viernes, 3 de enero de 2014

¡USTED TAMBIÉN PUEDE TENER UN BUICK!

¡USTED TAMBIÉN PUEDE TENER UN BUICK!
Por Sempronio, el de Regla.

Me cuentan los que vivieron aquella época de un anuncio radial muy
difundido, con el cual la Agencia Santé Motors, concesionaria de los
automóviles marca Buick, promocionaba sus ventas. El reclamo comercial
comenzaba con una afirmación alucinante, donde el locutor aseveraba
enfáticamente: ¡Usted también puede tener un Buick! Vana ilusión en un
país con alta tasa de desempleo y donde la mayoría de los empleados
recibían salarios que apenas alcanzaban para sobrevivir, un país en
cuyos campos reinaban la miseria y el empleo cíclico en la caña,
alternado con el fantasma recurrente del llamado "tiempo muerto". Para
Chicho, el fritero, Olga la tamalera y Pepe el limpiabotas, el anuncio
les parecía un chiste cruel; sin embargo, aunque les fuera difícil
albergar aquel sueño, soñaban, soñaban...
Alimentar ilusiones infundadas, era un recurso muy manido para
mantener embrutecida a la población, siempre esperando un evento
imposible, siempre a la espera de un mañana que nunca llegaría.
Liborio veía transitar por sus calles una profusión de autos flamantes
y le decían que él podía ser el propietario feliz de uno de ellos.
Pero, eso sería otro día, no hoy, quizás mañana, si la fortuna le
sonreía y se sacaba el premio gordo de la Lotería Nacional.
Con los automóviles hemos tenido una historia ya larga los cubanos.
Enclave neocolonial norteamericano, fábrica de nuevos ricos al compás
de elecciones cada cuatro años, Cuba y fundamentalmente La Habana, fue
centro de un pujante mercado del transporte automotor. La venta de
autos nuevos y de uso fue un negocio muy rentable para la "Gran Nación
del Norte" y para algunos avispados cubanos. En el puerto habanero,
los buques tipo "ferris", desembarcaban cientos de autos cada día.
Eran carros devaluados en el mercado de allá que aquí adquirían buenos
precios. Tanto las tarifas arancelarias concedidas por el gobierno de
turno, como los gastos de transportación, ambos sumamente bajos,
garantizaban un jugoso margen de ganancias. Además de estas
importaciones, al final de cada año se producía la llegada de los
nuevos modelos del año siguiente.
Después del triunfo del primero de enero, muchos de esos autos, nuevos
y viejos, fueron abandonados por sus propietarios, al emigrar estos en
estampida. Los vimos convertirse poco a poco en chatarra, amontonados
en los autocines de Vento y Tarará, así como en otros lugares no tan
visibles... Entonces no se supo o no se pudo darles un destino mejor a
aquellos vehículos todavía servibles. Luego, hicieron aparición los
"Alpha Romeo" para el sector estatal y, como si fuéramos nuevos ricos,
los utilizamos para servicios de taxis. Pasaron años y llegó la era de
los "Moskovich" y los "Ladas", seguidos por unos pocos "Alekos" todos
por asignación. Más tarde estos autos soviéticos dejaron un lugarcito
a los Peugeot, Ford y Chevy argentinos. Como estaba prohibida la venta
entre particulares, floreció el mercado clandestino, sin traspaso pero
con precios inflados. Cheo tenía el auto de Paco, todos sabían que ya
no era de Paco, pero eso no importaba, porque la propiedad continuaba
con el mismo nombre. Eso fue hasta hace poco, que se autorizó la venta
y se desbordaron las notarías con la cambiadera. Y después del
Armagedón, aparecieron los coreanos, japoneses que recibieron
profesionales, artistas y deportistas, carta de autorización por
medio. Siempre la retranca presente, la venta se estancó y sufrió la
parálisis frecuente en otros mercados; Usted podía comprar, lo decía
el documento, pero en la agencia vendedora no se lo vendían. Así,
Pánfilo Epifanio celebró el primer añito de su carta, aquella carta
que lo autorizaba a comprar un auto. ¡Ah, pero ahora la cosa cambió!
Ya no hace falta tener esa carta, si la tiene le servirá en la cola de
compradores (como el plan jaba) para que le den prioridad. Porque hay
cola, porque sorprendentemente la demanda es mayor que la oferta... ¿Y
los precios?... Pues los mismos que alcanzaron en el mercado "under
ground". Y a mí, Sempronio, el de Regla, esto me hace recordar otros
tiempos y aquel anuncio que decía: ¡USTED TAMBIÉN PUEDE TENER UN
BUICK!

Desde Regla, cuna bendita de Yemayá, tierra bravía de los abacuá.
Enero 4 de 2014

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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