miércoles, 8 de enero de 2014

CIEN AÑOS ATRÁS

CIEN AÑOS ATRÁS
Por Jorge C. Oliva Espinosa

Una vez más el almanaque nos advierte que ya pasó otro primero de
enero y volvemos a llenarnos de nostalgia por aquel amanecer de
esperanza, amanecer de año nuevo y vida nueva, aquel despertar con las
cadenas rotas de 1959, preñado de comienzos, purezas y júbilos
compartidos. La realidad nos dice que el glorioso acontecimiento
pertenece al siglo pasado, que ha llovido mucho desde entonces y que
sucesos y lecciones se han ido acumulando para entrar en una nueva
era. Más cercano fue ayer, cuando doblamos la curva del milenio y nos
adentramos en el siglo XXI; ese hito del tiempo nos parece más
reciente, maquillado de actualidad y de renuevos, sin embargo ya
remontamos la cuesta de su segunda década. Ahora comenzamos este año
2014 y a mí, si de recordar pasados se trata, se me ocurre tirar mi
curricán bien lejos, lanzar una ojeada cien años atrás, sintetizar lo
que ocurría entonces, establecer posibles comparaciones y tratar de
extraer alguna enseñanza.
En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial. Detonante de pretexto, el
magnicidio de Sarajevo; causa real, el nuevo reparto del mundo que
exigían las potencias imperiales. En esa guerra, se usará el gas
mostaza como arma química de exterminio masivo, la aviación como
fuerza armada hará irrupción, el holocausto se llevará a decenas de
millones y desaparecerán cuatro imperios: el otomano, el ruso, el
autrohúngaro y el alemán; a la par, surgirán nuevas naciones estados.
En Estados Unidos gobiernan los demócratas con el Presidente Woodrow
Wilson, vigésimo octavo en ocupar la Casa Blanca; pero en el Capitolio
dominan los republicanos, encabezados por Cabot Lodge. Wilson se
caracteriza por su política intervencionista, en 1914 invade México y
ocupa Veracruz; en años sucesivos hará lo mismo en Haití y en
República Dominicana. No entrará en la contienda europea hasta 1917.
En todo esto, sus enemigos republicanos le apoyan, se opondrán en
cambio, a la entrada de Estados Unidos en la liga de la Naciones.
En Cuba gobierna Mario García Menocal, apodado "El Mayoral de
Chaparra"; el país tiene por primera vez su propia moneda, a la par
que se puebla de "cómpanys" norteamericanas que vienen a invertir en
la industria azucarera y construyen grandes centrales, mientras
amplían y modernizan otros; el azúcar alcanza altos precios debido a
la guerra y los tiburones se regocijan, la penetración económica se
extiende, maniatando al país. En la Capital, están por construirse los
parques de La Fraternidad y la Avenida de las Misiones, la Universidad
no tiene su escalinata; no existen todavía ni el Palacio Presidencial,
ni el Capitolio. El Honorable Señor Presidente de una Cuba, más
protectorado que República, tiene sus oficinas en el antiguo Palacio
de los Capitanes Generales, el mismo edificio desde donde se gobernaba
la colonia, situado frente a la Plaza de Armas. A un costado de esa
plazuela, está la Embajada norteamericana, bien cerca del ejecutivo,
como para que las órdenes que trasmita lleguen con celeridad a este.
El Poder Legislativo sesiona en un edificio, aun conservado, muy cerca
de allí, en pleno corazón de la Habana primigenia, la que hoy llamamos
Vieja.
En ese 1914, en el Instituto de La Habana, comienza sus estudios de
bachillerato un jovencito de 15 años, nacido en el pueblo de Alquízar
e inscrito en el Registro Civil como Rubén Martínez Villena; mientras,
un niño de 8 años, que había nacido en Filadelfia, se muda con su
familia de Matanzas para Pinar del Río. Otro niño, un año mayor que
aquel, se prepara en La Habana para viajar a Nueva Orleans, en unión
de su madre. Años después, ambos niños ya adolescentes, coincidirán
como estudiantes en el Instituto de Pinar del Río. Uno, el que vino de
Matanzas, se llama Antonio Guiteras; el otro, Julio Antonio Mella. Los
dos llevan sangre irlandesa por herencia materna y no tardarán de
ocupar los sitiales que les reserva la historia.
En la Habana, no existen estaciones de radio, mucho menos de
televisión que es cosa inimaginable, en cambio pululan los cafés
tertulianos y los teatros florecen. En la esquina de Consulado y
Virtudes, el "Teatro Alhambra" marca época en el vernáculo, las
presentaciones de sus estrenos caracterizan el panorama nacional; el
"negrito" de Sergio Acebal hace reír y pensar al público, Federico
Villoch escribe los sainetes y el maestro Jorge Ánkerman se encarga el
repertorio musical. En la calle San Lázaro, el Señor Ernesto
Carricaburu, con diez Ford modelo T, abre el primer servicio de autos
de alquiler.
En una casa de El Cerro, el día 24 de febrero, le celebran su segundo
añito a un niño. Entre los regalos que recibe, quizás una caja de
lápices de colores le anima a embarrar paredes; se llama René
Portocarrero y cuando crezca, descollará en la pintura cubana.
Se nos presentaría muy extraña, aquella Habana nuestra de cien años
atrás. ¡Cuántos niños y jovencitos, entonces desconocidos, asumirán
protagonismo en los siguientes años! ¡Cuánta historia tendrá que
transcurrir, cuántos avances y retrocesos, para llegar a nuestros
días!

Desde Regla,
Ayer, "La Sierra Chiquita"; ayer, hoy y siempre, bastión de rebelde cubanía.
Comenzando enero de 2014
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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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