jueves, 8 de enero de 2015

LA ÚLTIMA DESCONFIANZA

--LA ÚLTIMA DESCONFIANZA (*)
Por Jorge C. Oliva Espinosa

(*) "La última desconfianza", así titulé el cuento incluido en mi
manual de "Instrucciones para sobrevivir en Cuba", en pleno "Período
Especial". Era un cuento de ciencia ficción, de adelanto temporal que
andaba corriendo de boca en boca por nuestras calles; le di redacción
y ahora, con la cercana visita de Roberta y su séquito del "State
Department", parece cobrar visos de vaticinio, No es para menos, con
estos vecinitos que, sin renunciar a sus planes de destruirnos, ahora
se nos acercan ensayando otros métodos para lograr lo mismo, con
ellos, no puede haber una última desconfianza, la nuestra será una
desconfianza permanente. Por eso desempolvo aquel cuento, porque me
parece que cobra actualidad y a lo mejor hace reír a mis lectores. Ahí
les va:

LA ÚLTIMA DESCONFIANZA
Los tiempos del diferendo encarnizado eran ya lejanos. Ambos gobiernos
habían declarado solemnemente su voluntad política de olvidar el
pasado de agravios y rencores. Una atmósfera de entendimiento parecía
fluir en ambos sentidos entre La Habana y Washington. El
embargo-bloqueo había sido abolido y sus instrumentos jurídicos, las
leyes Torricelly y Helms-Burton, derogados por una Joint Resolution
del Congreso y La Casa Blanca. El enclave naval de Guantánamo fue
desmantelado y su territorio devuelto a la soberanía cubana. En
respuesta, La Habana dejó de usar en sus declaraciones términos como
"imperialismo" y otros similares para referirse a la Gran Nación del
Norte y calificar sus procederes e intereses; y en los foros
internacionales, los voceros cubanos cesaron sus réplicas y ataques
sistemáticos a las posiciones e iniciativas norteamericanas. El
restablecimiento de relaciones diplomáticas normales, parecía
inminente y esperada conclusión del largo período de guerra no
declarada.
Como paso previo a la histórica reconciliación se produjo el primer
intercambio de visitas de alto nivel. Una delegación compuesta por los
principales líderes del Senado, los Secretarios de Estado y del Tesoro
y, por supuesto, el Director de la CIA, viajó a Cuba. Los emisarios
fueron recibidos con toda ceremonia y publicidad; abundaron las
sonrisas, y los estrechones de mano llenos de acogedora cordialidad,
dejaron en la prensa testimonios de la hospitalidad antillana. En el
amplio programa de actividades no se escatimó, ni la franqueza, ni el
agasajo. Sin embargo, hasta el mismo momento de su despedida, causó
enorme curiosidad el que los visitantes no se despegaran nunca de una
pequeña caja metálica, al parecer sellada y cuyo propósito, por
ignorado, fue fuente permanente de conjeturas e intranquilidad por
parte de la Contra Inteligencia cubana. ¿Cómo no iba serlo, si se
mostraba hermética a los Rayos X y a cualquier otro método de análisis
telemétrico, y su portador inseparable era el mismísimo Director de la
CIA?
Unos momentos antes de abordar el avión que los regresaría a su país,
y aprovechando el clima de distensión propiciado en los contactos, los
visitantes fueron abordados delicadamente por sus anfitriones:
-Hemos tenido mucho placer en haberles recibido y esperamos mucho de
estas visitas. Pensamos que contribuirán sin dudas, a construir el
camino de confianza mutua que debemos recorrer juntos... Y sólo en ese
sentido, y a fuerza de ser sinceros, nos atrevemos a confesarles lo
intrigados que nos han dejado el objetivo y contenido de esa cajita
que....
-¡Ah, -contestó turbado el jefe de la delegación. -nosotros debemos
confesar que la misma... ejem... no lo tomen a mal! Esa caja es...
para vergüenza nuestra, nuestra última desconfianza... Contiene,
prevención que ahora vemos innecesaria, un arma neutrónica capaz de
acabar con ustedes. La previmos como réplica, caso de ser nosotros
víctimas de una traicionera artimaña. Estamos arrepentidos de haberla
traído... Y esperamos devolverles sus atenciones, sin recelo alguno,
cuando nos visiten la próxima semana. Les rogamos sepan comprender y
perdonen nuestras reservas, después de tantos años.... no nos es
fácil...
Hubo abrazos efusivos ante tal intercambio de conmovedoras
sinceridades y se firmó un comunicado conjunto muy explícito y exento
de ambigüedades.
Y tal como estaba previsto, una semana después, una comitiva cubana
del más alto nivel gubernamental y partidista arribó al aeropuerto J.
F. Kennedy. Esta vez, la expectativa la constituyó una enorme caja con
rueditas que arrastraba uno de sus miembros. Parecía un conteiner
pequeño o un gran refrigerador. Pero sin conexiones energéticas, ni
elementos propulsores de tipo alguno. Sólo las rueditas que permitían
desplazarla a pura tracción muscular. Todos los intentos de la CIA y
el FBI por conocer su contenido fueron infructuosos. La posibilidad
que fuera una respuesta bromista por parte de los cubanos, aun
conociendo el carácter de estos, fue analizada y rechazada. Sin dejar
de ser corteses, los inquietados yanquis no pudieron echar a un lado
su tradicional falta de tacto y preguntaron sin rodeos. Los invitados,
emulando con la crudeza anglo-sajona, respondieron:
-Nosotros también tuvimos nuestra última desconfianza. Este contenedor
que hemos traído es nuestra arma secreta. Capaz de acabar con todo
aquí, arruinar vuestro comercio, destruir el transporte, hacer tan
improductiva la agricultura como la industria y sumirlos a ustedes en
la miseria. Pero no hay de qué preocuparse, ya nos vamos y hemos
comprobado que fue una inútil prevención de nuestra parte.
Y sin decir más, abordaron el avión dejando a sus anfitriones
perplejos. El Comité Nacional de Seguridad, convocado con urgencia,
sesionó de forma permanente en la Oficina Oval. Nadie podía aportar el
menor indicio sobre el contenido del intrigante cajón. No se concebía
que los cubanos tuvieran acceso a tecnologías desconocidas y
poderosas, y la posibilidad de que fuera un "bluff" fue desestimada
de inmediato por peligrosa.
No, los hijos de La Mayor de las Antillas no eran "bluffistas" o
fanfarrones como se dice en español. Y solamente de regreso al
aeropuerto habanero, en un local apartado, lejos de cualquier mirada
curiosa, el misterioso cajón fue abierto. Entonces, cuatro médicos
cubanos dedicados a la Economía salieron del mismo.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía
Enero 9 de 2015

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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