríamos el lugar en desbandada. Cincuenta
hombres, con armas automáticas y granadas, constituíamos el grupo de
asalto; el de apoyo lo integraban cien armados con fusiles
semiautomáticos y con una ametralladora cincuenta, montada sobre el
chasis de un camión. La misión de este apoyo era tomar los edificios
circundantes e impedir desde allí que la guarnición del tirano se
asomara a las ventanas; esto aseguraría la aproximación y entrada del
grupo de asalto, luego una parte funcionaría como refuerzo y nos
reabastecería de parque. Pero, ya se sabe, el apoyo no se produjo por
indecisión de los responsables de ejecutar esta parte del plan. Y
ahora, estábamos de nuevo en la planta baja, casi sin municiones,
frente al portón de hierro abierto, una verdadera puerta del infierno.
Como toda "oportunidad" brindada por El Diablo, aquella "salida" era
entrada a su vez de otro infierno, el que nos aguardaba afuera. Más
allá de los recios barrotes, estaba la calle atascada por vehículos,
-hasta una guagua había quedado atravesada-, dificultando el paso en
línea recta hacia el parque Zayas. En todo el trayecto a recorrer,
estaríamos bajo el fuego que nos hacían desde las plantas superiores.
Allí, tratando de salir, cayó la mayor parte de nuestros compañeros;
dejábamos atrás un infierno, para entrar en otro. La única forma de
protegernos era pegarnos a la fachada de Palacio, pero de todas formas
debíamos separarnos de la misma al intentar cruzar cualquier calle
aledaña; la calle Colón hacia el parque o la calle Zulueta hacia el
edificio de la Tabacalera. Yo tomé esta última dirección y logré
alejarme. Otros compañeros pudieron alcanzar la calle Trocadero, al
costado del Hotel Sevilla y por allí atravesar El Prado. Un tercer
grupo, muy pocos, cruzó la calle Monserrate y se pudo internar en La
Habana Vieja. Faure llegó a la Universidad y allí se enteró de la
muerte de José Antonio; mientras Carbó y Machadito comenzarían un
peregrinar por más de un mes, verdadera Odisea, hasta coincidir en el
fatídico apartamento de la calle Humboldt; donde serían asesinados la
tarde del 20 de abril, junto a Fructuoso y Joe.
He oído criterios que juzgan nuestra acción como demencial y suicida.
Yo les puedo asegurar que no fue así; todo fue bien planeado, al
mínimo detalle. Todo, menos aquella salida que estimamos improbable y
que se produjo porque algunos incumplieron la palabra empeñada."

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Enero 14 de 2015
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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