sábado, 28 de febrero de 2015

DE LO FANTASTICO NO TAN MINI

-- A-38-98
(Cuento no tan "Mini")
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Tengo en mis manos un moderno teléfono móvil. El último modelo salido
al mercado. Verdadero portento del avance tecnológico que marca
nuestros días. Como trabaja por satélite, con él puedo comunicarme con
cualquier parte del mundo, enviar y recibir imágenes y mensajes, darle
órdenes a mi computadora, establecer comunicaciones simultáneas y
saber, de antemano, quién me llama; además es cámara fotográfica y de
video. En fin, toda una maravilla. Algo que, unos años atrás, existía
solamente en la quimera de la ciencia ficción. Y hoy, helo aquí hecho
una realidad palpable... No me canso de admirar sus cualidades: su
poco peso, diseño plegable, el tamaño que le hace apenas ocupar
espacio en un bolsillo de mi chaqueta, sus minúsculos botones de
selección y mandos... De pronto, mi mente se puebla de imágenes que
vienen de un pasado ya lejano. Es un suceso trascendental de mi
infancia, nunca antes lo había recordado:

Tengo apenas ocho años y en mi casa acaban de instalar el primer
teléfono del barrio. Dos empleados de la Compañía Telefónica lo han
fijado a la pared de la sala. Es una caja rectangular de madera
barnizada, en el frente tiene adosado un disco con agujeros alrededor.
Allí es necesario meter el dedo índice para seleccionar el número
deseado, arrastrar el disco hasta un tope y luego soltarlo para que
vuelva solo a su sitio inicial. Debajo del disco sobresale una negra
bocina de plástico que, articulada, permite colocarla a la altura del
que habla. Yo, por supuesto, tengo que ponerla hacia abajo. En el lado
derecho de la caja hay una horquilla de donde cuelga el auricular.
Este me queda muy incómodo, pues soy zurdo y además, para alcanzarlo,
tengo que alzarme sobre la punta de los pies. Lo primero que se me
ocurre hacer es marcar nuestro propio número, que es el único que
conozco...

La evocación se me vuelve tan vívida que, de un olvidado rincón del
almacén de la memoria surge aquel número: "A 38 98"... Entonces
bastaban una letra y cuatro dígitos, hoy son necesarios ocho. "A 38
98", la nitidez del recuerdo me hace sonreír. Y no puedo contener el
loco impulso de marcar el viejo cifrado en mi moderno teléfono.
Presiono los pequeños botones, cinco que antes era el "A", y luego 3,
8,9, 8... Escucho el timbre al otro lado de la línea. Alguien
descuelga:
-Oigo. -Dice un niño. Es mi voz. ¡Estoy seguro!


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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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