martes, 6 de enero de 2015

LA ABUELIDAD

-- LA ABUELIDAD
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Me preocupó que un viejo amigo mío, autoridad reconocida en la materia
y especialista en el diferendo Cuba-USA, permaneciera callado ante los
trascendentales acontecimientos anunciados el pasado 17 de diciembre.
Temí alguna indisposición o que estuviera afrontando uno de los
frecuentes problemas que nos interrumpen las comunicaciones. Para mi
tranquilidad, supe que había ido a pasar unos días con sus nietos. Le
escribí, contento de saberlo disfrutando de la abuelidad. Esa palabra,
ABUELIDAD, me hizo reflexionar y he aquí lo que discurrí sobre el
tema:
Si la paternidad, según el diccionario, es la cualidad de ser padre,
la abuelidad es la condición privilegiada de ser de nuevo padre de los
hijos de nuestros hijos; pero un tipo de padre diferente. No todos
alcanzan ese estado, en que nos podemos dar el lujo de malcriar a
nuestros descendientes, porque otros serán los responsables de
criarlos y enmendar sus malacrianzas. Con la abuelidad nos llega la
hora de consentir, sin temor a las consecuencias; así realizamos,
quizás, nuestras últimas tropelías y travesuras de chiquillos. También
es la oportunidad de tener a un diablillo como aliado y cómplice; él
puede ser Batman, mientras nosotros encarnamos a su compinche Robín.
En su compañía, armados de arcos y flechas, podemos enseñorearnos del
bosque de Sherwood, o remontarnos en un vuelo espacial al planeta
Kriptón, sin que nadie nos diagnostique demencia senil.
La abuelidad tiene la ventaja de agarrarnos más viejos y tolerantes;
entonces, somos capaces de reír y tomar como una gracia lo que a
nuestros hijos les hubiera costado, al menos, una buena reprimenda.
El deseo de que nuestros hijos se nos parezcan, se repite en un anhelo
malamente ocultado, irreprimible, cuando pretendemos que nuestros
nietos sean nuestra reedición revisada y ampliada. Si ser padre
entraña una responsabilidad inacabable, ser abuelo es fuente de
sorpresas y alegrías infinitas. La "abuelidad" es un estado inefable,
lo sé por experiencia propia. Vale la pena llegar a viejo y sufrir
todos los achaques que conlleva la vejez, si ello incluye el premio de
la abuelidad.
Y disculpen, pero no puedo seguir reflexionando sobre el tema;
Sandokan, "El Tigre de la Malasia" me requiere para que afile nuestras
cimitarras y luego, como buen escudero que soy, debo alistarlo todo
para la comparecencia de mi Señor, El Príncipe Valiente, ante el Rey
Arturo en la corte de Camelot.

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Enero 7 de 2015

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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