jueves, 9 de enero de 2014

AH, LA HISTORIA, ESE VIEJO CUENTO

AH, LA HISTORIA, ESE VIEJO CUENTO
Por Sempronio, el de Regla

Siempre he dicho que la historia es un viejo cuento que se repite y
repite con otros nombres, en lugares y circunstancias diferentes. Eso
mismo dijeron antes otros hombres, pero han sido figuras importantes
mientras que yo, Sempronio, soy un simple reglano de a pie, común y
corriente.
Así, León Felipe, el gran poeta del exilio español, escribió: "...
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra/ al ver las
mismas cosas siempre con distinta fecha?/ Los mismos hombres, las
mismas guerras, / los mismos tiranos, las mismas cadenas, / los mismos
farsantes, las mismas sectas/ ¡y los mismos, los mismos poetas!.../
Hoy, persistiendo en esta idea, recuerdo una salida muy cubana que
tuvo un combatiente clandestino, durante la dictadura de Batista y que
le salvó la vida. Fue una simpática ocurrencia, un chispazo genial de
los que afloran en los momentos más críticos y que se dan silvestres
en esta tierra de encanto, en esta Cuba donde el chiste y la
heroicidad andan hermanados, como elementos de lo real maravilloso que
deslumbró a Carpentier.
Resulta que el protagonista de este increíble suceso, al ser detenido
portaba una ametralladora nuevecita, en su embalaje original y con el
preservo de fábrica. Los sicarios se ensañaron con él, le propinaron
una descomunal paliza y ya casi inconsciente, comenzaron a torturarle.
Necesitaban saber de dónde había sacado aquella arma sin estrenar; era
fácil deducir que formara parte de un gran lote, de los ya conocidos
arsenales de la organización llamada "Triple A" y estaban empeñados en
ocupar ese alijo, tal como habían hecho en ocasiones anteriores. La
infernal sesión se prolongó más allá de lo usual. Hacían pausas y lo
revivían para luego continuar. La pregunta, con tono siniestro, era
siempre la misma: ¿Quién te dio ese juguete?... Varias veces, nuestro
protagonista dudó si revelar su fuente de aprovisionamiento y así
terminar aquella agonía; tenía claro, en medio del dolor y de la
sangre, que en cuanto hablase, todo acabaría y lo matarían. Pero, en
lugar de resignarse a morir, fue más valiente y decidió vivir. Cada
vez que le preguntaban ¿Quién te dio ese juguete?, se burlaba de sus
verdugos y repetía: "Me lo trajeron los reyes"... Su respuesta,
siempre la misma, enfurecía cada vez más a los torturadores que,
reaccionando como las bestias que eran, dejaban de torturarle para
castigar su osadía con patadas y puñetazos. De nada valía lo que le
hicieran, él repetía la misma respuesta y así, aferrado a su infantil
y fantástica versión, milagrosamente, logró sobrevivir toda una
semana; luego, otros objetivos, considerados más importantes,
desviaron la atención de los esbirros que parecieron olvidarlo. Sin
embargo, en los medios subversivos, su respuesta le sirvió de mote y
todos le conocían como "Me lo trajeron los Reyes".
Como las palabras suelen repetirse en contextos distintos, algo
similar se me ocurre que diga, el primer afortunado que, con un cuarto
de millón de CUC, se aparezca a comprar su Peugeot 2013. Cuando le
pregunten el origen de ese dinero (si es que se lo preguntan), él
puede afirmar lo mismo que aquel luchador clandestino: ¡Me lo trajeron
los Reyes!

Desde Regla, tierra bendita de Yemayá, cuna bravía de los abacuá.
Enero 10 de 2014
PD: A mí, los Reyes no me trajeron ni un quilo partío por la mitá.
Parece que me porté mal. Sempronio.

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De la Revolución iniciada en 1868 y aún inconclusa, soy hijo; a ella me
debo.

Jorge C. Oliva Espinosa. Cubano, nieto de mambises, sobreviviente.
http://jorgecolivaespinosa.blogspot.com
jorgecoliva@gmail.com

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