miércoles, 11 de diciembre de 2013

ENTREVISTA A UN BURÓCRATA

ENTREVISTA A UN BURÓCRATA
Por Sempronio, el de Regla

Hará como seis meses o más, no recuerdo bien, de casualidad me
encontré con Panchón Acomodao, Director de la OCDPE (Oficina de
Control de Documentos Perdidos y Encontrados). Aproveché la
providencial ocasión para decirle que quería entrevistarlo y conocer
su opinión sobre una serie de temas muy actuales. Muy comprensivo,
didáctico y paternal, me contestó que tendría que solicitar una
entrevista mediante el modelo correspondiente, el que podía yo
adquirir en cualquier oficina de correos, al módico precio de cinco
pesos moneda nacional. Una vez obtenido dicho modelo, debía llenar sus
cuatro páginas por quintuplicado, acompañarlo con sello del timbre por
valor de diez pesos MN y entregarlo en sus oficinas. Allí recibiría yo
un comprobante como recibo de mi solicitud y con el tiempo y un
ganchito me avisarían cuándo se me concedería la entrevista o si, por
el contrario, la misma había sido denegada. Me dieron ganas de
mandarlo para... donde ustedes saben, pero preferí seguir sus
instrucciones para ver en qué paraba esto.
Ayer recibí una citación para acudir a las oficinas de Panchón.
Entusiasmado, fui corriendo y por el camino iba elaborando las
preguntas que le haría. Pero, ¡oh decepción!, cuando llegué y mostré
la citación, después de registrar en enormes archivos, extrajeron de
un montón un sobre lacrado que, no obstante tener mi nombre, la
empleada se negó a entregarme. "No, compañero, para poder entregárselo
debe mostrarme, además de la citación, el talón que usted recibió
cuando hizo la solicitud". De nada valió que le mostrara mi carné de
identidad, mi libreta de abastecimientos, mis credenciales de
cederista y de combatiente de la revolución, que le dijera que hacía
tanto tiempo de mi solicitud, que ya ni sabía dónde estaba el bendito
talón; ella se mantuvo inconmovible: "Sin el talón no puedo entregarle
el sobre. Si no lo trae arriba, tiene que volver otro día y traerlo."
Y con ese dictamen lapidario, volvió la espalda y me ignoró para
siempre. Ante mí tenía tres opciones: asesinarla, renunciar a aquel
sobre y no enterarme jamás de su contenido, o volver a casa,
registrarla de arriba a abajo hasta encontrar el dichoso talón y con
él volver. Movido por la morbosa curiosidad, y rechazando mis ansias
primitivas de homicida, me decidí por la última opción.
Y hoy, triunfante, talón en mano, me presenté en las oficinas de
Panchón. Después de la larga espera reglamentaria y cumplidos los
requisitos, recibí al fin mi sobre. Ansioso, en la misma puerta, lo
abrí: Contenía un texto impreso con las siguientes declaraciones de
Panchón:
"Nosotros administramos para los pobres, para los desamparados, para
los que no tienen nada. Por eso nuestro Estado subsidia la salud, la
educación y la seguridad, para que los más desposeídos puedan vivir
una vida saludable, instruida y segura. Los altos precios de bienes y
servicios, los impuestos y tarifas, que han sido tan criticadas por
los enemigos externos y sus mercenarios internos, están destinados a
quitarles los recursos a los que han acumulado fortunas mal habidas,
gracias al enriquecimiento ilícito y la apropiación indebida; dinero
que una vez recuperado, empleamos en financiar la defensa, el orden
interior, el deporte y otros entretenimientos. A los honrados
trabajadores les respetamos sus salarios; se los hemos mantenido, a
pesar de que los mismos no tienen respaldo productivo, pues trabajan
con desgano, sin productividad alguna. No obstante ello, mantenemos
activas las fábricas y demás centros de trabajo, aunque hace años ya
que no son rentables. Porque somos esclavos del pueblo y a ese pueblo,
nos desvelamos por educarlo y erradicar del mismo las indisciplinas y
conductas impropias del buen ciudadano, inculcándoles el
agradecimiento, la obediencia y el respeto debido a los que por él nos
sacrificamos cada día."....................
Seguían no sé cuántas páginas más que me negué a leer. Estrujé rabioso
aquellos papeles y me prometí relatar, como lo hago en esta crónica,
el suceso. No sé por qué me vinieron a la mente ciertas escenas de "La
Muerte de un Burócrata", aquella genial película de Gutiérrez Alea.

Yo, Sempronio, desde Regla, rincón bendito de Yemayá.
Diciembre 12 de 2013
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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